¡Hola, bellezas!
Bueno, he pensado mucho antes de hacer todo este rollo. Primero que nada quisiera disculparme por ciertas cosas que dije en Facebook, si esque a alguien le molestó, yo estaba peor y quise desahogarme, pero eso ya pasó y tuve el apoyo de muchas chicas, a las cuales agradezco.
Sé que pensarán que soy una mal parida por deber actualizaciones y estar escribiendo estupideces por otro lado pero no podía dejarlo pasar. Este fic, es creado para ser una historia de algunos capítulos y espero tenga buena acogida.
Va a ir, poco a poco, porque no puedo actualizar tan rápido esta; debiendo "La culpa es de la cama" y "Vírgenes lesbianas" u.u estoy endeudada, pero bueh. ¿Qué se le hace? No puedo dejar desperdiciar esta idea.
._-**¥{«Operación Jaque»}¥**-_.
Trama—Aún en proceso: InuYasha y Kagome, viven de una mentira. Gracias a sus trabajos "son esposos" y deben infiltrarse en la gran sociedad de la mafia. En el proceso, se verán envueltos en muertes, robos, narcotráfico; y todo el círculo destructivo al que se han metido. ¿Sobrevivirán?
Resumen: [UA—Lemon—Policial] La historia de InuYasha y Kagome, no era precisamente el típico: "Se enamoraron y vivieron felices para siempre. No sin antes sufrir por culpa de una zorra." Sí, no eran precisamente eso. "—¡Vamos, Kikyō! Mi anillo dice: 'Propiedad de las Fuerzas Especiales de Tokyo', ¿es en serio?."
Género/s: Romance/Drama/Policial/Crimen/Angustia/Aventura/Humor. [Géneros como: Aventura, Angustia y Humor, pueden variar, ser eventuales.]
Pareja: [InuYasha/Kagome H.], Kōga, OC.
Tema principal/canción: "A ti" —Ricardo Arjona. Y "Caliente y frío" —Katy Perry. [Canciones empleadas para diferentes casos y/o escenas. Varios artistas.]
Advertencias: Universo Alterno. Muerte de personajes. Lenguaje adulto. Lemon. OoC —no en demasía. Temática policial. Drama. Posible y probable: anti-cliché.
Disclaimer: Aún no puedo obtener los derechos sobre los personajes de: Rumiko Takahashi. [Pero sí sobre los míos.]
Caso resuelto: Chapter 1.
La adrenalina subió. Sintió los besos del pelinegro por todo su cuello y fingió un gemido, básicamente ella era una buena actriz, toda su vida había fingido cosas ante él, y nunca había dejado que cualquier otro sentimiento, devastase su fachada.
Sintió cómo la mano de aquel hombre, iba directo a sus pechos, con dirección a su oreja. Ella, fue más astuta y a cambio, le guió la extremidad hasta su glúteo para provocar una nalgada. Lo miró y sonrió, lujuriosa, él, le devolvió el gesto y le susurró algo sobre la acción al oído. Kagome rió nuevamente ante el gesto y sintió la erección de su amante, embestirla de nuevo.
Eso le causó repulsión.
Pero era su trabajo.
—¿Qué mierda…?—Articuló en voz baja. Sostuvo a su fiel compañera en la misma posición y frunció el ceño—. Está gimiendo —gruñó—. ¿Qué diablos está pasando allí dentro?
—No se te ocurra entrar. —Le detuvo su compañero—. O lo arruinarás todo.
El estúpido aún no se concentraba. Acarició con cautela el cabello rubio y lo olió. Kagome, harta por la espera y el teatro, rodó los ojos y comenzó a frotarse contra la excitación del de ojos verdes. Logrando que el imbécil gimiera un nombre de su invención «July» y gruñera cualquier maldición por la estimulación causada.
Cuando al fin, el estúpido estuvo demasiado concentrado en tratar de desnudarla; ella atacó.
—¡No te muevas ni un centímetro, manos arriba, estás arrestado por tráfico de armas! —Desde su muslo, por debajo de su corta y sensual falda, había sacado su arma y en ese momento, la tenía a un lado de la cabeza del antisocial.
—Mierda… —Masculló por lo bajo, mientras se separaba de su verdugo y se tragaba la frustración de ciertas condiciones físicas que lo mantenían aturdido.
—No estás en condiciones de decir nada, Jack. —Susurró con voz sensual y triunfal, una vez logró esposarlo sin separar el arma de su cabeza. Activó un botón en su oreja y habló, con voz cansada—: Pueden venir.
Luego de unos pocos segundos, entraron: un pabellón de siete policías armados norteamericanos y dos detectives vestidos de negro que eran japoneses.
—¿Estás bien, Kagome? —Inquirió Kōga, mientras se acercaba a su compañera.
InuYasha evadió la mirada. Odiaba que su amigo se acercara así, a ella precisamente. Y lo peor, Kōga lo sabía.
—Sí, Kōga, gracias por preguntar. La verdad, me ha ido como siempre. —Habló cansada otra vez, mientras se sacaba la peluca rubia y las lentillas azules.
—No entiendo por qué mierda nos asignaron este estúpido caso. —Habló con desdén, InuYasha, mirando con cara de pocos amigos al estúpido traficante al que Kagome había seducido. Aunque supiera que era parte de su trabajo, ella era suya, obviamente la idea de que otro estúpido la tocara no era de su agrado—. Llévenselo. —Habló con voz autoritaria, mientras los policías cumplían su trabajo.
—Ahí vas de nuevo con tus estupideces, InuYasha. —Kagome se sobaba el cuello, mientras se quitaba el estrés. Necesitaba un baño. El olor de ese asqueroso aún estaba en su piel.
—Bueno, yo me voy a supervisar que todo esté bien abajo con los policías. —Kōga, intuyó la naciente pelea entre sus amigos y decidió dejarlos solos, en el apartamento del casino.
InuYasha, gruñó—. ¿Estupideces? ¿Te parece normal que nos manden a Nueva York, por un caso tan insignificante como este? —Hacía uso de la poca paciencia de la que era portador.
—Traficaba armas a nuestro país. —Recordó, exasperándose—. ¿Qué diablos tienes en la cabeza, aserrín? —Caminó por delante de él.
Pero InuYasha la tomó del brazo, atrayéndola hacia su cuerpo, no del todo, pero sí una parte suficiente como para tratar de seducirla. La miró de manera intensa, perdiendo sus orbes doradas con los chocolates, las cuales, le miraban de una manera indescriptible, con dudas, enojo, un caducado amor y dolor.
—Me sigue pareciendo estúpido. —Fue cobarde. Kagome frunció el ceño, tratando de controlarse. Le dolió una vez más y se soltó de manera brusca.
InuYasha, quedó perplejo. A cambio, ella sonrió de manera orgullosa y casi arrogante, como lo sabía hacer él.
—Me parece que no estás enojado solo por eso. —Su voz, se volvió sensual, seductora, punzante—. ¿Estás celoso por los gemidos que oíste cerca de esta habitación, hace unos instantes?
¡Auch! Golpe bajo para el ego masculino.
Le había leído la mente.
—No seas tonta, Kagome. —Reprochó con voz ronca—. ¿No recuerdas lo que te dije una vez? ¿Por qué iba a sentir celos por ti? No seas egocéntrica.
A pesar que le dolió en demasía recordarlo, logró soltar una carcajada.
—¿Yo, egocéntrica? Mira quién habla. —Un tono de ironía se instaló en voz.
Sintió a InuYasha y sus fuertes brazos, rodearla por la cintura, y recordó cuando ella buscaba ese mismo gesto cálido en otro hombre, tiempos atrás. Ahora, quería detestar ese mismo proceder, aunque una parte de ella —esa estúpida parte que nunca la dejaba en paz—, no quería salir de esa prisión hasta el día de su propia muerte.
Quería gritar y soltarse, pero solo podía mostrar una mueca de molestia e incomodidad.
—Pues egocéntrico y todo, te mueres por mí, pequeña. —Otra vez esa palabra.
—¡Deja de decirme pequeña! —Logró soltarse—. ¡Ya sabes que odio que me digas así!
InuYasha, sonrió arrogante.
—Prepara las maletas, Kagome. —Caminó hasta la puerta—. Mañana viajamos a Japón. —Dicho eso, sonrió nuevamente ante la mirada desquiciada de la joven y cerró la puerta.
Kagome gruñó una maldición, completamente enojada y frustrada. Ese infeliz…
—¡Ay, eres un animal! —Gritó, al momento que lanzaba un tacón negro a la puerta por la que había salido InuYasha, minutos antes.
Se las pagaría, se las pagaría muy caras. De eso: se encargaría ella.
Continuará…