Esta historia es 100% AU sale todo de mi imaginación, está situado en algún momento de la 3° temporada, después del viaje de ambos a Los Ángeles.-
Pero esta historia jamás hubiera visto la luz de no ser por una gran persona, VAL, esta historia es tan tuya como mía, de no ser por tu apoyo incondicional y por tenerme más fe de la que yo misma me tenía hubiese quedado sólo en eso…una idea. De corazón gracias amiga, muchas gracias, es para ti…
-y ¿cómo se llama este tipo?- pregunta cabreado Castle mirando al "nuevo".
-Robert algo… - le contestó Espo' mirando con desconfianza al recién llegado.
-viene de Los Ángeles- agregó Ryan uniéndose al dúo.
-¿Los Ángeles? ¿Y qué viene a hacer al otro lado del país?- dijo Castle.
-señores, les presento a Robert Duncan- se les acercó ceremonioso el capitán Montgomery- se integra a la doce y creo que ustedes son el equipo más capacitado para ayudarlo con su adaptación.
Y así fue como el equipo sumo un nuevo integrante…
Castle bufó resignado -mientras revolvía su café-recordando la llegada de "Duncan" hace ya tres semanas…. Tres largas semanas. No podía mentir, el tipo era agradable, pero tenía un gran defecto que a Castle simplemente le estaba agotando la paciencia: estaba loco por Beckett desde el momento que la vio, y no es que pudiera culparlo por ello, pero…. eso era lo que le faltaba, tener que competir por su musa… no se hallaba capaz, sobre todo después de aquel viaje a Los Ángeles hace poco más de un mes. La sintió cercana, casi diría dispuesta a algo más. Si tan sólo esa noche en el hotel ella hubiese abierto la puerta de su habitación, no dejaba de imaginar lo que hubiera pasado. Pero eso fue allá, en una ciudad al otro lado del país; al volver todo volvió a ser como siempre, como si lo poco que pudieron haber avanzado jamás hubiera pasado.
-ey Castle, un centavo por tus pensamientos- le saludo Beckett entrando en la sala de descanso y comenzando a prepararse un café.
-ey -le saludo serio el escritor.
-Castle, ¿te encuentras bien?, te noto… distraído, ausente…
-si, estoy bien, no te preocupes, ¿algún avance con el caso?- preguntó evadiendo el tema-
-no, todo sigue igual, creo que Robert tenía unos datos que podrían servir –
Kate arrugo el entrecejo al ver la cara de Castle al mencionar a su nuevo compañero, pero prefirió evitar cualquier comentario al respecto.
- Kate, ¿tienes un minuto?, tengo unos datos que quisiera comprobar contigo – les interrumpió Robert con unas carpetas en la mano.
Ambos abandonaron la salita dejando a un Castle cada vez más frustrado y decepcionado.
Un rato después Beckett les llamo a todos desde su escritorio.
-Chicos, creo que tenemos unas pistas, Robert ha encontrado unas direcciones y unas cuentas extrañas, tengan, Espo' ustedes investiguen las cuentas del banco y nosotros iremos a la casa de la hija de la víctima…-
-¿vienes Castle?- le preguntó al ver que se quedaba parado .
-eh, no… creo que acompañaré a los chicos esta vez, quiero estar seguro que no se les escapa nada, tú sabes.- y la dejó parada en su puesto, mirándolo irse sin saber qué decir.
-¿qué pasa contigo Castle?, -se pregunta Beckett mentalmente-si por lo menos me dijeras qué fue lo que hice.
Lleva un par de días así con ella y eso ya empieza a preocuparla. Está así desde que Duncan llegó a la comisaría, para ser más precisos. Bueno, y desde que se dio cuenta de que el tipo babea por ella. Rick no parece estar tomándoselo demasiado bien. Pero no tiene fundamentos su reacción, de verdad que no lo tiene. Después de todo ella y el escritor son sólo amigos ¿o no? Amigos, compañeros, confidentes, sí…pero nada más, al menos no aún. Y, bueno, ¿Robert Duncan? ¿En serio? Si sería más probable que el sol saliera por el oeste a que alguien como el nuevo detective le pudiera robar a Castle las atenciones de su musa. Claro que eso Rick no lo sabe y, evidentemente, ni siquiera lo sospecha. Quizá sería bueno hacer algo a ese respecto, porque si Duncan va a permanecer en la 12ª y el consultor civil persiste en esa actitud, las cosas pueden terminar muy mal, especialmente para ella.
Todo eso lo piensa Kate mientras baja por el elevador en compañía del detective Duncan, quien no deja de contemplarla como si se tratara de un ciego que ve el sol por primera vez. Ella, un tanto incómoda, guarda silencio, intentando con eso marcar de alguna manera las distancias. Si bien siempre resulta halagadora la admiración de un hombre, en este caso lo que la pone es nerviosa. Ella es chica de un solo escritor, aun cuando dicho escritor parezca haber olvidado esa promesa…Y aunque, por ahora, no tenga la menor idea de cómo va a recordárselo antes de que sea demasiado tarde.
Por su parte, en alguna congestionada calle de Manhattan y a bordo del coche que comparten Ryan y Esposito, un Richard Castle de rostro sombrío viaja perdido en sus pensamientos, sin que sus compañeros se atrevan siquiera a intentar sacarlo de sus cavilaciones. Para Kevin y Javier queda más que claro el motivo del humor de su amigo, por lo que ni en broma tocan el tema de Robert Duncan y su aparente fascinación por Katherine Beckett.
Los ojos de cielo del escritor hoy están nublados por pensamientos crueles con lo que se auto inflige dolor, miedo, celos y una poco saludable dosis de enfado de la que no puede salir nada bueno. La eterna pregunta se cierne sobre su mente: ¿Por qué cualquier hombre tiene más suerte que él cuando se trata de Katherine Beckett? Considera que ha sido paciente –quizá demasiado- con ella; ha sabido callarse y hacerse a un lado cuando ve a otro junto a ella, esperando sólo que la haga feliz y que Kate acabe dándose cuenta algún día que el amor verdadero, ese del que huye como de la peste, está justo en frente; que deje de huir, de esconderse y lo vea a él como lo que es…como al hombre al que ama y que la ama hasta la locura, porque ¿lo ama verdad?. Sin embargo, su paciencia parece no tener recompensa. Ha visto desfilar a Demming, a Sorenson…y ahora se suma otro más a la fila de pretendientes. Pero el problema es que a éste lo va a tener que aguantar ahí, junto a ella, acompañándola todo el santo día sin que pueda hacerse nada para evitarlo. Y ¿qué se supone que va a hacer él? ¿Seguirlos como perrito faldero sólo para tener que soportar las miradas de corderito que le lanza incesantemente el imbécil ése a Kate?…su Kate; porque, le duela a quien le duela, no puede dejar de quererla suya, de anhelarla y ansiarla a pesar de lo distante e inalcanzable que parece estar siempre. No, de ninguna manera está dispuesto a quedarse ahí y ser testigo –por enésima ocasión- de cómo cualquier otro logra lo que a él le está vedado. Tal vez lo mejor sea…renunciar…de una vez y para siempre.
ojalá les haya gustado, espero me hagan saber sus opiniones... gracias por leer...