último de las tres viñetas. Espero que les hayan gustado... aunque sea la mayoria. Y me encantaría saber cuál les gustó más. Personalmente, a mí el primero.

Bueno, el disclaimer es el mismo que el 1ro, agradezco por esta ultima y especial viñeta de mi OTP crack a AngelaGiadelli, mi beta y sólo digo que Disfruten del amor malvado!

Queonda.


El caballo resopló sonoramente por el frío helado de esa noche invernal. Había galopado casi sin descanso por días y noches, producto de la rebeldía de una joven por demás pensativa. Sus ataduras fueron amarradas a un árbol, la mujer dulce acarició su hocico entre promesas de un pronto regreso y desapareció entre las puertas de Mundburgo. Sus pasos revelaban su pasado como guerrera, eran certeros y precisos.

Unos largos y desobedientes rizos dorados de su largo cabello escapaban del escondite que la cálida capa para la nieve les otorgaba, cruzando su rostro y tapando su vista en el término de una noche fría de invierno.

Los guardias se limitaron a hacerle una simple reverencia antes de abrirle las puertas de la entrada, sin mediar palabra alguna. En el interior prácticamente vacío hacía aún más frío, ecualizado por el eco de las botas de los marchantes soldados y sonido suave de la ventisca. Las pequeñas gotas de nieve que se filtraban por los ventanales y aterrizaban sobre el suelo brillante. Tal tétrico espectáculo era digno de ser observado pero ella no podía perder el tiempo, tan valioso como había sido desde que había partido de Emyn Arnen con un sólo objetivo, el mismo que la cegaba y que la había impulsado a seguir avanzando hacia lo que podría ser el peor error que hubiese cometido.

La falta de guardianes frente a las puertas de roble que estaba por atravesar era notable y significativo: Undómiel ya había marchado en su pequeña visita al oeste. Reducidas eran las horas restantes antes de que la estrella de la tarde volviese a su reino. Exhaló, haciéndose visible el vapor de agua escapando de sus labios por la gélida temperatura. Con ambas manos y sin dudar, empujó las puertas hasta abrirlas por completo y revelar los aposentos reales, los cuales albergaban una sensación familiar de calidez y comodidad que ella no había podido imaginar.

Un pequeño fuego debajo de una elegante chimenea tallada a mano estaba por extinguirse, sin embargo su luz aún rojiza iluminaba la silueta de un hombre descansando de lado en la tranquilidad de su cama.

Cerró la puerta con un dificultoso silencio y se volteó para apreciar la escena. Desató la capa suave de su cuello, removió las botas de sus helados pies y comenzó a avanzar hacia el hombre reposando en la intimidad de su habitación. Desató el nudo que la mantenía al abrigo de su capa suave y se quitó las botas mojadas ya, liberando los doloridos y congelados pies blancos como la nieve de su tortura. Paso a paso comenzó a avanzar hacia el lecho, sintiendo la piedra fría bajo los dedos. Mientras se acercaba, observaba detenidamente los rasgos fuertes de la espalda masculina, marcada por batallas frívolas.

Tomó la sábana entre sus dedos de porcelana. Retiró el único abrigo del cuerpo del hombre, logrando despertarlo de la manera más sutil. Con las rodillas hincadas ya en el blando y suave lecho se movió para alcanzar al que ahora yacía de espaldas, con los ojos cerrados pero los sentidos alertas. El olfato del hombre no le fallaba, ese olor a flores del valle y rocío de la mañana lo desconcertaban, pero no le resultaban del todo desconocidos. Entonces, el peso del cuerpo delgado de ella recayó sobre él. Al abrir los ojos, notó a la mujer sentada sobre sus caderas, las piernas a cada lado del torso masculino. Ella tomó sus manos y las guió hasta su propio cuerpo, sintiéndose estremecer por el roce con el que había fantaseado innumerables veces. Él, sin embargo, no reaccionó más que para recorrer con sus ojos a la dama, aún sin despertar completamente.

—...Éowyn...— susurró, casi sin fuerzas.

—Te he deseado tanto tiempo, mi rey— le respondió en un murmullo ahogado. Llevó sus manos al rostro de Aragorn, deslizando sus dedos sobre las facciones fuertes del que una vez fue montaraz. El hombre se regocijó bajo las caricias dulces, aun manteniéndose distante. —Eres dueño de mis sueños cada noche, desde que posé mis ojos sobre los tuyos.

Cada palabra pronunciada era cierta, y una daga en el corazón bondadoso de Aragorn a la vez. Éowyn nunca había borrado de su mente al hombre fuerte y protector que la había visto como algo más que una mujer atada al hogar. Aun cuando fue testigo de cómo su amor prohibido quemaba su alma y se escapaba de su vida de la mano de una elfa, las cenizas de las esperanzas que aún albergaba eran difíciles de limpiar. Había esperado ese día desde hacía mucho, mucho tiempo.

—Esto no está bien, y tú lo sabes— mencionó al ver a Éowyn acercar su rostro para sellar sus labios con los propios, cubriendo sus caras entre una cortina rubia de cabellos ondulados.

—Ya no me interesa lo que es correcto y lo que no. Tenemos la libertad de elegir nuestros destinos…—Ella besó cada una de las mejillas con absoluta ternura, luego su frente. Dejó que sus dedos se enredaran entre los cabellos largos del rey, sin dejar de observarlo en completo éxtasis. Sus labios se enrojecieron de sólo ver la boca del hombre de sus sueños. Se acercó para sellar sus fantasías y traspasarlas a la misma realidad.

—Pero nuestros destinos están inevitablemente ligados a las personas que amamos…

Éowyn se detuvo, a sólo centímetros de besar su boca de almizcle. Allí despertó, el pañuelo de la fantasía que cubría sus ojos se había desatado, mostrándole la realidad de su vida actual. Sólo una palabra se dibujó en su mente antes de levantarse en completa vergüenza y decepción: Faramir.

Él era el único que podía mantenerla en la realidad, y lograr que gozara de ella cada día. Recordó sus ojos brillantes, su sonrisa enternecedora y su pura e inigualable lealtad hacia la mujer que amaba. Una solitaria lágrima escapó y cruzó su rostro, mientras volvía a atarse la capa y desaparecía de la vista de Aragorn, esfumándose de Minas Tirith como una tormenta de nieve.


Personaje: Eowyn/Aragorn. Palabras: 999. Tipo: amor no correspondido.