¿Estas satisfecho con tu cuidado?
Capítulo 3
Abrir los ojos nunca había sido tan difícil. Al menos no para Hiro. Usualmente lo hacía con rapidez, para poder irse de los hoteles lo antes posible o simplemente para salir de casa sin tener que tardarse tanto en su rutina matutina diaria. Pero hoy no tenía tanta prisa como antes. No había clientes de los cuales escapar, y como siempre, no había papás que se preocuparan lo suficiente como para despedirse antes de partir al trabajo.
Podía escucharlos. Su departamento tenía paredes delgadas y se encontraba en el noveno piso. Se les había hecho tarde, seguramente. El sol ya estaba alto en el cielo y aún podía distinguir los tacones de su mamá, atravesando la sala en busca de sus llaves, y el sonido que hacia el traje de su papá cuando se ponía el saco. No duró mucho tiempo, después de unos segundos la puerta de la entrada se cerró con un fuerte portazo y el joven dejó escapar un suspiro de alivio. Le gustaba estar solo en casa.
Pero cuando Hiro finalmente se quitó las cobijas de encima y se apoyó en su brazo para levantarse, un dolor agudo recorrió el lado izquierdo de su cuerpo. Dejándose caer nuevamente sobre su cama, Hiro gritó un par de obscenidades y los eventos de la noche anterior atacaron su cabeza.
La pelea, la huida, la sangre… y el loco. El loco que resultó ser no solo un depravado sexual, sino un estudiante de SFIT, ¡un estudiante que tenía su propio laboratorio! Dios, solo los más nerds conseguían uno de esos. Hiro estaría mintiendo si dijera que nunca había querido no igual. Era su fantasía recurrente.
"Ah, me quiero morir." Murmuró el niño, esta vez tomando sus precauciones para salir de la cama sin apoyarse en su brazo herido. ¡Lo peor fue dejar que el loco le curara la cortada! ¿A quién se le ocurría?
"Mi nombre es Tadashi" Dijo el estudiante, mientras guiaba a Hiro por la escuela. Las enormes paredes, los posters de concursos cercanos, el olor a metal. Hiro la conocía muy bien. Había estado en la escuela más veces de las que le gustaba admitir. Al menos en las zonas en las que le permitían estar a los visitantes.
El loco, Tadashi, le sonreía tímidamente. Y Hiro se preguntó si era mejor idea dejar que sus papás le dieran la regañada de su vida a dejar que un desconocido lo llevara por los oscuros corredores de una universidad vacía.
Me van a violar. Pensó Hiro amargamente, pero sin sentir el peso completo de su declaración. Había estado en situaciones peores, y siempre salía victorioso. Ser una prostituta en San Fransokyo no era trabajo fácil, y Hiro había recibido uno que otro consejo que le había ayudado a superar sus primeros días como un servidor sexual. Si algo pasaba al menos aquí había cámaras que grabaran el suceso.
"Mi laboratorio está en el 3er piso. Usaremos el elevador, ¿de acuerdo?" Preguntó el estudiante. Hiro resistió las ganas de bufar. El joven se veía ridículo. Sonreía, sí, pero se podía oler el nerviosismo que emitía a metros de distancia, y la forma en la que meneaba su cuerpo era desesperante. Hiro quería gritarle que se estuviera quieto. Al menos tenía la decencia suficiente para informarle de su destino, y era honesto. En su última visita guiada los habían llevado a los laboratorios personales. Quizás no me viole después de todo… o quizás lo haga en su laboratorio. Hiro tragó saliva. Eran solo 3 pisos, pero el camino hacia allá duró una eternidad.
El lugar era pequeño, después de todo. Hiro no había tenido la oportunidad de verlos por dentro. Pese a que se trataba del espacio de un joven ingeniero estaba terriblemente ordenado. El adolescente ocultó una sonrisa, si este lugar fuese suyo estaría divinamente de cabeza, y pondría uno que otro poster en la pared. Y quitaría esa horrible lámpara del escritorio. Y movería esa cosa blanca que tapaba la vista.
"Baymax, traje a tu paciente." Dijo el loco, y la cosa blanca (¡Un robot!) dio la vuelta. Se movía torpemente, pero con seguridad. No respondió. Sus ojos negros fijos en su pequeña figura.
Hiro se mordió el labio y apretó con fuerza su hombro lastimado. No sabía qué hacer. Nadie dijo nada por unos cuantos segundos, y el niño se preguntó nuevamente que demonios estaba haciendo. Podría estar en casa, en este preciso momento, curándose él solo. Finalmente el robot, Baymax, dio unos pasos hacia él, y Hiro entrecerró los ojos, observando atentamente a la máquina. ¿Estaba hecho de vinil? Un material poco usual.
"Escaneo completo." Dijo el robot súbitamente, su voz era suave y sorprendentemente humana. Las palabras fluían libremente por el procesador. Hiro resistió las ganas de preguntarle al loco que circuitos había utilizado para darle tanta naturalidad. "Tienes una lesión leve en tu brazo derecho. Requiere desinfectarse, de lo contrario podrías contraer una infección."
Obviamente. Pensó Hiro, ligeramente decepcionado por el evidente análisis.
"Proseguiremos con cerrar la herida." Continuó el robot. Y Hiro apretó los dientes. ¿Cerrar la herida? Solo había aceptado subir si se trataba de desinfectar el brazo. Rápido. Pero… demonios, quería ver funcionar a ese robot. ¿Cómo podría un globo de aire usar una aguja sin poncharse a sí mismo? Y además estaba el loco… el loco que observaba a la máquina como si fuera su bebé o algo parecido. Y lo era. Mi robot te curará. Él lo había creado. Vaya…
"Baymax es excelente cerrando heridas como la tuya." Intervino el estudiante. Seguía ligeramente encorvado y sus ojos lo miraban con cautela. "Si nos das permiso de curarte no tendrías porqué ir al hospital. Él ha estado haciendo unas cuantas prácticas en urgencias. Estás en buenas manos."
Hiro dejó escapar un suspiro. Esto era injusto. Su brazo le dolía, mucho, solo quería ir a casa, pero no podía dejarse tocar con tanta facilidad. Algo curiosamente… irónico. "¿Tu lo construiste?" Preguntó el niño, solo para asegurarse de tener la respuesta correcta.
"Así es." Respondió el lunático.
"¿Trabaja en hospitales? ¿Qué clase de robot es?"
El universitario inhaló fuertemente, apretó los labios y sus ojos se abrieron como platos. "¿Qué te parece si te curamos primero?" Preguntó, y Hiro se sorprendió un poco ante la urgencia del tono. "No quiero espantarte, pero sigues perdiendo algo de sangre y no creo que sea higiénico detenerla con tu mano."
Y todo ocurrió demasiado rápido después de eso. Había aceptado, como sabía que lo haría. Baymax resultó ser terriblemente eficiente. Sus manos produjeron las sustancias necesarias para desinfectar la herida, que afortunadamente, según el loco, no era profunda. Las puntadas fueron otra cosa. Baymax insistía en darle una píldora que lo ayudaría con el dolor, además del suave sedante ya aplicado en el hombro, durante el procedimiento. Pero al ser una prostituta, Hiro sabía que aceptar pastillas de extraños simplemente no era una buena idea. Así que cuando la aguja, que había salido de un regordete dedo, atravesó su piel, Hiro dejó escapar un colorido vocabulario de insultos que hicieron que el universitario se sonrojara un poco.
El joven intentó distraerlo, le preguntaba cosas. Cosas verdaderamente estúpidas. ¿A quién le importaba desde cuando asistía a las peleas robóticas? ¡Un maldito robot lo estaba cociendo! Casi se sintió mal cuando le gritó que se callara. Casi.
Afortunadamente, el tormento terminó y la adrenalina abandonó el cuerpo del niño tan rápido como había llegado. Su brazo estaba sensible y vendado, sus ojos le resultaron pesados. Y de pronto no le interesaba mucho la universidad ni el robot que lo acababa de curar.
"¿Necesitas que te lleven a tu casa?" Preguntó el loco, acercándose con cautela.
"No." Respondió inmediatamente Hiro. El joven tomó aire discretamente, esperando que sus sentidos se agudizaran una vez más. Ya era suficiente.
"Al menos déjame pedirte un taxi o-" Insistió Tadashi, sus brazos extendiéndose hacia el niño.
"¡Estoy bien!" Gritó Hiro, alejándose unos cuantos pasos. "Agradezco tu ayuda, pero puedo regresar solo a casa." Solo era una cortada en el brazo. No importaba cuantas buenas intenciones el loco pudiera tener, ya había hecho más que suficiente. No sería inteligente involucrarse con un tipo que estaba demasiado ansioso en ayudarle.
El universitario se quedó en silencio, era obvio que quería protestar, pero asintió después de unos momentos. "De acuerdo, está bien." Murmuró, resignado.
Hiro entrecerró los ojos, comprobó que Megabot estuviera aún dentro de su sudadera. Quería irse, podía escuchar a su cama llamándole, pero sus pies se negaron a moverse. Aquí estaba, en SFIT, en un laboratorio privado, con un estudiante y su creación, un… ¿enfermerobot?
Si tan solo pudieran darle una oportunidad. Todos ellos.
"Gracias." Murmuró Hiro, y dio la vuelta.
Para poder llegar a Hatoka Street, Hiro tenía que tomar el autobús a 2 calles de su casa, bajar en Vacaville, el mall donde sus padres solían llevarlo cuando era pequeño y tomar el metro. Esperar 5 paradas y finalmente caminar hacia la esquina de la estación, donde las Fujitas estarían esperándolo.
Las calles siempre apestaban y la gente que pasaba por allí le daba miradas extrañas. Hiro tenía 14 años cuando visitó por primera vez el lugar. Había escuchado de las peleas robóticas y quería ver una en persona. Megabot había nacido tres meses después de presenciar el espectáculo.
"Llegas tarde." Dijo una voz femenina, y el joven adornó su rostro con la sonrisa más inocente que su aniñada cara podía demostrar. No quería enfurecer a su jefa, no más de lo que ya estaba con él, seguramente.
"¡Yuko! ¡Hola!" Exclamó Hiro, ajustando la mochila que le colgaba de la espalda. "Que linda noche, ¿no crees?"
"¿En dónde estabas? Son más de las 10." Preguntó la mujer, cruzándose de brazos. Claramente no dejaría que se cambiara el tema.
Y claramente Hiro se había dado cuenta. Dejando escapar un suspiro, el joven dejó que la manga de su sudadera le resbalara por el hombro, exponiendo la venda, recién cambiada, de su herida.
"Oh, Hiro, ¡No otra vez!" Reclamó Yuko, acercándose para inspeccionar el daño. Olía bien, pensó Hiro, mientras observaba como su jefa le quitaba la cinta protectora. Era alta, con el cabello negro como la noche, amarrado en un chongo desordenado. Su piel era blanca y sus ojos rasgados estaban acentuados con un delineador negro. Siempre vestía con una variación de Kimono que era demasiado sexy como para ser considerado tradicional. El tatuaje de dragón que adornaba su brazo izquierdo le daba el status de Fujita.
Las Fujitas eran un grupo de mujeres que se encargaban del negocio de la prostitución en San Fransokyo. Eran mujeres hermosas y letales. Ricas, pero con vidas arriesgadas. Pese a que su negocio era fructífero, también se les podía encontrar haciendo uno que otro trabajito para gente que necesitaba deshacerse de una persona o dos. No eran una compañía agradable.
"¡Fue un accidente! Me caí y-"
"¿Un accidente? Hiro, sabes lo que los clientes piensan de la mercancía dañada, les da asco." Lo regañó Yuko, observando las inflamadas puntadas en el brazo del niño. Estaban rojas, y el hilo azul contrastaba de la peor forma. Al menos no parecía infectada. "No es la primera vez que pasa esto." Continuó la mujer, regresándole las vendas. "Sabes que soy paciente, pero si Mei estuviera aquí no la tendrías tan fácil."
Hiro tragó saliva y bajó la cabeza. Era cierto. La gente solía pensar mal de las prostitutas que llegaban con una cortada o un moretón. Dejaban de verse… deseables. El joven había dejado de contar las veces que necesitaba ponerse maquillaje para ocultar una imperfección de su piel. Y ocultar una herida como la suya no sería agradable.
"Anda, ve a cambiarte." Le dijo Yuko una vez que sus palabras habían tomado efecto. "Hoy no harás servicio completo, ¿de acuerdo? Te quedarás en El Hogar por unos días."
Hiro sonrió ligeramente en agradecimiento. Al menos no tendría que aguantar el dolor del brazo por recargarse o hacer presión. Y tampoco tendría que desnudarse por completo. Hoy no le apetecía complacer a nadie. No después de la noche que había tenido.
El niño se subió la sudadera y siguió a Yuko hasta un pequeño callejón con una puerta en la esquina izquierda.
El Hogar era el burdel en el que Hiro trabajaba. Pese a que por fuera parecía un cochinero, adentro era una historia completamente diferente. Consistía de un bar, en el que las prostitutas servían a los clientes y se paseaban por ahí, esperando a que alguien las escogiera para hacer un "trabajo completo". En la parte de atrás se encontraban varias habitaciones pequeñas en las que las que se proporcionaba el servicio. Y finalmente había una sala común, en las que las trabajadoras se alistaban para su día. Solo las Fujitas y las prostitutas tenían acceso a esa parte del lugar.
Al entrar a la privada sala, Hiro ocultó su cuerpo detrás de un biombo, donde podía cambiarse con más comodidad. El cuarto siempre olía a cigarro, y nunca estaba vacío. Mujeres y hombres entraban y salían, el sonido de los tacones era música de fondo. La primera vez que Hiro había entrado para prepararse para su primer cliente todo había sido increíblemente intimidante. Destacaba como un árbol de navidad de decoración en pleno agosto. Todos se movían con una familiaridad impresionante, y el único consuelo del niño era que en unos meses él sería igual a ellos. Y así había sido.
La fiel mochila que acompañaba a Hiro tenía todo lo que el muchacho pudiera necesitar para alistarse. Los pequeños shorts de encaje que acentuaban la curva de su espalda, las medias que hacían que sus piernas se vieran más largas, los zapatos que jamás usaba cuando salía, pero que en el bar eran obligatorios, el top que por alguna razón excitaba a los hombres que solicitaban sus servicios. El maquillaje que alargaba sus ojos, y una liga que usualmente llevaba en la pierna, pero que hoy tendría que llevar en el brazo para ocultar sus puntadas.
Solo faltaban sus orejas de gato. Habían desaparecido y Hiro no había podido encontrarlas. Lo cual era una lástima. Las había usado desde su primer día y se sentía desnudo sin ellas. Lo cual era bastante absurdo, pensaba el niño, considerando que se la pasaba casi todas las noches quitándose la poca ropa que se ponía en frente de extraños.
"Hiro." Llamó Yuko desde el otro lado del biombo. "Es la última vez que te pongo en el bar como consecuencia de uno de tus accidentitos, ¿de acuerdo?" Su voz era firme y Hiro no la había escuchado hablarle en ese tono, al menos no dirigido hacia él, en casi ya un año.
"De acuerdo." Contestó el joven, saliendo de la cortina de papel y dejando su mochila, con su ropa del día a día, detrás de esta.
El resto de la noche transcurrió como cualquier otra.
El bar siempre estaba atascado de gente. Se podía distinguir a las prostitutas de la clientela, que siempre venía vestida elegantemente. Las luces tenues le daban a la atmosfera un aire de misterio, y el sonido de vasos chocando y de risa hacía que por poco pareciera un lugar normal. Hiro se posicionó estratégicamente detrás de la barra, coqueteando abiertamente con hombres y mujeres que se acercaban para ver si de cerca el niño se veía tan bien como de lejos. Pero el joven sabía qué hacer para engancharlos, un año en el negocio le había enseñado que un suave toque en la mano con una mirada sugestiva y un ligero mordisco en los labios era más que suficiente para tener asegurados unos cuantos dólares.
A veces tenía dos o tres clientes seguidos. Los trabajos detrás de la barra eran los más sencillos. Los consumidores sabían que no podían llegar hasta la penetración con esas prostitutas, así que Hiro aceptaba los billetes y se ponía de rodillas, bajaba los pantalones de la persona y abría la boca.
Ya todo estaba perfectamente planeado. Sincronizado.
Una vez que el burdel cerraba, el niño regresaba a su biombo, se quitaba el maquillaje del rostro y se ponía la sudadera que ocultaba la evidencia de sus actos. Contaba el dinero y le daba el porcentaje acordado a las Fujitas que lo despedían en la puerta.
El frío aire de la noche era un alivio comparado con la sensación de encerrado que le quedaba después de visitar el burdel.
Y Hiro salía de Hatoka Street, tomaba el metro, donde esperaba 5 paradas para bajar en Vacaville, el mall que visitaba de pequeño, se subía al autobús y caminaba dos calles para llegar a casa.
La base de madera de la cama de Hiro tenía una tabla suelta. La había roto él mismo cuando se había dado cuenta de que necesitaba un lugar en donde esconder su dinero, sus pantaletas y su robot de pelea.
Pese a que sus papás difícilmente entraban a su cuarto, quería asegurarse de que sus actividades nocturnas pasaran desapercibidas. Y su cama, por alguna razón, pareció ser el escondite perfecto.
Las llaves de su departamento hicieron muy poco ruido al abrir la puerta de entrada. La casa estaba oscura. La puerta de la recamara de sus papás estaba abierta y Hiro distinguió el famoso programa de preguntas y respuestas que repetían en el canal 15, pero nadie lo estaba viendo, si es que los ronquidos de su papá indicaban cualquier otra cosa.
El adolescente entró a su cuarto y movió el colchón que ocultaba la evidencia de sus actos. La tabla fue descartada y el joven sacó del fondo una enorme lata de comida. Le encantaba guardar su dinero allí. No solo era conveniente, pero ver como cada latita se llenaba y descansaba plácidamente en el fondo de su cama le llenaba de satisfacción. Ya tenía bastantes acumuladas. Era su dinero. Lo había ganado sin ayuda de nadie. Y pronto sería de utilidad.
Al dar las tres de la mañana en el reloj de escritorio, Hiro se puso apresuradamente la pijama y se dejó envolver por las suaves sábanas de su cama.
Había sido un día común. Había sido un día casi perfecto.
Y lo mejor de todo era que el fin de semana finalmente había llegado. Nada de peleas robóticas, ni de Fujitas apresurándolo para llegar a sus citas. Podría trabajar en su robot de pelea, tal vez ir a la biblioteca a devolver los libros de robótica que le habían prestado la semana pasada. Megabot necesitaba actualizarse.
O podía ir a la playa, broncearse un poco. Mei siempre le decía que su piel necesitaba un poco de color.
Cuando los ojos del joven empezaron a cerrarse, y los eventos del día empezaron a hacerse borrosos, Hiro hizo una nota mental de ir al hospital al día siguiente, solo para que le echaran un vistazo a la cortada.
Y el loco, con su ridícula sonrisa tensa, y su robot, con agujas dentro de sus dedos, fueron las últimas imágenes que descansaron en la mente del niño antes de que el sueño lo vencieran por completo.
Pues espero que les guste el capi! En los próximos capítulos exploraremos un poco mas el pasado de Hiro, tanto en las peleas robóticas como en la prostitución, pero por ahora se hacen una idea!
Muchas gracias a todos los que han dejado comentarios, les juro que cuando me llegan me dan mas ganas de escribir la historia! De veras que me animan un montón! :'DDD