Siento que no esté a la altura de lo que os podíais esperar y de cómo comenzó el fic. Durante este tiempo, por alguna razón, esta historia no me ha inspirado lo suficiente y eso ha hecho que me demore más en escribirla y que pierda algo de esencia de cómo era.

Aún así, gracias por leerlo y por las reviews. Y gracias a las dos personas que más me han apoyado para escribir esta historia ;)

Como veis la extensión de este capítulo es bastante mayor de lo habitual, lo siento xD


Se quitó los zapatos de tacón, con un suspiro de alivio y los dejó a un lado, ordenados, para recogerlos después junto al resto de sus tacones en el sitio que les tenía reservado en su armario. Se acercó hasta su cómoda y sacó unos cómodos leggins grises, junto a una camiseta morada. Se cambió de ropa, echando al cesto de la ropa sucia el traje que había utilizado para trabajar ese día, y entonces guardó los tacones.

Antes de salir del dormitorio, se miró al espejó, dando el visto bueno a su imagen: cómoda y relajada, justo lo que necesitaba después de un largo día de trabajo. Hoy había tenido varias reuniones, demasiado aburridas y pesadas para su gusto, pero con buenos resultados, ya que le habían hecho parte de la junta directiva del bufete. Sonrió de lado. En realidad, todo había ido a mejor después de ganar el caso con Green Enterprise.

Se dirigió a la cocina, mirando de reojo su móvil, esperando tener alguna llamada o mensaje del escritor, pero no era así. Rick estaba conduciendo a su hija a las clases de natación en las que, finalmente, ésta se había apuntado, así que era normal que no tuviese ningún mensaje o llamada suya. A pesar de todo, ya había estado hablando con él por teléfono.

Después de hablar más a fondo con él, el tema de su falsa alarma de embarazo, todo había vuelto a ser como antes. Bueno… casi, cómo antes. Kate quería avanzar un paso más en su relación, y estaba a punto de hacerlo, pero al mismo tiempo eso le asustaba. Según Lanie, estaba posponiendo el momento por miedo.

Cogió de uno de los armarios de la cocina una bolsa con galletas de arroz integral y se sentó en el taburete junto a la barra, comenzando a comer una de ellas.

Era curioso cómo ahora añoraba estar con Rick en cada momento que pasaba sola, cuando antes de conocerlo disfrutaba enormemente de esos momentos de tranquilidad y soledad. Sonrió con ternura al ver en su mano una de las galletas y penar en lo qué diría Rick. Seguramente opinaría que estaba asquerosa, pero eso no le impediría robarle un bocado, y se ganaría un manotazo por parte de ella. Sacudió la cabeza, sonriente, ante esos pensamientos justo cuando el timbre comenzó a sonar.

Frunció el ceño, pues no esperaba a nadie. Dejó las galletas a un lado y caminó hasta la puerta, como siempre mirando por la mirilla antes de abrir. Al otro lado de la puerta, Rick esperaba con las manos en los bolsillos. Sonrió y abrió rápidamente la puerta, dejando que el escritor ladease la cabeza y la recorriese con la mirada, para mirarla después a los ojos, sonriente.

-No me has llamado – dijo ella, pues normalmente él llamaba antes de ir a verla.

-Quería sorprenderte – contestó él, encogiéndose de hombros, acercándose a ella y cogiéndola por la cintura. Ella rió y entrelazó sus manos por detrás del cuello de él - ¿Estabas ocupada? – preguntó, sin dejarle tiempo a responder, ya que acercó su boca hasta los labios de Kate e introdujo la lengua en su boca, haciéndole suspirar.

-Mmm, no – contestó ella cuando se separaron unos milímetros.

-Bien, porque tengo una sorpresa preparada.

-¿Una sorpresa?

-Ajá, vamos a divertirnos un rato.

Ella frunció el ceño y después rodó los ojos, sabiendo por la expresión de él que sería algo seguramente "fuera de los límites de la ley".

-¿Qué es lo que tienes pensado?

-Ya lo verás – dijo él, separándose de ella y dirigiéndose hasta la barra donde ella había dejado las galletas.

-¿Y Alexis?

-Mi madre la recogerá después de sus clases de natación. Tenía pensado pasar esta noche contigo, aunque si no te gusta la idea…

Kate entrecerró los ojos al ver el aire de superioridad con el que él lo decía, divertido.

-Esto está asqueroso, ¿sabes? – dijo Castle, masticando un trozo de una de las galletas de arroz. Ella simplemente rió y lo miró con cariño.

-Voy a ponerme un calzado cómodo y ahora nos vamos…. A dónde quiera que me vayas a llevar esta vez – dijo, dirigiéndose a su dormitorio.

Tras ponerse unas cómodas zapatillas de color gris y recogerse el pelo en una coleta, pues fuera hacía algo de viento, salió de su dormitorio. Rick ya la estaba esperando, así que salieron del apartamento y se montaron en el coche de él, por suerte no se trataba del Ferrari, pues, a pesar de ser una pasada de coche, llamaba demasiado la atención para su gusto.

Miró las calles de Nueva York a través de la ventana, pensando de nuevo en lo que había cambiado su vida. Hacía unos mese habría protestado como unas cien veces antes de subirse en el coche con Rick, sin saber a dónde éste la iba a llevar. De pronto recordó el día que se conocieron, cuando él la empapó de agua con su Ferrari y después se ofreció a llevarla. Ella había pensado que era un engreído que solo buscaba pasar un buen momento con ella, al parecer se había equivocado. Y por supuesto, no se arrepentía para nada de haberse montado en un coche con un desconocido a pesar de todo.

Él la sacó de sus pensamientos en cuanto posó su mano sobre la de ella, por encima de su pierna. Habían parado en un semáforo. Kate miró por un momento sus manos, entrelazadas, y sonrió ante ese bonito gesto.


-¿Se puede saber qué es este sitio? – preguntó, mirando a los alrededores en cuanto aparcaron el coche. Se encontraban en una zona con muy mala pinta - ¿Me has traído a atracar o a que nos atraquen a nosotros? – preguntó, sin saber exactamente cuál de las dos opciones prefería.

-No te preocupes, conozco a un camello de esta zona – soltó él, como si fuese lo más normal del mundo, mientras salía del coche y cerraba la puerta.

-¡Rick! – gritó ella, repitiendo los mismos pasos que había hecho él y acercándose a su lado, en la acera – Dime que no me has traído a buscar droga o algo así – dijo, bastante alarmada.

-¿Qué? ¡No! – dijo él, mirándola entre confuso y divertido – Lo que quiero decir es que conozco el barrio, no nos van a atracar.

-¿Entonces? ¿Quieres decirme de una vez qué es lo que hacemos aquí?

-He elegido este barrio porque la poli no suele pasarse por aquí, así que no nos pillarán. Personalmente eso me daría igual, pero sé que tú no me lo perdonarías – dijo encogiéndose de hombros.

Ella rodó los ojos, esperando a que él sacase una mochila del maletero del coche. Después, comenzaron a andar hasta entrar en un amplio y desolado callejón.

-¿Y… de qué conoces tú a un camello? – preguntó, mientras él se arrodillaba a sacar el contenido de la mochila.

-Lo conocí cuando me estaba documentando para uno de mis libros. Ya sabes, cuanto más te acercas a la realidad, más atractiva es la historia para el lector, me gusta tener mis fuentes.

-Ya… - Kate miró a su alrededor, con algo de pavor por estar allí. No le gustaba aquel barrio.

-Toma – él le ofreció un bote, igual que el que él sujetaba entre sus manos. Kate lo cogió y estudió a ver qué era, con el ceño fruncido – Es pintura, en espray – le aclaró él, al ver que ella estaba a punto de preguntar.

-¿Qué piensas que…?

-Vamos a pintar un graffiti – dijo él, divertido, poniéndose en pie.

-¿Que vamos a qué?

-Vamos, será divertido.

El escritor agitó el bote y comenzó a pintar en la pared, ante la estupefacta mirada de la abogada. Sin embargo se encogió de hombros e hizo lo mismo que él había hecho, agitó el bote y comenzar a pintar sobre la pared, sin saber exactamente qué estaba dibujando. Era cierto que lo que estaban haciendo era ilegal, pero como él había dicho… en aquel barrio, ¿quién les iba a pillar?

Miró el dibujo de él, comprobando que estaba pintando un corazón. Rick la miró, divertido, y le sonrió, haciendo que ella sonriese también.

-Te dije que sería divertido – le dijo.

Ella sonrió de medio lado, lejos de admitir que él tenía razón, y comenzó a escribir algo sobre la pared, esta vez sabiendo lo qué escribía.

-Espera – le dijo él, al ver que Kate se inclinaba sobre las puntas de los pies, tratando de pintar más alto.

Dejó el bote de espray en el suelo y la sorprendió agachándose a su lado. La abogada rió y, sin pensárselo demasiado, subió a la espalda del escritor, comenzando así a pintar más alto.

No pudo evitar soltar una carcajada cuando las manos de Rick, que al principio la sostenían por las piernas, comenzaron a subir hasta su culo. Sin embargo no le dijo nada, simplemente disfrutó, divertida, del movimiento que él hacía con sus manos en su trasero.

Cuando ella hubo terminado, él le bajó de nuevo al suelo, no sin antes robarle un rápido beso. Ella continuó pintando en la pared, concentrada en lo que estaba escribiendo.

-Kate, voy a mear – dijo Rick, señalando con su dedo una pequeña callejuela que torcía a la derecha del callejón donde se encontraban.

-Vale – dijo ella, poniendo una muesca de asco porque él mease en la calle, más en un sitio como aquel. Eso debía ser insalubre en muchos sentidos - ¿Sabes?... Pintar graffitis es bastante divertido, en realidad.

-¿Ah, sí? – preguntó una desconocida voz a su espalda.

Kate se giró, asustada por si algún yanqui de esos barrios quería atacarla, sin embargo lo que se encontró fue algo… diferente. Frente a ella, un policía uniformado le miraba seriamente, con los brazos cruzados sobre su pecho.

-Yo… esto… no…

-¿Sabe que pintar una pared pública es ilegal? – preguntó el policía.

-Sí, lo sé, pero…

-Me temo que va a tener que acompañarme señorita, está usted detenida.

-¿Qué? Pero, yo no… Escuche, esto es un malentendido.

-¿Ah sí? ¿Me quiere usted decir que no estaba pintando sobre esa pared? Porque la he visto con mis propios ojos.

El policía le quitó el espray de la mano y lo metió en la mochila, junto al que Rick que había dejado en el suelo. Después le hizo darse la vuelta y sacó sus esposas, poniéndoselas a Kate, quien no podía creerse lo que estaba pasando.

-Acompáñeme – dijo, poniendo una mano sobre su hombro, haciendo que se dirigiera hacia el coche patrulla, aparcado fuera del callejón.

-No, pero, espere, ¡Rick!

El policía no hizo caso a sus protestas y la condujo hasta el coche, donde le hizo sentarse en la parte de atrás. Kate miró hacia el callejón, bastante cabreada con Rick. No podía creerse que la hubiese dejado sola en aquella situación.

El escritor, por su parte, salió de aquella callejuela, subiéndose la cremallera de los pantalones, justo para ver cómo un coche patrulla se alejaba de allí y no había rastro de su abogada, ni de los botes de pintura. Corrió hacia el coche, intentando hacer que parase, pero ya era demasiado tarde y no pudo alcanzarlo.

Volvió al callejón con las manos en la cabeza, y entonces se fijó en las letras escritas en la pared: "Te quiero, Rick" junto al corazón que él había dibujado. Kate no le iba a perdonar esto… Por su culpa ahora estaba detenida, sin saber las consecuencias que además eso podría tener sobre su trabajo.


Tras el clic de las puertas de hierro de aquella pequeña celda de la comisaría, Kate se agarró firmemente a los barrotes, dispuesta a que aquel testarudo policía la escuchase. El hombre solamente hacía su trabajo, pero no estaba siendo demasiado amable que digamos. La había encerrado allí por un delito menor y, aunque sabía que no podía retenerla durante mucho tiempo, no estaba dispuesta a pasar allí la noche.

-Quiero hacer la llamada, tengo derecho a una llamada – gritó, antes de que el policía se perdiese de su vita.

El hombre se paró en seco y suspiró, todavía sin darse la vuelta.

-Conozco mis derechos – dijo ella.

El policía se giró sin decir una palabra, abrió de nuevo la cerradura de aquella verja y le pidió secamente a la abogada que lo acompañase. Recorrieron varios pasillos hasta llegar a una pequeña salita, el despacho de aquel que le había arrestado, pensó. Se fijó en una pequeña nota que había sobre el escritorio, dirigida a Jepsen, quizás eso no significase nada o quizás le podría ayudar en la llamada que iba a hacer.

-Tiene dos minutos – le comunicó el policía, al mismo tiempo que le señalaba el teléfono que descansaba sobre su escritorio. Tras decir aquello salió del despacho, cerrando la puerta tras él.

Kate rodeó rápidamente el escritorio y se sentó en el asiento que lo presidía. Tenía poco tiempo y estaba dispuesta a aprovecharlo. Agarró el teléfono y marcó los números que, afortunadamente, conocía de memoria. Esperó impacientemente hasta que, tres tonos después, contestaron al otro lado de la línea.

-¿Quién es? – preguntó una Lanie un tanto confusa, posiblemente por el número desconocido que le llamaba.

-Lanie, escucha…

-¿Kate, eres tú?

-Sí, escucha – repitió ésta, impaciente.

-Oh Kate, Castle acaba de llamarme y contarme lo ocurrido, ¿estás detenida?

-Ah, ¿te ha llamado? – preguntó ésta, ahora con un tono que perfectamente dejaba entrever lo molesta que estaba.

-Cielo, él no ha tenido la culpa de…

-Créeme, ha tenido toda la culpa.

-Vamos Kate, él está preocupado por ti, y bastante arrepentido de lo que ha pasado.

-Escúchame Lanie – dijo tras un suspiro – No tengo tiempo, tienes que decirle a Esposito que por favor me saque de aquí, quieren dejarme aquí toda la noche y…

-Lo sé, tu novio me pidió lo mismo, Javi está ahora mismo intentando averiguar dónde estás, ¿sabes en qué comisaría te encuentras?

-No, no… - dijo ella, llevándose la mano a la frente por haber sido tan estúpida de no haberse fijado en aquel detalle al entrar en la comisaría – En el despacho del policía que me ha detenido pone Jepsen en unos papeles quizás… no sé, quizás él se llama así. Es un tipo bastante seco y parece tener cierta autoridad, va uniformado…

-Está bien, le diré eso a Javi, te sacará de allí.

-Gracias Lanie, yo…

La puerta del despacho se abrió y el policía le indicó a la abogada que terminase la llamada.

-No hace falta que las des, me conformo con que me escuches luego – dijo su amiga, al otro lado de la línea.

La abogada frunció el ceño, sin saber exactamente qué había querido decir la forense con eso, pero se vio obligada a cortar la llamada ante la insistencia del policía.


Cuando entró en aquella pequeña celda por segunda vez, se dio cuenta de que ésta estaba ya ocupada. La persona en cuestión tenía una mirada perturbadora y una inquietante sonrisa en el rostro. Probablemente estaba drogado, pensó. Arrugó la nariz ante el terrible olor que su acompañante desprendía y dio un pequeño salto cuando la puertas se cerraron tras ella. El policía la abandonó a su suerte allí, acompañada por aquel perturbado que no dejaba de mirarla. Ella se acercó hasta el pequeño banco de hierro que había anclado a la pared, y se sentó en una de las esquinas, alejada lo más posible de aquel hombre.

Intentó ignorar los ojos que se clavaban en ella y trató de pensar en lo ocurrido. Se encontraba en aquella situación por culpa de Castle, y le daba igual que él estuviese arrepentido. Esto era un insulto para ella era… dios, podía llegar a perder su trabajo como se enterasen que ahora tenía antecedentes penales. Aunque fuese por una tontería. Estaba claro que Rick no había pensado en nada de esto antes de llevarla a pintar una pared en ese estúpido barrio. Y para colmo ella… ella realmente había pensado en pedirle matrimonio. Llevaba varios días con la idea en la cabeza, incluso tenía un anillo, que ni siquiera sabía si a él le gustaría. Cuando, para empezar, se supone que debía ser él el que se lo tenía que proponer a ella y no al revés, pero Rick provocaba cosas en ella, le hacía hacer locuras, le hacía querer hacer las cosas diferente a como estaban establecidas, por la sociedad, por las leyes… por quien fuese. Él le hacía hacer locuras, le hacía cambiar sus propias leyes, le hacía ser quien en el fondo quería ser. Pero esta vez se había pasado de la ralla. Esta vez la habían arrestado por una simple pintada, quién sabía qué podría ser lo próximo. Todo era una locura y no podía permitir que fuese a más. Ella quería a Rick pero… quizás lo suyo simplemente no podía ser.

Se limpió las lágrimas que resbalaban por su mejilla justo en el momento en que la puerta de la celda resonaba de nuevo. Alzó la cabeza y su mirada se iluminó lo suficiente cuando vio a Esposito al otro lado.

-Vamos – dijo el hispano, sonriendo, desde la puerta.

-Menos mal que estás aquí – dijo ella, casi gritando por la emoción de ser liberada, saliendo de allí rápidamente, todavía con la mirada de su perturbado ex – acompañante sobre ella – Gracias por sacarme de aquí Espo.

-Somos amigos, para eso estamos, ¿no? – contestó él, guiñándole un ojo y acompañándole hacia fuera.

-Escucha Javi… - comenzó a decir ella, aún sabiendo que lo que iba a decir estaba mal – Sé que no debería, pero esto me puede costar el trabajo y…

-Cargos retirados, no te preocupes – dijo él, poniéndole una mano en el hombro.

-Te debo una, pídeme lo que necesites – dijo ella, totalmente agradecida.

-Lo haré – rió él, haciendo que ella sonriese a medias también.

Cuando salieron por las puertas de la comisaría, Lanie los estaba esperando. Rápidamente se despidieron del novio de la forense, que tenía que volver a trabajar, y ambas amigas se quedaron a solas. Lanie simplemente se quedó callada, esperando que Kate dijese algo, sin embargo ésta comenzó a caminar por la acera en silencio.

-Tienes que hablar con Rick – habló finalmente la forense, siguiendo a su amiga.

-¿Tengo que hablar con él? Ni siquiera ha venido a buscarme – sentenció ella, enfadada.

-No vino porque yo le pedí que no viniese – Kate miró a su amiga sin entender nada, así que ésta se explicó – Sabía que estarías lo suficientemente enfadada como para decir cualquier cosa de la que te pudieses arrepentir.

-Tienes razón, estoy enfadada.

-Para tu interés, está bastante preocupado y se siente bastante culpable de lo sucedido.

-Oh, no esperaba menos, es que él es el culpable de lo sucedido.

-¿Lo es? ¿Te puso una pistola en la nuca, obligándote a que le acompañases, obligándote a pintar una pared?

-Vamos Lanie, sabes que ese no es el punto.

-No, el punto es que a ti te gustó, a ti te gusta hacer coas divertidas o ilegales con él y eso te desconcierta tanto que tienes que encontrar un culpable. ¿Por qué no puedes simplemente asumir que te gusta y punto?

Kate se mordió el labio, sin contestar, pues sabía que en el fondo su amiga tenía razón.

-Y si mal no recuerdo… - prosiguió la forense – Hace unos meses te estabas enfadando con él por utilizar sus contactos para librarse de algunos cargos policiales y por lo que sé, tú acabas de hacer lo mismo.

-Gracias por hacerme sentir más culpable todavía.

-Vamos Kate – dijo Lanie, ahora deteniendo el paso y haciendo que Kate se parase también – Sabes que tengo razón. Estabas a punto de dar un gran paso con ese hombre y sabes lo que pienso. No lo dejes escapar, nunca te había visto tan feliz con nadie.

Tras decir aquello, la forense se marchó, dejando a su amiga pensativa, lo cual le hizo cabrear un poco, pues sabía que Lanie lo había hecho a posta porque tenía razón. Suspiró y se quedó mirando por un momento las calles de Nueva York, el ruido de la ciudad… sacudió la cabeza y sonrió.


Estaba tan perdido en sus pensamientos, alejados por el ruido de la ciudad, mientras el viento le ayudaba a relajarse, que ni siquiera se dio cuenta de que la puerta detrás de él se había abierto. No se dio cuenta de su presencia hasta que su particular olor a cerezas se mezcló con el viento. Giró rápidamente la cabeza, mirándola. Llevaba la misma ropa que antes, a pesar de estar ahora cubierta por una cazadora vaquera y llevar el pelo suelto. Estaba guapísima, pensó. Ella simplemente se sentó en el suelo, a su lado, sin decir nada. Él le había dicho cuando se conocieron que le gustaba ir allí a relajarse, a pensar, seguramente por eso había adivinado que estaba allí.

No parecía enfadada, sin embargo algo le decía, quizás una corazonada, que estaba pensando cómo decir algo importante. Lo más probable es que quisiera cortar con él y eso le destrozaba. Le destrozaba porque Kate era, sin duda, la mujer a la que más había amado y con la única que se podría plantear un futuro.

-Lo siento – le dijo, casi en un susurro. Si ella iba a dejarlo, necesitaba que al menos supiese eso – No pretendía que ocurriese nada de esto. Solo… quería pasarlo bien contigo.

-Tienes un extraño concepto de la diversión, ¿sabes? – dijo ella con una media sonrisa.

Sus ojos se iluminaron un poco con la escasa luz de la luna que les alumbraba. Estaba tan guapa cuando esa preciosa sonrisa aparecía sobre su cara que él no pudo más que sonreír también.

Ambos se quedaron callados, disfrutando del silencio que aquella azotea tan significativa para ellos les proporcionaba.

-Has puesto mi mundo patas arriba, Rick – dijo ella, de repente. Él le miró, sintiéndose culpable, pero no dijo nada, dejando que continuase – Pero me has hecho darme cuenta de que no todo es tan aburrido como yo creía, no todo es blanco o negro…

-Nosotros somos grises – intervino él, tratando de destensar el ambiente.

-Muy grises – rió ella, resaltando la palabra muy.

El silencio volvió a inundarlos durante unos segundos. Él la miró fijamente, y le retiró unos mechones de pelo detrás de la oreja, haciendo que se girase hacia él. Acarició su mejilla con cariño para después acariciar el contorno de sus labios. Si esa iba a ser su despedida, necesitaba tocarlos por última vez, necesitaba besarlos, acariciarlos con los suyos en un beso que recordaría para siempre. Y eso hizo, se acercó lentamente a ella, sus alientos suspendidos en el aire, a escasos milímetros del otro, hasta que él acortó todas las distancias, besando delicadamente sus labios, diciéndole con cada caricia lo que sentía.

Cuando se separaron él cerró los ojos, como si estuviese guardando en su memoria esos recuerdos. Los abrió cuando sintió la mano de la abogada rozar su mejilla.

-Nunca imaginé que precisamente yo fuese capaz de hacer esto, pero… - comenzó a decir ella. Él fue consciente de que su voz temblaba ligeramente y no entendió nada cuando ella dirigió una de sus manos hasta uno de los bolsillos de su chaqueta.

Aunque todo pareció cobrar sentido cuando sacó una pequeña caja cuadrada. Ambos cruzaron sus miradas rápidamente, ella demasiado nerviosa, él demasiado sorprendido y confuso. Kate abrió la pequeña caja, sacando un pequeño anillo de ella. Era un anillo simple, era el anillo que llevaría él. Kate lo sujetaba entre sus dedos con un ligero temblor. Se colocó de rodillas frente a él, que no podía más que sonreírle.

-Richard Alexander Rodgers Castle… ¿te quieres casar conmigo?

Apenas pudo terminar de pronunciar esas palabras cuando él se abalanzó sobre sus labios, devorándola con ternura, amor, pasión… Hace unos minutos creía que no volvería a besar esos labios, ahora sabía que serían suyos para siempre.

-Te quiero y quiero pasar el resto de mi vida contigo – le confesó cuando terminó de besarla – Sí, claro que quiero casarme contigo Kate.

Ella simplemente le mostró una amplia sonrisa, feliz, para después tratar de colocarle el anillo. A él le pareció adorable que todavía estuviese temblando, pues aquel gesto, aunque pareciese estúpido, demostraba que aquello era demasiado importante para ella.

-Es perfecto – susurró ella, acariciando el anillo ahora colocado en su dedo anular.

-Lo es – corroboró él.

Se sonrieron durante unos segundos, antes de que él pudiese resistirse más y la tumbase con delicadeza sobre el suelo de aquella azotea. Finalmente, parece que todo terminaría como había empezado, sobre el suelo de aquella azotea, firmando un pacto no escrito entre los dos. Kate enredó sus mano entre los botones de la camisa de él, tratando de quitársela cuanto antes, mientras él llevaba las suyas hasta la cintura de ella, retirándole los leggins hacia abajo.

-Nunca pensé que tú me lo pedirías – confesó él entre susurros, antes de besar su cuello.

-Dijiste que debía cambiar mis leyes, ¿no? – dijo ella, acariciando sus abdominales ahora.

Castle sonrió, terminando de bajar los leggins de Kate, llevándose con ellos también su ropa interior. Rápidamente Kate le ayudó a deshacerse de sus pantalones y de sus bóxers. La agarró después por la nuca, con suavidad pero con determinación, necesitando más de ella. Kate entrelazó sus piernas alrededor de la cintura de él, alzando su pelvis, haciendo que sus cuerpos se rozasen y ambos suspirasen entrecortadamente debido al placer que aquello les provocaba.

-Rick…

Él no lo dudó por más tiempo e introdujo su miembro en ella en ese preciso instante, formando solo un cuerpo, ambos dejándose llevar por la necesidad, por sus sentimientos hacia el otro.

-Kate… - gimió él, con la voz ronca en su oreja – Me encantan… nuestras leyes.

FIN