Nombre: Morbo.| Pecado: Lujuria.|Personajes: Sauron/ Ella-Laraña (me la jugué con ésta)

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disclaimer: se atribuyen todos los derechos a Tolkien / Este fic participa en el reto 2# Pecados Capitales del mes de diciembre del foro El Poney Pisador.


Eres toda mía, solía susurrar la grave voz de Sauron en los oídos de Ella-Laraña. Y él sabía que se refería a toda la extensión y significado de la palabra. Entre todos los seres, desde los más deplorables hasta los más habilidosos, ella era su favorita. Su forma de matar, su ingenio y falta de piedad, incluso su figura plena de alimentación excesiva le generaban a Sauron un placer distinto del que podría esperar.

Con su poderoso ojo, solía echar un vistazo cada día, a la cueva-guarida de Ella-Laraña, para observar con gusto y diversión, la forma en que masacraba a los orcos que tomaban un mal camino. En su oscura alma, un sentimiento por demás desconocido se formaba cuando la observaba armar las telarañas más poderosas, cuando la veía engullir lenta y pausadamente a sus presas. Esa imagen le generaba cierta… morbosidad.

El placer de dominar la Tierra Media y someter a todas las almas a la obscuridad, no se comparaba con ese lujurioso sentimiento que recorría su ser de poseer al arácnido, de sentir que ella sólo trabaja para él, sólo lo obedece a él, y que sólo disfruta de las muertes a medida de demostrarle a Sauron que él también puede disfrutar de ellas.

Su cuerpo muchas veces había necesitado de ir hasta su guarida y sentir el rigor de la rabia que tenía Ella-Laraña contra él, pero no podía salir. No aún, sin el poder necesario. Entonces, se dedicaba a mirarla. La lujuria crecía en él, al ver cómo su asquerosa boca llena de veneno devoraba a sus enemigos, llenándolos de saliva, envenenándolos con parte de su ser.

Era tan diabólico y repulsivo, que no hacía más que excitarlo.

Nunca estarían juntos. Ella lo repudiaba, y él nunca podría dejar su fortaleza. Entonces sólo divertía su fetiche, mandando orcos a las guaridas del mal, para disfrutar una y otra vez el goce de observarla cometer las más repugnantes fechorías.

Ya lograría someterla. Con el Anillo Único, lo primero que haría sería entrar a su guarida, y obligarla a que lo tome como a uno de sus presa, succionando cada parte de su ser, envenenado con el sentimiento prohibido hasta lograr llevarlo a una pura y genuina psicosis para volver a sentir el placer que no sentía desde hacía miles de años de infinita soledad.

Sólo se preguntaba dónde estaba el anillo, que permanecía lejos de su poderosa vista, oculto entre las sombras que él mismo había creado.


R&R. gracias por leer, diablillos.