Muy buenas, este es el primer fic que escribo en mi vida pero llevaba un tiempo dándole vueltas y por fin me he decidido, solo deciros que es algo diferente, no busquéis un fic Caskett porque no lo encontraréis, bueno de alguna manera si, pero no de la que creeis.

Se que a algunos no os gustará, a otros espero que si, y que disfrutéis de mis alocada ideas y de mi historia.

Es bastante AU, aunque algunos nombres, frases o momentos coincidan con la serie.

No me enrollo más, espero vuestras reviews y pensar en si seguir o no con esta historia, os dejo el primer capitulo que es un poco la introducción y a ver que os parece.

Un beso,

Diana

Capitulo 1

Me llamo Rose Alexandra Castle, y os voy a contar mi historia.

Me pasé la adolescencia estudiando y entrenando, formándome para ser la mejor policía posible. Cuando acabé mis estudios, entré a formar parte del mejor cuerpo de policía de la ciudad, recorriendo las calles, atrapando a los malos, haciendo justicia, me sentía una superheroina en un mundo lleno de caos. Conseguí llegar a detective y tenía mi propio equipo. Pero una noche, persiguiendo a un malnacido que nos llevaba de cabeza desde hacía meses, un asesino en serie que se dedicaba a secuestrar y torturar a sus víctimas sin remordimiento alguno, me arrinconó, me encontré sola en un callejón sin salida, una trampa en la que caí de lleno, vi pasar mi vida ante mis ojos, y mientras sonreía fríamente, me disparó en la rodilla y huyó. Me quedé tirada en el suelo, sangrando sin parar, el dolor me estaba matando, mi vista se empezó a nublar y como manchas en movimiento, vi llegar a mis compañeros, gritándome si estaba bien, pidiendo auxilio, hasta que todo se nubló y lo único que quedó en mi mente fue oscuridad.

Desperté de golpe, una luz blanca hizo que mis pupilas se cerraran, y cuando mis ojos empezaron a enfocar, me di cuenta de que estaba en un hospital. No sabía que había pasado exactamente desde que me desmayé, no recordaba absolutamente nada de ese periodo de tiempo, ni sabia cuanto había pasado desde entonces. Miré a mi lado, y me encontré a mi madre, sentada en un sillón, en una postura bastante incómoda, durmiendo. Se veía cansada, tenía unas visibles ojeras y el pelo alborotado, como si llevara muchas horas ahí.

- ¿Mamá? – susurró mi voz, tenía la garganta seca y era lo único que alcancé a pronunciar.

Mi madre abrió los ojos, tardó unos segundos en reaccionar y de repente, se incorporó y se abalanzó sobre la cama.

- ¿Hija? ¡Dios mío por fin estás despierta! – gritó con los ojos llorosos y dándome besos en la mejilla.

- ¿Qué ha pasado mamá?

- Estás en el hospital cariño.

- Eso ya lo veo mamá, pero, ¿qué hago aquí? Lo último que recuerdo es que me desmayé y todo se volvió negro.

- Oh cariño, eso pasó hace cuatro días, llevas sedada desde entonces.

- ¿Sedada?

- Si, ese cabrón que estabas persiguiendo, te disparó en la rodilla y te dejó tirada en aquel callejón.

- ¿Y qué pasó después?

- Pues según contó Javi, te encontraron en el suelo, estuvo intentando que reaccionaras antes de desmayarte pero no lo logró, llamaron a una ambulancia lo más rápido que pudieron y te trajeron aquí. Entraste de urgencias, habías perdido mucha sangre y había que operarte de inmediato.

- ¿Operarme? ¿Qué ha pasado con mi rodilla? – dije al no notar nada de dolor, los sedantes habían hecho su efecto.

Antes de que mi madre pudiera decir algo más, levanté la sábana y entonces mi mundo se derrumbó. No estaba, mi pierna no estaba, solo estaba mi muslo, pero antes de que empezara mi rodilla, no había nada, solo una venda cubriendo lo que suponía era un muñón.

Me quedé en shock, no era capaz de reaccionar, creo que mi madre empezó a hablarme, a abrazarme intentando que reaccionara, pero no me enteré, lo único que podía hacer era mirar esa venda, ni siquiera era capaz de llorar. Y volví a desmayarme, otra vez toda mi visión era una oscura mancha, un remolino negro sin final.

Debieron pasar unas cuantas horas más, ya que cuando desperté, mi madre no estaba a mi lado, en cambio, me encontré con Javi mirándome, mi compañero, mi mejor amigo.

- Buenas tardes dormilona – dijo con una sonrisa en su cara.

- ¿Javi? Dime que esto es un sueño y estoy ahora mismo durmiendo en mi cama.

- Sabes que no me gusta mentirte.

- Entonces es verdad, la he perdido… - dije incorporándome un poco, esta vez no pude aguantarlo y exploté, las lágrimas empezaron poco a poco hasta inundar mi cara por completo.

Mi amigo me abrazó, sabía que no podía decirme nada que me consolara en esa situación, solo me abrazó, tan fuerte que por un segundo pensé que me ahogaría.

- Todo va a cambiar ¿verdad? Dime que al menos atrapaste a ese cabrón Javi, dímelo.

- No pude, en el momento en que te vi tirada en el suelo no pude pensar en nada más, corrí hacia ti, gritándote, intentando reanimarte, pero estabas perdiendo mucha sangre Rose y solo pensaba en salvarte.

- Ese hijo de puta me ha destrozado la vida y sigue por ahí libre, después de matar a decenas de personas no fui capaz de cogerle, jugó conmigo, se rió en mi cara antes de dispararme, y ahora lo he perdido todo – dije mientras recordaba la fría mirada penetrante que me echó ese malnacido justo antes de apretar el gatillo.

- No lo has perdido todo, seguirás con nosotros Rose.

- Javi no intentes engañarme, con esto – dije señalando a mi inexistente pierna – lo único a lo que puedo aspirar a partir de ahora es a estar detrás de una mesa, haciendo papeleo mientras veo como mi sustituto se lleva a mi equipo a las calles sin ni siquiera necesitar nada de mí.

- Joder Castle, eres la persona más negativa que conozco.

- ¿Cómo quieres que vea un simple atisbo de positividad Javi? Estoy coja joder, soy una puta invalida, como mucho me van a poner una prótesis para poder caminar medio bien, pero ¿correr?, no podré volver a correr con normalidad, no me van a permitir salir a la calle a perseguir a los delincuentes, voy a ser una policía amargada, que por culpa de su insensatez, perdió su rango de detective y se quedó en una simple oficinista – dije gritando, con lágrimas en los ojos y las manos entumecidas cerradas en puño.

- ¿Rose Castle? – dijo entrando de golpe el médico y notando el momento de tensión que había.

- Si, es ella – dijo Javi separándose de mi cama – Rose me voy abajo con tu madre mientras hablas con el médico, tranquilízate por favor – dijo antes de salir por la puerta.

Me quedé observando al médico que me miraba sin saber muy bien que decir, con cara de pena, como odiaba esa cara de pena en esos momentos.

- Señorita Castle, como puede ver hemos tenido que amputarle la pierna por encima de la rodilla.

- Me he dado cuenta doctor, ¿quién les dio permiso para hacerlo? ¿con qué derecho han acabado así con mi vida? – dije con tanta furia en mi mirada que el doctor cambió su cara de pena por una cara que la definiría como asombro y miedo.

- Señorita, le ruego que me escuche antes de decir nada más.

- Muy bien, le escucho – dije intentando respirar más calmadamente.

- Cuando cruzó la puerta de este hospital, su pierna estaba casi colgando, no había nada que hacer, y antes de que perdiera más sangre, decidimos actuar rápido y amputarla del todo, ya que la recuperación era imposible, hemos actuado de la mejor forma, créame – fue mi cara la que cambió esta vez, el doctor había sido franco y directo.

- Está bien ¿Y ahora qué debo hacer?

- Tenemos que hacerle varias pruebas para comprobar que todo lo demás está bien, ya que ha sufrido varios desmayos y lleva sedada muchos días. Una vez le demos el alta, deberá volver si quiere usted mirarse una prótesis, y entonces deberá acudir a recuperación para que le enseñen a caminar con normalidad con ella puesta, como si fuera su pierna real.

- Pero no lo será.

- No lo será, pero eso solo depende de usted, de la capacidad que tenga usted para superar todo esto, también dispone de un psicólogo que puede ayudarla cuando quiera.

- Muy bien doctor, muchas gracias – dije entre irónica y triste.

Dos días más tarde, logré salir de ese hospital, en una silla de ruedas por supuesto, algo que hacía que se me cayera aún más el mundo. Mi madre me ayudó en todo, la pobre mujer tuvo que aguantar mi mal humor y ni siquiera rechistó, sabía que esto no estaba siendo fácil para mí, pero para ella tampoco. Empecé a moverme con muletas hasta que finalmente conseguí esa prótesis. La recuperación fue muy dura, al principio todo era extraño, mi pierna no estaba pero yo la seguía notando, dicen que eso es normal cuando te pasa algo así, y ponerme un cacharro sustituyéndola solo hacía que todo fuera más real, que me diera contra el suelo mil veces antes de siquiera acostumbrarme a aguantarme de pie con esa prótesis maldita. Después de dos meses de frustraciones, llantos, ataques de nervios producidos por mis caídas tontas y miles de discusiones con la gente que me rodeaba, me acostumbré a ella, y volví a la comisaria.

Cuando llegué, noté todas las miradas sobre mí, había miradas de tristeza, otras de sorpresa, incluso algunas de satisfacción al verme allí. Había perdido peso, las ganas de comer me faltaban en muchas ocasiones, nunca había sido una mujer súper delgada, pero en ese momento, parecía que no hubiera comida nada en semanas, algo que casi era verdad.

- Buenos días detective Castle, pase a mi despacho – me dijo mi capitán nada más verme.

Agaché la cabeza, sabía perfectamente lo que me esperaba. Entre en el despacho y me senté con algo de dificultad en la silla que había colocada delante de su mesa.

- Usted dirá capitán.

- Bueno Castle, primero de todo, siento mucho todo lo que ha tenido que pasar desde aquella fatídica noche.

- Gracias capitán, ha sido duro, pero ya estoy aquí – dije intentando falsear una sonrisa.

- Como usted ya sabrá, por desgracia, no podemos permitirnos tener en las calles a una detective in... – intentó pensar otra palabra que hiriera menos – en sus condiciones.

- Invalida capitán, invalida, puede decirlo sin miedo – le dije seriamente.

- Admiro su coraje detective, pero aún así, me veo obligada a retirarla de las calles, por supuesto tendrá un puesto dentro de esta comisaria, ya sabe que por desgracia no nos falta nunca el trabajo.

- Es decir, que me quedo, pero detrás de una mesa, ayudando con el papeleo, como una inútil carga.

- Yo no he dicho eso, usted no es una carga, jamás lo será, ha sido la mejor detective que hemos tenido por aquí, incluso mejor que cuando lo era yo – en ese momento se me escapó una sonrisa.

- Mira Rose, sabes que te admiro, que te apoyo en todo, pero los de arriba no están dispuestos a arriesgar tu vida de nuevo ni la de tu equipo dejándote salir a la calle.

- Lo entiendo capitán, perdóneme, han sido unas semanas horribles, acabaré acostumbrándome, no me queda otra.

- Además, siempre podrás echar una mano a tu sustituto desde dentro.

- Por cierto, ¿se sabe ya quien va a sustituirme? – pregunté interesada.

- Si, van a traer a una detective de la NYPD que ha pedido un traslado.

- ¿Desde tan lejos? Tiene que ser muy buena para que se lo permitan.

- Lo es, según su expediente no se le escapa ni un caso.

- Me alegro que al menos le guste tanto la justicia como a mí – dije riendo - ¿Y cómo se llama?

- Espera que lo busco en su ficha – la capitán cogió unos papeles y los leyó.

- Beckett, se llama Katherine Beckett – en ese momento no me imaginaba lo mucho que iba a cambiar mi vida ese nombre.