¡Hola! Mmmm… no me matéis XD Abandoné este fanfic hace ya años y dejé de escribir, pero ahora quería empezar a escribir de nuevo y me dio la nostalgia de esta historia, así que quise escribir un capítulo extra (un capítulo y nada más XD) para quitarme el gusanillo. No sé ni siquiera si me recordaréis, la verdad, ¡pero yo subo el capítulo y ya!
Hace años que no miro esta historia, así que puede que haya inconsistencias y tal o que no concuerde del todo con lo que pasó. Además, se mencionan cosas que no llegué a incluir en el fanfic en su momento pero que planeaba hacerlo en el futuro.
Resulta que no era mi intención que este capítulo extra estuviera centrado en Nalu, pero mira, que me ha salido así XD
En fin… ¡espero que os guste!
Cada vez que cerraba los ojos, Lucy no podía evitar volver a aquella isla.
Luz cálida, temperatura tropical, el sonido de las olas rompiendo en la playa, los animales del bosque siguiendo con su vida en la distancia.
Cada vez que su mente y su cuerpo se rendían al sueño, no podía evitar recordar.
Una brisa salina mecía los cocoteros, que se alzaban hacia el cielo azul, majestuosos, orgullosos. El Sol del mediodía repartía sus rayos con fuerza y sin piedad.
Aunque ella no fuera consciente de ello, su rostro formaba una mueca y fruncía el ceño, reviviendo esos momentos iniciales, cuando no conocía a nadie y pensaba que todo estaba perdido. Que todo lo había perdido.
Pero esta vista espléndida era nublada por un humo oscuro, semejante a los nubarrones que presagian una gran tormenta.
Un gran avión, antes perteneciente a una prestigiosa aerolínea de millones de dólares, lo emitía, yaciendo destrozado sobre el suelo marino no muy lejos de la playa, sobresaliendo del agua como el típico barco naufragado de las historias de piratas y sirenas. En su interior, pensó Lucy, aún se encontraban los cuerpos inertes de la mayoría de pasajeros que habían ocupado de forma ordenada los asientos de aquel avión. ¿Habían tenido una muerte rápida e indolora? Ella esperaba que así hubiera sido, aunque no podía saberlo, ya que había caído inconsciente rápidamente y se había despertado después de que otros la rescataran del avión y la llevaran a la arena.
Lo recordaba, el momento en el que abrió los ojos tras el accidente. El Sol le había cegado la vista momentáneamente, y lo único que había podido distinguir era la borrosa silueta de un chico de pelo rosa inclinado sobre ella. Natsu, pensaba Lucy con una sonrisa exasperada. Preocupándose por ella desde el principio.
Era increíble cómo de unidos habían estado siempre, incluso si sus personalidades en un principio parecieran muy distintas e incluso incompatibles. Pero eran más parecidos de lo que uno pensaría en un principio. Alegres, amables, listos para una nueva aventura. Para ella, él era el sol, el día, esa brisa fresca que alivia tanto en los días calurosos de verano. Lucy sabía que, para él, ella significaba lo mismo.
Era en esos momentos cuando se daba la vuelta en la cama y observaba con cariño la cara tranquila de su marido, sumido en un profundo sueño. Era increíble lo tranquilo que podía parecer cuando no estaba despierto, cuando no parecía estar hecho de energía y de ganas de comerse el mundo.
Lucy sonreía y se acurrucaba más cerca de él, relajándose de nuevo. En esos momentos, cerraba los ojos y se dejaba llevar por los senderos por donde le guiaba su mente.
Cuando se despertó, la luz cegadora del Sol la obligó a cerrar los ojos inmediatamente, hasta que pudo volver a abrirlos mientras parpadeaba una y otra vez con confusión. Le dolía terriblemente la cabeza y sentía el cuerpo muy pesado, además de un escozor ardiente en la pierna derecha. Cuando, más o menos, concentrar un poco la vista, un chico de grandes ojos verdes la miraba desde arriba con curiosidad y preocupación.
-Oye, ¿estás bien? Te desmayaste nada más caímos al mar –su voz era cálida, recordándole a un día de verano.
-¿C-caímos? ¿D-de qué hablas? ¿¡Quién eres tú y dónde estamos!? –a pesar de que no pudo evitar apreciar lo bonita que era la voz de aquel desconocido, sentía que el hecho de haber despertado en un lugar totalmente desconocido junto a un hombre también totalmente desconocido era algo que merecía toda su atención. Mientras, el chico de pelo rosa abría mucho más los ojos, comprendiendo que la chica rara que se acababa de despertar no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
-No te preocupes, te lo voy a explicar todo ahora mismo, pero antes… ¿Cómo te llamas?
-M-me llamo Lucy –dijo ella con un hilo de voz. Realmente odiaba no saber nada de lo que ocurría.
-¿Luigi? Qué nombre más raro para una chica, ¿no?
-¡Es Lucy! –no pudo evitar ruborizarse, por alguna razón, mientras el chico hacía un sonido de comprensión y le ofrecía una gran sonrisa que le mostraba todos sus dientes. Aunque no lo sabía aquella era una sonrisa que se acostumbraría a ver a menudo a partir de aquel primer momento.
-¡Ah, Lucy! Sí, eso tiene más sentido. ¡Mi nombre es Natsu!
Ese momento en el que había conocido a Natsu había sido, indudablemente, el momento en el que su vida había cambiado para siempre. Y no, no era solo por haber conocido al amor de su vida (aunque eso ciertamente fue parte de la razón), sino porque fue así como comenzó su nueva vida, y el inicio de una nueva etapa que marcaría para siempre sus acciones, sus relaciones con la gente, su forma de ver la vida y a ella misma en general.
Su tiempo en la isla estuvo lleno de momentos buenos, de amistad y de amor, de cooperación entre sus nuevos compañeros y de aprender a vivir la vida de una forma completamente distinta. Sin embargo, también estuvo lleno de horrores y pesadillas. Todas las peleas, los peligros, los momentos de incertidumbre y el sentimiento de no saber si llegarás vivo al amanecer del día siguiente… Había sido en la isla donde había visto morir por primera vez a alguien, y la segunda, y la tercera…
Sí, la vida en la isla no era fácil. Esas pesadillas que aún la golpeaban como una bofetada eran un recordatorio de ello. Ahora, ella solo podía esperar que aquellos que no habían podido volver a sus casas tras el accidente estuvieran en paz, donde quiera que estén.
Ella lloró desconsoladamente mientras sujetaba entre sus brazos a Charlie, a quien habían encontrado viviendo en el bosque de aquella isla desierta. Su cuerpo sin vida, frío y sangrante, era lo único que quedaba de aquel hombre extraño perseguido por sus propios demonios de su pasado. Hacía unos momentos se encontraba bien, respirando y en una pieza, pero apenas en un momento sus ojos habían perdido todo indicio de vida. No quedaba ni rastro de lo que una vez fue.
Como solamente Lucy había presenciado su muerte, había sido ella la que había llevado su cuerpo en brazos durante todo el camino desde el bosque hasta el campamento en la playa. El trayecto le pareció que había durado una eternidad. Horas después, cuando llegó por fin a su destino, toda su ropa y sus brazos estaban cubiertos de sangre seca, y sus ojos ya no eran capaces de producir más lágrimas.
Le dieron a Charlie el funeral apropiado, colocando sobre el lugar donde le enterraron un trozo de madera con su nombre grabado. No era nada extravagante, ni siquiera objetivamente decente, pero por la situación en la que se encontraban no podían permitirse nada más elaborado. Aun así, los supervivientes del vuelo C-108 le presentaron sus respetos como si se encontraran en un cementerio de una ciudad cualquiera, y no en una isla desierta en medio del océano Pacífico. Aquella había sido la primera vez que la muerte se había presentado tan cerca de Lucy. Más situaciones como esa acontecerían, pero eso no lo hizo más fácil de sobrellevar.
Lucy se arrodilló en la arena junto a los cuerpos tendidos de sus amigos. No estaban muertos, pero ella ya estaba cerca de perder la esperanza, ya que ni siquiera se sabía por qué habían enfermado. Además, con el médico del grupo también enfermo… Solamente quedaba Wendy con suficiente conocimiento como para cuidar de ellos. No dudaba realmente de sus capacidades, pero sabía que el grupo cargaba demasiado peso en sus pequeños hombros al encargarle una responsabilidad tan grande. Tan solo era una niña, al fin y al cabo.
Lucy salió abruptamente de sus oscuros pensamientos cuando Natsu murmuró algo incomprensible en mitad de un sueño agitado. Ella, sintiendo una gran opresión en el pecho, le apartó el pelo de su frente cubierta de sudor por la fiebre. El chico se había convertido en alguien increíblemente especial para ella y, si él perecía… No, no quería ni pensar en ello.
Al final, Wendy, con ayuda de Gajeel, había conseguido encontrar el motivo de la epidemia y una forma de contrarrestarla, resultando en la recuperación casi milagrosa de sus amigos enfermos. Poco a poco, aquellos que habían permanecido casi moribundos se fueron despertando y fueron mejorando hasta volver a la extraña normalidad de la vida en la isla.
Cuando Natsu por fin despertó, Lucy no pudo evitar abalanzarse sobre él, ríos de lágrimas cayendo por sus mejillas sonrosadas. El chico parpadeó, confundido, ya que acababa de abrir los ojos y aún no había logrado ubicarse del todo.
-¿Luce…? ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras? –tras una pausa, abrió mucho los ojos, aparentemente más despierto -¿Quién te ha hecho llorar? ¡Le daré un gran puñetazo por atreverse a hacerte daño!
Ella solamente pudo reír entre los sollozos que se escapaban de su boca, mientras le agarraba aún más fuerte y enterraba el rostro en su pecho, como si temiera que fuera a desaparecer si le soltaba. Cuando alzó la vista para mirarle a los ojos, se calmó y le sonrió dulcemente mientras posaba una mano en su mejilla.
-Has sido tú, idiota. ¿Cómo te atreves a enfermar de esa manera y casi dejarme sola en esta isla? –sus palabras le regañaban, pero su voz suave y llena de cariño dejaba claro lo que estaba pensando realmente.
"Gracias a Dios que estás bien. Por favor, quédate conmigo por siempre y no me dejes nunca"
Él sonrió de esa manera brillante que provocaba que su corazón saltara dentro de su pecho y le devolvió el abrazo con determinación.
-¡Pues claro que no! ¡Nunca te dejaría sola, Luce! –todo en Lucy era cálido en ese momento, y las mariposas en su estómago luchaban por hacer que su corazón explotara. Quería gritar, quería decirle lo frustrada y triste y feliz y eufórica y preocupada y viva que se sentía en aquel momento, pero solo pudo llorar más fuerte y aferrarse a él de nuevo, fundiéndose en su calidez casi con desesperación –Te lo prometo –apenas pudo entender el susurro de Natsu debido a sus lloriqueos, pero la llenaron con la seguridad de que él cumpliría su palabra. Ella asintió y respondió con otro tembloroso "Te lo prometo" como respuesta.
Aun después de años, Natsu no la había abandonado ni la había dejado de lado. Y ella había hecho lo mismo. Aunque esa promesa entre ellos se realizara oficialmente el día en el que se casaron, esta ya había sido sellada mucho antes, en la playa, tendidos sobre la arena de aquella isla desierta.
Después de ese día, hubo miles de veces en las que Lucy podría haber seguido sus impulsos y haber besado a Natsu, pero no lo hizo. Tantas oportunidades perfectas perdidas, pensaba ahora mientras miraba el techo de su habitación. Pero no importaba, porque la vez que no desperdició su oportunidad fue la primera de muchas.
No podía creerlo. No podía creerlo. No podía ser verdad. ¿Estaba soñando y en realidad no iban a rescatarlos? ¿Después de tantos meses atrapados en esa isla desierta? ¿Cómo era posible? ¿De verdad la pesadilla iba a terminar por fin?
Lucy quería llorar. No quería hacerse ilusiones falsas, pero el desbordante ruido de los helicópteros en el cielo le decía que sí, aquello estaba ocurriendo de verdad. No era un sueño. El sonido de las aspas girando muy por encima de sus cabezas la hizo sentir como si acabara de romper una gran cristalera, que la separaba entre su mundo, el de la isla, y el resto, el mundo real.
Cerró los ojos por un momento y se imaginó que volvía a ver a sus seres queridos. Ellos sonreían y saludaban con la mano o mantenían los brazos abiertos, invitándola a un abrazo. Lucy no deseaba más que correr hacia ellos y fundirse en su cariño. Pero aún no podría ser. Tenía que esperar y ser paciente. Los volvería a ver, sí, pero aún no.
Volvió a abrir los ojos y fue entonces cuando la verdad la golpeó como si le hubieran sacado todo el aire de sus pulmones.
Iba a volver a casa.
La realidad de su situación ya no parecía un sueño, y no supo cuándo empezó a sollozar hasta que Natsu se acercó corriendo hasta ella para levantarla en brazos y dar varias vueltas de la emoción.
-¡Nos vamos a casa, Luce! ¡Nos vamos a casa! –él reía y brillaba como nunca antes le había visto, y Lucy no pudo evitar reír a través de las lágrimas mientras Natsu se daba cuenta de que estaba llorando -¿Luce? ¿Por qué lloras? ¿Qué ocurre? –ahora tenía una mirada de preocupación y Lucy solo quería que volviese su expresión de antes.
Así que ella solo rió. Las carcajadas brotaron de su garganta como si las hubiera estado conteniendo durante años. Rió y rió y rió mientras colocaba sus brazos alrededor del cuello de su mejor amigo, mientras él aún la sujetaba a estilo princesa.
Y él, superada la sorpresa y la confusión inicial, rió con ella, de vuelva a ser ese Natsu brillante y lleno de energía que a ella tanto le gustaba.
Y no lo pensó. Ni siquiera le dio tiempo a que el pensamiento se formara del todo en su cabeza. Solo se acercó un poco más (solo un poco más) y juntó sus labios con los de él. Eran cálidos, tal y como se lo había imaginado, y pudo sentir cómo Natsu quedaba congelado por un momento antes de corresponderla con entusiasmo.
La felicidad llenaba su pecho y todo su cuerpo, como si estuviera mezclada con la sangre que corría por sus venas. Le daba la sensación de que iba a explotar de la alegría, y no pudo evitar sonreír durante el beso (dios mío, ¡el beso!). Él también sonreía, podía sentirlo. Parecía que una puerta se había abierto para ellos y todo estaba claro.
Se separaron por un momento para mirarse a los ojos. Lucy sintió cómo su sonrisa se ensanchaba mientras miraba los ojos de Natsu. Brillaban. Y tenía la certeza de que los suyos brillaban también.
Cada vez que recordaba su vida en aquella isla, no podía evitar los malos recuerdos, pero también los buenos. Habían pasado muchas cosas durante aquellos meses que vivieron aislados del resto del mundo, lo que les ayudó a madurar y a crecer como personas.
Aunque pasaran años y años después de que los rescataran, tenía la certeza de que ninguno de los supervivientes del vuelo C-108 olvidaría jamás aquella isla, ni los recuerdos que tenían de esta. Eso era, simplemente, algo inconcedible.
Lucy sonrió y volvió a darse la vuelta en la cama. Cerró los ojos y, sintiéndose tranquila de nuevo, se quedó dormida.
¡Espero que os haya gustado este último capítulo de C-108! Tengo un fanfic más a medio hacer, pero me parece que después comenzaré a escribir en inglés. ¡Podréis encontrarme aquí y en Ao3!
Si os ha gustado, comentad qué os ha parecido. ¡Os he echado de menos!
¡Chao!