Rose
"I need your love… I'm a broken rose…"
Rose fragment by Anna Tsuchiya
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Aquella noche fue decisiva porque fue la noche en que asimilé por fin, la realidad.
Ren había muerto. No iba a volver. Y yo era de carne y hueso. Y estaba viva.
Alrededor de las dos de la madrugada comencé a dormirme y entonces soñé con aquella otra noche, hacía mucho tiempo, en que Yasu había revelado con claridad sus sentimientos por mí y las razones por las que jamás los había mencionado antes.
Aquella estrellada noche, nos habíamos divertido todos. Estábamos grabando el primer álbum de Blast y Yasu estaba solo a la orilla de aquel lago. Hacía frío.
Yasu llevaba puesta una boina sobre la calva, una chamarra abrigadora y aun cuando era de noche, llevaba esas ridículas gafas obscuras que le daban un aire de tonto, pero que jamás se quitaba y que para las fans era algo así como su sello característico. Se había encendido un cigarrillo y permanecía en silencio observando el lago. Cuando escuchó los arbustos mientras caminaba, me recriminó andar tan de noche sola y me dijo que descansara, que una vez volviéramos a Tokyo, la promoción del disco, las entrevistas y todo lo que suponía el lanzamiento de éste, nos lo impediría.
Algo en mi cabeza me hizo cometer un tonto error… Un error que, por primera vez, me concientizó de lo que había entre Yasu y yo.
Aquel vínculo que nos unía, más fuerte que el que tenía ya con Ren.
Le pregunté abiertamente a modo de broma si deseaba que durmiéramos juntos y éste, rápida y llanamente contestó que sí.
Eso me desarmó.
Al notar mi expresión de sorpresa, Yasu dijo que era una broma. Le dije que no me hacía gracia.
Recuerdo haberme recostado en el césped, junto a él, bajo el cielo estrellado y dando una bocanada de humo al cigarrillo, pregunté si estaba enamorado de mí, con un dejo obvio de certeza.
Yasu contestó con un "Eso parece…" que me dejó fría. Una sensación de alivio y al mismo tiempo de decepción, me invadió.
Entonces, era cierto.
De algún modo, el alivio vino a mí porque me sentí feliz. Feliz de que me amara. Y me sentí infeliz y decepcionada por no poder corresponderle. En dos años y medio desde que Ren se había ido, Yasu y yo habíamos estado muy unidos y establecimos un fuerte lazo afectivo, como dije antes, más fuerte que el que ya tenía con Ren.
Nunca le reproché a Ren haberse ido a Tokyo. Pero en el fondo, aun amándolo tanto, lo odiaba por haber elegido su sueño antes que a mí.
Y ahora Ren estaba muerto y no podría reprochárselo en el futuro.
¿Qué había mantenido a Yasu cerca de mí? ¿Sólo amor?
Me levanté de la cama, abrumada por la idea absurda de que Yasu tenía que saber lo que sentía en ese momento, con la idea, aún más absurda de que pasaría lo que siempre pasaba. Cada vez que me pasaba por el departamento de Yasu, terminábamos hablando superficialmente del tema que en realidad había pasado a tratar y luego tratábamos otras cosas más a fondo.
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Cuando llegué, casi a las cuatro y treinta de la madrugada, nevaba.
Toqué el botón del intercomunicador, pero no fue necesario decir nada.
- Nana, ¿Estás bien? – el intercomunicador hizo un sonido.
- Sí. Pero… - Hice una pausa – Necesito hablarte.
De inmediato, Yasu abrió la puerta enfundado en pantalones de dormir de color azul marino con un grabado de líneas y una sencilla playera blanca.
- Vamos, pasa – y me tomó por el hombro. Por primera vez desde que lo conociera, su contacto dejó de ser reconfortante y pasó a sentirse sobrecogedoramente eléctrico. Algo en mí había cambiado en mi percepción sobre él - ¿Quieres un café?
- Me caería bien – y me senté en el sofá – Hay algo que necesito decirte.
- ¿Qué es?
- ¿Recuerdas aquella noche cuando grabábamos con Gaia y..?
- La recuerdo – dijo escuetamente.
- He estado pensando en lo que dijiste esa noche y es un pensamiento que no me ha dejado dormir en absoluto.
- Como te dije entonces, Nana – y me miró con sus pequeños ojos verdes fijamente – Dedícate a cantar y olvídate de ese tema.
- Yasu… - lo miré, tensa – No puedo olvidarlo.
Yasu me miró intensamente luego. Fue un momento muy pequeño que se disipó en apariencia, pero casi podía oír sus pensamientos.
- ¿Porqué?
- Porque… Yasu… Creo que… Me estoy enamorando de ti.
Por un momento su rostro cambió, de su normal estado de inexpresividad, pasó por la emoción, el shock y la incredulidad. Las manos de Yasu se entrelazaron entre sí y luego las juntó como si estuviese orando.
Permanecí en silencio, mirándole fijamente, tensa, como si acabara de abrirme en canal frente a él y le mostrara a detalle cada uno de mis órganos a escrutinio.
- No estás borracha – y como reafirmándoselo a sí mismo más que a mí, me tomó la mano y observó la palma con atención.
- No estoy borracha – y sostuve su mano entonces volteándola – Y te quiero.
Yasu se acercó en el asiento y me besó.
Muchas veces lo besé en el pasado, muy ebria y aparentemente en broma. Eran besos inocentes, con los labios apenas tocándose, pero apretados y sonriendo, sin intimidad alguna, con la intención de fastidiarlo, antes de saber cuánto daño le hacía que yo me acercara así a él. Muchas veces, al borde de caer desmayada, recordaba que llegaba a mi habitación, dejándome desvestida debajo de las mantas y decía:
- Buenas noches, Reina Gato. En serio tienes la cara de un gato soñoliento.
El recuerdo de cuánto me había cuidado, y de cuánto seguía cuidándome, lo hacía suficientemente merecedor de mi amor. Ésos fueron mis pensamientos mientras su cercanía me perturbó por completo.
Esta vez mi brazo cruzó detrás de su cuello y le atraje a mí. Se sentía muy diferente a Ren y sin embargo, su aroma a eau de parfum combinado con el fuerte aroma a cereza de los Blackstone aunado a la insistencia con la que de pronto comenzó a besarme, intenso, sondeando mis labios con la lengua y dejándose llevar, me mareó, al grado que literalmente me sentí desfallecer y sólo pude apoyarme en su cuello como si fuese mi única tabla de salvación.
Cerré los ojos. Luego los abrí.
Yasu ni siquiera podía verme, estaba absorto besándome mientras su mano recorría mi costado.
Casi sin aliento, me separé apenas unos segundos y Yasu abrió los ojos.
Con una mirada cargada de no sé qué, Yasu me acarició los labios con las yemas de sus dedos, mientras lo miraba conteniendo la respiración.
- No estoy borracha – Reafirmé – Y quiero acabar lo que ni siquiera empezó aquella noche.
Por toda respuesta, Yasu se levantó y apagó el cigarrillo.
- Los cigarrillos con olores fuertes distraen a quien los fuma del olor de una mujer. Pero me lo has puesto muy difícil, Nana.
La forma en que dijo mi nombre, me obligó a sonreír y lo seguí a la única cama en su departamento: La de él.
Apagué las luces de la sala de estar y a su vez, las luces de Tokyo llenaron por completo el espacio. La brillantez y los colores se reflejaban en el muro, que, Yasu había mandado tapizar con una imagen del puente de San Francisco.
Al llegar a la puerta de su habitación, Yasu se acercó de nueva cuenta a mí y murmuró con sus labios muy cerca de los míos.
- ¿Qué quieres para desayunar? – Lo dijo de forma tan acariciadora, tan dulce, que me obligó a estremecer.
- ¿Qué vas a prepararme, Calvo?
- Lo que quieras – Yasu no parecía un amante dulce.
Y la buena noticia para mí, es que no lo era del todo.
Me tironeó al interior de la habitación, besándome insaciablemente, y cerró la puerta.