Bueno, aquí les traigo un fic que gira en torno a la mujer guerrera, la Lady de Rohan: Eowyn. Pero sus personajes principales... bueno, espero que les agrade.

Disclaimers: fic participante del 5#Especial San Valentín, reto del foro El Poney Pisador/ Personajes, lugares y titulos de nobleza pertenecientes a las ideas de Tolkien ® y asociados.

Disfruten!

Queonda.


Recorriendo el valle a esas altas horas de la noche, la vida que iluminaba las calles empedradas ahora era un simple y borroso recuerdo, oculto bajo un manto de oscuridad y silencio. Todos dormían, las velas de las casas permanecían frías y pálidas esa noche de invierno.

Bajo sus pies, la piedra se quebraba fuerte pero suave en el camino. La luna estaba oculta aquella noche, escondida entre nubes negras y desalmadas. Su paso era errático pero calmado, no había apuro alguno, ni peligro inminente que pudiera interrumpirlo. Sólo dejó que sus ojos verdes se acostumbraran a la opaca oscuridad para poder ver todo con más claridad. Su mente se despejaba, y sus ideas dieron paso a las primeras lágrimas que hidrataron su arrugado rostro, como un grito ahogado de tristeza y soledad.

¿Cuándo el tiempo había corrido tan rápido? No se había percatado de que el momento de ella estaba tan cerca. Quizás se había negado a creerlo, quizás lo sabía pero no quería asustarla.

Quizás ya había olvidado el esplendor de su bello rostro en la juventud, o quizás su belleza no se había extinguido y aún seguía allí, sin importar los años que corrieran por su sangre.

Quizás no había notado que sus manos de porcelana se habían vuelto frías, distantes. Quizás sus manos aún seguían cuidándolo y acariciándolo como solían hacerlo, pero su mente ya no le daba la atención que merecían.

Quizás su cabello se había marchitado en tonos plateados, pero quizás sus rizos aún trazaban un camino dorado, proyectando una luz que dejaba atónito a quien posara sus ojos sobre ella.

Quizás ella ya no conservaba la fuerza para levantarse en armas y luchar por sus ideales… o quizás lo hacía desde el hogar, con voz firme y mano dura, para que su hijo siguiera el ejemplo correcto.

O quizás eran sus ojos, claros y siempre expresivos, que habían ocultado su fulgor detrás de una cortina de felicidad para esconder la tristeza del saber que la juventud logró escapar de su ser; o quizás, sólo quizás, había encontrado la felicidad entre sus brazos hacía tiempo, y la maravillosa vida que había llevado junto a él era suficiente para no darle un mísero momento de tristeza.

Quizás su felicidad era una farsa bien montada, pero quizás era tan genuina como el amor que sentía por su primogénito.

Ahora, el príncipe no daba más lugar a los quizás. Se habían esfumado con las respuestas en el viento. Ahora, sólo cerró sus ojos, dejando que una última y ácida lágrima de tristeza escapara de sus párpados húmedos.

Su sonrisa color carmín, dulce y sincera; sus ojos color esmeralda, brillantes y tiernos, siempre con una idea nueva y con una felicidad inmensa que no habían experimentado antes; sus manos firmes, que habían sabido matar al más feroz de los seres en toda la Tierra Media, pero que eran las más cautelosas al momento de curar una herida. Su semblante digno de reyes, su voz clara y sencilla, pero poderosa e indiscreta; la forma en la que se movía y pensaba, rápida y certera; y la forma en que sabía amarlo, con tranquilidad y paciencia, poniendo un empeño especial en cada beso, en cada caricia, en cada noche de pasión.

Ella, perdida, ahora sólo un recuerdo cada vez más lejano.

Ahora, luego de décadas de compañía, Faramir se daba cuenta de lo que era el amor. Había estado tan cegado por él, que ahora no podía concebir vivir sin él.

Volvió a su hogar y se recostó en su lecho, gélido y solitario, cerrando sus ojos por última vez, con el recuerdo del rostro sin vida de la mujer que había amado y perdido. Aún podía sentir cómo sus propias manos la habían acariciado por última vez. Ella estaba tan fría como cuando la había conocido.

Entonces, Eowyn ingresó a la habitación y, tomando asiento a su lado, lo despertó de un beso en cada párpado cerrado. Aún envuelto en su propio asombro, Faramir con inmensa tranquilidad tomó su mano y se levantó pleno en energía, sintiendo que su piel y alma volvían a tener la misma fuerza que habían poseído en las batallas de antaño.

Rodeó con su brazo la pequeña cintura y caminaron por un sendero rodeado de Simbelmynë, siguiendo un atardecer que quizás no tendría fin.


Personaje: Faramir. Palabras: 722. Clase: Amor perdido.