Disclaimer: FT no me pertenece.
Aviso: Chapter re-editado.
Una manera de olvidar
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Chapter I
Me duele amarte
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No sabía que hacer. No sabía que pensar, ni siquiera cómo actuar. Sus palabras le habían calado a fondo en el corazón, atravesándolo. Sentía que le faltaba el aire, le pesaba el pecho, y algo le apretaba la garganta. Quería llorar y gritar pero no podía hacerlo, no ahí por lo menos. Sin embargo no lo podía soportar más. Le había afectado de verdad, fuertemente, una simple frase.
"Yo y Lis estamos saliendo".
Bueno, no era la frase en sí. Sino la persona que la había dicho.
Realmente, nunca pensó que él podía hacer algo que la afectase tanto, pero Natsu era su amigo. Bueno no, no era algo tan simple como eso. Era su mejor amigo y no podía arruinarle el día con sus estúpidos sentimientos.
Él ya había elegido, y ella no debía entrometerse en su decisión. Porque había elegido a Lisanna, no a ella.
—"Muy bien Lucy, sonríe. No te delates, nadie debe saberlo"— se decía mentalmente mientras veía a su mejor amigo y a Lisanna siendo felicitados por todos sus compañeros de gremio.
Si tan sólo ella fuera la que estuviera ahí en lugar de...
—"¡No seas estúpida, maldita sea! Ya no existe ningún «Si tan sólo...». Deja de ser una niña caprichosa y sopórtalo, también puedes ser fuerte. Así que, sonríe, ve a felicitarlos, quédate un poco más, y luego lárgate"— seguido de automentalizarse se puso de pie e hizo su mejor sonrisa, para correr hacia la nueva pareja. Tenía que hacerlo bien.
—¡Oh, Luce!— exclamó el chico de ojos jade cuando la vio acercándose.
—¡Natsu!
«Dijo su nombre felizmente, mientras que por dentro lo lloraba...».
—¿Qué te parece?— le preguntó el chico cuando ya estaba frente a él.
—¡Es asombroso! Te lo mereces— le respondió mientras le daba un abrazo -. Felicitaciones.
«Le susurró ella, mientras su corazón se hacía pedazos...».
—Gracias Luce— agradeció él al tiempo que le devolvía el abrazo.
«Sentía que todo dentro de ella se destruía, y sin embargo, ya no podía hacer nada por remediarlo.
Se sentía impotente».
—No hay de qué, Natsu. Alguien como tú, siempre debe ser feliz— se separó del chico, ya no podía estar más entre sus cálidos brazos.
—Eres una gran amiga, Luce— escuchando esto, Lucy se dijo que ya era suficiente.
Ella sólo le dio una sonrisa claramente falsa, pero era Natsu Dragneel, quién creía que todos eran felices sólo hasta que veía lágrimas.
Dio un suspiro disimulado y aún sonriendo, se giró hasta quedar frente a frente con Lisanna. Esta también sonreía, sin embargo, no podía engañar a alguien que hacía lo mismo, en ese instante.
—Felicidades Lis— exclamó Lucy al tiempo que se lanzaba a abrazarla.
—Muchas gracias, Lucy— respondió la albina.
—Cuida al idiota— susurró Heartfilia soltando una breve risilla.
—¡Escuché eso Luce!— reclamó el aludido haciendo un puchero.
—"Basta"— rogó Lucy para sus adentros. Obligó una sonrisa burlona.
—Esa era la idea— le guiñó un ojo.
Lisanna comenzó a reír al ver la cara que había puesto Natsu, y Lucy para disimular, la siguió.
—Lucy, Natsu, Lisanna...— los llamaron.
Los tres se giraron para ver a Mirajane ir hacia ellos con una bandeja en las manos, la cual estaba siendo ocupada por vasos con refresco.
—Mira-nee.
—Tengan— les dijo la albina mayor mientras les extendía la bandeja para tomaran un vaso.
—¡Genial!— gritó Natsu mientras se tragaba el líquido —Gracias Mira— dijo cuando terminó.
Ella sólo le sonrió alegremente. Esta vez fue el turno de Lisanna de tomar uno. Aunque ésta, obviamente, se bebió el contenido con más tranquilidad.
—¿Y tú Lucy?— preguntó la demonio, ladeando la cabeza.
—Oh no te preocupes por mí. De todos modos, luego me tengo que ir, debo ir a pagarle a la casera— sonrió ella convincentemente.
—Está bien— la mujer de ojos azules le correspondió la sonrisa, y luego fue a ofrecerles algo a Gajeel, Levy y Lily; que estaban sentados en una mesa más allá.
Lucy suspiró de alivio mentalmente y más tarde se giró hacia la pareja. Que aunque ahora se encontraban siendo felicitados por Jet y Droy (aunque no le quitaban la vista de encima a Gajeel), logró acercarse a ellos.
—Hey Natsu, Lis— llamó la atención de los dos.
— Les dedicó una sonrisa media sincera, media triste, y les dijo —Lamento que me tenga que ir ahora, pero luego la casera se pone histérica si no le pago a tiempo. En la mañana ya me ha llamado la atención.
—Claro, no hay ningún problema Lucy.
—Pero Luce— dijo Natsu ladeando la cabeza.
Sin embargo, antes de que Lucy dijera si quiera «pío», Lisanna miró a su ahora pareja y en cierta forma, lo regañó.
—Anda Natsu, si detienes a Lucy la dejarás sin casa.
—Pero Lis...
—Nada de peros, ya la escuchaste. No queremos que Lucy tenga problemas— replicó ella cruzándose de brazos.
Natsu giró la cabeza hacia el lado contrario de Lisanna, se cruzó de brazos e hizo un puchero.
—Escucha a Lisanna, Natsu. Debo irme ya, no te preocupes, vendré luego— sonrió y se alejó hasta la salida.
Una vez fuera, corrió y corrió, pero no en dirección a su casa.
I.
—Gray-sama...— murmuró la chica con timidez.
—Hm, ¿y tú qué haces aquí?— preguntó él mirándola brevemente, con fingida indiferencia.
Gray por naturaleza tendía a ser frío con la mayoría. Y aunque siempre lo fue con Juvia, él sabía perfectamente que no podía serlo por completo. Por otro lado quizás, o era muy buen actor, o los demás se autoinfluenciaban con todo lo que veían. Tal vez alguien normal se pudo dar cuenta al instante, pero vamos, que los del gremio veces podían ser un poquito -muy- idiotas y raros.
Por lo que no se clasificaban como normal.
—Verá... J-Juvia q-quería d-decirle algo m-m-muy import-tante a Gray-sama— siguió ella. Pero esta vez bajó su cabeza como un niño siendo regañado.
Gray alzó una ceja. En realidad sentía curiosidad por lo que diría, y aunque no podía ser muy distinto a lo de siempre, presentía que no venía nada bueno. Y el que bajara su rostro así, lo alertaba aún más.
—¿Y?— la incitó a seguir con el típico tono de: Ah vale, bien por ti.
—Bueno... Juvia solo quería decirle... que se ha rendido con usted, Gray.
—...
Cuando Juvia lo llamó Gray, supo que ya no podía hacer nada. Porque si tan sólo ella hubiera agregado el sama, sentía que pudo haber hecho algo al respecto. Pero por lo que veía en la expresión de Juvia, ya no tendría una acosadora personal, sin contar con que ya le había tomado bastante aprecio.
Apretó fuertemente sus manos poniéndolas en puño, sin embargo su rostro seguía igual de inexpresivo con la noticia.
De todos modos sabía que ya había perdido a la Juvia que había conocido en esa azotea, bajo la juvia.
—Gray— dijo su nombre un poco cohibida.
—¿Y qué quieres que haga?— preguntó el pelinegro con brusquedad y sin expresión en su rostro.
Sus manos seguían en puño dentro de sus bolsillos en la chaqueta. Ya casi sentía sus uñas y las yemas de sus dedos clavándose en sus palmas. Pero no sentía ni dolor o siquiera molestia.
—Yo... solo...
—¿Para qué vienes y me dices esto? A estas alturas ya deberías saber que poco me interesa lo que te suceda o deje de suceder.
Hasta ese punto Gray ya no sabía lo que estaba haciendo, pero se sentía bien al decirle eso, al hacerlo sentía cómo el ligero y casi imperceptible ardor en su pecho se aliviaba. Por otro lado, sabía que si seguía así le haría aún más daño del que ya le había hecho.
Sólo quería deshacerse del fuerte nudo en su garganta.
Eso era lo único que sabía.
—¿Sabe? Yo solo venía a decirle esto para que supiera que ya no lo molestaría más, Gray. Es más porque me siento obligada que otra cosa— contestó ella intentando mantenerse firme.
Sus manos se mantuvieron igual que las de Gray, sólo que estas eran visibles. Gray sabía perfectamente que ella quería llorar pero no se lo permitiría, no delante de él por lo menos. No quería darle el gusto de verla así, y el pelinegro se lo agradecía. Porque él no tenía el sadismo de hacer llorar a una mujer, odiaba ver llorar a una, de hecho. Aunque claro que en el perfil que sus compañeros tenían de él, se caracterizaba por tener esa característica al verlo rechazar a Juvia tantas veces.
Gray era consiente de que era demasiado cerrado cuando se trataba de lo que sentía, un gran ejemplo era la misma Juvia. El le tenía mucho aprecio, pero era tan inexpresivo, inexperto con eso y desconfiado, que sus cuerdas bocales no le hacían juicio y le prohibían comentar algo de eso.
Y todo eso lo hacía sentir frustrado.
—Bien— dijo el chico.
—Bien, nos vemos, Gray.
Así Juvia se fue, dejándolo ahí angustiado, enrabiado y bien jodido.
Tal vez por lo mismo todos lo dejaban, de alguna u otra manera.