Nuevo día, nuevo empleo. Si, recién conseguí un nuevo trabajo como empleada en un restaurante… es decir, mesera. Odio este trabajo pero sin él, no podría pagar mis estudios. Es en un café parecido a "Starbucks" pero más… ¿antiguo?. No tiene estilo, le falta ese brillo en el cual uno diga "Oh por Dios, este lugar es tan juvenil" en cambio aquí dices "Café y me siento a dormir"
Las empleadas están obligadas a usar un pantalón negro, recto con una blusa blanca y corbata oscura. Siempre hay que responder con una sonrisa, aunque el cliente sea un degenerado o un total desubicado, lindo, ¿no? Es una de las muchas reglas que nos impone Leight, dueño del local, para conseguir propinas; "una sonrisa es un billete de $1" (lo peor, es que sí funciona)
-¿Desea tomar algo? –sonrió falsamente.
-Deme el mejor café de este local –el hombre tapa su rostro con el menú, sus cabellos rubios caen en su rostro.
Suspiro –Lo siento, pero dígame que café quiere… -vuelvo a sonreir. El dueño pasa, asiente con su cabeza y vuelve a hacer su recorrido.
-No sé, sinceramente, ¿qué café recomiendas? – el chico cierra el menú, sus ojos verdes me penetran. Sonríe ampliamente.
-Mire, -pongo una de mis manos en mi cadera. –No tengo todo el día y no sé que café ni que café es bueno aquí –sigo sonriendo "La cordura, Luna, la cordura ante todo". Suspiro y agarro el lápiz de mi oreja y comienzo a escribir en mi libreta –te pediré un expresso bombón.
-¿Me estas diciendo bombón? –su sonrisa se volvió traviesa. Se acomodó en su sofá.
-No quería formar malas ideas, niño –vuelvo a poner el lápiz en su lugar y guardo mi agenda en un bolsillo.
-No tan rápido pequeña –todavía se notaba divertido aunque su sonrisa se haya borrado –no soy tan pequeño, en cambio tú –me mira de arriba abajo – tu debes de tener 16 años.
-¡Tengo 19! –mi cara de enrojece. Detestaba que me tratasen de niña, no tenía cuerpo de tal. ¡¿Por qué?!. Miro su rostro, maldito… me sacó la edad.
-Ja. –dice y deposita su mirada en un periódico. Quedo boquiabierta, ¿cómo? Me doy media vuelta y voy a la cocina, me quedaré sin propina, ya lo sabía.
Preparo el maldito café y se lo deposito en la mesa y me voy, antes de que él pueda decir palabra alguna. Entro por la puerta de empleados, Violeta estaba estudiando, como siempre, dibujo. Estaba en una temporada de exámenes que definirían su futuro.
-¿No tiene historia del arte o algo así? –ella y yo íbamos a diferentes institutos. La conocí en el trabajo, cuando entré ella ya llevaba, por lo menos, un año más. Me enseñó lo que debía de saber y desde entonces somos grandes amigas.
Elevó la vista mientras yo me sentaba en la mesada de enfrente suyo.
-¿Tu no deberías de estas trabajando? –me sonrió tímidamente.
-Oye, estoy cubriendo tus mesas, ¿un respiro por tres minutos? –las dos reímos suavemente. -¿Cómo te está yendo?
-Como me tendría que ir –se encoje de hombros. Elevo una ceja, ella era demasiado humilde con sus calificaciones.
-Violeta, dímelas
-Okey… -saca un papel – ochos en todas menos interpretación de poesía… esa materia le gana a mi cerebro.
Me levanto y me dirijo a la puerta –debo seguir haciendo… aquello. –me sonreí y me voy.
Me quedo en la caja mientras los demás atienden. Somos tres, incluyendo a Violeta. El otro era un chico de cabellos azules y ojos violetas. No hablábamos mucho pero me sabía su nombre: Alexy. Muchas veces venía su hermano gemelo, Armin. Se queda jugando con su consola en un sofá mientras toma el mismo café: frapuchino sin café de chocolate con gotas de chocolate blanco. Es más, allí esta, en el sofá de una esquina, en otro mundo. Él va a mi mismo instituto "Sweet Amoris". Me acerco y me siento enfrente suyo. Él no se da cuenta que estoy así que toso fuerte.
-Luna, ya te había visto –hace un gesto rápido con la mano.
-Si claro… -quedamos en silencio. Él apaga su consola y se encorva para agarrar su vaso. -¿Y?
-¿Y? –Toma un sorbo –Nada, espero a que Alexy salga…
-Genial… -él hace una mueca y yo le sonrío. -¿Lo tienes que acompañar de compras?
-Yeap… -quedamos de nuevo en silencio incómodo. Él nunca hablaba con nadie, solo con…. ¿nadie? Pocas veces conmigo, y solo porque yo venía a acosarlo, como él decía.
-Debo seguir con mi trabajo, nos vemos en el instituto –me levanto y me voy, de nuevo a la caja. Suspiro, que aburrimiento. Doy un vistazo rápido por todo el lugar, el niño rubio ya se había ido. Alexy se acerca a la caja.
-Toma –me entrega un billete de cinco dólares más un papel doblado. Lo agarro con desconfianza, levantando una ceja –me lo dio un joven en la mesa trece antes de irse. Por dios que era lindo, pero demasiado engreído para mi…
-Alexy… -río por lo bajo. Abro el papel, un número telefónico. Por dios, cuando se entere mi novia… -Gracias. –me lo guardo en el bolsillo.
Al par de unas cuantas horas, tuvimos que cerrar el local, claro, yo tuve. Soy la última que queda siempre ya que el dueño se va a su casa, Alexy de compras y Violeta… bueno, se va. Cierro con llave y me voy, silbando. Espero en la parada de autobús. Los uniformes había que dejarlos en el local, por eso ahora llevo un jean azul oscuro con un buzo rojo que me lleva hasta debajo de mi trasero, cubriéndolo. Tengo el pelo suelto pero cubierto por la capucha. Un joven estaba sentado en la banca tocando la guitarra mientras tarareaba.
-Mis ojos sangran al ver tu rostro –toca un par de cuerdas –por eso, gracias a Dios que te lo cubres –toca un par más agregando "lalala". Rio y el sonríe.
Me descubro para verlo directamente. -¿Algún problema? –yo sé que soy bonita pero no a tal extremo de decir… "abran paso personas feas, que aquí pasa la realeza". .
-¿Te cubres ese hermoso rostro? –tocó unas cuerdas. Comenzó a cantar:
La joven de cabellos ondulados
caminaba distraída una noche
una noche oscura, llena de sombras
a las cuales les gustaban las mujeres hermosas
-Eso no rima –le dije. Él me sonrió y asintió.
-Lo siento señorita perfecta. –levantó sus brazos, haciendo que la guitarra cayera haciendo un fuerte ruido.
-¿Estas borracho? –le pregunté.
-No, que va… -me miró. Suspiré, sus ojos decían todo. Levanté ambas cejas y crucé mis brazos –Okey, pasado de copas, ¡pero eso no es estar borracho!
-No, ¿enserio? –abrí los ojos sarcásticamente.
-Castiel –dijo de repente. El joven de cabellos rojizos me extendió la mano.
-Luna… -miré a ambos lados. Ni loca iba a tomar su mano, estaba borracho, nadie sabe que pudo haber hecho con aquella extremidad.
Frunció el ceño y se guardó las dos manos en sus bolsillos, dejando el instrumento en el piso.
-¿Qué haces tan tarde? –me preguntó, mirando al cielo.
-No te incumbe. –Bus, ¿dónde estás?
-Yo estaba en un bar… tomando con mis amigos, pero vi una mujer con dos tetas que valían la pena, así que me alejé… Luna –me señaló con un dedo –nunca sigas a una mujer con una delantera de este tamaño –llevó ambas manos a su pecho, alejándolas como si fueran dos sandias.
-No lo haré –le dije mientras asentía.
-Bueno, bueno, esa mujer me robó el dinero y las llaves… no sé qué haré… mierda. –miró de nuevo hacia la ruta. No, Luna, no. ¡no lo invites a tu casa! Pero… no sé, se ve tan triste y débil que me dan ganas de ayudarle.
El bus llegó, suspiré, maldita sea mi parte decente y susceptible con chicos lindos.
-Si quieres te presto mi teléfono… -el chico me miró, asintió y como si fuera un impulso tomó su guitarra y subió al bus.
Llegamos a mi humilde morada, una casa de dos plantas. Abajo, la puerta principal, un living comedor y cocina. Al subir, dos cuartos, un baño y un escritorio. Escucho pasos arriba y una joven baja corriendo los escalones con un piyama de encaje violeta oscuro y bordes negros.
-¡LUNA! –Gritó -¿¡Donde estabas tan tarde!? –al parecer no notó al joven. Me moví a un costado para que notara al chico. –Oh, ups, no sabía que había visita. –se enderezó y se acercó –Rosaly ¿y tú?
-Castiel, -le estrechó la mano. Se dio la vuelta y me miró -¿ves? Esto tenés que hacer al ver una mano extendida –cerré la puerta mis espaldas y asentí por lo bajo.
-Ve a lavártelas antes –le dije. Rosaly abrió los ojos como dos platos –Rosa, el es un boracho que me encontré en la calle. Castiel, ella es mi compañera.
-Pero para ti, su novia… -hizo una mueca de desagrado y limpio su mano en su piyama corto.
-Ah, novia, -le dije y saqué el papel en mi bolsillo mientras el chico se fue al baño, a lavar las manos quiero suponer, del piso de abajo –hoy conseguí el número de un chico rubio.
Ella suspiró, tomó el papel y lo guardó en una caja que ella llamaba "la caja dorada". Es en la cual guarda TODOS los números telefónicos que consigo para cuando queramos salir a bailar y tener una "noche".
-Bueno, gracias, ¿el teléfono? –me dijo mientras se dirigía hacia nosotras
-Yo haré café –dijo Rosa. Busqué el teléfono de línea y se lo di. Me senté en el sofá mientras lo observaba como marcaba un número y esperaba la respuesta de la línea.
-Lys… Si, ya se, discúlpame –suspiró, en la otra línea se escuchaba una voz masculina y música electro de fondo. –estoy en la casa de una chica… no, Lys por favor, ¿qué clase de persona crees que soy? –me miró y yo levanté ambas cejas –aunque sí, creo que sí podría con esta… Okey. No, no tengo llaves, ¿vienes por mi?.Si, la dirección…
Luego colgó y se sentó en el sofá en el cual estaba yo. Rosa trajo dos cafés y se fue a su cuarto, sin antes guiñarme un ojo. Tomé un sorbo, por Dios, que asqueroso que es. Ella NUNCA aprenderá a cocinar algo decente. Cuando Castiel iba a tomar el suyo, tome su brazo y comencé a bajarlo, mientras hacia un gesto de negación. El sonrió y apoyó la tasa en la mesita ratona.
-¿Y?... –dijo -¿de qué trabajas?
-Soy striper en un club nocturno en el cual me pagan muy mal y por eso llevo chicos borrachos a mi casa para que ellos, luego de una noche "alocada" me paguen –me miró con la boca abierta. Reí al notar que había caído en mi trampa. Pobre, enserio que estaba pasado de copas. –es mentira, soy camarera.
-Ah, ya me parecía. –apoyó su cabeza en una de mis piernas. Por instinto, comencé a acariciar su cabello. –Yo soy estudiante… mis padres me pagan todo.
-Ah, mira vos… -siguió contándome de su problema con su familia, sus padres estrictos pero al mismo tiempo no tanto ya que estos nunca estaban en su casa. La falta de amor, de consuelo. A veces pasaba noches tocando en las esquinas para conseguir algo de dinero por el mismo, aunque siempre ganaba poco.
-Y Lysandro… él, bueno, él es mi mejor amigo, por así decirlo. Es un hijo de la gran puta, aunque no lo parezca. –dejaba que lo acariciara. –no sé como hace para llevarse a todas a la cama en menos de tres días.
Reí por lo bajo, tapándome la boca con la mano. –Bueno, tu lograste entrar en la casa de una en menos de ocho horas –se movió hasta quedar mirándome. –Creo que es un record.
-Sí, es cierto –me sonreía levemente. –Luna, ¿por qué eres tan bella?
- Enserio que estás borracho… -le acomodé sus cabellos que cubrían su rostro. Con uno de sus brazos, tomó mi cuello y me acercó a su rostro. Me besó. Si, fue un beso dulce pero dominante. Sus labios eran suaves pero expertos, mordió mi labio inferior y adentró su lengua a mi interior. Con mis brazos, atraje su rostro más al mío.
Tocaron el timbre y nos alejamos.
-Debe de ser mi amigo… -dijo, se levantó y lo hice lo mismo. Nos acercamos a la puerta. –Bueno, Luna… un gusto. –me extendió la mano. ¿Después de eso me hace esto? La acepté, pude sentir como un papel era depositado en mi palma. Abrí la puerta, un joven de cabellos plateados y ojos de diferente color sonreía, apoyado en una de las paredes de la entrada.
-Buenas noches joven, espero que mi amigo no le haya arruinado la noche –me sonrió y yo le devolví la sonrisa. Castiel se puso a su lado. –Gracias por ayudarle.
-De nada. –cuando estaban yéndose, no podía evitar sentir un gran deseo de ir y tirarme arriba de él para poder besarlo de nuevo, pero me contuve y cerré la puerta.
Me apoyé en la madera oscura y abrí mi palma. El papel estaba doblado en dos, lo abrí y pude notar un número telefónico y un mensaje
"La joven de cabellos ondulados y ojos claros
cautivó a la sombra oscura
en menos de una sola noche"
-Eso no rima –dije y me guardé el papel en el bolsillo