Aquí les traigo los drabbles pecaminosos, y que todo santo y religioso al que no le agrade, se abstenga de leer los pecados que aquí se presentan!
Disfruten, niños malos. Queonda!
Nombre: Desearía.| Pecado: Envidia.|Personajes: Sam- Frodo.
Palabras: 477| Rating: M por sugerencias.
disclaimer: se atribuyen todos los derechos a Tolkien / Este fic participa en el reto 2# Pecados Capitales del mes de diciembre del foro El Poney Pisador.
Los días pasaban lentamente desde el saneamiento de la comarca. Los árboles crecían brillantes, y la vida parecía borrar con el paso del tiempo las huellas oscuras de los recuerdos.
Sam sentía haber vuelto a la vida. Él nunca podría haber encontrado tanta felicidad de no haber pasado por tanta miseria.
Jugando con su pequeña, entre los bosques que llevaban a Bree y las granjas, la tarde comenzó a caer. Cargó a su pequeña en hombros y caminó todo el tramo hasta su casa. Al dejar a Elanor en su cama, notó que su esposa no estaba.
Sin preocuparse, marchó rumbo a la casa de su maestro Frodo para hacerle compañía por unos momentos, tal cual lo hacía cada noche. Mientras caminaba, no podía dejar de pensar en Frodo. Sí, se lo veía igual que antes de la guerra del anillo, pero al mirarlo a los ojos, Sam veía obscuridad, temor, rabia. Aunque su personalidad no cambiaba; solo unas pocas veces lo había notado con actitudes no muy propias de su persona.
Pero a la vez, el jardinero no dejaba de recordar los hermosos momentos luego de la batalla.
Desde que la pequeña había nacido, su señor no dejaba de repetir, con ternura: —Qué hermosa pequeña. Desearía tener una niña tan linda.
Era el tío perfecto. Siempre atento y cariñoso con su familia, les regalaba baratijas élficas, procuraba la comodidad de su esposa e hija en su nuevo agujero-hobbit, incluso lo había impulsado a ofrecerse como alcalde. Eso a Sam lo llenaba de plena felicidad.
Abrió la pequeña puerta del pórtico y entró al hogar sin llamar a la puerta. Frodo le había indicado que así lo hiciera, aunque Samwise nunca perdió sus modales para con el hobbit.
—Señor Frodo— exclamó al entrar. —Traje algo de té especial, hierbas de Rivendel.
Pero nadie respondió. Ante su sorpresa, encendió las velas de toda la sala principal. Estaba a oscuras.
Un gemido. Sam sintió su piel erizarse. Sabía que su amo aún sufría por la herida en el hombro, que lo lastimaba interiormente por las noches, hasta lograr dejarlo en vela.
Corrió hacia la habitación para socorrer a Frodo.
Entonces lo halló, recostado en su cama; en sus dedos, el anillo de bodas de luz brillante élfico. En sus ojos, la marca de la lujuria y la venganza. Sobre su palpitante cuerpo, Rosa Coto. Sus gemidos y suspiros eran más apasionados de lo que el rubio hubiese escuchado antes.
La voz de Frodo no dejaba de hablar en su cabeza. "Quisiera tener una esposa tan atenta" "Desearía poder cuidar mi jardín con tanta pasión como lo haces tú " "Mataría por tener una familia tan unida". Las palabras de aliento y amabilidad se habían burlado de su inocencia.
La sombra del anillo y el puñal de Morgul habían escarbado dentro de Frodo más profundo de lo que él esperaba.