Summary: Todo esto fue culpa de Edward y aún lo odio por ello. No, yo nunca podría odiarlo, ya no, no después de todo lo que pasó. - Bella empezó todo esto, decidió de repente que quería liar las cosas entre nosotros, haciéndome girar mi cabeza hacia ella. Supongo que no debí haber girado mi cabeza. Yo la odiaba pero ahora sé con certeza que nunca podría odiarla, no ahora.

Capitulo 1

Bella

Miré por la ventana y vi un territorio totalmente desconocido. Mi mirada reflejaba el dolor y era tan inexpresiva, causa de tantos meses de discusión constante.

Todos ustedes pensarían que estaría feliz de mudarme de mi ciudad natal (Phoenix, Florida), dejando atrás a mi violento y agresivo padre, a mis perros amigos, mi casa en la cual he vivido todos estos años. Están equivocados.

No es que me gustara estar con un padre que me había golpeado cada vez que decía algo, según él, fuera de lugar. No es que me gustara estar en ese grupo de amigos hipócritas que se maldecían entre ellos a sus espaldas y que decían que me he acostado con los novios de todo el mundo, cuando sé que nunca lo he hecho. Pero me gustaba Phoenix, el lugar, el paisaje. Me encantaba cómo todo el mundo me conocía y me decía "hola", aunque no me gustara que lo hicieran porque yo era la niña triste, deprimida, que tenía una familia con problemas y era la única niña educada en la ciudad.

El coche frenó abruptamente en un semáforo y sentí un dolor repentino en mi pecho a causa del cinturón de seguridad. Mi madre encendió un cigarrillo como si fuera su único salvavidas y se perdió en una nube de humo contaminado. A medida que el semáforo se puso verde, lo sacudió por la ventana y arrancó.

Ni siquiera me molesté en la expresión disgustada que anhelaba poner. Solo me hundí en mis pensamientos, y en ellos, me di un escape… una salida.

Yo tenía trece años y era demasiado vieja para mi edad, pero yo sabía que era porque tuve que madurar rápidamente debido a las peleas violentas de mis padres, mis amigos y vivir en un mundo donde reinaba el amor por el sexo y el tabaquismo.

Mi pelo era de un color marrón chocolate, tenía algunos mechones teñidos de color morado y se hacían pequeños rizos en las puntas, llegando a mi cintura. Estaba seco y poco atractivo. Recordé el momento en que había estado tan enojada con mi padre que "me rebelé" y teñí parte de mi cabello de un color morado oscuro brillante y llamativo y tan lejos de mí edad en ese momento... Los moretones en mi cuerpo aclaraban eso.

Yo era muy normal, me habían dicho eso muchas veces. Mi piel era demasiado pálida y una cara suave. Me dolió la primera vez que mis 'amigos' me lo dijeron, pero después de un tiempo me acostumbré a ser "la fea". La fea, triste, deprimida, que todo el mundo "odiaba secretamente".

Suspiré y aparté un mechón de mi cabello que estaba en mi cara, golpeando sin querer con el codo a mi hermano menor, Jesse.

Jesse era hermoso y mucho más fuerte que yo, a pesar de que sólo tenía nueve años. Parecía un ángel. Tenía el pelo rizado, grueso en los extremos, y los más grandes, más brillantes, ojos verdes que parpadeaban inocentemente, encantando a todos. Los míos eran una broma en comparación con los suyos. De color marrón aburrido.

Él estaba aquí para ser adorado, y cuando no hablaba era fácil. Lo había golpeado con muy poca fuerza, pero aun así, sus ojos se llenaron de lágrimas de cocodrilo.

- Mamá!- le gritó –Isabella me dio un codazo-

- ¡Isabella!- Mamá gritó.

- Fue un accidente- protesté pero yo sabía que no tenía sentido decirle eso. A ella no le importaba, ella prefería a Jesse más que a mí.

- Cuando lleguemos a casa, estarás castigada– me gritó. Tan pronto como lo dijo, rodé los ojos sin importarme si me regañaba por eso.

- ¿Pero dónde está nuestra casa?- Le grité, repentinamente furiosa -¡No lo sé! ¿Sabes?-

- Cállate, Isabella – gritó, pasando a otro vehículo.

Me callé, no porque tuviese miedo de ella, porque no lo tenía. Ella no me pegaba como mi padre. Me callé porque no tenía nada que decirle.

- ¡Imbécil!- Me susurró Jesse, que estaba sonriéndome glorioso. Él no era un ángel en personalidad.

Mi hermana pequeña, Emily, me lanzó una sonrisa de disculpa. Era una niña muy hermosa también, sólo que su personalidad era mucho más dulce que la de Jesse. Tenía el pelo rubio, heredado por la familia de mi madre, era largo y siempre estaba trenzado. Me encantaba trenzarlo… De hecho, quería tener su pelo.

- Además, - Mamá dijo de repente -¿Sabes dónde estamos viviendo ahora?-

Fruncí el ceño ligeramente y miré por la ventana para ver de qué estaba hablando. Entonces lo vi.

Un letrero que decía "Bienvenido a Forks".

- ¿Forks?- Me encontré tan sorprendida, la ira se tonó en mi voz.

- Sí - mamá me sonrió complacida, como si yo estuviese contenta.

- Qué bueno - murmuré con amargura, cruzando los brazos y apoyando la espalda en el asiento, al igual que mi cabeza contra el reposacabezas.

¿Bienvenido a Forks? Por supuesto. Todos sabrán quién soy yo muy pronto, me prometí. Nunca se arrepentirán de dar la bienvenida a los Swan a Forks.

.

Edward

Estaba jugando al baloncesto con mi hermano Emmett y su amigo Jasper cuando mi mamá entró con los brazos cargados de galletas y gaseosas.

- Gracias mamá - dijo Emmett casi tirando una copa de su bandeja.

- Gracias señora Cullen - dijo Jasper tomando una bebida.

- ¿Edward?- dijo Mamá, ofreciéndome un plato.

Negué con la cabeza y encesté la pelota en la canasta.

-Estoy bien- le dije casi sin aliento viendo el balón a través de la red -No tengo sed- ¿No tengo sed? Yo estaba prácticamente muriéndome de sed.

- Eso es porque te ahogas en tu propio sudor- Mamá frunció el ceño con desaprobación – Tienes que ir a ducharte, Edward. Nuestros nuevos vecinos llegaran pronto-

Me encogí de hombros, dando grandes pasos hacia atrás y encestando otra vez -¿Y qué?-

-¡Edward!- se quejó Emmet -Déjame jugar- lo ignoré y él corrió en busca de la pelota... pero yo llegué primero.

Yo estaba empapado en sudor, pero ¿Por qué nuestro cuidado y apariencia por los nuevos vecinos? No era como si fueran a conocerme.

Tan malo como sabía que era, tiré otro tiro al aro. En este pequeño pueblo conocía a todos. Disfruté del placer de anotar de nuevo. Y el placer del calor abrasador quemando mi frente y el calor incesante a través de mis hombros y mis piernas.

Oí la bocina de un coche que ingresaba en el porche al lado de nuestra casa y mi madre corrió a saludar a nuestros nuevos vecinos. Puse los ojos en blanco y encesté de nuevo.

-Probablemente deberíamos ir a verlos- sugirió Emmett -Mamá dijo que teníamos que hacerlo.-

Me encogí de hombros -Lo que sea- le contesté –ve tú a verlos si es necesario.-

Emmett sólo me miró por un segundo y se encogió de hombros. Él y Jasper fueron.

Recuperé el balón y tiré al aro, otra vez. Me limpié un poco el sudor de mi frente, pero todavía podía sentir que se acumulaba nuevamente. Era un día caluroso y fue un entrenamiento muy pesado. Había que aprovechar los días así en Forks. Supongo que sería el final, lamentablemente.

-¡Edward!- Mamá llamó… Podía escuchar la ira en su voz. -¡Edward, ven aquí ahora!-

Suspiré, metí el balón bajo mi brazo y salté sobre el muro del jardín.

La madre parecía más bien desaliñada. Tenía el pelo rubio atado en una cola de caballo y tenía los ojos pequeños y brillantes. Cuando me dio la mano, me di cuenta de que tenía dedos amarillos, los dedos de un fumador. No es que me importara.

-Ella es la Sra. Rennee- mamá me presentó –Él es su hijo Jesse- un chico rubio angelical salió fuera del coche y se aferró al lado de Rennee -Su hija, Emily- una niña que parecía gemela del niño rubio, sólo que tal vez un poco más linda. Me preparé esperando a que otro niño rubio muy lindo saltase fuera del coche.

Lo admito, me equivoqué.

Era exactamente lo contrario de sus hermanos.

Ella tenía bolsas bajo sus ojos que eran del tamaño de un par de montañas. ¡Parecía que no había dormido en días! Tenía el pelo raro y parecía que le importaba muy poco arreglarlo, y esos mechones morados… yo no soy una chica, pero no fue muy bien teñida.

Sus ojos eran viejos. Yo ni siquiera sabía lo que eso significaba, pero sabía que eran mayores que cualquier niño en Forks. Ellos fueron el punto culminante de su rostro, pero casi oculto por las montañas que estaban por debajo de ellos. Eran de un color chocolate y eran una idea de lo bonita que podía verse si solo lo intentase.

De un solo vistazo sabía que no lo intentaría.

-Esta es Isabella- dijo mi madre y levantó una ceja mientras nos llevaba dentro. No me sentía avergonzado en lo absoluto y ella, evidentemente, tampoco. Una mirada de disgusto cruzó por su débil cara, se volvió a Emmett y le tendió la mano.

-Perra- pensé mientras Emmett se la estrechó mirándola deslumbrado. Jasper se presentó también, con una sonrisa congelada en su rostro.

-Estos son mis hijos: Edward y Emmett- Mamá nos presentó -Y su amigo Jasper.-

Isabella le dio un intento de sonrisa triste, y ahí me di cuenta que ella no quería estar aquí tampoco.

-Mucho gusto, pero me voy a ir a… hmm… a elegir mi habitación- dijo con fuerza… yo estaba sorprendido por su voz, a pesar de que le sentaba bien. Fue una especie de voz baja y ronca, como si no hubiese hablado en días.

Y con eso, ella se fue y supe desde ese momento que no me llevaría bien con esa niña.