CAPÍTULO 18
HECATOMBE
El ascensor se abre pero es inmediatamente invadido por el humo; el calor sofocante llega a su cara haciendo que cierre sus ojos. Edward se pone la máscara protectora, trae otra en la mano para ella; no pensó que el fuego fuera tan denso. Esta zona no es manipulada por Jaz así que tiene que activar el extintor manualmente; es de esas áreas que se son más rústicas y abandonadas. De hecho, si no fuera porque gracias a ella se recicla el aire en el edificio, él no se preocuparía de su existencia. Piensa en el nivel de contaminación del aire por un momento, pronto se le olvida cuando recuerda que Bela está atrapada ahí dentro.
No se ve nada, por el humo le es imposible encontrar la zona.
—¿Jaz? ¿Dónde está el extinguidor manual?
—Justo en la puerta de criogenia—responde la inteligencia artificial en forma dubitativa.
Cada vez suena más humano, piensa Edward.
Ya con la máscara puesta trata de recorrer la zona siguiendo las luces titilantes que llevan a la sala de criogenia, según su memoria; hace años que no bajaba ahí. Después de unos torpes pasos y tocar paredes para guiarse, llega a la zona deseada. Puede ver el extintor emitiendo una luz blanca que sigue hasta que está su palma sobre el lector biométrico. El mecanismo anti-incendio se activa y una espuma blanca cae a borbotones por el techo amainando el fuego incipiente. La puerta a la sala de criogenia se abre automáticamente una vez que se ha detenido todo elemento amenazante; estos lugares están hechos para contener, no para proteger, nunca debe de olvidársele.
Entra corriendo buscándola, la encuentra desmayada en el suelo.
—¿Bela?—le toca la cara para revisar si está respirando.
La chica respira pero su nariz está ahumada, ha aspirado humo dañino. Le pone la máscara para que filtre el aire que entra a sus pulmones. Subsecuentemente nota la puerta abierta de la cámara de criogenia donde debería estar B4LA. No tiene tiempo para buscarla. Sabe que debe apresurarse, así que pone a Bela sobre su hombro, necesita manos libres para abrirse camino. Camina rápidamente hasta el ascensor. Dentro siente que el peligro no ha pasado, no hasta saber que ella esté bien.
Ya en su laboratorio, justo a unos metros donde ella nació, Edward la pone en la cápsula hiperbárica, diseñada para identificar daños. Ahora en mejor luz puede ver que ella tiene una ligera herida en la cabeza, probablemente ocasionada por golpearse con la cápsula al desmayarse. La alarma lo sorprende, el ordenador indica una contundente contaminación por humo tóxico.
Su mente no sabe dónde enfocarse. Mira a Bela, se le ocurre que tal vez se desmayó de la impresión de ver a su clon, o tal vez fue el clon quien la atacó. Después de todo B4LA está libre por la planta 17… tal vez… tal vez—piensa con terror—por el resto del edificio.
Trata de priorizar la situación, con Bela sana y salva ahora debe enfocarse en contener el daño con B4LA y la fuga de oxígeno; la chica —si sigue con vida—, no puede durar mucho ahí sola. Ahora que el incendio está apagado, el sistema de seguridad automático no la dejará salir; para bien o mal, el espécimen sigue atrapado.
Se le ocurre revisar las cámaras de seguridad, ver si la puede localizar. Camina hacia los monitores y se enfoca en la pantalla del piso 17. No se ve nada más que la destrucción que ha ocasionado el incendio.
—Jaz, análisis de daños.
—Reducción de oxígeno un 34%, contaminación inminente en veinte minutos si la fuga no es reparada en las planta 16.
El fuego en la planta 17 ha deteriorado los conductos de ventilación hacia el piso 16 que se conecta con el exterior, donde se filtra el aire.
Edward sabe lo serio que es esto, pero aún así echa una mirada a Bela, que ahora se encuentra inconsciente, pero fuera de peligro.
Tiene una decisión que tomar: ir a reparar el daño causado y volver a la normalidad, o quedarse atrapado en el piso setenta con una reducción de oxígeno y posible contaminación. La decisión es fácil aparentemente, pero el riesgo de bajar, para él, es inmenso. El piso 16 es peligroso, lo sabe de primera mano. Un paso en falso y corres el peligro de contaminación.
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Se ha puesto el traje para bajar, no escatima en seguridad. Siente el sudor culminante en su frente y una gota que recorre su espalda. Nunca se le hará familiar usar este tipo de trajes protectores, son aparatosos e intimidantes, una persona como él debería estar acostumbrado. Mientras baja por el ascensor a la planta 16, piensa que esto es lo más bajo que ha estado, literal, hace años que no está en plantas inferiores.
La última vez que estuvo en la primera planta le parece como un sueño. Alice presiona un botón y de pronto quedan encerrados. El edifico ya está vacío de personal no esencial. Quedan Alice, Rose, Emmett, Alice y él. Los cinco últimos, los cinco valientes. No durarían mucho unidos, no durarían mucho sin pánico y peleas.
Recuerda a Rose mirar por la ventana con lágrimas en sus ojos «extraño estar ahí, extraño extrañar el caos de la ciudad»
Edward sabe bien porqué recuerda a Rose en estos momentos, lo tiene presente mucho más que su propia tragedia. Si bien Emmett y Rose nunca estuvieron oficialmente juntos, era obvio el cariño que se sentían. Perder a Rose fue el inicio del fin porque fue cuando Emmett perdió el control; el líder, el que tenía todo resuelto siempre.
Al fin se abre la puerta de la planta 16, las luces se encienden automáticamente, su respiración es agitada al mismo tiempo que su vista se nubla por el humo que entra desde arriba. Quiere caminar más rápido pero el peso del traje lo detiene. Debe de subir por el tubo de ventilación y sellarlo con un líquido polimérico que trae en la pistola en su mano. El lugar es parecido al piso 17, excepto que se ve mucho más sucio, pero la estructura es la misma. A su vez, el cuarto de criogenia no existe, en vez de eso es sólo un laboratorio común.
Antes, cuando este edificio era la culminación de la ciencia humana, este lugar era lo equivalente al cuarto de mantenimiento. Posteriormente se hizo el cuarto que sin él no podría existir vida en el edificio. Paralelamente, el piso 16 causa miedo y respeto. Fuente de vida y muerte.
Edward encuentra la ventanilla de ventilación que está en un costado a una altura donde necesitaría algo para auparse. Identifica un taburete de designación «ofinista», de esos que son de plástico barato y manufactura en serie, espera que soporte su peso, es lo único que hay.
Escala hasta la ventanilla con cuidado y se mete en el angosto sistema de ventilación. Utiliza su mano para accionar la lámpara externa del traje que se encuentra en la sección de la cabeza. Se siente claustrofóbico, el humo no ayuda, entre más avanza menos puede ver, hasta que llega a un punto en que no sabe si algún día llegará al final de la ventilación. Al fin siente una pequeña ráfaga de aire, es la apertura que ha causado el fuego, ve el humo mezclarse con aire puro del exterior. Por un momento imagina quitarse el traje y sentir la brisa en su cara. Se detiene y admira la pequeña ventanilla. No obstante, se desliza un poco más hasta que está frente al boquete. Desde aquí puede ver la ciudad, traga saliva, no quiere pensar en eso, ahora no. El boquete está por arriba, así que se pone boca abajo forcejeando y levanta la pistola. Su trabajo es metódico asegurándose que la filtración no haya causado más daño pero la apertura tiene rasgaduras causadas por el fuego que han dejado el contorno afilado y frágil. Después de un tiempo considerable, Edward termina su trabajo.
El regreso es igual de terrible, el calor es insufrible. Al fin, llega al final de la ventilación y baja con un salto hasta el escritorio en cuestión. Ha soportado más de lo que pensaba. Se queda sentado, cansado, recobrando el aliento, pensando en lo que sigue.
Luego, ese momento, el que no olvidará nunca, mira su mano, el guante está roto.