Buenas noches querídisimos lectores
Vuestras demandas han sido escuchadas y os traigo el epílogo!
Pongo fin a esta historia sin previsión de continuarla porque como leeréis a continuación, queda bastante cerrada la trama!
Este fue mi primer fic, y es taaaan duro y se me hace tan raro cerrarlo, pero creo que es lo mejor, no quiero rizar más el rizo y quiero darle un final digno si aún estoy a tiempo
Espero que hayáis disfrutado con él tanto como yo al escribirlo y leer vuestras reviews, gracias por acompañarme en esta travesía tan loca, nunca pensé que llegara a tanta gente, os lo agradezco tantísimo!
Espero también que os agrade que el epílogo sea algo más largo que un capítulo normal, no quería alargarme demasiado pero tampoco quería cortarlo todo tanto! Yo he soltado alguna lagrimita al escribirlo, espero provocar alguna emoción en vosotros también!
Y ahora paso a daros las gracias a los que dejasteis review en el capi anterior:
Guest: Muchas gracias por tu review! Como ya he escrito antes, dudo que haya una segunda parte, así que te dejo con el epílogo, espero que llene tus expectativas!
EmilyCK: Cuanto me alegra leer eso! Yo amo tus reviews! hahaha Aquí tienes el epílogo, no sé si lo considerarás extra largo pero he hecho lo que he podido hahaha Muchas gracias de verdad Emily!
Dawnmidnight95: Muchas gracias! Me alegra saber que te gustó tanto el capitulo! Está hecho con mucho amor! Muchas gracias a ti por leerme y acompañarme en este tiempo! Es un placer leer tus palabras!
FrozenGirl51: Muchas gracias por tu review! Y me alegra saber que te he llegado un poco aun que no acostumbres a leer fics así hahaha Y lo de Castle probando otras cosas...realmente lo dudo haaaaaaahahaha No creo que se me diera muy bien escribir algo así!
Alba: Muchas gracias por tu review y tus ideas, quizá cuando leas el final te des por satisfecha! O quizá no, espero que sea un sí hahaha
yaye012: Me alegra leer que te ha encantado y muchisimas gracias de verdad! Espero que el epílogo te guste y llene tus ganas de saber más!
writerboy35: Ay writer! Cuanto me alegran tus palabras! Adoro saber que te ha llegado lo que escribo y has podido sentir leyendolo tal cual era! =P Pues aunque te pareciera un gran final, me debo a mi publico hahaha así que por petición popular, subo epílogo! Muchas gracias por la review y por estar ahí siempre!
Carmen-Katic: Que no mujer! Que queda uno más! Aquí te lo dejo! Espero no arruinarte mucho! Gracias por la review!
Maria: Ay mi Maria! Que te voy a decir yo a ti! Me alegro tanto de que te guste! Gracias de verdad! P.D: Tenía tan claro que ibas a poner algo así haaahahahaha
Ruth maria: Pues aquí tienes el epílogo, y con AP, de ahora en adelante me pondré con él! Tengo ideas pensadas pero me falta desaroyarlas! Muchas gracias por tu review y por seguir ahí casi desde el principio! GRACIAS!
Y bueno ahora sí, ya os dejo con el epílogo, estoy hasta nerviosa por saber que os parece, así que espero que me dejéis por última vez en este fic una preciosa review, tanto si las soléis dejar, o si no, os lo pido por favor, como cierre, me encantaría saber vuestras opiniones!
Por última vez... ENJOY!
Epílogo
Allí me encontraba yo, dentro de una sala llena de enfermeras, una mano agarraba fuertemente la mía, casi podría decir que notaba mis dedos crujir por la fuerza de su agarre, pero era tan inevitable y comprensible que preferí callarme mi dolor y disfrutar de ese pequeño momento de sufrimiento junto a ella. Su respiración alterada y sus gritos de dolor a cada pocos segundos, conseguían ensordecer a mis oídos, pero estaba ahí, intentando mantener la calma como le había prometido, así que lo único que podía hacer, era seguir las indicaciones de una enfermera que me pidió que ayudara a Kate con las respiraciones, mostrándole cómo podía hacerlo pese a las contracciones tan dolorosas que tenía.
Porque sí, porque Beckett es la persona más tozuda que he conocido jamás, y cuando el médico le preguntó si quería la epidural, ella dijo que no, que quería sentir completamente lo que significaba parir con todos sus momentos, por muy dolorosos que fueran.
Pero en ese momento, tal y como sus ojos irradiaban odio mirándome fijamente, sabía que se arrepentía por completo de su decisión.
- ¡Vamos Kate, sigue así, ya queda poco! – animaba la doctora situada entre las piernas de Beckett.
Y entonces pasó, un último esfuerzo seguido de un rompedor grito saliendo de la garganta de Kate y acto seguido el llanto de un bebé, un llanto que hizo que mi corazón temblara, después de 9 meses, por fin había llegado el momento. Las lágrimas en mis ojos no eran comparables a las que reinaban todo el rostro de Beckett, bien por el terrible ímpetu que había tenido que poner en el parto, o por la emoción de saber que nuestra pequeña por fin había llegado al mundo.
Y ahí, en ese preciso momento en el que las enfermeras entregaban a nuestra pequeña recién lavada en los brazos de Kate, mi mente voló, llena de recuerdos de esos dos últimos años que habían pasado desde nuestra boda, esos preciosos y memorables momentos que nos habían llevado ahí, al instante en que esa pequeña luz de vida que era nuestra hija, lloraba en los brazos de su madre.
Beckett me miró, con los ojos brillantes de felicidad, con la diminuta criatura en sus brazos, sonriendo tan ampliamente que casi me deslumbra con su preciosa sonrisa.
- Johanna, te presento a Rose, tu mami – pronunció con la voz temblorosa por la emoción.
Mis ojos fueron a parar a nuestra pequeña recién nacida, las lágrimas seguían saliendo sin parar mojando toda mi cara, era tan preciosa, tan pequeña, tan frágil y tan bella a la vez, era imposible ser más perfecta.
- Hola pequeña – y realmente lo era, era la cosa más pequeña y adorable que mis ojos jamás habían visto.
Y ahí, contemplando a las dos mujeres de mi vida, acerqué la mano lentamente hacia ella y unos minúsculos deditos rodearon uno de mis dedos, agarrándolos con fuerza, provocando que mi corazón latiera con más rapidez de la normal.
En ese pequeño gesto, sentí la felicidad más grande, la felicidad de saber que a partir de ahora, la diminuta Johanna iba a ser nuestra vida.
Un pequeño torbellino con el pelo castaño largo corría por toda la casa, gritando y riendo sin parar, mientras su madre, el amor de mi vida, la perseguía con las manos por delante gritando '¡El monstruo de las cosquillas va a por ti!'
Yo me encontraba tumbada en el sofá, reposando mi terrible dolor de espalda, riéndome sin parar al ver esa situación tan graciosa y cotidiana, las pequeñas carreras mañaneras de las dos castañas de la casa se habían convertido en uno de mis momentos favoritos del día. Escuchar la alegre risa de nuestra pequeña, nuestra pequeña de ojos verdes, unos ojos tan iguales a los de Kate, que cuando me miraba con esa carita tan dulce que sabía poner, era incapaz de negarle nada, igual que a su madre.
- ¡Mami, mami! – exclamó acercándose al sofá, mirándome con una amplia sonrisa que dejaba ver sus dientes, aunque la verdad es que le faltaban algunos – corre con nosotras, ¡así me ayudas a vencer al monstruo de las cosquillas! – su dulce voz me provocó una sonrisa de nuevo.
- Johanna no, mami debe descansar – dijo Beckett por detrás de ella.
Nuestros ojos se perdieron en nuestras miradas, podían pasar mil años, y seguiríamos igual, diciéndonos nada y tanto a la vez, bastaba un cruce de sus ojos verdes con los míos azulados para saber lo mucho que nos amábamos.
- ¡Pero Ma! – se quejó la pequeña de cuatro años, mirando a Beckett con su mejor mirada chantajista de pena – yo quiero que mami juegue con nosotras, que juguemos las tres – se cruzó de brazos, frunciendo el ceño, un gesto tan de Kate que me hizo reír sin poder evitarlo.
- Johanna Castle Beckett, a mí no me mires así, sabes que eso solo funciona con mami, soy inmune a tus miradas de pena – ella también se cruzó de brazos, haciendo exactamente el mismo gesto, era como ver a una Beckett pequeña y a una mayor reflejadas en un espejo.
- ¡Pero Maaaaaaaaaaaaaaa! – exclamó más fuerte la pequeña.
- Johanna cariño, ven – dije haciendo que me mirara y se acercara a mí, sentándose a mi lado en el sofá – ¿ves lo grande que está mi tripa?
- Si Mami, te has puesto muy gorda – dijo tapándose la boca con las manitas, a la vez que se reía.
- Pues aquí dentro, está creciendo una personita – los ojos verdes de mi pequeña se abrieron de par en par.
- ¡Halaaaa! ¿De verdad? – preguntó alucinada.
- Si cariño, y como ves, mami se pasa el día cansada, ya que llevar a cuestas esta barrigota no es fácil, y este pequeño ser me va robando las fuerzas poco a poco, nos ha costado mucho que esto salga bien, así que ahora lo único que puedo hacer es reposar y descansar. Pero cuando nazca, y forme parte de nuestras vidas, tú vas a ser su hermana mayor, y vas a tener que encargarte de protegerla, ocuparte de que no le pase nunca nada y enseñarle a ser una niña tan preciosa y buena como tú, y además, seremos una más para luchar contra el monstruo de las cosquillas.
La pequeña Johanna acariciaba mi tripa con una sonrisa en los labios, mientras Kate me miraba orgullosa. Se agachó delante de mí, y me dio un suave beso en los labios, con su sonrisa sobre ellos.
- Te quiero – susurró sobre mi boca.
- Y yo a ti – acaricié su nariz con la mía, en ese gesto cariñoso que era tan nuestro.
- Por favor, soy muy pequeña para tener que ver estas cosas – se quejó la pequeña, tapándose los ojos.
- Oh vamos Johanna, no seas tan celosa, para ti también hay – dijo Kate, acercándose rápidamente a ella, dándole un montón de besos por toda la cara mientras la pequeña se reía e intentaba apartarla sin conseguirlo.
Habían pasado muchas cosas durante esos años, Johanna ya era toda una mujercita, Beckett y yo seguíamos trabajando en la comisaría, la diferencia es que tras la jubilación de la Capitán Gates, Kate se había convertido en la nueva capitana, momento en el que decidimos ampliar nuestra pequeña familia.
No fue un proceso fácil, debido a como ya sabéis, mi "accidente" con el primer embarazo. Los médicos no nos daban muchas esperanzas para que yo me quedara embarazada, pero eso, como todo lo que había pasado en nuestras vidas desde que estábamos juntas, no nos había parado, y tras tres intentos, por fin mi cuerpo decidió darnos una tregua, dejando que el embrión por fin creciera dentro de mí. El día en el que nos informaron de que esperaba una niña, fui la más feliz, sabiendo en el mismo instante, que esa pequeña iba a ser mi Emma.
La Emma de mis sueños, la Emma que nunca llegó a nacer y que ahora por fin, iba a formar parte de nuestras vidas. Durante todo el embarazo fue así, reposando, descansando, siendo todo lo cuidadosas posibles para que todo saliera bien y nuestra pequeña Emma llegara al mundo.
Me encontraba en mi mesa de la comisaría, recuerdo estar rellenando los papeles del último caso que cerramos, un caso que abrió algunas viejas heridas, ya que aunque no tuviera nada que ver con 'Knifes', el asesino había utilizado un cuchillo eléctrico para desmembrar a la víctima, y ese tipo de casos, siempre rememoraban mis peores pesadillas.
Las puertas del ascensor se abrieron, y en cuanto oí el torbellino de risas que salían de él, alcé la mirada y las vi, olvidando por completo mis malos recuerdos. Me levanté de la silla, y sin casi tiempo para reaccionar, mis dos preciosas hijas, se lanzaron sobre mí para abrazarme, casi haciéndome perder el equilibrio.
- Mami, mami, dile a la abuela que sí que podemos estar aquí, ¡por fi por fi! – exclamó mi pequeña Emma entre mis brazos.
- Lo siento hija, estábamos en el parque y me han obligado a venir – dijo mi madre negando con la cabeza, contemplando la imagen de las tres, con Emma en brazos y Johanna agarrada a mi cintura.
- La abuela dice que os molestamos, pero es que os echábamos de menos – soltó Johanna apoyando sus labios en mi cintura, haciendo que me costara un poco entenderla.
- Tranquila mamá, no pasa nada, es el quinto cumple de esta pequeñaja y creo que merecen pasar un rato por aquí. Sabéis, creo que al tito Javi le va a dar mucha alegría veros, y a mamá también, están los dos en la sala de descanso.
Ambas giraron la mirada hacia la sala, buscando a Kate y a Espo.
- ¿Podemos ir? – dijo Johanna mirándome desde abajo, se había hecho toda una mujercita con sus 9 años de edad, pero por suerte, aún conservaba esa ilusión de niña en sus brillantes ojos verdes.
- Eso mami ¿podemos? – repitió Emma mirándome con esos ojitos que tanto me podían.
- Claro que podéis, seguro que les encanta la sorpresa.
Emma se abrazó fuertemente a mi cuello y empezó a patalear un poco para que la volviera a dejar en el suelo junto a su hermana y pudieran ir a ver a Beckett y a Espo. En cuanto los pies de Emma tocaron el suelo, las dos salieron volando hacia la sala de descanso.
- Gracias por cuidarlas mamá – dije dándole un beso en la mejilla – eres la mejor abuela del mundo.
- Siempre es un placer pasar un rato con ellas, aunque créeme, son agotadoras, tienen más energía que todos los niños del parque juntos, y yo ya tengo una edad – suspiró llevándose una mano a la espalda, en un gesto teatral de los suyos.
- ¡Oh vamos mamá! Si estás hecha una jovencita – dije golpeando suavemente su hombro con el mío.
- Ojalá cariño, ojalá, al menos tengo el tiempo suficiente para ver crecer a mis dos enérgicas nietas y ver lo feliz que eres junto a mi querida nuera, seguís siendo la pareja perfecta pese al tiempo que ha pasado.
- Créeme mamá, Kate y yo siempre seremos la pareja perfecta, porque ella es la perfección personificada.
- Me dais una envidia hija, vuestra historia de amor es como de película, creo que nunca he conocido a dos seres que se amen tanto – cogió mi mano y la apretó, en una muestra de cariño, mientras me miraba a los ojos con una sonrisa.
- Y George y tú ¿qué? – pregunté divertida.
- Eso es otra historia hija, nosotros empezamos ya en una edad avanzada, el amor a nuestra edad es diferente, lo vuestro es…es…para siempre.
- Te quiero mamá – dije abrazándola, emocionada al oír hablar así de nosotras – eres la mejor madre que nunca pude tener.
- Bueno, soy la única que tienes – dijo riéndose, sin soltarse de mi abrazo.
En ese preciso momento, Beckett salió de la sala de descanso con Emma en brazos, y Javier, llevaba a Johanna subida a los hombros, haciéndola reír sin parar.
- Hola Helen – Kate se acercó a mi madre que rápidamente se separó de mí y se acercó a besarla.
Javier hizo lo mismo, bajando a Johanna de sus hombros.
- Hola Helen, siempre es un placer verte por aquí, tan guapa como siempre – dijo dándole un abrazo a mi madre.
- Javier, siempre tan encantador, el placer es mío si me dices esas cosas.
- ¡Oh por dios, iros a un hotel! – exclamé falsamente ofendida, haciendo que todos se rieran, todos menos nuestras pequeñas que nos miraron confundidas, frunciendo el ceño y mirándose entre sí sin entender nada.
Johanna se acercó a Kate y le indicó que se agachara un poco para poder susurrarle algo al oído.
- Ma ¿Por qué la abuela y el tito Javi se tienen que ir a un hotel? – preguntó Johanna con toda su inocencia, sin siquiera bajar la voz por mucho que se tapara el lateral de la cara con la mano.
Beckett me miró alzando una ceja y cruzándose de brazos, dándome a entender lo mucho que la había cagado con mi comentario.
- Son cosas de mayores hija, no le hagas caso a tu mami, a veces es demasiado bocazas – le dijo mirándome de reojo.
- Bueno peques, creo que será mejor que nos vayamos – dijo mi madre intentando cortar el momento incómodo viendo como mis mejillas se habían puesto coloradas por mi metedura de pata – tenemos que prepararlo todo para la fiesta de cumple de Emma, ya sabes que vienen todos tus amiguitos.
- ¡Sí! ¡Regalos, regalos! – exclamó Emma dando saltitos.
- ¡Emma! – gritó Kate haciendo que la pequeña se parara en seco.
- ¿Si Ma? – preguntó algo asustada por su tono de voz y la cara de reprimenda con la que la miraba.
- Ya te he dicho mil veces que los regalos no son lo más importante, lo importante es pasar el rato con las personas que te quieren y con tus amigos, porque lo material no lo es todo en esta vida, las personas sí – soltó de carrera, provocando que la pequeña Emma empezara a hacer pucheros.
- Lo siento Ma, lo siento mucho – dijo con dos lagrimones brotando de sus ojos.
- No llores hermanita – dijo Johanna acercándose a su hermana para abrazarla – Ma no te lo ha dicho para que llores o te sientas mal, es solo que quiere que las dos seamos dos mujeres de provecho y sepamos lo que es importante en la vida.
Los adultos nos miramos impresionados con la actitud de Johanna, provocando que todos sonriéramos satisfechos, a Johanna le encantaba tener una hermana pequeña a la que cuidar y enseñar cosas, y las lecciones de Kate eran de las más importantes, sin dudarlo, estábamos haciendo un gran trabajo con ellas.
Nos despedimos de las tres entre abrazos, risas y besos, y cuando ya se habían metido en el ascensor, Beckett se acercó a mí, con esa expresión amenazante que tanto conseguía asustarme.
- Bueno yo me voy – dijo Esposito saliendo por patas al ver la cara de Kate.
- Tienes suerte de que estamos en la comisaría y no puedo montar una escena delante de todo el mundo porque soy la capitana y tengo una reputación que mantener, pero mide tus palabras delante de las niñas, Rose – dijo enfadada.
- Oh vamos Kate, ha sido una broma, ni siquiera se han enterado de qué hablábamos, no te enfades conmigo – dije poniendo morritos y una carita parecida a la que ponían nuestras hijas para hacernos chantaje emocional.
- Para, no pongas esa cara – apoyó sus manos en sus caderas, con la ceja aun levantada – sabes que eso no funciona conmigo Castle.
- ¿Seguro? – dije poniendo más morritos – Eso mismo me dijiste cuando te pedí aquello en nuestra luna de miel en Barcelona y acabaste cediendo ¿recuerdas? – sonreí maliciosamente moviendo alternadamente las cejas.
Kate se quedó mirándome seria por unos segundos, pero al poco, sonrío disimuladamente al ver que yo no retiraba mi expresión.
- Eres insufrible – dijo exasperada, girándose para ir hacia su despacho.
- ¡Y por eso me quieres tanto! – exclamé en voz alta para que me oyera perfectamente.
- Sí, tienes esa gran suerte – dijo girando su rostro de nuevo hacia mí, cerrando la puerta del despacho.
Sonreí como una idiota, sentándome de nuevo en la mesa sin dejar de mirarla. Sí, tenía esa gran suerte.
Era un día soleado, nos encontrábamos en Waterville, el viejo pueblo irlandés de mi infancia, decidimos entre toda la familia que esas vacaciones, y para celebrar nuestro 20 aniversario de casadas, iríamos allí las cuatro juntas para disfrutar de unos días tranquilos en familia.
Parecía imposible que hubieran pasado 20 años, cualquiera que pudiera vernos pensaría que éramos dos personas recién casadas, que se echaban esas miradas de recién enamoradas, en las que tus ojos brillan y se pierden en los de la persona que amas, porque sí, realmente yo me enamoraba de Kate cada día más, aunque suene a imposible, cada vez que contemplaba sus profundos ojos verdes mirándome, mi corazón latía desbocado como si con cada latido quisiera decir que la quería un poco más, y creedme, al ritmo que latía mi corazón cada vez que la tenía delante, eso era hablar de mucho amor.
La hierba rozaba mis piernas, ahí sentadas como estábamos, en la explanada trasera de la casa de mi padre, frente al río Currane, mientras nuestras pequeñas, que ya no lo eran tanto, Johanna, con sus 18 años recién cumplidos, era ya toda una mujer, y la pequeña Emma, porque para mí siempre sería mi pequeña, con sus 14 años de edad, chapoteaban en el agua, nadando y riendo sin parar. Daba gusto verlas juntas, tan iguales y tan diferentes, Johanna con los ojos verdosos de su madre, y Emma, mi pequeña Emma por la que tanto luchamos para traer a la vida, había sacado una mezcla perfecta del verde de Kate y del azul de mis ojos, era indudable que era nuestra hija solo por esos ojos, ya que el castaño claro casi rubio de su cabello venía por parte de su abuelo, mi padre, era curioso que fuera así, pero muchas veces, incluso en muchos de sus gestos, me recordaba a él.
- ¡Mamá, ma! ¡Miradme! – gritó Emma desde el agua, había cogido la costumbre de llamarnos así por su hermana, estaba dando saltos y haciendo volteretas mientras su hermana mayor se reía a su lado.
En ese momento, recordé aquel sueño, aquel sueño que tuve cuando estaba en el hospital 20 años atrás, aquel en el que creí morir, en el que salían Emma y Beckett a mi lado, ese sueño que casi había sido como una predicción de futuro. Una lágrima se derramó por mi rostro, parecía imposible que todo fuera tan real, que hubiéramos conseguido ser felices y formar esa preciosa familia que éramos las cuatro.
- Hey cariño ¿Por qué lloras? ¿En qué estás pensando? – preguntó Beckett acariciando suavemente mi mejilla, recogiendo aquella salada lágrima.
La miré fijamente, tan bella, tan preciosa, pasaran los años que pasaran, y aunque unas pequeñas arruguitas se dibujaran en sus ojos y en sus labios, o las canas comenzaran a aparecer, seguía siendo la mujer más preciosa del mundo.
- Estaba acordándome de algo ¿Recuerdas aquella vez que casi me muero en el hospital?
- ¿Cuál de ellas? – preguntó divertida, haciendo que ambas nos riéramos, la verdad es que habían sido unas cuantas.
- Cuando perdí a Emma – dije poniéndome algo más seria.
- Sí, lo recuerdo, esos días que estuviste en coma fueron de los peores de mi vida – frunció el ceño y yo le acaricié la mejilla a ella para que la imagen de ese recuerdo se disipara de su mente.
- Pues justo antes de despertar, tuve un sueño, un extraño sueño en el que aparecíais tú y Emma, casi creo recordar que estábamos justo aquí, frente a este lago, y que Emma dijo las mismas palabras que acaba de decir. Solo estaba pensando en ese sueño, y que aunque de alguna manera fuera algo diferente, era como una visión de futuro, un futuro lejano que nos esperaba y que ahora se ha hecho realidad – suspiré profundamente, mirando hacia nuestras hijas que seguían jugando en el agua.
- ¿Y eso es malo? – preguntó algo preocupada, poniendo su mano en mi barbilla para que volviera a mirarla.
- Para nada, es una lágrima de felicidad Kate, porque soy feliz, porque cuando creo que no puedo serlo más, siempre hay algo que me lo hace ser, y todo es gracias a ti, sigues siendo mi felicidad, aunque llevemos casi media vida juntas, el tiempo se me hace corto a tu lado – sonreí viendo como ella se mordía el labio, dudosa de si besarme o no de la manera en la que quería hacerlo en ese momento, ya que nuestras hijas seguían cerca de nosotras.
Pero pareció no importarle mucho, porque se lanzó a atacar mis labios, tumbándose sobre mí en la hierba, besándonos sin dejar de sonreír sobre los labios de la otra.
- Somos un poco mayores para esto ¿no crees? – dije rozando su nariz con la mía.
- ¿Me estás llamando vieja, Castle? – dijo mordiéndose el carrillo por dentro, levantando una ceja a la vez, provocando que me riera.
- Jamás osaría llamarle eso, Capitana Beckett – me acerqué a su cuello y le di un pequeño mordisco.
- Rose, para, Johanna y Emma están ahí mismo, y si haces eso, creo que soy capaz de arrancarte la ropa aquí mismo y hacerte mía – dijo sentándose sobre mi cintura, con las piernas a los lados.
Nos quedamos por unos segundos en silencio, imaginando lo que realmente podría pasar si nuestras hijas no estuvieran ahí, y Beckett hizo lo que siempre hacía en esas situaciones para hacerme perder la cabeza, morderse el labio como solo ella sabía hacer.
- 20 años y sigues siendo capaz de hacerme temblar cada vez que te muerdes el labio de esa manera – puse mis manos en los laterales de sus caderas, acariciándola por debajo de la camiseta que llevaba puesta, provocando que soltara un pequeño suspiro.
- Será el efecto Beckett – dijo riéndose.
- Pues espero que tus hijas no lo hayan heredado, porque si no, van a llevar a los chicos de cabeza y a nosotras todo el día pistola en mano detrás de ellas.
Estallamos en una carcajada que no pasó desapercibida para Johanna y Emma, que nos miraron desde el lago mientras nos besábamos abrazadas.
- ¡Oh por Dios! – exclamó Johanna – sigo siendo demasiado joven para aguantar estas cosas ¿sabéis? – gritó tapándole los ojos a su hermana – ¡Iros a un hotel!
Ambas salieron corriendo del agua, y mojadas como estaban, se tiraron sobre nosotras, haciendo que empezáramos las cuatro a rodar por la hierba intentando liberarnos de ser completamente empapadas en una guerra de risas y gritos. Cualquiera que nos viera podía darse cuenta de la familia feliz que habíamos conseguido formar pese a todas las adversidades y baches que nos había puesto la vida.
Y ahora, ahora que por fin os hablo desde la actualidad, después de todos estos capítulos, de todas estas aventuras, de todas estas historias llenas de acción y amor, os voy a contar la verdadera razón por la que os he contado esta, mi historia.
Sé que os habéis dado cuenta de que he tardado mucho en llegar a contároslo todo, que a veces pasaban incluso meses en los que no escribía nada, pero es que desde hace un tiempo, ya ni recuerdo cuanto exactamente, mis momentos de lucidez son más bien escasos.
Y os preguntaréis por qué ¿verdad?
Pues bien, hace poco más de un año, me detectaron una enfermedad, una enfermedad llamada Alzheimer, una terrible enfermedad que provoca que con el paso del tiempo vayas perdiendo poco a poco la memoria, y ya no solo la memoria, si no también tus propios recuerdos, los recuerdos de la vida que has vivido hasta ahora, y eso, creedme cuando os lo digo, es horrible, para mí, y para la gente que me rodea.
Así que después de un tiempo, de ver cómo esta enfermedad me consumía por momentos, una noche hablando con Beckett, decidimos seguir los pasos de mi libro favorito, The Notebook, o como todos debéis conocerlo por la película, El Diario de Noah. En él, la protagonista, a la que a una avanzada edad le diagnostican la misma enfermedad que tengo, decide escribir un diario, un diario en el que cuenta toda su historia con el amor de su vida, para que cuando tenga esos momentos de vacío mental, puedan leerle sus propias palabras y así pueda ser capaz de recordar, ralentizar este horrible proceso en el que te sumerge esta enfermedad.
Y lo creí la mejor de las ideas, porque sé que para Beckett todo esto no está siendo fácil, igual que para nuestras hijas, que aunque ya son dos preciosas y responsables adultas con sus propias familias formadas, tienen derecho a saber mi historia por mis propias palabras, una historia que al fin y al cabo es la nuestra, es la de Kate, la de cómo nos dimos la vida mutuamente, la de cómo nos enamoramos y nos apoyamos la una a la otra, siempre.
Además, no quiero ser capaz de olvidarla, no quiero ni por un segundo olvidarme de ella, y aunque mi mente pueda hacerlo, mi corazón jamás podrá, ni cuando deje de latir, porque cada vez que la tengo delante, aunque ni siquiera recuerde su nombre, cuando nuestros ojos se cruzan, mi corazón late con fuerza, como el primer día que la vi.
En este mismo momento, estoy en el hospital, hace poco tuve una recaída y al encontrarme en una casa que no reconocía, me dio un ataque, uno de esos que provocan las lágrimas de Kate y que a mí tanto me duelen, así que decidimos que lo mejor sería quedarme por un tiempo aquí, controlada por los médicos y enfermeras.
Pero Beckett, pese a que muchas mañanas me despierte sin saber quién es, está aquí, a mi lado, durmiendo en la peor posición posible en una silla, no quiere dormir en el sofá cama que hay, siempre quiere estar lo más cerca de mí, con su mano sobre la camilla siempre rozándome, con el miedo de que si pierde el contacto conmigo, me vaya para siempre. Y ahora que la miro, pese al tiempo, pese a esas arrugas que reinan su piel, pese a esas canas que pueblan su pelo, pese a que muchas veces parece apagada cuando me ve perdida, pese a todo, sigue siendo la más bella, preciosa, fuerte y magnífica de las mujeres, mi luz, mis recuerdos, mi memoria, mi vida.
Y espero que cuando leas esto Kate, pese a las lágrimas, pese a los malos recuerdos de estos últimos tiempos, nunca jamás olvides nuestra historia, no te quedes solo con estos momentos en que la enfermedad me gana la partida. Quédate con los buenos, con el día en que nos conocimos, con nuestra primera cita perfecta en el London Eye, aunque luego le hayan seguido muchas, esa siempre será especial. Quédate con la primera vez que nos besamos en la sala de descanso, o cuando nos dijimos el primer Te quiero, o con las risas que nos hemos echado siempre desde que nos conocemos. Quédate con lo vivido en esta ciudad y en todas las que hemos visitado juntas. Con los conocidos y los que seguro están por conocer, con nuestros mejores amigos que siempre han estado y estarán ahí, con la absurda imbecilidad de Javi, con el amor que comparte con Lanie, tu mejor amiga desde hace tantos años, con nuestro Kevin, que es el mejor de los padres para nuestra ahijada Sara Grace y el mejor oficiador de bodas del mundo.
Quédate con todos los buenos momentos de nuestra historia, porque esos, esos son los que merecen la pena recordar y los que nos han hecho felices. Los que me has hecho vivir Kate, he tenido una vida plena gracias a ti, que cuando acabe, ten por seguro, que habrá sido la mejor, porque siempre te he tenido a mi lado.
Nunca olvides lo mucho que te amo Kate, porque aunque yo lo haga, aunque yo te olvide por momentos, en el fondo de mi alma, en mi corazón, nunca, y enfatizo en el NUNCA, porque sabes que yo siempre enfatizo en estas cosas (y sí, lo sé, sé que ahora mismo estás sonriendo con esa amplia y brillante sonrisa que tanto me gusta, lo sé, tengo ese poder, soy así de increíble y siempre consigo hacerte sonreír aunque estés llorando a lagrimones) nunca dejaré de amarte.
Porque tú, y solo tú, siempre serás mi Siempre.
FIN
MUCHAS GRACIAS A TODOS! ESPERO VUESTRAS REVIEWS!
Y AUN QUE NO SEA AQUÍ...
NOS LEEMOS PRONTO!