Empiezo con un nuevo fic, esta vez diferente al resto de los que he escrito. Quiero dejar constancia de que el tema es un poco delicado y espero no herir los sentimientos de nadie y tratarlo lo mejor posible.
Todavía no sé cómo me he dejado convencer por laura88 para escribir esto, pero aún así muchas gracias por darme ideas para escribir y por ayudarme!
Espero reviews tanto positivas como negativas.
Una pequeña caja blanca de madera, de apenas unos centímetros de altura, ahí es donde descansaba ahora el pequeño cuerpo de Alexander. Frío, sin vida. No podía creer que no volvería a verlo más, que jamás volvería a poder acariciarlo, verlo reír, escuchar su llanto, aspirar su aroma. No podría verlo dar sus primeros pasos o escucharlo hablar por primera vez.
Sus piernas flaquearon, al mismo tiempo que Rick, a un lado y Jim, al otro, la sujetaban con más fuerza. Sabía que Rick estaba intentando aguantar la entereza por ella, al igual que sabía que llegaría un momento en el que soltaría todo ese dolor, pero ella simplemente no podía. No podía ser fuerte, y no tenía ganas de serlo. La vida le había vuelto a golpear una vez más, esta vez arrebatándole lo más importante que tenía. Y lo había hecho de una manera totalmente injusta. Esperaba poder llegar a comprender algún día cómo la vida puede llevarse a un bebé de apenas ocho meses.
Alzó la cabeza, desviando su mirada hacia la derecha, hacia la lápida de al lado, la lápida de Johanna Beckett. Nunca había creído en una vida después de la muerte, ni en la reencarnación… Era una escéptica. Simplemente cuando alguien moría, abandonaba su cuerpo, y quedaba vivo en la memoria de quienes le querían, esa era su explicación. Sin embargo, ahora, esperaba que, estuviesen donde estuviesen, su madre cuidase de él. De pronto sintió la necesidad de estar con ellos, de marcharse también, como habían hecho ellos y ese sentimiento no le asustaba, le daba igual. Ya no tenía nada por lo que luchar.
Se soltó del brazo de su padre, cuando la caja del pequeño Alexander fue depositada dentro de aquel pequeño hoyo, cavado en la tierra, frente a la lápida con su inscripción. Con ese corto e injusto periodo de tiempo inscrito bajo su nombre. Rick avanzó a su lado, quedándose los dos frente a su hijo. Un intenso dolor oprimió su pecho, un dolor que no podía sanar. Se soltó del brazo de Rick y se dejó caer, a los pies de la tumba de Alexander. Clavó sus manos en la tierra y lloró, gritó fuerte sacando el dolor que tenía dentro, aquel dolor que le impedía respirar, sin importarle el lugar en el que se encontraba ni la gente que había a su alrededor. De repente sintió unos brazos a su alrededor, el escritor se había agachado a su lado y la abrazaba, cubriéndola por la espalda. Notó su dolor en su abrazo, los sollozos de él fundiéndose con los suyos propios.
Sintió un fuerte dolor oprimiéndole el pecho. Era la primera vez que veía a Kate tomar pastillas para dormir. Salió del dormitorio, cerrando la puerta tras de sí y aquel dolor volvió a azotarle de nuevo, más fuerte esta vez, al ver los juguetes esparcidos por el salón. La manta de juegos, varios sonajeros, un biberón en la encimera de la cocina…
-Richard – su madre se acercó a él y le cogió la mano. Todavía iba vestida de negro, con la ropa del funeral, al igual que él, que todavía llevaba su camisa y su pantalón negro.
-¿Cómo se supera esto madre? – le dijo, con la voz rota, las lágrimas cayendo por su rostro.
-No se supera – dijo ella, también con la voz entrecortada, pero intentando mantenerse fuerte – Tendréis que aprender a convivir con ello.
Tragó hondo, aquel nudo que se había formado en su garganta le impedía respirar con normalidad.
-¿Puedes recoger todas sus cosas? – dijo, sin ni siquiera mirar de nuevo el salón, repleto de su recuerdo – No creo que Kate pueda, ni yo.
-Claro – dijo Martha, apretando más fuerte la mano de su hijo.
-Llévalo a su habitación pero no toques nada de cómo está – dijo, limpiándose con la mano una lágrima que resbalaba por su mejilla izquierda.
Realmente no sabía si podría convivir con esto. Tampoco sabía si Kate podría, habiendo pasado por algo similar antes. Cuando la vida te golpea una vez, puedes superarlo, pero cuando la vida te golpea una segunda vez y está vez mucho más fuerte que la primera… ¿cómo se supera? Y ¿qué ocurriría si era él el que tenía que tirar de ella también, el que tenía que ser fuerte por los dos? ¿Qué pasaba si no era capaz de hacerlo?
Se dio cuenta de que sus pasos lo habían llevado a su despacho. Giró una de las fotos que había sobre su escritorio, en ella aparecían Kate y él con Alexander en brazos. Los tres sonrientes. Esa foto fue hecha apenas una semana antes. ¿Cómo podía cambiar tanto la vida en tan solo una semana? ¿Cómo podía ser tan jodida? Y ¿por qué había tenido que ser Alexander y no él? Daría lo que fuera por cambiarse por él.
Dejó la foto de nuevo sobre el escritorio y cogió el intercomunicador de bebés que había al lado. Lo miró con rabia y lo lanzó fuertemente contra la pared, mientras recordaba la mañana anterior.
-Mmm, no te levantes – le pidió él, agarrándola fuertemente de la cintura cuando Kate hizo el amago de levantarse de la cama.
-Alex debería haberse tomado su biberón hace una hora – dijo ella, girándose hasta pegar su nariz al cuello del escritor.
-Pero él sigue durmiendo felizmente – dijo, alzando la cabeza un poco para ver la imagen en el intercomunicador de bebés, en su mesilla – Y es sábado, podemos quedarnos un poco más en la cama.
-¿Y qué propones que hagamos, Rick? – preguntó ella, ronroneando sobre su cuello.
-Tengo varias ideas – sugirió él, alzando las cejas.
Kate tomó la iniciativa y se puso sobre el escritor, rozando sus labios con los de él, provocativamente. Rick rió y llevó sus manos a los muslos de Kate, quien solo llevaba la parte inferior de la ropa interior y una camiseta ancha en la parte de arriba.
De pronto sintió cómo el cuerpo de Kate se tensaba por completo.
-¿Qué pasa? – preguntó, mirándole con preocupación. Kate estaba mirando hacia el monitor del intercomunicador – Está bien, está durmiendo un poco más – dijo, intentando tranquilizarla.
-No – dijo ella, completamente asustada – No respira, Rick, no se mueve.
El escritor cogió rápidamente el intercomunicador y miró fijamente la imagen durante dos segundos, el tiempo que le costó tirar el intercomunicador sobre la cama y salir corriendo hacia el dormitorio de su hijo, seguido de su mujer.
-¡Alexander! – gritó cuando llegó a la cuna. Cuando tocó su cara sintiendo su cuerpo frío – No, Alex, no por favor.
Sintió cómo Kate lo apartaba con fuerza y comenzaba a hacer compresiones sobre el pecho de su hijo, intercambiándolos con el boca a boca.
-Uno, dos, tres; uno, dos, tres. Venga Alex por favor - Kate lloraba con fuerza mientras intentaba reanimar a su hijo. Hasta que finalmente, minutos más tarde, Rick le puso una mano en el hombro y le obligó a dejarlo.
Vio cómo Kate cogió el cuerpo de Alexander en brazos, abrazándolo contra su pecho ahogando un fuerte llanto mientras el dolor se apoderaba de los dos, de golpe y sin previo aviso. Cómo su vida cambiaba de un segundo a otro sin poderlo evitar, arrebatándoles a la persona que más podrían querer en este mundo.