No voy a excusarme por haber tardado tanto (meses) en actualizar este fic. Fueron circunstancias personales las que me llevaron a dejar de sentirme inspirada para escirbirlo. Así que bueno, simplemente decir que lo siento para quienes estabais enganchados con esta historia.

Dadas las circunstancias, creo que como mínimo debería darle un final digno al fic, así que va a tener dos capítulos más (este y otro).

Mil gracias a quienes de nuevo me deis la oportunidad y leáis el final de la historia.


Rick mantiene la mirada fija en el vientre de la pequeña personita que tiene delante de él. A pesar de que un grueso cristal los separa, no ha querido separarse de ella en ningún momento.

Apenas pudo cogerla en brazos unos segundos después de que naciese, antes de que los médicos consideraran que tenía que ir a la incubadora tan pronto como fuese posible. Ahora no puede dejar de mirar cómo su pequeña respira. Al menos está bien dentro de la gravedad, y eso le hace sentir cierta paz interior.

Hannah es realmente pequeña. Su piel es de un color rosado fuerte, donde además se pueden apreciar sus venas casi a la perfección. Las enfermeras dicen que es una característica en los bebés prematuros. Su cabecita apenas cuenta con una fina mata de pelo, aunque ahora lleva un pequeño gorro de color rosa y apenas se le ve. Sus ojos todavía están achinados. Sus pies son realmente pequeños, aunque Rick los encuentra especialmente tiernos.

Suspira al observar las máquinas que mantienen conectada a su pequeño bebé. Unas gomas en su nariz le ayudan a respirar mejor, además del pequeño tuvo que le alimenta. Desearía que las circunstancias fuesen otras, desearía que todo hubiese salido bien, que fuese Kate quien estuviese alimentando a su pequeña, que hubiese sido ella la primera en coger a su bebé en brazos…

Unos pequeños golpes sobre el cristal que separa la sala de incubadoras del resto del hospital hace que alce la vista, comprobando que se trata de su madre. Tiene un aspecto cansado, pero una tierna sonrisa se escapa de sus labios cuando desvía la mirada hacia su nieta.

-Enseguida vuelvo pequeña – susurra a su hija antes de abandonar la estancia.


Martha ha estado pendiente de Kate desde que dio a luz, mientras que Rick no se ha podido separar de su bebé.

-Kate ha despertado – le indica Martha en cuanto él se encuentra con ella en el pasillo.

Él echa a andar a paso rápido, casi de inmediato, hacia el ascensor, sin embargo se detiene y vuelve hasta su madre.

-Mamá, ve a casa, estás cansada.

-Me voy a quedar un rato más – dice ella, señalando al interior de la sala, donde se encuentra Hannah.

Rick asiente, y después le da un beso en la mejilla a su madre, antes de correr hacia el ascensor.


Golpea con los nudillos en la puerta antes de entrar, aunque entiende que quizá Kate está todavía algo débil como para responderle.

Kate le observa desde la cama. Solamente tiene conectado un tubo de suero a su cuerpo. Se acerca a ella y le coge la mano, posando un beso en esta.

-Rick… - su voz suena debilitada y ronca. Intenta aclararse la garganta para continuar hablando, sin embargo él se lo impide.

-Shh, está bien – le dice mientras acaricia su mano – Hannah está bien. Es muy pequeñita, pero es preciosa.

Una lágrima resbala por el rostro de Kate al escuchar sus palabras.

-Quiero verla – dice en apenas un susurro.

Rick siente una punzada de dolor en el pecho. ¿Cómo se le dice a una madre que no puede ver a su hija?

-Kate es… Necesitas descansar un poco más. Ella está en la incubadora…

Kate asiente, sin decir nada más, aunque el dolor por no poder ver a su bebé es evidente en su rostro. Intenta desviar la mirada hacia otro lado, evitando así que Rick le vea llorar.

-Ey, ella está bien, y tú vas a poder verla muy pronto – dice él, cogiéndole suavemente el mentón para que le mire a los ojos.

Ella asiente de nuevo, algo más tranquila.

Rick decide tumbarse en la cama con ella, abrazándola. Se quedan en silencio durante varios minutos, hasta que finalmente él habla. Seguramente no sea el mejor momento, pero necesita saber.

-Cuéntame qué pasó, qué fue lo que te dijo tu padre.

-Que le había decepcionado, que mi madre no querría verme así – responde ella, con una actitud casi impasible, como si ya nada de eso le importase.

-Sabes que eso no es verdad.

-¿No? – dice ella, soltando a la vez una risa irónica - ¿Crees que a mi madre le gustaría vernos en esta situación?

-Lo que quiero decir es que te apoyaría.

Kate suspira, pues ya no sabe qué es lo que pensaría su madre o no si pudiese ver en qué se ha convertido su vida desde que ella no está.

-¿A dónde vas? – pregunta, cuando él se baja de la cama.

-Tengo que hacer algo – responde él, besando sus labios – Luego vuelvo.


Le da las gracias a una de las psicólogas del lugar cuando le señala la mesa en la que se encuentra Jim. El abogado lo observa en silencio, en la distancia.

Él también lo observa unos segundos antes de acercarse. El padre de Kate parece haber envejecido diez años en apenas unos meses. Sin embargo en estos momentos no siente ni un ápice de pena por él. Al fin y al cabo, es responsable, en parte, de todo lo que ha pasado.

Se acerca con pasos decididos y se sienta frente a él, mirándole con dureza.

-Te gustará saber que tu nieta ya ha nacido – dice finalmente.

Algo en los ojos de Jim le hace ver cierta preocupación.

-Creía que… se suponía que no iba a nacer hasta… - dice, titubeando.

-Exacto, no debería haber nacido todavía. El accidente de Kate ha hecho que todo empeore.

-¿Accidente? ¿Dónde está Katie? ¿Qué le ha pasado?

Rick sacude la cabeza, bastante cabreado, soltando una risa casi irónica antes de contarle al abogado que su hija salió corriendo al escuchar sus palabras, estaba tan alterada que no se dio cuenta de que un coche se le venía encima.

-Yo no quería… nunca fue mi intención herirla.

-¿Estás de broma, no? – Responde Rick, malhumorado – Después de todos los insultos, humillaciones y desprecios durante todos estos meses, ¿me dices que no querías herirla?

-Sabes perfectamente que no estaba en condiciones. No sabes cuánto me arrepiento de haber tratado así a Katie, y a ti. Os debo unas disculpas.

-Tus disculpas ahora no arreglan nada – dice él con una voz firme.

-Mira… yo no quería decirle eso a Kate, ella se marchó antes de que yo pudiese explicarme. Quizás no elegí las palabras correctas…

-Te escucho – dice Rick.

-Lo que quería decirle era que en un principio me sentí tremendamente decepcionado. Johana y yo siempre soñamos otra vida para Katie… Pero durante estos meses he comprendido que debemos mantenernos unidos, eso es lo que mi mujer hubiese querido. Ella solía decir que la vida nunca nos da algo que no podamos soportar.

Rick le observa, reconociendo el dolor y el perdón en sus palabras.

-Lo que Kate está pasando… solo demuestra lo fuerte que es. Y me alegro de que te tenga a tu lado. Yo he sido un cobarde por no haberle dado mi apoyo durante todo este tiempo. Me dediqué a beber, creyendo que eso solucionaría todos mis problemas, y me equivoqué.

-Que tu no los veas no significa que los problemas desaparezcan.

-He tenido que estar aquí encerrado para darme cuenta de eso. Sé que quieres a mi hija, y te aseguro que ella es lo único que me importa ahora. Ella es lo único que importa en mi vida ahora – dice el abogado, dejando escapar varias lágrimas.

-No quiero que Kate vuelva a sufrir por tu culpa – dice Rick.

-Solo quiero ayudaros.

El joven asiente, aceptando las palabras del abogado. Había ido allí con la intención de hacerle saber lo culpable que era de todo lo que les había pasado, y contarle que debería pasar el resto de su vida sabiendo que jamás conocería a su nieta, sin embargo… las palabras del abogado le había hecho cambiar su visión de las cosas. Quizás sí que estuviese arrepentido a fin de cuentas.

Le promete que le hará llegar a Kate sus disculpas y se marcha del lugar.

Necesita pensar en todo esto. Ni siquiera sabe si es la mejor opción contárselo a Kate ahora mismo. Ella necesita descansar, necesita estar bien.


De regreso en el hospital, presiona el botón de la máquina expendedora de cafés, para escuchar después cómo el líquido gotea en el interior del pequeño vaso de cartón. El cansancio comienza a acumularse en su cuerpo. Lleva casi cuarenta y ocho horas sin dormir y el cansancio empieza a hacerse notar en todo su cuerpo.

Agarra con cuidado el vaso de cartón, sosteniéndolo por la parte superior tratando de no quemarse las manos, y avanza por el pasillo de pediatría. Se detiene antes de llegar a la habitación en la que se encuentra su pequeña.

Frente a él, en el pasillo, el que fue médico de Kate durante su embarazo, se encuentra hablando con una enfermera. Eso le pone de muy mal humor. Tuvieron suerte de que él no se encontraba trabajando en el momento en que tuvieron que realizarle a Kate la cesárea de urgencia, y fue otro doctor el que le atendió, alguien con carisma y simpatía.

El médico no tarda en darse cuenta de la presencia del chico, y le entrega unos papeles a la enfermera con la que está hablando, haciéndole unas señas para que los deje a solas.

Rick se mantiene en silencio mientras el médico se acerca a él, con una sonrisa de autosuficiencia.

-Me han informado de la cesárea de urgencia que le tuvieron que realizar a Kate, así que he venido de inmediato a ver cómo estaba – dice, señalando al interior de la sala en la que se encuentra Hannah.

-Hemos tenido suerte de contar con buenos profesionales. Los doctores que estaban de guardia – resalta Rick.

-Imagino que serás consciente de que la situación de tu hija no es para tomárselo a broma.

-¿Quién se lo está tomando a broma?

-El bebé necesita estar en la incubadora durante un par de meses. Eres demasiado joven pero imagino que eres consciente de que eso conlleva unos gastos.

-¿Y? – pregunta Rick, bastante molesto con la actitud de ese doctor.

-Las facturas no se pagan solas. Como médico debo preocuparme por la salud física y emocional de mis pacientes, al igual que por el bienestar del hospital.

-Dudo mucho que se haya preocupado por la salud emocional de Kate desde que es su paciente. Y que yo sepa, mi hija está al cuidado de una pediatra, no de usted. Así que si es tan amable de ocuparse de su vida y dejarnos a los demás en paz…

-Solo quería decirte que he mandado un informe a asuntos sociales. Lo más probable es que ese bebé se quede en acogida temporal hasta que encuentre a una familia que de verdad pueda hacerse cargo de ella.

-Eres un hijo de puta – dice Rick, acercándose a él mientras derrama varias gotas de café.

-Solo hago mi trabajo.

-¡Y una mierda!

Tanto personal del hospital como pacientes que andaban por los pasillos en esos momentos, desvían la mirada al escuchar el grito del joven.

-Buenas tardes – dice el doctor, de nuevo mostrando la sonrisa de superioridad, antes de desaparecer por el pasillo.

-¡Mierda! – grita Rick, dejándose caer en una de las sillas del hospital.

¿Qué se supone que va a hacer ahora? ¿Pueden quitarle a su hija así como así? Es cierto que no disponen de medios económicos para pagar las facturas que su estancia en el hospital requieren… Ni siquiera tienen para pagar las de Kate.

Se quedarían sin casa, e incluso podrían contraer una deuda que les duraría durante años, provocándoles una peor situación económica, si es que eso es posible.

Suspira. ¿Cómo se supone que se lo va a contar a Kate? No piensa dejar que les quiten a su hija, es lo único que tiene claro. Pero ni siquiera su madre les puede ayudar económicamente…

De pronto una idea hace que alce la cabeza, por una vez, esperanzado.

Se lleva la mano al bolsillo de su chaqueta y, rápidamente, busca en su agenda el número que necesita.

Espera unos segundos hasta que el abogado contesta al otro lado de la línea.

-¿De verdad estás dispuesto a ayudarnos?