El arma en mis manos disparaba tan rápido como yo quería y cada una de esas bestias caía ante el impacto dejando una gran mancha de polvo producto de su desintegración. Era una horda de doscientos chupasangres aproximadamente, ya para esta altura había menos de la mitad. Cambiaba el cartucho del arma tantas veces como era necesario, impactando nuevamente en el blanco. Con solo quince vampiros mas terminaría mi trabajo y podría volver a la asociación pero de imprevisto acabaron todas mis municiones. No hallaba mi daga en ningún lugar de mi cinturón y tampoco en su estuche. De sorpresa todos los vampiros desaparecieron al ser golpeados por las balas de la pistola que era muy conocida, seguido de la leve sonrisa de superioridad de ese sujeto que era mucho mejor que yo en esto. Vestido con solo una camisa blanca y pantalón negro, como cualquier hombre al trabajar.
-Supuse que necesitarías ayuda pero eso de allí fue un espectáculo, con tan solo un cartucho mas y hubieras acabado con todos o también servía que llevaras esto contigo- mostró mi pequeña daga de mango plateado y una luna de diamante en el. Así que la había dejado en algún lugar de la asociación.
-Gracias, pero hubiera acabado yo sola con ellos...- hice una mueca de suficiencia solo para hacerlo enojar.
-Si, claro- lanzo el cuchillo, con un movimiento muy ligero, hasta el tronco de un árbol justo a un lado de ambos, camine hasta allí y lo tome con la mano derecha jalando en mi dirección justo cuando un rayón veloz paso delante de mí y rasguño mi brazo. Estúpido chupasangre, no debió tocarme ni con la mirada, debió huir y ser inteligente pero ¿De quién creía que hablaba? Eran Vampiros ¡Por Dios! Ellos no pensaban, atacaban según sus instintos y ya.
La sangre no tardó en aparecer, fui más rápida, con mi mano sana tome la daga separándola del árbol y corrí en dirección hasta el animalejo, me lancé sobre él y con mis piernas me enrollé de su cintura para clavar mi arma en su cuello separando la cabeza del cuerpo. Guardé en mi estuche la daga y me levanté del asqueroso cadáver. En menos de lo que hubiera pensado Kiryuu me tomó el brazo herido con gran fuerza, lastimándome.
-¿Qué hace? ¡Suélteme!- intentaba aflojar su mano de mi brazo pero me era imposible.
Su mirada se dirigió a la mía, y en esos momentos pude notar que los rumores que rondaban en la asociación no eran falsos ni mucho menos. Ojos rojos de vampiro, me miraban sin una salida, como pidiendo perdón aun sin haber hecho el mal que se dirigía a hacer.
-Kiryuu deténgase por favor, ya...- rogué a aquella potente figura delante de mí. Este chico sería el próximo presidente de la asociación de cazadores de vampiros y el también era uno, por eso tenía lo suficiente de dos mundos para gobernarnos. Era una buena teoría, lógica cabe destacar, pero eso no quería decir que yo estuviera de acuerdo.
-Per...perdón- dijo la figura pálida y algo demacrada de aquel hombre justo antes de tumbarme al suelo con él sobre mi y lamer todo mi cuello. Escalofríos recorrieron mi cuerpo con demasiada rapidez, ese acto era demasiado intimo y nunca, nunca, había llegado hasta allí en mi vida, con nadie, aunque eso era lo que menos me importaba en ese momento.
Las puntas afiladas de sus dientes rozaron mi piel, causando que los nervios se alteraran más aun - si era posible - hasta que el juego previo acabo y sus colmillos se clavaron en mí. Grité, fuerte, no lo pude evitar, pero su fuerza era aun mayor que la de cualquiera de los vampiros que había matado en mi vida. Tapó mi boca ahogando un grito.
Una y otra vez succionaba de mi sangre, con cada una de ellas un placer extraño recorría mi cuerpo y yo apretaba con fuerza su camisa, incluso jadeando como nunca antes lo había hecho - me sorprendía a mí misma -. Al momento en que se percato de que mis gritos cesaron quitó su mano temblando de mi boca, se escuchaban mis jadeos aun más bajos, debido a la pérdida de sangre que ya empezaba a afectarme.
El acto carnal subió de tono cuando me percate de que unía su cuerpo al mío. Cada vez que succionaba, apretaba sus caderas a las mías, haciéndome sentir su gran erección.
Mi débil cuerpo sintió como sus dientes salían de mi cuello, pero no para levantarse, sino para dirigir su cara hasta mi cara, con su mano tomar mi mentón y girar mi mirada a él. Un hilo muy fino de sangre caía desde la comisura de sus labios y sus ojos aun resplandecían en un rojo esta vez oscurecido. Una gota de sangre cayó de sus labios, finos y sonrosados, a los míos y su mirada cambio de culpabilidad a deseo, esta vez mas extraño que el primero. Esa gota, fue la gota que rebaso la copa que había empezado a llenarse hace tan solo media hora.
Se acercó hasta mis labios y con los suyos succionó, sin desperdiciar ni un poco de su alimento. Justo en ese momento copió su antiguo movimiento - pegó sus caderas a las mías - y mi cuerpo lleno de un cansancio placentero se arqueó, provocando la unión de nuestros pechos aun con ropa estorbando.
A ese movimiento le acompañó un jadeo de ambos que le concedió el permiso para adentrar su lengua a mi boca llevándonos a una descontrolada pelea por tener el control de un beso apasionado pero lento, fuerte, en el que podía sentir sus colmillos muy definidamente.
Sus manos tocaban mi abdomen por debajo de la franela y tomaban mi cintura, elevando mi cuerpo y uniéndolo al suyo. Saco sus manos y tomo mi franela rompiendo la tela, luego tomando en cada mano mis senos, sacándolos de mi sujetador y abandonando mi boca para bajar y darles atención a ellos.
Mi cuerpo no acostumbrado a ninguna de estos actos respondía rápidamente con movimientos y jadeos que nunca antes me había creído hacer.
Me sentía en desventaja y agarrando su camisa fui deshaciendo cada botón. Nuestras miradas se encontraron y me obligue a apresurar mis manos. Ya terminado mi trabajo acaricié con mis uñas todo su pecho y abdomen trabajados y marcados a mi contacto. Sus caricias bajaron de lugar y seguían hasta mi vientre donde abrió mi short y lo bajo completamente aventándolo a algún lugar lejos, me sentía muy mojada.
Sus manos acariciaron toda piel en el extremo de mis bragas incluso apretando mis nalgas en el proceso. Mis manos fueron hasta su pantalón, al bajar a desabrocharlo, rozaron su miembro, aun más grande que antes. Con la mirada sujeta a la de el metí mis manos a su bóxer quedando sorprendida realmente. Dejó su cabeza caer hacia adelante y soltó un sonoro jadeo que subió mi autoestima. Masajeaba cuanto podía toda su longitud hasta que sentí sus manos tomar las mías para llevarlas por sobre mi cabeza y tomarlas con una sola de las suyas. Su miembro mostraba algo brotando desde su cabeza hasta la base. Con la mano libre saco de una de mis piernas mis bragas y las dejo pendiendo de la otra. Se posicionó justo en mi entrada provocando jadeos descontrolados de ambos por el roce y empujó suave, poco a poco hasta la dichosa barrera que se llevo sin compasión, penetrando hasta el fondo y volviendo a salir, una y otra vez...
El dolor se vio sustituido por el placer y en menos de lo que pensé la cabeza me daba vueltas y sentía contracciones placenteras justo en el momento que sentía un liquido caliente invadir mi interior.
-Yuki- lo escuché susurrar. ¿Kuran? ¿Kuran Yuki? ¿La sangrepura? Entonces era verdad todo lo que se decía de él y simplemente esto había sido el resultado de haber perdido el control y dejarse llevar por sus instintos, así como también de un fallido intento de sustituir la sangre de aquella sangrepura con la de alguien más. No solo la sangre sino el cuerpo mismo de aquella mujer con el mío.
Espere recuperar la respiración lo suficiente como para percatarme de que el chico se había quedado dormido sobre mi brazo, lo separé con cuidado y busque mi ropa por todo el lugar sin encontrar nada, no me iría en ropa interior. Dirigí la mirada al chico dormido sobre el pasto a la raíz de un gran árbol y le quite la camisa que solo le guindaba de un brazo - me la debía - me la coloqué como pude, doblé las mangas hacia mis codos y tome mis armas abandonadas del otro lado del árbol. Habíamos rodado demasiado en todo el proceso, sentía el dolor por todo mi cuerpo, especialmente en mi vientre. Camine paciente rumbo a la asociación, el amanecer se acercaba y quedaba camino por recorrer.