Os dejo el último capítulo de mi primera historia. Gracias a todas las que me habéis llegar vuestros comentarios, y a las "guest" animarlas a registrarse en fanfiction para poder así contestar sus reviews.

A ver si os gusta el final. Nos leemos en la próxima.


Con la camisa blanca de Castle apenas abrochada por un par de botones, de pie frente uno de los ventanales del despacho, rodeaba con sus brazos su regazo mientras distraídamente seguía el recorrido de las gotas de lluvia por el cristal. Abstraída volvió a inspirar profundamente queriendo recuperar un poco más de la fragancia de Rick impregnada en la única prenda que vestía.

Apenas había dormido un par de horas cuando se despertó, incómoda, incapaz de moverse atrapada en el abrazo posesivo de su amante. Incluso sus piernas entrelazaba con las suyas. 'No se ha creído que no fuera a huir', se decía con una sonrisa en los labios. -Castle- susurró intentado revolverse entre sus brazos. -Castle-. Nada. -Necesito respirar, Rick-. Tras un quejoso 'ummmm' aliviaba lo suficiente la presión para permitir que Kate se girase y le encarara. Las sombras de la habitación eran incapaces de ocultar el enorme atractivo de su escritor, del que no podía mantener sus manos alejadas ahora que se habían cruzado todas las líneas. Casi sin rozarle recorrió su perfil con el índice, pensando que no podía estar más enamorada de ese hombre. Tras minutos intentando volver a coger el sueño, tiró la toalla. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a revivirlo todo. Volvían a amarse. Demasiadas vueltas a la cama, inquieta, que iban a acabar despertando a su compañero.

Se levantó, recogió del suelo su camisa y poniéndosela se encaminó hacia el despacho. Entre sus libros. Esos que la convirtieron en fan del escritor, que la ayudaron a superar la muerte de su madre y que le dieron la oportunidad de empezar a trabajar juntos. Ahí se sentía arropada, tranquila. Apagó la música que aún sonaba por el loft, y se acercó lentamente a uno de los ventanales. La lluvia empezaba a remitir, a diferencia de sus recuerdos con Rick.

Cogida de su mano, sin prisas, en silencio, se dejaba llevar entre las sombras del despacho ahí donde ambos querían acabar la noche desde que se hizo de día. A los pies de la cama, sin soltarse, recuperaron sus miradas. Intensas. De la mano al brazo, del brazo a su mejilla. La otra en su espalda baja. Acercándola a él, reclamando de nuevo su ya conquistada boca. Deleitándose. Pero era noche de cruzadas y nuevos territorios debían ser invadidos. Tras apartarle un mechón de pelo de la cara, la reclinaba sobre el colchón de la manera más delicada que jamás imaginó fuera posible. Y se volvieron a besar.

Rememorar lo sucedido entre sábanas, volvía a erizarle la piel. Estaba completamente rendida a ese hombre. Durante todo el tiempo que jugaron al gato y al ratón, se imaginó compartiendo besos y caricias con él más veces de las que jamás reconocería. Dicen que en los sueños se suelen idealizar los momentos, pero hacía unas horas la realidad había ridiculizado la mejor de sus fantasías. Rick era pasión y ternura. Un amante atento, preocupado, divertido y muy juguetón.

No tenía ninguna prisa. Castle estaba decidido a llevarla al límite sin apenas tocarla. Dedicándose solícito a su cuello, a su pulso, a su mandíbula, a los lóbulos de las orejas, a sus labios. Y lo consiguió. Cada vez más necesitada, paseaba inquieta sus manos por su espalda, enlazaba los dedos en su cabello, estiraba su camisa fuera del pantalón, invadía su piel, buscaba su boca -Rick...- se le escapaba un gemido suplicante. -¿Qué quieres, Kate? Dímelo-.

Deshacía su abrazo para morderse la uña de su pulgar con expresión de quien sabe haber sido traviesa. Su conexión también funcionaba en la intimidad, porque no le había hecho falta explicarle demasiado para que él supiera exactamente lo que ella le pedía, aunque alguna pista quizás si le dio... Recordaba divertida. Aún notaba sus grandes, cálidas manos recorrer su piel, excitándola.

Sus dedos se colaron por debajo de la camiseta de la inspectora. Decididos, descubrían los otrora prohibidos territorios, marcando a su paso lo que sabía que era ya suyo, acariciándola, deleitándose de la suavidad de su piel, seducido y seduciendo. Llegando por fin al encaje del sujetador, retrocediendo. Desesperándola.

El movimiento de sábanas se hizo hueco entre sus memorias y el leve sonido de la lluvia. Rick. Agudizó el oído, aguantando la respiración para aumentar la concentración, intentando adivinar si seguía dormido o se había despertado. Y si iba a buscarla.

Se despertó sobresaltado, como si su subconsciente le avisara de que algo no estaba bien. Casi al instante imágenes de Kate con él, sobre él, el tacto de su piel, la piel que tenían juntos, los dos siendo uno se le sucedieron sin detenerse. No había sido un sueño. Estiró el brazo automáticamente, buscándola. No estaba. Intentó ordenar sus recuerdos, convenciéndose de que todo había ido bien. Más que bien de hecho. No había sido un sueño, se repetía angustiado, notando el tacto de las sábanas sobre su desnudez. Sin casi moverse, volvió a palpar el frío lado de cama donde suponía debía estar. Kate, Kate, Kate... Se incorporó lentamente hasta quedar sentado, temiendo comprobar que sobre el suelo sólo hubiera su ropa, preparándose para afrontar el mayor de los desengaños. La oscuridad de la estancia poco o nada le aligeró su intranquilidad. Bultos aquí y allá, pero incapaz de apreciar si la ropa era sólo la suya. Retiró el sobre de la cama y apoyó los pies en el suelo. Al lado, unos vaqueros que instintivamente cogió por la cintura. Reconocer esa talla 36 le devolvía el alma al cuerpo. Los dejó con cuidado a los pies de la cama, e intentó restablecer el ritmo de su corazón perdido con sus miedos agarrándose al borde del colchón con ambas manos, cerrando los ojos, inhalando profundamente sin apenas hacer ruido. Recuperado el pulso, fue a buscarla esperando quizás volver a perderlo con ella.

Al llegar a la puerta de su habitación distinguió su figura en claroscuro con la tenue luz de la ciudad que se filtraba por las ventanas. Parecía tranquila. Y estaba tan sexy. Apoyó su hombro en el marco de la puerta. Contemplándola, preguntándose qué estaría pensando, cuál sería la razón de su desvelo, por qué se había ido de su lado en la cama ¿Se habría arrepentido? Creía conocerla bien y no apostaría que no se trataba de eso. Nunca la había visto tan decidida respecto a nada. Qué mujer, se decía. Tenía que ser todo cómo y cuándo quisiera. Le iba a costar dios y ayuda que alguna vez le cediera el total control. Ni tan siquiera entre la intimidad que les proporcionaban esas cuatro paredes, aunque anoche había cedido bastante. Para ser ella.

No hacía falta que le dijera qué quería. Lo sabía de sobras. Hacía años que había aprendido a leer sus movimientos, sus miradas. Y no había sido difícil llevarla al límite besándola, apenas rozando su piel con sus dedos. Provocándola, sugiriendo y frustrando. Sólo un poco más. No era fácil jugar a contenerse con una mujer como ella. Y de repente, sin saber cómo ocurrió, era su espalda la que descansaba sobre el colchón y Kate la que estaba a horcajadas sobre sus caderas. Sin ayudar nada a su entonces muy débil autocontrol, se quitaba la camiseta lanzándola sin preocuparse dónde caía, ofreciéndole la mejor de las vistas. Aun así y en la penumbra, la cicatriz de la discordia captó toda su atención. Respirando entrecortadamente, ambos se permitieron una breve tregua. Rick alargó su mano, apoyándola en su plano vientre, subiéndola sin prisas hasta su herida, cubriéndola casi con devoción. Ella se inclinó despacio, apoyando sus manos en el pecho aún cubierto de su hombre y deslizándolas hasta enredarlas con su cabello tras las orejas. Besándole invasivamente y suplicándole agitada -Tócame-. Y ahí se acabaron los juegos, las contenciones y los autocontroles. Descubrieron su nueva intimidad. No tardó la tela del sujetador en molestarle tanto como el pelo de su musa que aparecía inoportuno ahí donde su boca quería recrearse.

Kate, rodando el globo terráqueo que descansaba sobre una de las estanterías bajo los ventanales, le trajo de vuelta a la realidad y a su intranquilidad. Su salida de la cama en medio de la noche, su quietud...

Se encaminó, desnudo, hacia donde ella le esperaba, abrazándola por detrás. Dándole un tierno beso en el cuello justo ahí donde desde hace poco sabía no le era en absoluto indiferente- ¡Castle! Sabes que me haces cosquillas -intentaba escabullirse entre risas.

-Claro que lo sé. Cierta preciosidad me ha estado explicando muchas cosas esta noche sin abrir la boca. Bueno, sería más correcto decir sin pronunciar palabra...- Beckett le daba una rápida palmada a una de las manos de Castle que aún mantenía el abrazo, reclamando seriedad-¡Oye! ¡Que me has dado! -Los dos se sonrieron con complicidad, ella apoyaba su cabeza bajo la barbilla de su amante.

Arqueando la espalda, echando atrás la cabeza, agarrando con fuerza las sábanas, dirigiéndole la cabeza, sus manos, cerrando los ojos, mordiendo su labio, reclamándole... ¿Quién necesitaba palabras?

Los minutos fueron pasando, sin apenas moverse, Kate acariciando el brazo protector que la rodeaba. Reviviendo su noche perfecta.

Hoy se había hecho devoto de una nueva religión. No iba a cansarse nunca de rendir culto a las largas, interminables piernas desnudas de su musa. No era admiración, ni respecto, como una vez pensó. Eran locura. Besando, lamiendo, mordiendo cada centímetro de ellas. Ascendiendo. Anticipando. Dispuesto a arrancar con los dientes la última pieza de ropa que la separaba de la desnudez -Estoy en clara desventaja, ¿no crees?- sugería Beckett -Estás muy lejos. Ven-. Entre besos y risas, fue deshaciéndose del cinturón y acabó de soltar los botones que hasta entonces le impedían disfrutar libremente de su torso, de sus brazos, de su espalda. Deslizar sus manos dentro del pantalón, acercándola a ella. Cogerse la revancha, besando, lamiendo, mordiendo cada centímetro de su cuerpo. Sintiéndose.

Rick decidió finalmente a romper el silencio, incapaz de ocultar más tiempo su preocupación- ¿Estás bien? -preguntaba tras armarse de valor.

-Mejor que nunca -giró su cara para mirarle a los ojos- Sólo me desperté, empecé a dar vueltas de un lado a otro, no podía volverme a dormir. No quise molestarte -Volvía la vista a la ciudad.

Dedos enlazados. Piel con piel. Mirándose a los ojos. Entre jadeos. Compartiendo espacio. Siendo uno- Me vuelves loco, Kate.

Tras lo que a Castle le pareció un mundo, intensificó su abrazo- Si hubiera algo más me lo contarías, ¿verdad? -Dejaba claro que le había convencido poco, pero no iba a insistir de nuevo. Conocía sus tiempos y si necesitaba más para aclararse, lo tendría. Aunque por dentro se le llevaran los demonios.

Un escueto "claro" daba por finalizada la conversación. De nuevo se instauraba entre ellos el ruido de sus respiraciones pausadas, las caricias y los recuerdos.

Sudados, abrazados, exhaustos, relajados. Ella acariciándole el vello del pecho, él recorriendo con un dedo su columna arriba y abajo, pensativo. -No te creerás que antes de que llegaras me he estado preocupando de que no quedaran arrugas sobre la colcha-, -He sido desconsiderada con tu trabajo, ¿cierto?-, -Mucho-. Le quería con locura. -Pero te perdono porque te quiero-. Se sentía protegida, comprendida, amada. Confiaba en él.

-Pensaba que lo había superado pero no. Estoy aterrada ¿Sabes?- empezaba a explicarle tras varios minutos callados -Tantas dudas, tanto tiempo esperando, haciéndome la dura contigo, el temor de salir herida, negándonos esto... Todo ha sido por el miedo a perderte. Esta noche... No puedo ser más feliz y a la vez pienso que te tengo tan dentro de mí que no podría soportar tu ausencia. No pienses que me puedo arrepentir. No es eso. Es que... Te quiero tanto que duele- tras una breve pausa, continuó -Rick, esto que empezamos... Esto tiene que salir bien-.

Castle le dio la vuelta, subiéndole la barbilla para mirarla a los ojos -Hey, claro que saldrá bien. Me conoces, ¿crees que después de lo que me ha costado llegar a ti, llegar aquí, tirando muros, que seamos capaces de hablar de lo que nos preocupa aquí -le señalaba el corazón- voy a tirar la toalla a la primera de cambio? Kate, hace mucho tiempo que tengo claro lo que quiero. Y eres tú. No dudes de que lo vamos a hacer funcionar-. Era una promesa.

Como bálsamo reparador, tras las palabras de Rick se relajó, apoyándose en su pecho, abrazándole por la espalda. Él le devolvía las atenciones, jugando distraído con su pelo. Aliviándola como siempre de sus temores.

Reconfortada por sus caricias, acunada por el leve vaivén de su pecho al respirar, iba cayendo en los brazos de Morfeo. -¿Te había dicho que te quiero?-, y cerró los ojos.

No se había sentido nunca tan enamorada, tan entregada. Y no iba a poner en peligro eso que tenían por nuevos miedos, por nuevas dudas. Iba a mirar adelante, a ser optimista. Por él. Con él.

-Casi ha dejado de llover- apuntaba Kate.

-Ya sabía yo que debías estar mirando algo tan concentrada- rompía el hielo Castle. -No, no me había fijado. Tengo mis cinco sentidos concentrados en disfrutar de la mujer más extraordinaria que he conocido. ¿Sabe que le queda de miedo mi camisa, señorita Beckett?-. Kate pasó sus brazos por su cuello. -Entonces, sólo para darte el gusto, no me la quitaré- intentaba parecer seria, aguantándose la risa.

-Eres muy mala, inspectora. Aunque si quieres darme gusto...- Kate silenció su grosería con un beso que Castle no tardó en responder, caldeando el momento. -¡Oye, no llevas nada encima!- acariciaba su espalda baja, más que baja concretamente.

-Tus dotes para la observación no dejarán de sorprenderme- sus labios recorrían aplicados su cuello, apartando la camisa sobre sus hombros para tener mejor acceso- Ahora podría quejarme yo de estar en desventaja. Pero como no soy tan quejica como tú, lo acepto e incluso lo disfruto - Kate notaba su risa sobre su piel. -Anda, tonto. Vamos a disfrutar un poco más pero juntos-. Le proponía divertida mientras le daba un cachete juguetón al trasero más provocador, arrancando a correr hacia el dormitorio. Seguida, como siempre, de él.