Gelebor estaba custodiando el acceso a la capilla en el Valle Olvidado, como siempre. Decidió tomarse un descanso para poder rezar en el altar de Auriel que había allí. Cuando estaba a mitad de una oración fue cuando lo notó.
Una oscura influencia. Auriel estaba advirtiendole algo.
Lamentablemente no podía saber que era. Seguramente su hermano sabría que podían hacer...
En ese momento su dios le transmitió otra imagen: su hermano. Pero no se parecía a como él lo recordaba. Emitía un aura oscura y un aire de resentimiento.
Su hermano no teníala clave para resolver el problema. Su hermano era el problema.
Gelebor sabía que por nada del mundo podía dejar sin vigilancia el acceso a la capilla por lo que esperó paciente a que alguien llegase. Nunca faltaban aquellos que querían buscar la iluminación sobre los secretos del Aetherius.
Y sus expectativas no tardaron en cumplirse. Un Imperial provisto de una túnica de mago evidentemente encantada llegó con evidente ansia a la capilla.
-Disculpa ¿Eres el guardián de la capilla?
-Si.-dijo Gelebor mientras asentía. -Estoy seguro de que deseas acceder a la capilla de Auriel.
-Si .-dijo el mago Imperial con simpatía al entender que el Falmer antiguo sabía de sus intenciones. -Es para una investigación que estoy haciendo.
-¿Tu eres el que escribió "Dictonomía Alduin/Akatosh"? -le preguntó el paladín. El mago sonrió con cierta modestia mientras asentía.
-Planeo publicar un segundo volumen. Ya traté con los conocimientos de los Altmer. Espero que mis tratos con los Falmer y sus conocimientos sean igual de agradables.
-Por supuesto.-dijo Gelebor. -pero he de advertirte de algo. -el Imperial mostró nerviosismo ante el posible peligro que indicaba aquella frase. -He perdido contacto con los miembros de la capilla, incluyendo a mi hermano, el archiconductor Vyrthur, así que te agradecería que, de ser posible, averiguases que ha pasado allí y como se encuentran mi hermano y sus díscipulos.
El mago lo pensó. Después de unos segundos de profunda meditación asintió.
-Bien. -dijo Gelebor. -Solo dejame abrir el portal.
Y el portal hacia el Sancta Santorium se hizo presente dentro de la capilla. El mago lo traspasó con cierta inseguridad.
Si Gelebor hubiera sabido que jamás volvería a ver a aquel Imperial inocente jamás lo huiera dejado entrar allí.

Durante varios días Gelebor trató de convencer a otros filosofos buscadores de conocimientos y aventureros buscadores de fama en ayudarlo con el problema enigmatico en el Sancta Santorium. Muchos habían aceptado de buena gana al principo... hasta que les hubo mencionado las desapariciones (y posibles muertes) de sus predecesores en aquella labor.
Días se convirtieron en meses, los meses en años y los años en siglos y los siglos en milenios. Cada vez venían menos Falmer a la capilla. Los últimos peregrins le habían contado de una guerra con los Nórdicos pero también de una alianza con los Dwemer. Había oído la descripción de las criaturas en las que se convirtieron sus congeneres al entrar en contacto con aquella toxina fatal. Poco tiempo despupes dejaron de venir los Falmer. Abolutamente todos. Gelebor no necesitaba que se lo dijeran para saberlo: estaba solo.
Fue entonces cuando los vio llegar. Una pareja de vampiros que llegaba a la capilla de Auriel. Notó que emitían un gran poder, sobre todo el hombre, pero no se parecía a ningún poder vampirico que el hubiese visto o sentido antes, parecía más cercano a ... ¿Auriel*? ¿Acaso su dios lo había enviado para purgar el mal que se encontraba dentro de su hermano?
Sonrió en su mente ante aquella posibilidad.
Sabía que posiblemente tardarían unos, más había esperado más de cuatro mil años ¿Qué podían ser un par de días?
Finalmente dejó de sentir la presencia maligna proveniente de donde antes estaba el portal de la capilla. En ese momento supo que era seguro abrir el portal. Lohizo y fue recibido por el sol resplandeciente de un nuevo día en el balcón del Sanctasanctorium. Su hermano yacía muerto en el suelo y el adalid de Auriel miraba el sol naciente sin mostrar algún tipo de disgusto ante la presencia del astro rey.
-Gracias. -dijo Gelebor. -Toma el Arco de Auriel. No veo a un adalid más digno de empuñarlo.
Le dio unas flechas bendecidas por el sol y los vio partir hacia su destino, fuese el que fuese.
Esta vez sabía que no estaba solo. No necesitaba hechos para probarlo, lo sentía en su corazón.