Disclaimer: InuYasha & Co. no me pertenecen. Sólo la historia y las palabras aquí escritas son 100% mías, sacadas de mi imaginación y esfuerzo.

Advertencia: Muerte de algún personaje. Por ser categoría "M", por favor, tener en cuenta que podrá tener uno que otro capítulo con contenido de adultos más adelante. Leer bajo su propia responsabilidad.

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Universo Alterno (U.A.)

Un fatal accidente le arrebató a la mujer que más amaba en el mundo. Su espíritu se resquebrajó agónicamente al punto de hacerlo desear la misma muerte. Un ser de origen infernal aprovechó aquel dolor, ofreciéndole un trato a cambio de su dolida alma. Una segunda oportunidad para cambiar aquel destino, pero… ¿a qué precio? Su decisión ya no tendría retorno.

Sin retorno

Capítulo 1: Destino condenado

La fresca brisa primaveral sopló suave y delicadamente en el ambiente, meciendo a su paso las verdes hojas del gran árbol milenario. Los rayos del sol del mediodía se filtraron a través de su frondoso follaje, dándole un aspecto esplendoroso y mágico; una imagen perfecta sacada del más hermoso cuento de hadas. Sin embargo, la historia que se dio en su entorno, no terminó con ese final feliz que todas las personas añoraban para sus vidas. Y, hubo una persona en particular que sintió ese día más que nadie…

Lleno de angustia y completamente reacio a aceptar la dura realidad, el hombre de largos cabellos negros como el ébano contempló, una vez más, la enmarcada fotografía que había aferrado a él desde la mañana. Con manos temblorosas, acarició el retratado rostro femenino, perdiéndose momentáneamente en aquella hermosa y radiante sonrisa que siempre lo había cautivado. Sus ojos del color chocolate, dulces y expresivos, indicándole su vitalidad, transparencia y amor en su reflejo. Por un instante, se imaginó percibir el fragante aroma a flores silvestres y sus dedos deslizándose por las largas y sedosas hebras azabaches de la joven mujer. La mujer que le había robado el corazón hace un par de años atrás, cambiando su vida y dándole una razón a su miserable existencia. Ella, su amada.

«Kagome…»

Nuevamente, aquel doloroso y ahogador nudo se formó en su garganta, obligándolo a reprimir un gemido. El escozor en sus dorados ojos no tardó en hacerse presente por reiterada vez en el día. Sin poder controlarlo, simplemente dejó caer libremente sus amargas lágrimas, sintiendo la quemante sensación sobre su piel. Su cuerpo se estremeció y su mente se sumergió en la absoluta agonía que amenazaba con partirle el pecho.

«Si tan sólo hubiese llegado cinco minutos antes… esto no hubiese ocurrido nunca… ¡Ella no hubiese estado allí en ese momento y jamás… jamás…!»

Al borde de la locura, se dejó caer de rodillas sobre el pavimentado piso del patio del templo de los Higurashi, soltando finalmente un desgarrador grito, abatido y lleno de impotencia. El viejo árbol sagrado frente a él era, en estos momentos, el único testigo de su dolor, así como también en el pasado, el testigo del primer beso entre ambos. Tantos recuerdos, tantos hermosos momentos compartidos…

Maldijo una y mil veces, deseando con todas sus fuerzas, que todo fuera una absurda pesadilla; un mal sueño del cual pronto despertaría. En un acto de ira y desesperación, golpeó el suelo varias veces, más la doliente sensación amortiguadora por los impactos en su mano y la sangre en sus nudillos, tan sólo le confirmaron de que estaba despierto. Ella, en verdad, ya no estaba.

No la volvería a ver ni tampoco se deleitaría con sus sonrisas, no escucharía más sus reproches por alguna tontería ni las dulces palabras "te amo" de sus labios. Ya no sentiría el calor de su pequeño cuerpo pegado al suyo durante las noches… No, ella jamás volvería a él, porque Kagome, su Kagome… estaba muerta.

De haber sabido que así sería, no habría amado en primer lugar. ¡¿Por qué los dioses se ensañaban de esta manera con él?! ¡¿Cómo se supone que viviría sin sentir la calidez de la dulce mirada de Kagome, sus caricias y sus besos?! ¡¿CÓMO?! ¡Ella no podía estar muerta! ¡NO PODÍA! Sin embargo, la realidad era otra. De hecho, esa mañana le habían echado tierra a su ataúd para sepultarla y darle el último adiós, sin imaginar que con ello estaban enterrando parte de su alma también.

—¡Kagome!

Las lágrimas brotaron de sus dorados ojos, incesantes, y sin que pudiera retenerlas. Su espíritu se resquebrajó agónicamente, haciéndole desear la misma muerte para seguirla al más allá. De todas formas, ¿qué sentido tenía vivir sin ella? Nadie lo echaría de menos; después de todo, estaba solo y no tenía a ningún pariente. Sus dos amigos y la familia de su difunta esposa, tal vez, pero ellos seguro lo entenderían. Entonces, ¿por qué seguir torturándose con la irreparable pérdida de su amada, cuando podía terminar con todo en un segundo? Sí, se acabaría su sufrimiento y su corazón dejaría de doler tanto…

—¿Quieres morirte para estar con ella?

La repentina irrupción de una masculina voz, detuvo momentáneamente el oscuro giro de los pensamientos del joven hombre de largos cabellos negros. Ciertamente sorprendido, levantó lentamente su dorada mirada del piso y buscó a su alrededor. No encontró a nadie en el templo y, por un instante, creyó que había perdido la cordura. Esbozó una pequeña sonrisa irónica y negó con su cabeza, poniéndose de pie.

—Me estoy volviendo loco —dijo con voz levemente quebrada, tragándose el nudo en su garganta.

Cansado, hizo leve presión sobre el arco de su nariz y suspiró con pesadez, queriendo contener nuevas lágrimas que amenazaban con salir. La idea de acabar con su miserable vida volvió a surgir en su mente como un impulso tentador. Si tan sólo pudiera cambiar el cruel destino y tomar el lugar de ella… ¡Él sería capaz de cualquier cosa con tal de salvarla, incluyendo su vida!

—Dime, InuYasha, ¿de verdad darías tu valiosa vida con tal de volver a ver a tu mujer?

El oji-dorado respingó, esta vez, asustado. No, no había sido su imaginación. Allí había alguien, que además sabía leer la mente.

—¿Quién… quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó a la nada, titubeante y receloso, mirando de un lado a otro.

—¿Eso importa acaso? —respondió nuevamente la extraña voz. Su tono era algo burlesco—. Yo sólo vine a ti porque sentí el llamado de tu desesperado clamor... la necesidad de tu alma quebrada.

—¿Qué? —cuestionó InuYasha, confundido.

—¿Qué dirías si te digo que puedo cambiar el destino de esa joven?

InuYasha enmudeció. A decir verdad, no supo qué responder en ese instante dado lo increíble de aquellas absurdas palabras. Un ofrecimiento imposible, y sin embargo, demasiado sugestivo. La simple posibilidad de alterar ese fatídico momento en la vida de Kagome, le devolvía las esperanzas.

—De verdad… ¿puedes haces eso?

Una risa cínica invadió el ambiente y un leve escalofrío recorrió la espina dorsal del joven. Era demasiado perturbador no ver a nadie y, sin embargo, escuchar a alguien hablar y sentir su presencia cerca.

—No hay nada imposible para alguien como yo, ¿sabes? En mi naturaleza está hacer esas cosas consideradas inverosímiles por los humanos.

—¿Alguien como tú? —cuestionó InuYasha, atreviéndose a confrontarlo—. ¿Qué eres? ¿Una especie de fantasma o algo así?

—No soy un fantasma, InuYasha. Sólo soy alguien que quiere ayudarte a obtener lo que más deseas… volver en el tiempo para volver a ver a tu querida Kagome y salvarla de la muerte; cambiar su destino —indicó el invisible ser, notando la sorpresa y el interés del hombre al escuchar sus palabras—. Pero como debes saber… nada es gratis en esta vida.

El anzuelo había sido lanzado. Ahora sólo quedaba esperar tranquilamente a que la presa lo mordiera.

—¿Qué tengo que hacer? —inquirió el oji-dorado sin titubear, expectante, presintiendo que, posiblemente, la alternativa que le ofrecerían, no sería muy buena… al menos no para él. Aún así…

—Oh, nada importante. Sólo aceptar el trato que te ofrezco a cambio de tu pobre alma —explicó el ser sin rodeos, aguardando por la reacción de su víctima. Desde ya podía saborear el placer de apropiarse de una nueva y miserable vida humana—. Es tu decisión si consentir o declinar mí oferta.

—¿Así que eres un demonio, si es que no el mismo diablo en persona? Entiendo… —concluyó InuYasha, esbozando una sonrisa sardónica. La invisible criatura infernal sólo confirmó su naturaleza con su silencio—. ¿Cuánto tiempo me quedaría antes de…?

—Seré generoso contigo y te daré la oportunidad de un intercambio —respondió sin preámbulos, no dejándolo terminar su frase—. Tu vida en lugar de la de ella… El día del accidente, ¿qué te parece?

InuYasha frunció levemente su entrecejo, comprendiendo la limitación que tendría su vida y, no obstante, éste era un ofrecimiento lo suficientemente bueno como para no rechazarlo. Si podía salvarle la vida a Kagome con esto, ni siquiera tenía que detenerse a pensarlo. De hecho, ésta era una oportunidad única y si la rechazaba por cobarde o por dudar, estaba seguro que se arrepentiría por siempre. De todas maneras, ya había considerado morir, así que, ¿qué diferencia había en hacerlo ahora o unos días después, sabiéndola a ella a salvo?

—Acepto —aprobó el oji-dorado con firmeza, consciente de que ya no habría marcha atrás.

En cuanto InuYasha pronunció esa única palabra, la atmósfera a su alrededor cambió drásticamente. Un fuerte y frío viento sopló, provocando un ligero escalofrío en su nuca. El paisaje adquirió una extraña y repentina tonalidad grisácea, mostrando un entorno absolutamente mortífero que emitía un desagradable olor a azufre. Una extraordinaria presión spiritual se hizo sentir sobre él, paralizando su cuerpo entero de manera aplastante y opresiva.

Inmediatamente, sintió su extremidad derecha levantarse a la altura de su cintura, para percibir el eminente apretón de manos. Y entonces, lo vio. Un demonio de apariencia casi humana, de tez blanca y ojos rojizos a escasos centímetros de él, sonriendo de manera descarada y, aparentemente, divertida.

Sus cabellos largos y ondulados se agitaron violentamente con la expulsión de su poder infernal, provocando una sensación quemante sobre la mano del indefenso humano, haciéndolo casi gritar y revolverse. Unos largos y viscosos tentáculos sobresalieron de la ancha espalda del ser maligno, atrapando a su presa para que ésta no pudiera escapar de ninguna forma, aun cuando esto ni siquiera era posible.

Todo giró violentamente a su alrededor, encerrándolos a ambos en el ojo de un violáceo huracán. El tiempo y el espacio se comprimieron, provocando la inmediata y efímera separación del alma de su cuerpo. Un sello invisible fue grabado con fuego sobre la palma de InuYasha, marcando así su condena de manera imborrable. Y, cuando su mano fue liberada, un objeto redondo fue dejado en ella para que no olvidara, de ninguna manera, el trato que acababa de hacer. Un reloj de bolsillo, sobre cuya tapa se esculpió el nombre de "Naraku", el demonio que lo vigilaría de aquí en adelante.

Las manijas y tuercas internas del reloj retrocedieron violentamente hasta alcanzar un punto exacto, fijando un día y hora de inicio, así como su eminente final. Una fecha que le indicaría su último día de vida antes que el ente infernal viniera a reclamar el alma que ahora le pertenecía.

—Un gusto hacer un trato contigo, InuYasha —expresó el demonio, sonriente, tras terminar con su ritual, soltando finalmente al joven oji-dorado de su prisión de tentáculos. Cuando pronunció lo último, su tono de voz se tornó más oscuro y siniestro—. Sólo recuerda que, si llegaras a fallar y tu mujer terminara por cumplir con su fatídico destino durante este tiempo… ¡su alma me pertenecerá!

El hombre ensanchó sus ojos dorados aterrado tras escuchar aquello. ¡¿Qué había dicho?! ¡Le habían tendido una trampa y, como si fuera poco, había acordado aquella sentencia sin el más mínimo remordimiento!

—¡Espera, eso no fue parte del trato! —intentó refutar, pero lo único que escuchó, fue una burlona risa por parte del demonio, a medida que su presencia desaparecía y su entorno recobraba la realidad.

Estático, InuYasha contempló a la nada, con la mirada vacía en aquel lugar en donde había estado, hace unos segundos, aquel engañoso ser proveniente del reino de las tinieblas. ¿Si ahora se arrepentía por haber vendido su alma y poner en riesgo el de su amada? No, definitivamente no, porque pasara lo que pasara, él haría todo lo posible por mantenerla a salvo de la muerte .¡Él la protegería! Nunca permitiría que ese maldito demonio se saliera con la suya.

¿Qué importaba si ahora su destino estaba condenado? Después de todo, sabía que jamás sería capaz de olvidar a Kagome mientras viviera, ni aunque transcurrieran cien años. Enfrentarse al trágico destino de ella, para él, era como una enfermedad letal que no podía ser curada, pero que ahora tenía la oportunidad de enfrentar… y cambiar. Sí, Kagome lo entendería… ella era fuerte, a diferencia de él.

¿Qué podía decir? Sólo era un idiota que no podía vivir sin ella y que no le importaba entregar su alma por ella. Porque dejarla ir, era más difícil y más grave que morir.

Y, haciendo una significativa promesa en lo más hondo de su corazón, InuYasha finalmente se permitió descansar. Sus fuerzas simplemente menguaron y el mundo a su alrededor comenzó a dar vueltas, sumergiéndolo en la inconsciencia, mientras sus pensamientos se perdían en el recuerdo de su amada esposa, seguro de que había hecho bien, aunque tuviera que podrirse en el infierno al final de todo.

«Kagome…»

Continuará…

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N/A: ¡Hola a todos!

Después de un tiempo, finalmente, me atreví a volver con un nuevo fic, ésta vez, un poco más largo que los anteriores que he escrito últimamente. ¿Qué les pareció el inicio? Supongo que ya se irán imaginando por dónde irá la trama y en lo que podría terminar todo. Lo único que les diré es que el final ya está proyectado en mi mente, así que aténganse a lo que se venga… ¡drama, mucho drama! xD

Espero que este primer capítulo haya sido de su completo agrado y que puedan acompañarme a lo largo de esta historia. Procuraré dar lo mejor de mí :P.

¡Muchas gracias de antemano por su apoyo y por sus reviews que siempre me alegran la existencia! Ya saben que sus comentarios me entusiasman siempre para seguir escribiendo para ustedes =).

¡Besos y hasta la próxima!

Con cariño,

Peach n_n