Los personajes no me pertenecen. Le pertenecen al gran autor Akira Toriyama.

Capítulo 28

"Explicaciones"

Parte II

(Bardock y Mei)

Un sabio dijo: El amor duele, los amigos se van, el tiempo se pierde, los recuerdos quedan, las promesas se rompen. Pero la vida… la vida sigue.

Un sutil chirrido se escuchó a sus espaldas. Bulma viró despacio, viendo cómo su mejor amigo hacía amago de introducirse a la habitación. Por unos segundos reinó un incómodo silencio, ya que ninguno de los dos sabía qué decir. Bulma aún sujetaba la grabadora con fuerza, como si temiera que alguien se la fuera a arrebatar. No obstante, su atención estaba puesta en Gokú, que hasta apenas pudo reparar en el estado de éste. El muchacho parecía tranquilo y sin ninguna intención de querer llorar, tal vez debido a que por fin su amigo estaba descansando en paz. Le tomó un tiempo a Gokú comprender que el llorar no revertía la perdida, algo que aún Bulma ignoraba. Sus pensamientos al ver a su amigo no eran para nada agradables. Se sentía muy molesta con Gokú, que en serio parecía que él no lamentaba la muerte de Vegeta. Hasta que recordó esas palabras…

«Yo también perdí a alguien. Perdí a mi hermano»

Eso le había dicho…

Entonces lo entendió, porque ella también estaba pasando por lo mismo. El dolor de Gokú no se veía porque solo lo guardaba para él, en su interior. Se mostraba fuerte, no reflejando su pesar, aunque por dentro su corazón estaba hecho polvo. Bulma siempre creyó que la tristeza era ver a alguien derramar miles de lágrimas y gritar; que equivocada estaba. No supo cómo, pero pudo ver en Gokú su alma llorar, y su sonrisa, esa sonrisa externa no era otra cosa más que de agradecimiento y aceptación a la muerte de su amigo ya que por fin se terminó años de dolor y desesperación en la vida de Vegeta Ouiji; eso era su mayor y mejor consuelo: «Él ya no sufre».

Sin mencionar ninguna palabra, Gokú caminó hacia donde estaba su mejor amiga, atreviéndose a estar al lado de ella sin importarle sus deseos de que la dejasen sola. Bulma no objetó, se incorporó un poco y, sin pensarlo, se lanzó a los brazos del muchacho. Lloró, terminó de llorar todo el dolor que le profesaba la muerte de su amado. Gokú seguía sin decir una sola palabra, ya que sus hechos eran más que suficientes para reconfortar a Bulma, ahí estaba él para ella, y así sería hasta el final de su vida. Seguía abrazándola con fuerza, no le importaba que su camiseta se mojara de nuevo ahora por aquellas lágrimas de desdicha, nunca la dejaría sola. Así se quedaron toda la tarde, hasta que la noche llegó y ambos se quedaron profundamente dormidos, agotados por ese día que sería difícil olvidar.


(…)


Los rayos del sol se adentraron por su ventana, ocasionando un despertar doloroso. Bulma abrió sus hermosos ojos azules, intentando aclarar su visión; se sentía muy cansada y desorientada. Al quererse incorporar, un leve mareo provocó que se volviera a acostar; aparte de ese síntoma, sintió que algo le impedía levantarse. Se talló los ojos con brusquedad y enfocó su vista en la habitación que estaba altamente iluminada por los fuertes rayos del sol. Lo primero que vio fue a un Gokú que estaba profundamente dormido. Bulma bajó la mirada dándose cuenta que su amigo la abrazaba rodeando ambos brazos a su cintura; era por eso que no pudo incorporarse por completo. Como si hubiera sido sacudida por dentro, una opresión en el pecho hizo que se estremeciera al recordar lo que había ocurrido en el día anterior.

«Vegeta se había ido para siempre, no fue una pesadilla».

Bulma, ante ese horrible recuerdo, se echó a llorar. Regresó a los brazos de Gokú, buscando un refugio en él. Hubiera preferido quedarse dormida y nunca más despertar, ¿ahora qué haría con ese dolor? ¿Cómo sacárselo de su pecho? Le costó tanto superar la muerte de su padre, y eso lo logró con la ayuda de Vegeta, y ahora él muerto… ¿quién la ayudaría ahora? Le aterraba la idea de regresar a la capital del norte, no tendría el valor de volver a ese departamento que compartió junto con su amado, tampoco en presentarse a ambos colegios ya que en cada uno predominaba un recuerdo de él. ¿Y si se quedaba a vivir en la capital del oeste? No, no podría, los restos de Vegeta descansaban en esa ciudad. También corporación cápsula no le parecía una buena opción, porque también en ese lugar quedó marcado en su memoria muchos momentos junto a Ouiji como aquel día en su cumpleaños que hicieron el amor en uno de los laboratorios. Era algo cobarde de su parte, pero lo que más deseaba a hacer era huir y no afrontar una muerte más. ¿Qué había hecho para merecer esas desgracias? ¿Por qué hacerla sufrir de esa manera?

Sus fuertes sollozos alertaron a Gokú, quien se despabiló bruscamente al escuchar llantos desenfrenados. Bulma percibió la preocupación de su amigo en cuanto éste le preguntó que le ocurría y si estaba bien; preguntas demasiadas tontas al decir verdad siendo obvias las respuestas. Son se maldijo mentalmente, sintiéndose una mierda porque se culpaba —de una u otra forma—, de la desgracia de la ojiazul. Sin más opción, tomó la difícil decisión de dejarla sola a pesar de que no quería hacerlo. Todavía recordaba la mirada de odio que le lanzó cuando llegaron a corporación cápsula, probablemente ella aún estaba molesta y dolida con él. Bulma, al adivinar las intenciones de su amigo al sentir que se levantaba de la cama, se aferró a él con fuerza.

—Gokú, por favor, no dejes de abrazarme—le suplicó la ojiazul, temiendo a quedarse sola en esas circunstancias. No era el momento de ponerse orgullosa, por supuesto que todavía seguía molesta con Son, pero lo necesitaba, le haría falta su compañía.

—Tranquila— la reconfortó Gokú, estrechándola más entre sus brazos y dándole un beso en la frente. Sonrió de felicidad al no ser rechazado por Brief—. Estoy contigo, Bulma.

—¿Qué…? ¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó la muchacha, totalmente asombrada por las palabras de su mejor amigo, evocando un recuerdo hermoso que aguardaría toda su vida.

Volvió a tocar el timbre unas tres veces más. La puerta se abrió bruscamente y, lo primero que hizo fue lanzarse a los brazos de su amigo estrechándolo con sus largos y delgados brazos rodeándolo fuertemente.

Bulma abrazaba a Vegeta como sí su vida dependiera de ello. Se sintió muchísimo mejor cuando unos fuertes brazos la rodearon también.

Ya no puedo más, Vegeta— sollozó la ojiazul recargando su cabeza en el hombro de él.

Vegeta la abrazó con más fuerza. Hasta el hambre, el sueño y el enfado desaparecieron por completo.

Shhh, tranquila— le dijo Vegeta en un afectuoso susurro—. Estoy contigo, Bulma.

—No entiendo, ¿dije algo malo? —interpeló Son, asustado por herir a Brief.

Bulma negó con la cabeza, consideró que pudo haber sido una coincidencia.

—Olvídalo—susurró la ojiazul, regresando a acostarse a lado de su amigo a quien abrazó con furor —. Gracias por no dejarme sola, Gokú.

Y nunca lo hizo…

Los siguientes días Gokú se convirtió en un fuerte sostén para la ojiazul. La muchacha no supo llevar muy bien su duelo, a pesar de que nunca estuvo sola, seguía estando triste y sin ganas de hacer algo; ni siquiera las visitas de Milk en días anteriores le hicieron sentirse mejor. Nada la animaba, mucho menos sus platillos favoritos, películas o salidas al cine o al centro comercial. Ni sus inventos le llamaban la atención, esfumándose el afán en seguir en la construcción de la máquina del tiempo. Bulma comprendía que esas actitudes que estaba tomando como: no comer, no salir, llorar hasta el cansancio etc. preocupaba mucho a sus seres queridos; pero no podía evitarlo, era como si le gustara morirse poco a poco. Gokú no soportaba más, se reprochaba todos los días por no saber qué hacer. Se imaginaba lo que Vegeta le estaría diciendo respecto a Bulma, lo que le estaría gritando, las maldiciones que le estaría dedicando… ¡una imagen horrible! Ante esa situación drástica tuvo que buscar medidas desesperadas, y eso era pidiéndole ayuda a sus padres y a Mei. El problema no era que ellos no quisieran ayudar, sino que Brief no quería verlos ni en pintura. Al único que pudo perdonar fue a Gokú, y fue porque lo amaba y lo necesitaba a su lado. Si Gokú le llegara a hacer falta, definitivamente ella se moriría. Así pasaron las semanas en estar encerrada en corporación cápsula en donde decidió quedarse ahí; y si fuera por ella jamás habría salido de su casa si no fuera porque esa misma mañana llegó un mensaje urgente por parte de Paragus Gasu.

—No quiero ir—espetó Bulma luego de escuchar el citatorio que le leyó Gokú.

—Puede ser algo importante—intervino Son dando un bostezo de hipopótamo.

—Entonces si es tan importante que venga—refunfuñó la muchacha, cruzándose de brazos—. Yo no pienso ir a la empresa Ouison.

Gokú rodó los ojos ante la terquedad de su amiga.

—Entonces… ¿no tienes ningún problema en recibir en tu casa al señor Gasu, a mi padre, a Mei y a los socios de la empresa? —le preguntó Son, alzando una ceja.

Bulma ocultó su sonrojo desviando la mirada. Odiaba no salirse con la suya, obviamente declinaba a la idea de ir a la capital del norte, pero más se rehusaba a aceptar esas personas en su casa. No le quedaba más remedio que ir a esa cita; aunque ni siquiera conocía el motivo del porqué requerían su presencia urgentemente.

—Bien, iré—aceptó la ojiazul de mala gana.

Gokú sonrió satisfecho.

—Si quieres puedo acompañarte—ofreció—. Ve a cambiarte, te espero en el patio para irnos en el jet.

Bulma seguía muy desanimada, se dio un baño rápido y se vistió con un conjunto de ropa deportiva y una chamarra. Al estar frente al espejo, no pudo ser capaz de enfrentar su apariencia. Decidió alejarse de su reflejo y salir de ahí corriendo, pero algo había llamado su atención. Sobre la cómoda, cerca de la ventana, algo brillante la embelesó. Se acercó al pequeño mueble, y asió la cadena que tenía el zafiro incrustado. Pensó que ese hermoso regalo lo había dejado en el departamento de la capital del norte —y ahora que lo recordaba—, tenía que pedirle a Gokú de favor que fuera por sus cosas porque definitivamente ella no podría aguantar unos pocos segundos dentro de ese lugar. Bulma sujetó con fuerza la cadena, besando el dije para luego leer la inscripción para darse fuerza. Una vez más se paró frente al espejo, y mirando su reflejo logró apreciar que volvía a ser la misma Bulma de antes al tener puesta esa gema adornando su cuello. Sonrió, admirando todo de ella, dando volteretas —dispuesta y optimista—, hasta llegar a la puerta para salir por fin de su casa que se había convertido en una prisión. Al bajar al patio su amigo Gokú la esperaba arriba del jet.

El viaje a la capital del norte no fue para nada cansado, pero Bulma lo sintió así; aunque sí que disfrutó sentir después de mucho tiempo los rayos del sol en sus poros, el aire puro en sus pulmones y maravillarse con el hermoso paisaje de las capitales. Ya podía ver el edificio asimétrico de la empresa Ouison, y se sorprendió al sentirse muy tranquila y para nada nerviosa, y a pesar de que vería a ciertas personas que aún les guardaba un poco de rencor. Gokú estacionó el jet en el helipuerto, y Bulma aprovechó para dar un vistazo a la ciudad que seguía igual desde la última vez que estuvo ahí. Al salir del transporte, los amigos optaron por bajar las escaleras de emergencia y no por los elevadores ya que se tardarían mucho en llegar a la cita. Bulma caminó de pronto con el corazón acelerado al reconocer el pasillo donde conducía la antigua oficina de Vegeta. Percibió la mirada de Gokú en ella cuando pasaron frente a esa puerta en particular, cerró los ojos y contó hasta tres para tranquilizarse, pero en cuanto los abrió se paralizó al estar frente a frente con Mei y Bardock quienes platicaban gustosamente delante de la sala de juntas. Bulma detuvo sus pasos mientras que Gokú pasó de largo para saludar a la mujer y a su padre. Brief no pudo dejar de ver a la madre de Vegeta, a su percepción la mujer no había cambiado casi nada, salvo que estaba un poco más delgada y algo pálida. Mei, luego de saludar a Gokú, se adentró a la sala sin siquiera mirar a Bulma. En cambio Bardock se acercó a la ojiazul con una sonrisa formal en su rostro.

—¿Cómo has estado, Bulma? —preguntó Son, cortésmente. En su semblante se veía huellas de sufrimiento que ocasionó la muerte de Ouiji; estaba muy claro que Bardock lo lamentó muchísimo.

—Probablemente mejor que usted— endilgó la ojiazul, sarcásticamente. No hubo una pisca de compasión en su voz.

Los Son realmente parecían muy incómodos ante el tono grosero de Brief, sin embargo no agregaron u opinaron algo al respecto.

—Pasa, Bulma, te estábamos esperando—invitó Bardock, mostrándole la entrada con un gesto de mano.

Bulma asintió y tomando el brazo de Gokú cruzó la puerta, pero en ese instante…

—Yo no soy requerido en esta junta, Bulma—notificó Son a su amiga, quien de inmediato volteó a ver a Bardock.

—Si Gokú no entra a esa sala entonces yo tampoco—dictaminó Brief, advirtiendo a Bardock con total seguridad.

El empresario lo meditó por unos segundos, para luego asentir.

—Bien. Tú también pasa, Kakaroto.

Dentro de la enorme sala de juntas se hallaba en el centro una larga mesa de madera y a su alrededor unos sillones de piel de color negro. Estaban presentes un grupo de hombres que Bulma conoció cuando una vez irrumpió una importante junta en ese mismo sitio, Paragus Gasu de pie en la cabecera de la mesa sosteniendo unas carpetas, Mei y Bardock parados del otro extremo de la habitación y Gokú y Bulma que optaron por los únicos dos lugares que sobraban. Acto seguido, Paragus se aclaró la garganta para llamar la atención de los presentes.

—Muy buenos días—dijo Gasu, recibiendo saludos por parte de todos—. Por favor, tomen asiento.

Hubo arrastres de sillas y murmullos de puro incertidumbre. Bulma notó que ella era la única que no sabía de qué se trataba esa urgente reunión, por eso su perspectiva iba más allá de la incógnita.

»Nos hemos reunido—prosiguió Gasu—, para escuchar el testamento del joven Vegeta Ouiji IV—al oír eso, Bulma soltó un suspiro de sorpresa, estaba atónita—. Antes les quiero notificar que este testamento fue dictado hace cuatro meses cuando el difunto cumplió la mayoría de edad.

—Eso es cierto—dijo Mei, imponiéndose ante todo—. Yo estuve ahí cuando Vegeta selló ese sobre.

Murmullos volvieron a esparcirse por toda la sala.

—En efecto—concordó Gasu, mostrando el sobre sellado donde se guardaba el testamento a los presentes—. Ahora mismo procederé a la lectura del testamento:

«Yo, Vegeta Ouiji VI, en pleno uso de mis facultades mentales declaro que mis bienes personales sean repartidos de la siguiente manera: un terreno de 300 metros cuadrados localizado en las afueras de la capital del norte y un departamento en el piso 42 ubicado en la quinta avenida de la metrópoli pasarán a pertenecer única y exclusivamente a mi madre Mei Ouiji, así como también el cheque mensual que me correspondía por derecho al ser accionista de la empresa Ouison (incluyendo el de ella), y de igual forma mi línea de autos y jets. De la misma manera quiero constar que la señorita Bulma Brief herede el paquete accionario de la empresa Ouison de la cual fui dueño absoluto, así como también le hago entrega del control incondicional de Corporación cápsula, empresa que se me fue dada por la señora Bunny Brief…»

—¡Momento! —interrumpió un hombre obeso y musculoso, quien miraba a Bulma con una furia contenida—. ¡Ya habíamos hablado de este disparate, Bardock! ¿Cómo es posible que esa mocosa herede la mitad de la empresa Ouison? —rugió, señalando a la ojiazul con un regordete dedo.

Gokú se puso de pie en defensa de su amiga, ardiendo en deseos de golpear a ese gordinflón.

—¡Cierra la boca, Pumbukin! —intervino Mei antes que Gokú y Bardock lo hicieran. Sus ojos verdes centellearon de una furia indomable—. Siéntate y guarda silencio. No permitiré que le faltes el respeto a la última voluntad de mi hijo.

Ante el mandato intimidante de la ojiverde, el hombre obedeció a regañadientes, volviendo a tomar asiento; lo mismo hizo Gokú.

—Por favor, continua, Paragus—pidió Mei, acomodándose en su silla con elegancia.

Bulma aún no cabía de su asombro, era difícil de creer que Vegeta le había heredado la mayor parte de su fortuna. Al menos en cosas materiales no la había dejado desprotegida, y la mejor parte era que recuperó su corporación cápsula como dueña absoluta y definitiva.

—Sino habrá más interrupciones—vociferó Gasu malhumorado—continuo:

«Para los cinco socios mayoritarios de la empresa Ouison, seguirán contando con el capital estipulado en sus contratos, sin ninguna reducción y mucho menos un aumento de la cantidad acordada; ninguno de ellos tienen permitido en querer sacar capital para otros negocios externos y mucho menos venderlo. Mi heredera Bulma Brief deberá atender a pie de la letra lo que dispongo en este testamento, primero: para tomar posesión de mi fortuna deberá empezar a trabajar en la empresa Ouison de la cual ella es propietaria de la mitad, mientras que la otra mitad se sabe que le pertenece a Bardock. Mi heredara principal, la señorita Bulma Brief, está en la entera libertad de contratar a las personas que le sean de gran ayuda dentro de la empresa. El licenciado Paragus Gasu y su sucesor (que en este caso sería Bardock y yo), serán mis albaceas testamentarios, y obligará a los mencionados herederos a cumplir con sus obligaciones, inhabilitándolos para recibir los beneficios si violan lo que dispongo. Nunca se podrán vender mis objetos personales y las acciones de la empresa».

—Muy bien—dijo Bardock una vez que Gasu terminó de leer el testamento—. ¿Alguien tiene alguna duda?

—El habernos citado fue tan ridículo—espetó Totappo, poniéndose de pie muy indignado—. Ese testamento no nos benefició en nada.

Nadie le hizo caso a excepción de Pumbukin quien junto a él abandonaron la sala murmurando maldiciones. Taro, Leek y Tomma le siguieron los pasos, no sin antes de disculparse con Bardock por el alboroto de uno de los socios.

—Señorita Brief—la llamó Paragus desde su lugar—, en estos días me pondré en contacto con usted para que le haga entrega de unos papeles en donde le hace acreedora de todo lo que heredó del joven Ouiji. A partir de ahora puede hacer uso de esos bienes.

Bulma asintió en silencio, aún si poder creérselo. Vio de reojo a Mei, quien parecía tranquila y muy de acuerdo con lo estipulado por su hijo. Además sabía que la ojiverde aún contaba con los bienes que heredó por parte de su recluso esposo. La ojiazul, cansada de tantas emociones, se levantó de su silla, ansiando salir de ahí en donde esos dos socios la matarían con un solo mirar sí se quedaba más tiempo en ese edificio.

—Gokú, ¿nos vamos? —le dijo a su amigo en tono suplicante.

—Aún no—intervino Bardock, interponiéndose entre los jóvenes—. Necesito hablar contigo, Bulma.

La ojiazul estaba convencida en negarse, no le apetecía para nada el hablar con el padre de Gokú.

—Lo siento señor Son, pero quiero irme a casa—musitó la muchacha, asiendo a Gokú del brazo como si buscara su ayuda.

—Papá, no creo que…—Gokú quiso salir en defensa de su amiga, pero Bardock no se lo permitió.

—Kakaroto, sal de aquí y déjame a solas con ella—ordenó el hombre con una mirada severa.

Gokú no le quedó más remedio que obedecer a su padre. Notó que la sala de juntas ya estaba vacía a excepción de ellos tres. El muchacho se disculpó en silencio con la ojiazul, para después salir de la habitación dejándolos a solas.

Bulma, sin tener donde huir, eligió llevar la fiesta en paz, sentándose en una silla del otro lado de la mesa. Bardock la imitó, contemplándola detenidamente para corroborar el estado de la chica; y, en efecto, la notó mucho más delgada, ojerosa, pálida y con un aire en donde se plasmaba dolor y rencor. Terminando con su observación, dispuso en que era momento de aclarar ciertas cosas.

—Ya lo sabía—habló Bulma, sin poder esperar a que Bardock dijera algo—. Mi mamá me contó que le había entregado la empresa a Vegeta. O sea que los tres me mintieron.

Vegeta se puso de pie, al hacer esa acción su silla salió disparada hacia atrás. Se acercó a Bulma y la tomó bruscamente de los brazos.

¡¿A caso te volviste loca?!— gritó Vegeta. La chica no se inmutó por ese tono.

Yo no…—Bulma quiso explicarse, pero Vegeta no la dejó.

¡Echaste a perder una junta muy importante gracias a tu estúpida intromisión!

No quise…

Vegeta— lo llamó Bardock, pero lo pensó dos veces y era mejor que de una vez arreglaran ese "asunto". Aunque no iba a tolerar que por culpa del temible carácter de Vegeta, la chica terminara golpeada accidentalmente. En todos modos, él también quería saber el porqué Bulma interrumpió la junta con los directivos. Recordó a Paragus y entonces lo supo.

No eres lo suficientemente capaz— habló Vegeta más para él que para ella.

¿De qué estás hablando? ¡¿De qué no soy capaz?! —demandó Bulma soltándose del agarre de Vegeta—. ¡Responde! —él no contestó—. ¡Yo soy capaz de hacer todo lo que me proponga!

Pues con esa estúpida actitud tuya, lo dudo— Vegeta se cruzó de brazos. Bulma echaba chispas por los ojos.

¿Llamas estúpida mi actitud? ¿Qué hay de ti?

Bardock arqueó una ceja, la discusión estaba dando un giro muy interesante.

¿De qué hablas?— preguntó Vegeta, bruscamente.

¡Con esa mentalidad de que te importa una mierda todo! ¡Crees que todo se soluciona a golpes! ¡Qué todo se tiene que hacer a tu manera! ¡Y qué tu estúpido orgullo está por encima de las personas que te queremos!

Así es como soy y no cambiaré— Bulma iba a decir algo más, pero Vegeta se le adelantó—. Ni aunque tú me lo pidas.

Gokú, ¿no deberíamos intervenir?

No. Confía en mí, ¿sí? Vegeta necesita esto. ¿Por qué crees que mi padre aún sigue sentado sin hacer nada? Los dos sabremos cuando tenemos que intervenir. Tú tranquila.

Milk ya no dijo nada más y continuó mirando a la pareja.

Eso es obvio— susurró Bulma—. Ya no puedo, tú ganas.

¿Ahora de qué estás hablando, mujer loca? ¡Explícate!

El sonido de una bofetada hizo eco en la sala. Los presentes no lo vieron venir, Vegeta tampoco. Bardock se puso de pie instintivamente, vio la señal del chico Ouiji trasmitiéndole que no interviniera… aún no. Vegeta conocía muy bien a Bulma, una cachetada por parte de ella no era todo, faltaban las palabras y, no se equivocó.

¡TODO ESTE TIEMPO ME HAS ESTADO MINTIENDO!— Vegeta se tensó un poco ante esa declaración—. ¡REGRÉSAME MI EMPRESA!

»Así que a eso se refería Vegeta cuando me dijo que no era lo suficientemente capaz—murmuró la muchacha como para sí.

—Bulma lo que pasó fue…

—¡Usted me aseguró qué la empresa estaba a su poder! ¿O ya no se acuerda?

Las dos, vengan conmigo.

Ambas chicas siguieron al empresario. Milk miró a su amiga, en cuyo rostro resbalaban unas lágrimas silenciosas. Bardock abrió la puerta de su oficina, se hizo a un lado para poder dejar entrar a las chicas. Una vez adentro, Bardock tomó asiento frente a su escritorio.

Bulma, Milk. Por favor, tomen asiento.

Señor Son… — empezó a hablar Milk, pero Bardock levantó una mano para que se callara.

Dejémonos de rodeos y vayamos al asunto que nos convoca—suspiró profundamente y siguió hablando—. Efectivamente, Paragus Gasu es mi abogado y él está a cargo de los asuntos legales de la Corporación Cápsula— Milk miraba a Bulma de soslayo, aún seguía llorando—. Tu madre —dijo Bardock, mientras miraba el rostro lloroso de la ojiazul—, me pidió… "ayuda" para dirigir C.C. Según ella no es muy buena para los negocios— Bulma no sabía qué decir, así que dejó que Bardock siguiera hablando—. Lo que es obvio, acepté con una condición: mantenerlo en secreto. Por lo que veo, mi abogado no fue para nada discreto.

¿Eso quiere decir que Vegeta no tuvo nada que ver? —preguntó Bulma, sollozando.

No tuvo y no tiene nada que ver —aseguró Bardock con total seguridad. Milk meneó una poco la cabeza ante esa declaración—. Él no lo sabía, hasta que Paragus vino a verme esta mañana. Me imagino que lo viste antes de llegar aquí.

Bardock parecía acorralado, pero fue muy astuto en ocultar su incomodidad ante esa verdad descubierta. Había llegado el día en que debía explicarle y contarle a Bulma cómo estuvieron las cosas.

—Vegeta me pidió que no te dijera nada—dijo Son, sacando la primera pieza de la justificación.

Bulma se levantó furiosa de la silla golpeando la mesa con las manos.

—¡Estoy harta de escuchar que Vegeta les haya pedido que no me dijeran nada! ¡Yo tenía derecho de saber! Yo también… pude haberle ayudado—dijo la ojiazul sollozando, desplomándose de nuevo en la silla.

—No juzgues a Vegeta—le suplicó Bardock, acercándose un poco a ella—, te aseguro que él nunca quiso lastimarte.

—Yo… ya no sé qué pensar—gimoteó Bulma, cubriéndose el rostro con ambas manos—. Si Vegeta realmente me amaba no me habría ocultado tantas cosas.

Bardock suspiró, sintió tanto remordimiento y desdicha ver a la ojiazul sufriendo. Fue por eso que quiso hacerla sentir mejor.

—Vegeta era muy cerrado respecto a contarme sus sentimientos, recuerdo que una vez le pregunté algo en relación a ti…

Bardock observó que Vegeta ya se había calmado. Le hizo un ademán al chico para que tomara asiento y, así lo hizo.

Me di cuenta que trajiste a Bulma.

Sí, ¿y qué? —espetó Ouiji con voz agresiva.

Esto es en serio.

¿Qué quieres decir con eso?— demandó el chico exaltado.

Dime una cosa, Vegeta: ¿ella es solo diversión para ti o...?

¡¿Cómo te atreves a preguntarme eso?!—endilgó Ouiji furioso. Bardock arqueó una ceja—. Con Bulma es diferente.

Escúchame, Vegeta…

No me sermonees, Bardock— dijo el joven Ouiji con voz cansada—. Yo sé lo que hago.

¿Qué me dices de tus otras conquistas?

En ese entonces solo era un mocoso, no estaba muy consciente de mis acciones— Bardock solo se dedicó a observar al joven, expectante—. Ya te lo dije, con Bulma es diferente. Ella es…

¿Importante para ti?— no hubo respuesta, aunque no hubo necesidad de una—. Vegeta, orgulloso como siempre.

—Sé que él te amaba—le aseguró Bardock con voz convincente—. Bulma, entiende esto por favor: Vegeta tuvo una vida muy dura, la prematura muerte de su hermano y el encarcelamiento de su padre lo marcó de una forma horrible. Luego se enteró de su enfermedad y pasados los años de la culpabilidad de Turles… todo eso terminó por matarlo.

—Turles, Turles, Turles ¡cómo lo odio! —Vociferó la chica a voz de cuello—. ¿Por qué se dieron por vencidos tan rápido? Si hubieran investigado más al fondo tal vez…—la ojiazul ya no pudo continuar, la voz se le quebró.

A Bardock lo dominó la ira, había algo dentro de él que no soportaba ver sufrir a Bulma; gracias a eso se dio cuenta que la quería como a una hija y que de ahora en adelante vería por ella.

—Créeme que todavía me arrepiento por eso. No debí haberle hecho caso al pedimento de Vegeta…

Vegeta, mandé a Gasu a investigar.

Los señores Vegeta Ouiji y Paragus Gasu II estaban reunidos en el despacho de Bardock. Éste los había mandado a llamar porque había cosas que no cuadraba respecto al caso de Tarble. Fueron días de incertidumbre en la espera de que Vegeta niño despertara del coma en la que fue sujeto a causa de haber entrado en la fábrica. Cuando el chiquillo despertó, detonaron verdades que provocaron un sinfín de sufrimiento en los menores involucrados. Tarble y Gokú habían dado sus versiones, y casualmente se asemejaban demasiado que los adultos nunca supieron que ambas anécdotas estaban muy lejos de ser la absoluta verdad. Bardock habló a solas con Vegeta niño a espaldas de sus padres, escuchando con atención como fueron las cosas a su perspectiva. Al oír todos los testimonios, Son le había pedido el servicio a un excelente detective privado, uno a quien le tenía una plena confianza: el señor Paragus Gasu II. El mayor problema fue que Vegeta Sr. hizo todo lo posible para que se borrara cualquier evidencia de lo acontecido en la fábrica; un error que lo pagarían muy caro en el futuro.

Tú no tienes ningún derecho en entrometerte en estoreclamó Ouiji furioso, sus ojos inyectados en sangre.

Bardock lo encaró, atravesó su escritorio para estar frente a su amigo y socio.

Lo hice porque quiero llegar al fondo de todo esto, que no se te olvide que mis hijos estuvieron involucrados. Además desconfío mucho de la versión de Kakaroto.

¿Estás diciendo que no crees en tu propio hijo?se burló Ouiji componiendo una mueca irónica.

Solo digo que no está de más en seguir investigando para salir de dudasargumentó Son, dando un par de pasos más cuyo aire era de advertencia.

El anciano Gasu se interpuso entre los amigos, colocándose en medio de ellos dos.

Ya hablé con Tarble, y él confesó que entró a la fábrica por sí soloespetó Ouiji, queriendo zanjar el tema.

Gasu se aclaró la garganta para decir:

Vegeta, según los niños, ellos eran los únicos que estaban allí en el momento que ocurrió el accidente.

Correcto.

Son y Gasu intercambiaron miradas. Éste último tomó a Ouiji de un hombro y le dijo:

Por lo que pude investigar, había una persona más en el lugar.

La furia de Vegeta se esfumó en un santiamén transformando sus rasgos en incertidumbre.

¿A qué te refieres?indagó, cuyas facciones se endurecieron hasta distorsionándose como una estatua.

Gasu no respondió en seguida, antes quiso a hacerse el interesante transformando la situación en algo intrigoso.

De huellas infantiles en el lugar del crimenconfesó.

Vegeta se había quedado sin palabras.

Si es cierto la versión de Tarble y Kakaroto, entonces ¿por qué había un par de huellas de más?interpeló Bardock lleno de ansiedad.

Ouiji buscó una respuesta rápida y lógica, pero nunca llegó.

¡Yo qué sé! Tal vez un chiquillo estuvo merodeando por ahí antes de que a Tarble se le ocurriera meterse a esa fábrica.

Vegeta, por favor, sé razonablele pidió Son, exasperado.

¡Ya basta! Te pido, Gasu, que dejes de investigar por favor. Este caso está cerrado para mí y para mi familiadecretó Ouiji, zanjando por fin el tema. Giró sobre sus talones, listo para irse.

Eres un egoísta, Vegeta. Tienes miedo que la prensa sepa sobre ese acontecimientole soltó Bardock, ocasionando que Ouiji detuviera sus pasos. Otra vez se encararon, transmitiéndose una repulsión mutua; últimamente habían tenido tantos enfrentamientos que su relación amistosa ya no era la misma de antes.

Me voyrugió Ouiji sin siquiera despedirse. Y sin agregar algo más, salió del despacho conteniendo su furia.

El anciano también quería retirarse, ya no había nada más qué hacer. Sin embargo, Bardock, después de la calurosa discusión que tuvo con Ouiji, se acercó al detective para suplicarle algo de suma importancia.

Gasu, te pido que sigas…

Pero el anciano se negó antes de que Son terminara la oración.

Lo siento, Bardock, pero respeto mucho a Vegeta. El caso de Tarble está cerrado oficialmente. Te aconsejo que ya no te entrometas más en este asuntoseguidamente de decir eso, Gasu salió del despecho con un mal sabor de boca.

—Ahora comprendo porque a Gokú y a mí nos dejó salir aquella noche cuando fuimos a dejarle a "mi princesa".

Bulma se giró al sillón para tomar su chamarra y ponérsela de un sólo movimiento, no estaba dispuesta en perder más su tiempo con el idiota de Turles y el loco bisabuelo de Broly.

Gokú ¿nos vamos?

Por supuesto que no—se precedió Gasu—. Me estoy divirtiendo con ustedes—dijo mientras se levantaba del sillón, y caminó hacia los amigos—. Quiero que me acompañen a cenar.

Bulma retrocedió unos pasos sintiendo el sillón detrás de ella, se metió sus manos en los bolsillos de la chamarra y sintió un leve escalofrío al recordar algo de suma importancia. Sacó su teléfono celular con apremio y mirando la pantalla se percató que tenía un mensaje. No perdió más el tiempo, deslizó su dedo para desbloquear y leyó:

"Llegué"

Bulma suspiró, por lo menos sabía que Vegeta estaba bien. Se dio cuenta que desde hace 30 minutos le había llegado el mensaje. Se apresuró a responder.

"¡Ayúdanos! Gasu no nos quiere dejar ir"

En menos de 15 segundos le llegó la contestación.

"Lo pensarás dos veces para volver a acompañar al insecto de Kakaroto"

Gokú solo veía a una incrédula y nerviosa Bulma, y en cómo ella le hacía más caso al celular en vez de la situación por la que estaban pasando. Mejor, se dispuso a pensar en algún motivo que le permitiera a ambos quitarse de encima al viejo Gasu. A continuación, el sonido del teléfono liquidó el incómodo silencio de la sala.

El anciano bufó de mala gana y se dirigió a la mesita que estaba cerca de la ventana. Levantó el auricular poniéndolo en su oreja derecha.

¿Quién habla? —respondió groseramente—... ¡Vegeta…! —exclamó sonriente. Los tres muchachos expresaron sorpresa al oír ese nombre, evitando hacer el menor ruido posible para que pudieran escuchar la conversación—. Que coincidencia… Kakaroto y tu novia están a punto de acompañarme a cenar—dijo con un tono de voz amable, en segundos la risa formada desapareció para dar lugar a una fina línea torcida, poniendo en evidencia su desacuerdo y su molestia; luego colgó—. Es una pena. Ya pueden irse.

—No entiendo—admitió Bardock luego de escuchar el relato de la ojiazul.

Pero Bulma sí comprendía después de oír a Bardock. El anciano Gasu tuvo una oportunidad para saber la verdad, pero gracias a la influencia del señor Ouiji no se pudo corroborar nada. A pesar que en ese entonces nadie sospechaba y mucho menos se sabía de la culpabilidad de Turles, Gasu tuvo que aceptar su equivocación al haber dejado esa investigación en el olvido. Y gracias a ese error fue que…

—Se sintió en deuda con Vegeta—dijo la ojiazul como para sí.

—¿Bulma? —la llamó Bardock, un poco preocupado.

La chica, taciturna y ensimismada, se quedó en tenso silencio y parecía hundida en un dolor peculiar para ella; rememorar un recuerdo en donde estaba Vegeta le era muy difícil de soportar.

—Señor Son—dijo Bulma, regresando a su realidad—, me gustaría saber cómo estuvo el asunto de mi corporación—susurró la ojiazul, con voz súplica.

Bardock sonrió, totalmente de acuerdo con el pedimento de Brief.

—Antes tienes que escuchar esto…

Perdón que me presente a esta hora a tu casa, Bardock, pero necesitaba recluir a alguien... y pensé en ti.

El aludido se impresionó por esa revelación, le hizo otro ademán a Mei para que continuara hablando, ella asintió.

Verás, cuando Vegeta ingresó al correccional —Mei hizo una pequeña pausa, hablar sobre su esposo la hacía poner de muy mal humor—, todos sus bienes pasaron a manos mías.

En efecto— la interrumpió Bardock—: sus mansiones, sus ahorros en el banco, los coches… ¡Todo eso es tuyo! Aunque las acciones empresariales pasaron automáticamente a las manos de tu hijo.

Sí, lo sé— dijo en voz baja—. Bardock, necesito que convenzas a Vegeta en que firme una carta poder para que tú te encargues de sus acciones.

Ya veo a donde quieres llegar —confirmó él —, pero me temo que tu hijo no va a aceptar eso, no hasta el lapso acordado.

Supongo. Entonces yo hablaré con Vegeta y tú te encargas de la carta— terció Mei con indiferencia—. Ahora mismo se ha de estar divirtiendo en la fiesta.

No lo dudo mucho en Kakarato y Raditz— intervino Bardock con el ceño fruncido—, aunque sí me sorprende de tu hijo.

Mei arqueó la ceja molesta. Vegeta también se divertía ¡tenía todo el derecho de hacerlo! Bueno, raras eran las ocasiones, pero lo hacía.

Bueno, la llegada de Bulma lo cambió para bien— profirió ella entre risas—. ¡Cómo sea!, ¿Me harás ese favor, Bardock?

Si así lo deseas— confirmó el señor Son—. Tú encárgate de tu hijo y yo me encargo en hacer la carta.

Solo serán las acciones, ¿queda claro?— preguntó con tono intimidante. Bardock asintió.

—¿Por qué Mei quería hacer eso? —interpeló la chica, confundida—. Si ese era su plan desde el principio, me imagino que ahora ella me ha de odiar después de que escuchó el testamento de Vegeta.

—Quiso estar preparada—dijo Bardock, encogiéndose de hombros. Bulma lo miró sin comprender—. Las acciones en esta empresa están divididas en dos: la de los Ouiji y la otra mitad de mi familia. Cuando Vegeta y yo fundamos esta empresa, con la ayuda de Paragus dictamos una serie de cláusulas y, una de ellas es que:

»Solo un miembro de la familia Son o Ouiji puede controlar legalmente la empresa.

—Pero entonces ¿cómo fue que yo…?

Bardock no la dejó continuar.

—Cuando Vegeta entró al correccional, su parte legal de la empresa fue dado en automático a su hijo. Mei no pudo ser beneficiaria porque no es una Ouiji original, si tiene el apellido es porque es la esposa de Vegeta. En este caso, el hijo de los dos se hizo cargo de manejar la mitad de la empresa a las espaldas de los socios porque no estaban de acuerdo que un menor de edad ocupara tal cargo. No fue cuando Vegeta los enfrentó y pues… el resto ya lo sabes. Con su enfermedad avanzando y su inminente muerte, Mei le pidió a Vegeta que me diera el control de sus acciones cuando él falleciera. Por supuesto que no aceptó e inició un proceso de investigación a las leyes corporativas de la empresa Ouison, y junto con la asesoría de Paragus pudo descubrir un requisito de sumo interés.

»Vegeta tenía todo el derecho de decidir un sucesor sin romper ninguna norma legal. Él te eligió a ti, siempre fuiste tú…

Era un sábado por la mañana, y ese día Bardock tenía mucho pendiente respecto a la empresa. Eran raras las ocasiones que Son trabajaba en la oficina de la empresa los fines de semana, pero desde que Nappa y Broly terminaron con la deuda que tenían con el empresario, éste se vio rodeado de tantos deberes a falta de asistentes. Ensimismado en su trabajo, no se dio cuenta que alguien había tocado la puerta de su oficina. Sin obtener respuesta, la inesperada visita jaló la perilla y entró a la habitación sin siquiera pedir permiso. En ese instante Son levantó la mirada, asombrándose al ver a Ouiji.

No te esperaba, Vegeta—dijo Bardock con sinceridad.

El muchacho no respondió inmediatamente, no sin antes cerrar la puerta a sus espaldas y asir una silla que estaba a su alcance para luego sentarse.

Yo sé qué no. Gine me dijo que estarías aquí—confesó Ouiji, quien se quitó la mochila y sacó unas carpetas—. Necesito hablar contigo, ¿estás ocupado?

El semblante de Bardock se tornó curioso, guardó un documento en el que estaba trabajando en la computadora, para posteriormente dedicar su atención a Ouiji.

Te escucho.

Vegeta esbozó una enrome sonrisa, para luego decir:

Soy el actual dueño de corporación cápsula.

La oficina se había quedado en un silencio funesto. Bardock carraspeó, necesitaba a hablar y no quería que su voz se oyera ronca ante el asombro que le causó esa noticia.

¿Qué dijiste? —preguntó, aún en estado de shock.

Vegeta le entregó a Son las carpetas que había sacado de su mochila.

Aquí están las escrituras. Corporación cápsula está a mi nombre.

El hombre las asió y empezó a leer desesperadamente su contenido.

¿Cómo… cómo pasó? —interpeló sin aún poder creerlo.

Vegeta se encogió de hombros, la verdad ni él mismo sabía cómo explicarlo.

La madre de Bulma me la dio para que… "la protegiera" —dijo sin más. En teoría eso era cierto, la señora le había pedido que le ayudara a dirigir la empresa.

No te entiendo.

Es una historia muy larga—balbuceó el muchacho, sin ganas de contar como estuvieran las cosas entre él y la señora Brief—. Quiero pedirte que no le comentes nada a Bulma sobre esto. Yo ya pensé como encargarme de su madre, tendré que sacarla del país para que no abra la boca.

Bardock, saliendo de su ensimismamiento, levantó ambas manos para hacer callar a Vegeta.

¡Espera! ¿Bulma no sabe que tú eres dueño de su… corporación?

Vegeta se sonrojó, se sintió como un chiquillo regañado por su padre por hacer una rabieta.

Obviamente se la regresaré—aseguró Ouiji, y como si temiera la aparición de un monstruo dentro del closet, agachó la cabeza ocultando su mirada —. Junto con mis acciones.

Eso sí que no se lo esperó, Bardock tardó tanto en reaccionar a lo que había escuchado. Sus ojos se abrieron tanto que parecían que se le iban a salir de las orbitas, y su mandíbula desencajada demoró tanto en cerrarse.

¿Qué? —murmuró el empresario entre tartamudeos.

Vegeta suspiró de alivio, había esperado un grito de parte de Son o al menos una reprimenda. Aunque si Bardock hubiera reaccionado de una mala manera, Ouiji no hubiera echado atrás su decisión.

Ella será mi heredera—dijo Vegeta con total seguridad, esta vez mirando a Bardock—. Investigué y resulta que… sí puedo nombrar a Bulma como mi sucesora legal.

Yo… no sé qué decirte—el asombro aún sometía a Bardock—. Tenemos que convencer a los socios.

El gesto de Vegeta flaqueó ante lo mencionado por el empresario.

Esos imbéciles no pasarán por encima de mis decisiones como dueño de esta empresa.

Aun así debemos notificarles tu decisión. Me imagino que Mei…

Ella está de acuerdo conmigo. Mi madre siempre me ha apoyado—dijo Vegeta, riendo de manera soberbia.

Bien, lo de tus acciones no te lo discuto, pero ¿qué pasará si Bulma se llega a enterar que tú eres dueño de corporación cápsula?

Esa posibilidad no había estado pensada por Ouiji.

No creo que se llegue a enterar al menos que tú y yo abramos la bocaargumentó Ouiji sin preocuparse, hasta que recordó un pequeño inconveniente. Bueno, la señora Brief estará mucho tiempo fuera del país así que no creo que Bulma se entere por ella.

Hablo en serio, Vegeta—Bardock había recuperado su real tono de voz.

Si se llega a enterar pues… le dices que tú eres el dueñoespetó Ouiji sin importancia.

A mí no me metas en esto. ¿Por qué no le dices la verdad? No creo que se moleste.

Tú no la conoces, mi mujer es una fiera cuando se enojarió Ouiji recordando orgulloso a su Bulma. Cuando vio que Bardock aún no estaba de acuerdo con su plan, pensó en usar una carta que haría que Son no se negara. Solo no quiero tener problemas con Bulma, no cuando estoy viviendo mis últimos meses con ellasuspiró el muchacho con melancolía y pesar.

Bardock alzó la ceja ante esa pésima actuación de Ouiji, ya que la cursilería y la compasión no eran propias de éste último.

Eres un diablillo, no te queda hacerte la víctimaespetó Bardock, cruzándose de brazos. Vio que Vegeta se molestaba ya que él no estaba acostumbrado a no salirse con la suya; así que pensó el plan y en las consecuencias que pudieran ocurrir para que estuviera preparado—. Está bien, déjamelo a míaceptó Son de mala gana.

En serio te lo agradezco, BardockVegeta exhaló de alivio. Quiero que a Bulma no le llegue a faltar nada, me iré tranquilo al saber que tendrá tu respaldo, Bardock.

Son asintió, solemnemente.

Quédate tranquilo, sabes muy bien que entre Kakaroto, Gine, Mei y yo cuidaremos muy bien de ella.

Me alegra oír esorió Vegeta, se levantó de la silla y acomodó las escrituras en las carpetas y las guardó en su mochila—. Me voy, le prometí a mi madre que pasaríamos una noche de películas comiendo palomitas y bebiendo refresco hasta desvelarnosmusitó fastidiado.

Bardock se carcajeó, Vegeta era un caso muy particular; casi nada le agradaba.

Mándale saludos de mi parte a Mei.

Claro. Adiósse despidió Ouiji, saliendo de la oficina precipitadamente.

—Ya no más, señor Son—otra vez lágrimas, lágrimas que resbalaban por sus mejillas recorriendo toda la expansión de su cuello, humedeciendo su chamarra—. Por favor…

Y como si la vida tuviera algo en su contra, una persona irrumpió en la sala, impidiendo un desahogo que le urgía sacar.

—¡Suélteme estúpida! —rugió una mujer con aspecto desquiciado.

—Lemlia, ¿qué pasa aquí? —exigió saber Bardock, poniéndose de pie tan de repente.

—Disculpe, señor Son, lo que pasa es que esta mujer pidió hablar con usted. Yo le dije que estaba ocupado, y la señora solo se pasó sin que yo la anunciara—explicó la pobre secretaria, temiendo ser despedida.

Bardock, con una sola mirada, le pidió a Lemlia que se retirara. Una vez los tres solos, la mujer dijo:

—Necesito hablar contigo.

Bardock se rió con ganas.

—Así que puro cuento con tu empleo en la capital del sur—se burló.

Bulma se quedó quieta en su lugar, contemplando a la mujer que le daba un aire de haberla conocido antes. Esos ojos negros de mirada fría ya los había visto; y esa voz hostil y gélida, pero a la vez hipnótica ya la había escuchado. Bulma se tomó la cabeza con ambas manos, tratando de recordar, hasta que sus miradas se cruzaron pudo conmemorar esa ocasión de cuando Vegeta le reclamó a esa fémina por haber ido a su empresa. Fasha, así era el nombre de aquella mujer, la ex-amante de Vegeta Sr. Al observarla detenidamente, Bulma notó que la tal Fasha estaba muy diferente; ya no era la mujer atractiva y sofisticada de hacía un año. Su cabello estaba opaco y enredado, su piel pálida y llena de unas feas manchas rojas, sus ropas repercudidas y descoloradas. La vida daba muchas vueltas, si bien, era cierto que el que obraba mal terminaría de la peor forma; eso mismo estaba sucediendo con Fasha. Bulma no podía permitir que esa mujer siguiera en la empresa Ouison, porque sabía que Vegeta no lo habría querido así; sí él estuviera ahí ya la habría corrido a patadas.

—¿Qué hace usted aquí? ¡Lárguese! —vociferó la ojiazul, poniéndose pie y encarándose a la mujer.

Fasha parpadeó, confundida, y se tambaleó al notar que estaba una silla detrás suyo en donde se sostuvo debido a la sorpresa.

—¿Disculpa? —aseveró Fasha, recuperando el equilibrio y atisbando a Bulma con repugnancia—. ¿Quién te crees para correrme, niñita?

Bulma resopló, restándole importancia a la pregunta de la mujer. Se dirigió a Bardock que en ese instante parecía desconcertado ante la actitud imponente e impávida de Brief.

—Quiero que esta mujer se vaya, señor Son—ordenó Bulma, su frente fruncida mostraba un envidiable liderazgo.

Fasha dio un par de pasos al frente, moviendo la cabeza de un lado a otro y con el dedo alzado señaló a Brief.

—Mira, niña, tú no eres nadie para darme órdenes. El hecho de que hayas sido la noviecita de Vegeta no te da ningún derecho en creerte dueña absoluta de esta compañía—su tono arisco no fue del gusto de la ojiazul.

—En eso te equivocas, Fasha—replicó Bardock, posicionándose a lado de Bulma.

—¿De qué hablas? —preguntó Fasha, fría como el hielo.

—Bulma es una de las mayores accionistas de esta empresa—anunció Bardock ahora a la asustada mujer—. Eso quiere decir que es dueña de la mitad de esta compañía.

—¿Qué? —su voz se volvió átona, sin nada de fuerza.

—Lo que oíste. Así que sí tiene todo el derecho de echarte a la calle—amenazó Bardock.

—Imposible—susurró Fasha, trémulamente.

Furia. Jadeo. Odio hacia esa mujer. Manos temblorosas que provocaron su ira y un dolor en su pecho que no se mitigaba con nada. Bulma ya no soportaba más, deseaba que Fasha se fuera para siempre.

—¿A que vino, señora? Acaso ¿no será el mismo motivo de cuando vino hace un año? —la enfrentó Bulma.

Fasha Seripa sudaba, temblaba y estaba a tan poco de llorar de puro coraje. Esa humillación era demasiado para ella.

—Quería un préstamo por parte de la empresa. Por culpa de Vegeta ninguna otra empresa me ha querido dar empleo. ¡Ese mocoso se encargó en despotricar mi nombre, mi reputación se fue al diablo!—gritó fuera de sí—. Bardock, te lo suplico, Vegeta ya no está para oponerse, dame empleo, ¡te lo imploro! En serio necesito dinero y pagar mis deudas—su orgullo se fue a la mierda cuando se hincó a los pies de Son, quien la miró con asco.

Al oír a esa mujer decir el nombre de Ouiji —para sorpresa de Bardock—, Bulma no lucía mortificada al respeto. La muchacha rió mostrando unos relucientes dientes blancos, sonrojándose las mejillas y suspirando de una inminente alegría; preparada para humillar más a esa persona cuyas acciones afectaron a la familia Ouiji.

—Vegeta no está, pero yo sí, y la respuesta es un: no. Así que no te quiero volver a ver en mi empresa—amenazó Bulma, viendo con tanto júbilo a Fasha que seguía en el suelo como la alimaña que era.

Seripa se incorporó rápidamente, cuyos ojos no ocultaban el odio que sentía por Brief.

—¡Por culpa de tu novio muerto me estoy quedando en la calle! ¡Ahhh! —el rostro de Fasha se volteó por el impacto de una cachetada. Las puntas de sus dedos trazaron sobre el lugar en donde la mano de Bulma colisionó. A esas alturas le dieron ganas de vomitar.

—¡Eso fue culpa tuya por ser una puta! —arremetió Bulma dándole otra cachetada, esta vez escuchándose un eco por toda la sala—. Meterte con un hombre casado… ¡qué asco me da!

—¡Maldita mocosa, perra maldita! —la locura poseyó a Fasha, lanzándose contra Bulma para matarla con sus propias manos.

—¡No voy a permitir que le hables así a Bulma ni mucho menos que le levantes la mano! —se interpuso Bardock a tiempo, deteniendo a la esquizofrénica de Seripa que no paraba de gritar y de palotear como si fuera una niña de cuatro años que hacía berrinche—. Vete Fasha, y será mejor que lo hagas por las buenas o si no olvidaré que eres una mujer y terminaré sacándote a patadas—amenazó, empujándola para alejarla de la ojazul—. No te quiero ver cerca de mí y mucho menos cerca de mi familia, si les haces daño te arrepentirás.

—Van a pagar por esta humillación—aulló Fasha, arrancándose los cabellos, tirando las sillas y despotricando maldiciones. Con la ira cegándola, quiso ir una vez más en contra de Bulma, pero esta vez Bardock la sujetó de las muñecas y la arrastró literal hacia la puerta.

—Ahórrate tus amenazas, ya estás advertida. Al menos que quieras acompañar a tu amante en la cárcel. ¡Ahora largo de aquí!

La ira se transformó en miedo, Fasha tembló como un perrito asustado, caminando entre trompicones hacia el elevador. Lemlia veía la escena con ojos inexpresivos, era raro ver a su jefe sumamente molesto.

—Gracias por nada—musitó la mujer, antes de que Bardock cerrara la puerta de la sala de juntas.

—Esa mujer se ve muy peligrosa—dijo Bulma, evidentemente preocupada. Le aterraba la idea de que podía encontrársela en la calle y que le hiciera algo perverso. Aun sin conocerla, Brief intuía que Fasha se cobraría las cachetadas que recibió por parte de ella.

—No permitiré que te haga daño, Bulma. Como le dije a Fasha, no consentiré que se te acerque—la reconfortó Bardock mostrándole seguridad con su sola mirada.

Bulma parpadeó, atónita.

—Pero… escuché que se refería solo a su familia—musitó la ojiazul, cabizbaja.

—Desde que Vegeta me contó de ti, eres parte de mi familia. Siéntate con la libertad de tutearme—le pidió.

—Gracias, Bardock—dijo la chica, algo incomoda por la informalidad; sí que le costaría algo de trabajo ese cambio—. ¿Sabes? aunque creo que nunca te lo dijo, Vegeta siempre te consideró como un padre. Lo mismo está pasando conmigo—terminó diciendo de corazón.

Bardock se alegró de oír eso, su felicidad no tenía precio.

—Yo ya te considero como una hija—confesó Son, acariciando con ternura la coronilla de Bulma. Ésta sonrió, dedicándole un gesto de cabeza.

—¿Me puedo ir? Gokú me ha de estar esperando—pidió Bulma, recordando a su mejor amigo que debía estar impaciente.

—Espero que puedas visitarnos, recuerda que esta es tu empresa y puedes empezar a trabajar cuando quieras.

—Sí, muchas gracias.

Cuando Bulma salió de la sala de juntas, Gokú corrió hacia ella con el corazón casi saliéndosele del pecho.

—¡Bulma! ¿Estás bien? Al regresar del baño vi a Fasha que salía muy enojada de la empresa, ¿qué pasó?

—Luego te cuento—pidió Bulma, la verdad que no estaba de humor de querer a hablar respecto a esa mujer—. Ese era la oficina del padre de Vegeta, ¿cierto?

—Sí.

—¿Habrá una foto de él? Tengo curiosidad en conocerlo.

—Vamos a ver.

Los amigos aprovecharon la ausencia de Lemlia para entrar en esa oficina abandonada. Se toparon con un impedimento que era que la puerta estaba cerrada con llave. Bulma no se preocupó por ello ya que ella siempre llevaba consigo su estuche de herramientas. Al quitarle el seguro a la perilla, Gokú abrió la puerta que rechinó debido a la falta de mantenimiento y por la antigüedad de su uso. Los amigos corrieron hacia dentro de la oficina, cerrando con sumo cuidado la puerta. El interruptor de la luz fue algo fácil de encontrar, las lámparas de encendieron iluminando levemente la habitación. El olor no era desagradable, se percibía humedad y emanación. Se sentía todo amontonado, tal vez era porque había una pila de cajas que se encimaban unas con las otras. Las persianas del gran ventanal permanecían cerradas.

—Nadie se ha tomado la molestia de limpiar ¿verdad? —dijo Bulma al advertir telarañas en el techo y montículos de polvo en los muebles.

—No… ¡oh mira! Aquí hay fotos—exclamó Gokú, señalando un librero pegado en la pared.

Los amigos acercaron sus rostros al mueble, divisando unos portarretratos que no se alcanzaban a apreciar a simple vista. Bulma tomó un marco y sopló por encima para esparcir la mata de polvo que lo adornó por el pasar de los años.

—Es increíble el parecido—expresó al ver a los dos Vegetas. Bulma limpió el portarretrato con la manga de su chamarra para apreciar mejor la foto—. Una vez soñé con Vegeta, pero adulto. Nada que ver con este hombre.

—¿Soñaste con un Vegeta adulto? Y ¿qué hacían? —preguntó Gokú, lleno de curiosidad.

Bulma se sonrojó, no podía decirle a Gokú que su sueño había sido erótico y… agresivo.

—Nada, no me acuerdo—mintió, evitando confesar que había soñado con la versión adulta de Vegeta y que éste la violó para terminar ese encuentro en algo deleitoso.

Mierda. Mierda. Mierda. Se concentró mejor en seguir contemplando la oficina y sus ojos viajaron en cada rincón, primero en el librero, luego en el escritorio y finalmente en…

—¿Bulma? —la llamó Gokú, un poco preocupado porque su amiga se había quedado como una estatua viendo la silla del padre de Vegeta.

Las puertas del elevador se abrieron, ya habían llegado al piso destinado. Caminaron por un pasillo muy estrecho y largo. Al llegar al fondo se cruzaron con unas escaleras, subieron en ellas para luego estar en un lobby moderno.

Este es el vestíbulo presidencialle explicaba el señor Ouiji. La puerta a la derecha es la sala de juntas, la que está al lado de recepción conduce a la oficina de Bardock, y aquí...decía el hombre guiando al niño a una puerta ancha, de color ocre oscuro; introdujo una pequeña llave en la perilla, esta hizo "clic" y la puerta se abrióes mi oficina.

La habitación era enorme, frente a la puerta se encontraba un amplio escritorio cuya base era de un color negro que hacía juego con el tono gris del resto. Detrás del mueble, había una larga y ancha ventana que abarcaba casi toda la pared. A los costados se hallaban dos libreros llenos de libros, carpetas y, (en algunos estantes) portarretratos. En una esquina próxima, un mini sillón de color rojo adornaba el pequeño espacio que había entre la puerta y uno de los libreros.

Vegeta, con un porte soberbio, corrió a sentarse en la silla "aeron" de su padre. Frente al escritorio se percibía como si fuera un empresario exitoso. Le costaba trabajo ver lo que había sobre el mueble y sus piecitos estaban a unos 30 cm del suelo, aun así se sentía poderoso.

¡Papá, tu oficina es genial!exclamó el niño emocionado.

Me alegra que te guste, Vegeta, porque muy pronto será tuya

—En esta silla…—susurró la chica, recordando una anécdota que Vegeta una vez le contó; esos días eran difíciles de olvidar cuando fueron a acampar en el bosque montañoso. Bulma agitó la cabeza un par de veces para que el recuerdo no invadiera su mente. Bien que funcionó, las ganas de llorar desaparecieron—. Necesito que me lleves a un lugar.

—¿A dónde quieres ir?

Bulma lo tenía muy claro, llegó el momento de exigir explicaciones.


(…)


Mei se había quedado ahí parada como una estatua con los pies plantados en el suelo. Esa visita no se lo hubiera esperado si no fuera porque esa misma mañana Bardock se quedó en la sala de juntas para hablar en privado con Bulma. Cuando escuchó el timbre de su casa fue la primera señal de que su visita podría ser una persona importante, y no se equivocó. Desde la muerte de Vegeta eran raras las ocasiones que alguien iba a visitarla; eso era porque no se sentía con ánimos de convivir con nadie, y sus conocidos respetaban su decisión. Había pasado por cosas tan difíciles en los últimos años que quería estar tranquila. Sin embargo su serenidad se iba a posponer para entablar una plática que evitó por miedo a enfrentarla.

—Bulma. Gokú—dijo Mei sin ninguna emoción en el rostro.

—Hola Mei—saludó Bulma, incomoda por la indiferencia que estaba mostrando la ojiverde. Gokú en cambio parecía muy tranquilo, feliz de estar ahí —. Quiero hablar con usted.

Después de vacilar por unos segundos, Mei se hizo a un lado, echando la puerta más hacia atrás para dejar libre acceso a los muchachos.

—Adelante, pasen—invitó.

—Gracias.

Bulma de pronto sintió que las paredes se cerraban, hacía mucho calor. Cuando entró a la sala no pudo evitar que un recuerdo le llegara a la mente, quiso suprimirlo, en serio dolía regresar a esa casa donde aún se percibía algo de la presencia de Vegeta. Cerca de la chimenea se hallaban unos portarretratos que plasmaban a la perfección a la que era una familia feliz de cuatro miembros, hasta reducirse a solo dos. Fue entonces que Bulma comprendió lo que debería estar sufriendo Mei, quien anteriormente había perdido a un hijo, luego a su esposo y finalmente a su otro hijo. Todo era diferente entre las dos, se podría decir que compartían el mismo dolor, la misma perdida, pero no era así. Bulma se quedó sin padre, una persona que era indispensable en su vida. La muerte de Vegeta provocó solo el declive. Seguía dolida, sin poder superarlo; comprensible porque no era nada fácil aceptar la muerte de las personas que más amaste. En cambio Mei era una madre a quien la vida la descarrió de sus hijos, de algo sagrado. Ninguna madre debía presenciar la muerte de sus hijos, no era justo.

—¿Quieren algo de beber? —preguntó Mei, siendo cordial.

La claustrofobia desapareció con la pregunta de la mujer, Bulma se sonrojó.

—No, gracias.

Bulma y Gokú tomaron asiento después del ofrecimiento de Mei. Ésta hizo lo mismo, prefiriendo estar frente a los muchachos. La situación era complicada existiendo rencor de por medio. Ahí fue cuando Bulma aprovechó para contemplar el estado de Mei, y en serio que sí se veía muy afectada. Su rostro seguía estando bello, pero muy cansado. Los párpados gruesos eran la evidencia de llantos descontrolados de día y noche. La palidez extrema por no permitir que los rayos del sol la calara, eso se debía por quedarse mucho tiempo entre las sombras. Y las pequeñas arrugas que marcaban el paso de los años, tal vez por descuidarse e ignorar su salud. Pero hubo algo que no pudo evitar ver, un pequeño objeto brillante.

—Yo… nunca le había visto ese collar—declaró Bulma, señalando el cuello de la mujer.

Mei sonrió, recogió su largo cabello negro y lo hizo a un lado, sobre su hombro, luego llevó sus manos hacia atrás y se desabrochó el collar, después lo depositó sobre la mesa de centro para que fuera contemplado por los amigos.

—Fue un regalo de cumpleaños por parte de mis hijos. Idea de Tarble—explicó.

Bulma acercó su rostro a la mesa, deslumbrándose por la brillantez de la piedra.

—Una esmeralda… ¡cómo sus ojos!

Mei asintió, gozosa.

—Igual que ese zafiro representa tus hermosos ojos azules—expresó Mei feliz, señalando con un gesto de cabeza el collar que sobresalía debajo del cuello de la sudadera.

En un acto reflejo, Bulma tomó la piedra entre su mano.

—Sí, el mejor regalo de cumpleaños que he tenido nunca. Y no lo digo por su valor material, sino por el amor que me mostró Vegeta cuando me lo dio. Lo extraño tanto.

La melancolía regresó a los ojos de ambas mujeres.

—Yo también lo extraño, a ambos. No hay un solo día que no deje de pensar en mis hijos.

Una mujer, deseosa de ser madre, al procrear un hijo esperado; Mei siempre se imaginó un futuro con Vegeta y Tarble. Verlos crecer, verlos titulados de la universidad, verlos formar una familia, ¡tantas cosas que fantaseó! Habría deseado tanto ser abuela, cuidar de sus nietos, mimarlos y jugar con ellos. Era una injusticia, su vida fue una injusticia. Le costó tanto aceptar que había sido elegida por esa deidad divina para vivir un calvario. A pesar de las barreras que obstaculizaron sus sueños, hubo cosas hermosas que disfrutó al lado de sus hijos.

—Me habría encantado conocer a Tarble—dijo Bulma de repente, interrumpiendo sin querer los pensamientos de Mei.

—Probablemente se hubiera parecido a Vegeta, omitiendo la mirada tan fea que heredaron de su padre—espetó Mei poniendo mala cara.

—Sí, de hecho Gokú me enseñó una foto del señor Ouiji—dijo Bulma, dándose cuenta muy tarde que había cometido una indiscreción.

La ojiverde arqueó una ceja.

—No sabía que tenías fotos de Ouiji—dijo Mei desviando su foco de atención a Son.

—Sí, bueno… lo que pasa…—los parloteos de Gokú estimuló que fuera completamente ignorado por ambas mujeres.

La sonrisa despectiva de Mei florecía en su semblante.

—Supongo que estás aquí para resolverte algunas dudas—afirmó.

Bulma asintió nerviosa, revolviéndose en su asiento.

—Necesito respuestas, Mei. Estoy segura que usted puede dármelas, así estaré en paz—suplicó.

La ojiverde estuvo de acuerdo con el pedimento de la muchacha. Había llegado la hora de reiniciar la armonía con la que empezaron su amistad.

—Presiento que Gokú te contó sobre la niñez de mi hijo. Al menos me ahorraré eso—observó Mei, viendo a los amigos a asentir. Hizo una pequeña pausa y exhaló profundamente, aclarándose la garganta—. Mi vida familiar era perfecta, lo teníamos todo: una casa, un trabajo estable, dinero y el amor que nos teníamos. Les puede parecer fantasioso, pero yo me sentía como en la realeza. Comprendan mis palabras, era bien joven y demasiado ignorante respecto al significado de "matrimonio". Cuando nació Vegeta, mi esposo se llenó de una felicidad absoluta; él deseaba un varón digno que heredara su patrimonio.

»Por eso educó a nuestro primogénito a su modo, preparándolo para que Vegeta tomara las riendas de la empresa. A mi hijo lo privaron de una niñez normal, y hasta ahora me arrepiento por no intervenir ante la explotación que estaba sometido por su propio padre. Debo admitir que no fui una buena madre, nadie me enseñó cómo hacer ese papel, creo que a ninguna mujer le enseñan el cómo educar un hijo. Todo lo que podía hacer era ser una buena ama de casa y darle amor a mi familia. Cuando Tarble llegó a nuestras vidas, sentí que los lazos que ataban a mi familia se hacían más fuertes.

»Con el pasar de los años me di cuenta de la preferencia que Ouiji tenía sobre mis hijos. Eso me partió el alma, así que traté que Tarble pasara más tiempo con su padre; al principio funcionó porque Ouiji me consultaba sobre el de llevar a ambos a la empresa para que estudiaran juntos sus funcionamientos. Esa idea se vino abajo cuando ocurrió el accidente de la fábrica.

El matrimonio Ouiji se encontraba en el comedor de su mansión, disfrutando de un delicioso aperitivo. Mei vio la hora del reloj que colgaba en la pared, percatándose que se acercaba la hora para ir por sus hijos al colegio. Estaba alistándose para salir cuando el teléfono celular de su marido sonó. Esperó que atendiera esa llamada para preguntarle que le gustaría cenar después del trabajo.

¿Sí, diga?... —Vegeta se levantó de la silla de un solo salto, escupiendo el té que había estado bebiendo—. ¡¿Qué?!... ¿Quién les dijo eso?... ¿Nappa? —Mei, al escuchar el nombre del amigo de su hijo, comenzó a preocuparse—. ¡No quiero a la prensa ahí! Voy para allá… ¡Es su maldito trabajo así que háganlo!

Vegeta, ¿qué ocurre?exigió saber la mujer.

Ouiji la miró detenidamente, muy vacilante. Luego de meditar las opciones, optó por contarle todo lo que ocurría a su mujer.

Nuestros hijos tuvieron un accidentedijo sin más, saliendo del comedor y trotando hacia la puerta.

Mei lo siguió, angustiada, intentando detenerlo para reclamar una explicación.

¿Qué? ¿Qué fue lo que les pasó?

No lo sé. Por eso iré alláVegeta sacó las llaves de su auto, subiéndose rápidamente.

La puerta del copiloto se abrió, y apareció una Mei pálida y asustada.

Voy contigodijo la mujer, acomodándose en el asiento y abrochándose el cinturón de seguridad.

Vegeta la ignoró, al encender el motor no paraba de dejar ver el celular, como esperando que el aparato sonara. Luego de unos minutos que parecieron eternos, se escuchó el tono de llamada entrante.

Habla… bienel señor Ouiji tenía el celular muy pegado a su oreja, su rostro muy concentrado en lo que la voz de la otra línea le estaba diciendo. Las manos de Mei sudaban debido a la espera insufrible. Por fin la llamada terminó, y Vegeta echó a andar el carro a una velocidad de vértigo—. Los niños están el hospital.

La voz jadeante e irregular de Ouiji, hizo que el corazón de Mei se parara.

¡No puede ser!el nivel de dolor en la voz de Mei significaba una cosa: presentía que algo malo le había pasado a sus hijos—. Que estén bien, por favor, que mis niños estén bienimploró al cielo.

En los segundos que pasaron de la primera a la segunda llamada, el pánico aumentó en los Ouiji. Mei se echó a llorar, no podía respirar; era como si millones de agujas diminutas se estuvieran clavando en su pecho. El camino hacia el hospital se sintió eterno dentro del auto.

Al llegar al estacionamiento del hospital, pasaron por la recepción principal para preguntar por sus hijos. Mei no tenía cabeza para nada más que no notó la llegada de los Son que se estacionaban en el aparcamiento. El matrimonio tomó el elevador para que los llevaran al piso destinado. Había tanta adrenalina en ambos que casi no tenían aire para decirse algo. Cuando las puertas se abrieron de par en par, corrieron por el pasillo hasta topar con una sala de espera. Los ojos de Mei se llenaron de vida cuando vio a su pequeño aparentemente bien.

¡Tarble!gritó Mei al ver a su pequeño sano y salvo.

¡Mamá!el niño corrió a los brazos de su madre, derrumbándose en un llanto apaisado.

Entonces Vegeta Ouiji se abrió paso al centro de la habitación, todo eufórico y encolerizado, soltando palabrotas imperiosas.

¡¿Qué rayos pasó?! ¿Por qué demonios estaban merodeando dentro de esa fabrica?aulló, viendo a cada uno de los niños paulatinamente.

¡Cálmate Vegeta!lo regañó Mei, ahora cargando a su pequeño en brazos—. Estamos dentro de un hospital.

Segundos después Gine soltó un gritito ensordecedor.

¡Gokú! ¡Raditz!chilló la mujer quien se agachó para estar a la altura de sus hijos, besándolos y abrazándolos con devoción.

Bardock llegó a lado de su socio, a quien tranquilizó en un leve lapso.

¿Todos ustedes están bien?preguntó a los demás, manifestando su preocupación.

respondieron al unísono Nappa y Broly.

¿Nadie sabe nada de mi hijo?espetó Vegeta, una expresión de horror pintaba su rostro.

Norespondió el oficial de policía desde el pasillo, ninguno de los adultos había reparado en su presencia.

Ya tendremos noticias, tranquilízate por favorle susurró Mei a su esposo.

Todos parecían nerviosos e incómodos en la sala. Bardock y Vegeta se acercaron al oficial para que éste le contara lo que había pasado y, como ninguno de los dos padres conocía el trámite en estos casos, se adelantaron para llamar al viejo Gasu. Gine estaba sentada, con sus dos hijos a cada lado, abrazándolos. Mei estaba en un rincón de pie, con Tarble durmiendo entre sus brazos. Nappa y Raditz se sentían fuera de lugar, con la incertidumbre en saber noticias de su amigo; como todos. Rompiendo el intenso ambiente, un hombre hizo su aparición a la sala.

¿Familiares del paciente Ouiji Vegeta?preguntó a nadie en particular.

Mei rápidamente se acercó al doctor, y Vegeta hizo lo mismo.

Sí, somos sus padresdijo Mei temblando, acción que provocó que Tarble despertara.

Acompáñenme por favordijo sin más el doctor, haciéndoles una seña con la mano para hacerlos pasar primero del otro lado del pasillo.

Quédate aquí, mi amordijo Mei, con voz cariñosa, bajando al pequeño para sentarlo a lado de Gine.

El doctor y el matrimonio Ouiji desaparecieron por el pasillo, llegando a un consultorio muy bien ambientado. Los tres tomaron sus respectivos asientos. Sobre el escritorio había un gafete de presentación donde se leía: Dr. Hakase Mashirito.

Doctor, por favor, díganos la verdadimploró Mei.

La situación de su hijo es demasiada críticaconfesó el doctor, lastimosamente.

¿Qué es lo que tiene? preguntó Mei en voz baja. Con cada célula de su cuerpo, percibió lo importante que era Vegeta para ella, y supo que nunca se recuperaría si le ocurría algo malo.

Le hicimos estudios al paciente y al parecer dentro de su sistema respiratorio se encontró cadmio. Se trata de un metal pesado, blando, relativamente poco abundante. Es uno de los metales más tóxicos del planeta. Su hijo inhaló ese elemento químico en forma de gas, ingiriéndolo por sus vías respiratorias hasta llegar a sus pulmonesexplicó Mashirito.

En sí, ¿qué tiene mi hijo, doctor? Entiendo del gas tóxico que inhaló, pero ¿se mejorará? Eso es lo único que me importa sabergruñó Vegeta en tono cortante.

Señor Ouiji, el niño estuvo mucho tiempo inhalando ese humo. Eso provocó que sus defensas se debilitaran y dejaran de proteger otros órganos del cuerpomanifestó pacientemente el doctor.

Dios míose escandalizó Mei.

Por el momento frenamos el esparcimiento del gas químico, hasta ahora es lo único que podemos hacer. El paciente se debate entre la vida y la muerte, es poco probable que despierte.

El corazón de Mei dio un vuelco ante esa revelación.

No, mi niño es fuerte. Sé que saldrá de estadijo muy segura, aunque no pudo ocultar su miedo.

¿Y ese maldito gas no se puede sacar de su organismo?Vegeta no mostraba nada de preocupación, su ira era lo que se agrandaba en sus entrañas.

Desgraciadamente el gas atacó el sistema inmunológico. Este sistema es la defensa natural del cuerpo contra las infecciones. Por medio de una serie de pasos, su cuerpo combate y destruye organismos infecciosos invasores antes de que causen daño. Señor Ouiji, el cadmio provocó que el sistema inmunológico de su hijo dejara de funcionar.

¡¿O sea qué ese gas estará ahí toda su vida?!Vegeta echaba chispas por los ojos.

Mashirito era experto en tratar con personas difíciles, por eso no se dejó intimidar por la furia del empresario.

Señor y señora Ouiji, si su hijo llega a despertar de coma, su salud se irá deteriorando lentamente.

¿Qué quiere decir?preguntó Mei, notando su boca seca.

Es sola una suposición, necesito hacerle más estudios y revisiones al paciente cada mes para ver cómo reacciona ante el tratamiento que le suministramos. Debo advertirles que existen pocos casos iguales a los de su hijo, no hay ninguna curaadmitió Mashirito, mirando detenidamente la reacción del matrimonio. Descarto el cáncer de pulmón, me inclino más por fibrosis pulmonar; no digo que sea el diagnostico general, esperaré que salgan los últimos estudios.

¿Se puede controlar?Mei hizo un gran esfuerzo para que su voz se escuchara clara—. Si no hay ninguna cura entonces…

Mashirito se acercó más a su escritorio, recargando los brazos y juntando sus manos; inspiró hondo y dijo:

Hay enfermedades como el sida o el cáncer que no tienen cura, pero sí se puede controlar con medicamentos siempre y cuando la enfermedad no esté muy avanzada. Se podrá controlar el cadmio hasta cierto lapso; desgraciadamente el químico atacó el sistema inmunológico; eso quiere decir que su hijo se quedó sin defensas.

»Este químico, al ser muy tóxico, no deja que los anticuerpos hagan su función; es por eso que la medicina que le introducimos al paciente hace ese papel de combatir ese virus que afecta el organismo. Lastimosamente la medicina solo surte efecto en pocos meses y, llegado al lapso el paciente dejará de vivir.

¡No! ¡Me rehúso perder a mi hijo! Encontraré esa maldita curaMei estaba tan horrorizada por el diagnóstico de su hijo que se echó a llorar.

Señora Ouiji, lo siento, pero una cura no se crea en dos meses o tres. Son años de investigación y pruebas. Lo lamento mucho, pero no se puede hacer nada.

Visitaré todos los médicos del país si es posibleespetó la ojiverde con terquedad.

Usted está en todo su derecho de hacer eso, pero el diagnostico no va a cambiar. Si lo desea, le puedo proporcionar teléfonos de colegas míos para que le suministren a su hijo medicamentos que controle el mayor tiempo posible el cadmio.

Vegeta se puso de pie, hecho una fiera.

¡Maldición! ¡Trabajé todo este tiempo en él para nada!

La tristeza de Mei se vino abajo para dar lugar a la ira.

¡CÁLLATE VEGETA!rugió la mujer, encarando a su marido.

¡Qué vergüenza! Primero Tarble que salió sin ningún talento sobresaliente, y ahora Vegeta que está desahuciadobramó Ouiji, ignorando a Mei. La burla de su risa irónica era parecida al de un asesino en serie cuando negaba sus crímenes. El empresario salió del consultorio dando un portazo que hizo respingar al doctor y a la ojiverde.

Mei se había quedado con la boca abierta ante las palabras tan estúpidas de su imbécil esposo.

Doctor, yo me disculpo por la actitud de mi marido.

Vaya con él…la alentó Mashirito.

—En aquel día mi vida se convirtió en un infierno—continuó Mei su relato—. Mi Vegeta despertó sin saber que su vida no iba a ser tan larga como lo imaginó, y mi Tarble sufriendo por el desprecio de su padre y las visitas regulares con el psicólogo. La niñez de mis hijos ya no era como antes, soportaron muchas cosas, en especial Vegeta. Ouiji cambió de forma drástica su actitud con él, el orgullo y el interés se habían evaporado en una gran nube de incertidumbre y desprecio.

»No me importaba que Ouiji me engañara con su asistente, creo que desde el día que ese sinvergüenza golpeó a Tarble en el hospital, yo ya había dejado de amarlo. Yo vivía para mis hijos, y soportaba engaños, infidelidades y groserías por ellos.

Estoy harto de tomarme estas pastillas. ¿Otra vez inyección?se quejó Vegeta al ver que su madre preparaba una jeringa y un algodón untado en alcohol.

Recuerda que las vitaminas son buenasmencionó Mei, descubriendo el brazo del niño.

Ninguno de mis amigos toman vitaminas… ¡auch!se quejó Vegeta al notar el pinchazo de la inyección.

¿No? Por eso tal vez se enferman muy seguido. Puedes salir a jugar.

Vegeta la miró con ojitos iluminados.

Genial, regreso hasta la cenael niño recogió su balón de básquet del suelo, y corrió hacia el patio, pero al hacerlo chocó de frente con el señor Ouiji—. Hola padresaludó Vegeta, sin recibir contestación.

No hallaba ninguna respuesta, no sabía por qué de la indiferencia por parte de su progenitor. El pequeño Vegeta había estado dormido por dos largas semanas, ¿qué había pasado mientras estaba en un profundo sueño? Su casa se había convertido en un verdadero infierno, cada noche escuchaba a su héroe gritando disparates, había veces que lo trataba como si él no existiera, ya no se enorgullecía cuando le contaba que en la escuela fue el mejor de la clase, y fue apenas cuando por primera vez había recibido una bofetada por ese hombre a quien sentía una enorme admiración. ¿Había hecho algo malo? Porque si era así entonces que se lo hiciera saber.

El niño, dolido porque su saludo no fue correspondido, optó por salir de la cocina y dejar a sus padres asolas. Detrás de la pared, escuchó un arrastre de silla y un leve golpe en la mesa.

Dame de cenarexigió el señor Ouiji.

Vegeta asomó levemente la carita para no ser visto, observando que su madre no hacía amago de servirle a su padre. El niño temía que se desatara otra discusión entre ellos.

En el horno hay comida, sírvetedijo Mei como si nada, ordenando las compras que hizo esa mañana en la alacena.

¡Demonios mujer! ¡Tu trabajo es servirme! ¡Soy tu marido y tú eres mi esposa!

El niño pegó un brinco ante el estridente grito de su padre. Temía por su madre, pero vio que ésta le plantaba cara a Ouiji. Si tuviera que decidir de quien debía huir, definitivamente elegiría a Mei.

Todavía lo soy porque no has querido darme el divorcio. No te entiendo, Vegeta, si nos divorciamos tendrás el camino libre para ir a revolcarte junto a tu asistente sin que te escondaslo retó Mei en jarras.

Ouiji se sonrojó de ira y vergüenza.

¡Tú no me hablas así! ¡A mí me respetas!

Mei no se dejó intimidar.

¡Yo también merezco respeto! Y mejor me voy porque no quiero que mis hijos escuchen nuestra discusión. Ah, y cuando vuelva quiero que saques tus cosas de mi recamarauna última mirada de asco, y la mujer salió de la cocina directo a la recamara de Tarble para llevarlo al psicólogo.

—Nunca olvidaré la cara de Ouiji cuando lo enfrenté, y lo seguí haciendo para defender a mis hijos—canturreó Mei—. Cuando Tarble murió… fue una etapa muy difícil de superar. Ouiji se había ido al correccional, la verdad no lo lamenté por él ni mucho menos sufrí su ausencia. Pero respecto a Vegeta yo no sabía qué hacer, se había vuelto un chico rebelde, haragán e irresponsable.

Llorando desconsolada encerrada en su habitación, Mei se había privado en ver por el bienestar de Vegeta. Le dedicó días y días al duelo de Tarble, que sus ojos dejaron ver a la única persona que quedaba en la faz de la tierra para acompañarla y sostenerla en la tristeza y en la felicidad. Se reprochaba por desatenderse en su papel de madre, pero no podía olvidar esa trágica noche. Al principio Vegeta le ayudaba ver el lado bueno de los problemas, olvidando que también él tenía los suyos. Su Vegeta también estaba sufriendo, pero él se mostraba fuerte; no se dio cuenta que eso era solo pura apariencia. Mei fue egoísta, nunca estuvo cuando Vegeta la necesitaba. No recordaba preguntarle cómo se sentía, de sí quería a hablar, no le ofreció un hombro en donde apoyarse, ni siquiera un abrazo. ¿Qué clase de madre era? Pero eso se terminaría ahora.

¿Vegeta?lo llamó Mei desde el marco de la entrada de la habitación del muchacho.

¿Qué?espetó, sin voltear a ver a su madre.

Mei notó que su hijo se alistaba para salir, parecía recién bañado y de su lugar percibió un perfume.

¿Quieres ir al cine? Salir un rato nos hará bienpropuso la mujer, intentando sonreír.

Vegeta se volteó para mirarla, muy sorprendido. Chasqueó la lengua en señal de fastidio agitano en desgana la cabeza y tomó una chamarra de su armario, y pasó de largo sin volver a ver a su madre.

Tengo planes. Adiósdijo al salir de su habitación.

Mei se quedó como una estatua, reaccionó a tiempo antes de que su hijo saliera de la casa.

¡Espera!

Vegeta se detuvo en seco en las escaleras.

¿Qué?

¿A dónde vas?

No sé, por ahíy, sin más explicaciones, Vegeta salió de su casa dando un portazo.

En eso se había convertido su hijo, en un chico que no se sentía indispensable en esa casa. Por ignorarlo tanto tiempo, su Vegeta se había desviado del camino. Mei no aguantó más las lágrimas, y se marchó a su habitación a seguir lamentándose. La mujer orgullosa y empoderada que había sido antes, dejó ese mundo junto con Tarble.

—Intenté de todo, hasta le pedí a Bardock que hablara con él. Vegeta se fue por un tiempo de la casa y vivió con los Gasu. Después me enteré que los padres de Broly lo persuadieron para que mi hijo regresara a mi lado. Funcionó, a medias—sonrió forzadamente—. Vegeta y Gokú habían ido a ver al señor Gasu para que les dieran trabajo durante las vacaciones decembrinas. Estuve de acuerdo porque pensé que Vegeta se despejaría, se distraería y así no pensaría mucho en su hermano.

»Pero yo me quemaba en mi propio infierno porque le seguía ocultando a Vegeta su situación. No era algo fácil, Vegeta y yo no llevábamos una buena relación, a pesar de eso él siempre se tomaba sus medicinas sin saber que... —hizo una pausa, decirlo aún le resultaba doloroso—. Por años estuvimos ignorándonos, hasta que mi hijo cumplió los 14 años, ese día ocurrió un milagro y mi Vegeta regresaba a ser el de antes. Fue en ese entonces que decidí a hablar.

Negro.

Se imaginó el negro de sus ojos. Negros como el carbón, como el ónix, profundos, tan profundos que eran capaces de acoger un mundo repleto de sueños. ¿Cómo se podía enfrentar a esos ojos que eran expertos en leer el alma? Su cuerpo tembló, ahogándose por los nervios; era como si estuviera dentro de una burbuja que no se rompía con nada. Sus fuerzas eran nulas, sus manos temblorosas eran inservibles. La verdad siempre era la mejor, aunque irremediablemente dejaba marcas de dolor. Un dolor que era tan grande que no dejaba respirar. Mei miró sus manos, contemplando sus temblores, temiendo volver a caer al pozo de la desesperanza. Pensó en Tarble que se había convertido en un recuerdo fantasmal. Un espíritu tan primoroso como alucinante que le perseguía en sus pesadillas, pero también sonriéndole en los sueños más dulces. No quería ni pensar que eso también pasaría con Vegeta cuando éste no estuviera más. El solo pensar que quedaba escaso tiempo para que su hijo muriera, le atormentaba un miedo atroz. Escuchó la puerta de la habitación cerrarse, y Mei supo que había llegado la hora. Oyó pasos bajando las escaleras, pasos que acompañaba rítmicamente con los latidos de su corazón.

Mamá, regreso más tarde. Iré a la casa de Kakaroto.

Entonces lo vio, un muchacho feliz, despreocupado, sin ningún miedo a la inminente muerte que le esperaba. Acabaría con su felicidad en tan solo unos segundos. Una madre siempre anhela ver a un hijo feliz, que nada le falte, ofrecer un amor puro. Vegeta era un muchacho extraordinario, dotado, para Mei era un superhéroe; él hizo que ser madre fuera un papel fácil. Habría dado cualquier cosa por presenciar de nuevo a sus hijos riendo, comiendo frituras, sentados en la sala y jugando videojuegos. De repente le parecieron oír los berrinches de Tarble cuando perdía en contra de su hermano. Y Vegeta, no importaba lo que hiciese, siempre conseguía ganar contra quien sea era muy duro consigo mismo cuando perdía. Eso era lo que quedarían de sus hijo, recuerdos. Recuerdos que temía olvidar. Recuerdos que habría enfrascado y guardado en un cajón bajo llave. Los pasos se alejaban y con ellos su oportunidad. Era ahora o nunca.

¡Espera Vegeta! Necesito hablar contigopidió Mei, casi no tuvo aire suficiente en sus pulmones para hablar.

El muchacho detuvo su andar, girando sus talones para ir al llamado de su madre.

¿Qué pasa?

Siéntate por favorpidió Mei, quien se puso un poco rígida, pero aun así conservó la calma.

Vegeta se sentó en uno de los sillones, frente a su madre. Se percató que ella no lo miraba, desviaba mucho la cabeza y las manos temblaban exageradamente señal de una evidente ansiedad. La analizó con detenimiento, el rostro de ella manifestaba calma, pero los temblores del cuerpo evidenciaban desasosiego.

Dimepidió Vegeta, su inquietud abismal se transmitió en la voz.

El pecho de Mei bajaba y subía, como una montaña rusa en donde las emociones eran tan electrizantes, llenas de adrenalina.

Hijo, no sabes cómo me arrepiento por no decirte esto desde un principio. Espero y puedas perdonarme.

Vegeta entró en pánico al ver a su madre llorar.

¿Qué pasa, mamá? ¿Qué es lo que me ocultaste?

Ahora a Mei le temblaba todo el cuerpo, y Vegeta parecía muy preocupado por ella. La ojiverde levantó la cabeza, enfrentando la situación, pero al chocar sus ojos con los de su hijo las palabras se le atoraron en la garganta.

Hijo… estás enfermo. Muy enfermosusurró, derramando más lágrimas.

La reacción de Vegeta fue lo contrario a lo que se imaginó. En la sala se escuchó el eco de una carcajada irónica combinada con un extracto de alivio.

Eso no es nada nuevo para mírió Vegeta, encogiéndose de hombros—. Desde los 9 años que tomo vitaminas para mi debilitado sistema inmunológico.

No, eso es mentiraMei agitó la cabeza con tanta fuerza que se lesionó el cuello, pero el dolor físico pasó a ser segundo plano por el dolor que le causaría a su hijo en el corazón—. Las tabletas y las inyecciones no son vitaminas, sino fármacos que controlan el químico que está dentro de tu sistema.

La risa de Vegeta se borró enseguida. Ahora la voz de su madre se escuchó muy lejana, como si estuvieran hablando por teléfono y llegara una interferencia en donde solo se oían los cortes de un sonido peculiar.

¿Qué es lo que tengo?su voz, exigente como de costumbre.

Hasta ahora nadie lo sabe, pero…

¿"Pero" qué?

Mei se mostró dubitativa, considerando sus decisiones por última vez. Sin embargo ya era demasiado tarde, su hijo buscaría las explicaciones como fuera.

Tu enfermedad no tiene cura, y la medicina que te he estado suministrando todo este tiempo dejará de…

Las vitaminas dejarán de surtirme efecto, ¿verdad? Y ¿luego qué?hubo un cambio radical en Vegeta durante ese lapso, entornando sus ojos negros en su madre.

Y luego tú…

Entonces lo supo. De repente había sido transportado en un limbo. En un lugar donde no se podía salir, con caminos infinitos que llevaba a la misma dirección. No existía nada… mucho mejor así. No había emociones, no había sentimientos, no había pensamientos. Todo era tranquilidad, y Vegeta deseó quedarse ahí para siempre. Sus cinco sentidos se desactivaron, había caído en un profundo pozo negro. El descenso era infinito, y veía pasar su corta vida en pequeñas pantallas de blanco y negro. Inmediatamente se detuvo, quedándose dentro de ese agujero, flotando en busca de una luz.

Verde.

El verde lo aguardaba para acobijarlo. Esos ojos esmeraldas lo estaban viendo, como si esperaran algo de él. La imagen cambió agresivamente, regresando a la realidad.

¿Voy a morir? ¿Estoy desahuciado?preguntó, sabiendo las respuestas. Hubiera sido difícil si lo afirmara, así que optó por la postura de la negación.

Perdóname, mi amorMei se arrastró hacia su hijo, hincándose frente a él y tomándole las manos. Aún no es tarde para ti. Hay un doctor en la capital del sur y… ¿Vegeta?

¿Cuánto tiempo me queda?

Mei lo sujetó con fuerza, como si con eso pudiera evitar la inminente situación de su hijo.

Mi amor, no digas eso por favor. Hay una oportunidad, déjame llevarte allá y verás que todo saldrá bien.

Vegeta no podía moverse, ¿acaso alguien le había embarrado cemento encima? Todo se tornaba borroso a su alrededor. Comenzó a sentir nauseas, unas ansias fuertes de vomitar.

Ahora entiendo, es por eso que me canso mucho: hay veces que me siento débil. Siento mucho dolor en mi pecho… me estoy muriendo.

Mei no aguantó más y se lanzó con los brazos abiertos a su hijo. Lo aprisionó entre su pecho, marcando ese abrazo para que durara toda la vida. Era lindo imaginar que podían quedarse así por la eternidad.

¡No! ¡No! ¡No! ¡No dejaré que eso pase! Ya perdí a Tarble, no te perderé a ti tambiénexclamó Mei, rompiendo el abrazo para mirar a su hijo.

« ¡Cállate, cállate, cállate por favor!» Vegeta quería gritarle a los cuatro vientos que le quitaran el sentido del oído. No quería seguir escuchando nada más. Había olvidado lo que era el miedo. Él siempre había sido un jovencito muy valiente, lleno de orgullo y con una soberbia que engrandecía su ego. Ni siquiera le tuvo temor a su padre cuando lo enfrentó y éste lo apuntaba con una pistola en la cara, mucho menos cuando contempló el cuerpo inerte y frío de Tarble tendido en el suelo sobre un charco de sangre. ¿Y ahora? Ese sentimiento le daba la bienvenida como a una vieja amiga. Tenía que admitirlo, el pavor poseía sus sentidos. Debía vivir con el miedo de saber que al término de cada día se acortaba su existencia a un compás raudo. Pero había algo más que acompañaba al miedo, un sentimiento que lo hacía temblar hasta los huesos.

Nerviosismo.

Nerviosismo de no saber si su muerte estaba cerca o no. ¿Dolía morir? ¿Cuándo lo visitaría la muerte? ¿Qué pasaría con sus planes? ¿Y sus sueños? ¡No, no, no! Quería salir corriendo de ahí, no aguantaba estar ni un minuto más en ese lugar.

Iré con Kakarotoavisó Vegeta, poniéndose de pie y alejando a su madre de él con delicadeza.

¿Hijo?Mei estaba sorprendida ante la reacción nula del muchacho. Pensó que no le había tomado importancia a ello hasta que lo vio regresar con gesto airado.

No puedo creer que me hayas ocultado algo muy grave, madrela encaró con tal vehemencia que difundía colosal fiereza.

El tono impetuoso del muchacho hizo que Mei retrocediera producto de una culpabilidad que comenzaba a crecer en su interior.

Mi amor, perdónamepidió Mei, sollozando sin cesar, sujetando a su hijo y así evitar que se fuera.

¡Suéltame!espetó Vegeta cuyas facciones comenzaron a tonarse duras y toscas. Pero al ver que su madre sufría tanto como él su semblante se suavizó—. Mamá, estoy muy molesto, no quiero hacerte daño.

Mei lo comprendió, el dolor bloqueaba la capacidad de entender, y lo dejó ir; respetando sus deseos de estar solo.

Lo lamento tanto, y espero puedas perdonarmesusurró, y lo último que escuchó fue la puerta cerrarse.

—Cuando volvió a la casa, tuve el temor de que todo cambiaria para mal. Gracias a Dios estuve equivocada. Vegeta actuó con madurez, perdonó mi silencio y quiso seguir con las indicaciones del médico. Pasaron los meses y nuestra relación iba mejorando, y para hacerla todavía más amena, Vegeta tuvo la mejor idea de mudarnos de casa.

Vegeta abrió la puerta dejando que Mei pasara primero. Una vez adentro notó que había muy pocos mobiliarios que estaban esparcidos en todas partes; en algunos rincones se encontraban cajas encima de otras. A pesar del desorden, Mei quedó maravillada con el departamento, era espacioso, lujoso, confortable y con un enorme ventanal en la sala donde se podía apreciar un bellísimo panorama; se podía observar toda la ciudad hasta los bosques y las montañas. Incluía todo lo necesario: una cocinita, un comedor, una sala espaciosa, dos recamaras, una terraza, un cuartito de lavado y un baño; lo esencial para dos personas.

¿Qué es esto?preguntó Mei sin dejar de apreciar el departamento, recorriendo los interiores con suntuosidad.

Vegeta cerró la puerta, jugueteando con la llave mientras se deleitaba con el panorama de la capital del norte.

Nuestro nuevo hogar. Lo compré con el sueldo que gané cuando trabajaba con el anciano Gasu.

Esa revelación dejó en shock a Mei, había pasado un año desde que Vegeta dejó de trabajar para el anciano detective. La verdad no se sorprendía para nada que Vegeta ahorrara ese dinero y lo gastara en una buena inversión como lo era un departamento.

Es preciosoconfesó Mei, sin dejar de sonreír por estar en su nuevo hogar.

Vegeta se alejó del ventanal para ir con su madre.

Puedes hacerle los arreglos que quieras. Los gastos los cubriré yo, mañana empiezo a trabajar oficialmente para la empresa.

Y las sorpresas para Mei no terminaban, su hijo quería emprender para su futuro; deseando que durara mucho. Para no pensar en ello, la mujer se acercó a unas cajas donde dentro de una vio una carpeta, leyó una inscripción que decía: propuesta para incluir alumnos de preparatorio y universidad para que realicen servicio social. Al leer eso recordó algo de suma importancia referente a la empresa Ouison.

Aún no puedes presentarteacordó Mei, ignorando el contenido de las cajas, un poco preocupada por la reacción del muchacho. Lo cierto era que por ley, los socios y Bardock no aceptarían que alguien de 15 años tomara grandes responsabilidades dentro de unas de las empresas más rentables del país. Y no era que Mei desconfiara de la capacidad de Ouiji para tomar las riendas de un cargo tan importante, pero las reglas estaban para acatarse.

Vegeta rió socarronamente ante la preocupación extremista de su madre.

Lo sé, por eso pondré aquí mi oficina. Cuando sean las juntas tendrás que ir tú. Me dijo Bardock que tengo que esperar unos años más para presentarme.

Mei soltó un suspiro lleno de alivio y sonriéndole a Vegeta, dijo:

Estoy muy orgullosa de ti.

—A pesar de vivir y estar cerca de mi hijo, no estaba completamente en paz. Me sentía tan deprimida, tan casada y con pocas ganas de vivir. Ardía en deseos de volarme la cabeza ante la impotencia y la desesperación de saber que la vida de Vegeta se acortaba a cada lapso—Mei parecía realmente apenada, como si odiara aceptar que en esa época era una mujer de mente débil—. Pero fue por él que no lo hice, me mantuve fuerte y pedí ayuda.

Mei salió de su recamara sigilosamente, con una receta médica en la mano y su bolsa en la otra. Trató de hacer el menor ruido posible para que su hijo no despertara. Al llegar a la puerta se sobresaltó al sentir una presencia detrás de ella.

¿A dónde vas?Vegeta, con los brazos cruzados y semblante perturbable, esperaba impaciente la respuesta de la ojiverde.

Mei se volteó para encararlo, y al verlo se sorprendió del atuendo de su hijo. Vegeta no portaba el pijama sino una oscura ropa deportiva junto con una bufanda de color azul. Que exageración, eran las 6:00 de la mañana de un sábado y todavía despierto.

Con el doctorno tuvo más opción que decirle la verdad… a medias.

Vegeta alzó una ceja, indeciso. Ese gesto solo ofendió a Mei.

Me di cuenta que en la mañana de ayer te estabas medicando. ¿Te sientes mal?el rostro de Vegeta carente de emociones era un caso complicado. Realmente estaba preocupado por su madre, solo que no lo expresaba. La había estado vigilando desde hacía dos semanas cuando la vio escabullirse en la cocina y tomarse unos extraños medicamentos. Al principio pensó que se trataban de vitaminas, vitaminas reales, y lo dejó pasar. Pero en los últimos días escuchaba en las mañanas tantos movimientos en la otra habitación y luego la puerta cerrarse. Esas salidas furtivas lo alertó, y esta vez no lo dejaría pasar.

Solo son antidepresivos y somníferosconfesó Mei, mostrándole la receta a Ouiji para que leyera que clase de doctor estaba visitando: un psiquiatra.

No me gustaexpresó Vegeta en voz baja, alejando esa receta de su vista.

Te prometo que seguiré trabajando en míjuró Mei, guardando la receta en su bolso.

Vegeta no tuvo más remedio que confiar en ella, además era una adulta, consciente de sus hechos.

¿Aún sigues buscando la cura?

Mei no se esperó esa pregunta tan dolorosa.

Sabes que sí, no me daré por vencida.

Vegeta asintió, regresando a su habitación.

—No me enorgullezco de eso, luché muchos años con mi depresión. Y no quiero justificarme, pero era como un vicio, no sé cómo explicarlo—Mei, renuente de seguir hablando de sus problemas mentales, prefirió cambiar de tema—. Después de una cansada búsqueda encontré un buen médico en la capital del oeste que se interesó en investigar la enfermedad de Vegeta. Le tuve que decir a mi hijo que necesitábamos mudarnos porque de no hacerlo se nos haría muy desgastante viajar varios kilómetros cada tres días de capital a capital. Recuerdo que mi hijo estaba muy preocupado por dejar su trabajo, su escuela y sus amigos—al decir esto último Gokú le sonrió—. Lo tranquilicé diciéndole que todo lo había arreglado, Bardock no tuvo ningún problema en que Vegeta se ausentara de sus responsabilidades de la empresa. Me encargué de encontrar una buena escuela… una de las mejores del país. Y le dejé muy en claro que sus amigos serían bienvenidos en nuestra nueva casa. Su otra preocupación era el departamento que había comprado con sus ahorros, así que le aconsejé que lo rentara y él aceptó.

» Había llegado el momento de otro nuevo cambio. Llegamos a la capital del oeste junto con nuestro camión de mudanzas, el barrio era tranquilo y nos gustó mucho nuestra nueva casa. Esa misma semana llevé a mi hijo a inscribirlo al colegio…—Mei se sonrojó al recordar una situación embarazosa en la oficina del director—. Vegeta era un hijo excelente, siempre demostraba su preocupación por mí. Nunca lo escuché quejarse respecto a la mudanza o el cambio de escuela.

» Me emocioné mucho cuando mi hijo me habló de ti—dijo Mei mirando a una tierna Bulma que parecía emocionada escuchando relatos sobre el amor de su vida—. Había hecho una nueva amiga.

Mei sabía que estaba siendo indiscreta al estar espiando a su hijo y a su nueva amiguita desde el comedor. ¡Es que no cabía de la emoción! Cualquier madre estaría feliz de ver que su hijo en su primer día de clases le platicara de que logró hacer amistades, porque en Vegeta eso era una gran hazaña. Conocía perfectamente la mente antisocial de su muchacho, por eso era tan grande su alegría que quería cantar.

Nos vemos mañana, en… ¿tu casa? —escuchó la voz de… ¿cómo dijo que se llamaba?

Como quieras —típica voz de Vegeta a quien no le importaba nada—. No olvides tu mochila.

¡Cierto! Nos vemos mañana.

Hmp.

Mei se escondió un poco más, y vio a Bulma caminar hacia la puerta con Vegeta pisándole los talones. La muchacha abrió la puerta, y Mei pudo observar que había dejado de llover… ¡Oh por Dios! Estaban frente a frente.

¿Mañana nos vamos juntos a la escuela?le preguntó Bulma a Ouiji.

Te dije que por mí no habría ningún problema —un rastro de emoción surcó en el rostro de la ojiazul —. Solo te exijo que seas puntual, odio esperar.

No hay problema— afirmó ella con convicción—. Bueno, adiós.

Mei se entristeció un poco por la seca despedida de los muchachos, aunque bueno era comprensible porque apenas llevaban un día de conocerse.

¡Niña!— gritó Vegeta desde la puerta—. Recuerda lo que te dije, no caigas en provocaciones.

¿A qué se refería él con eso? No logró escuchar la respuesta de Bulma, solo la puerta cerrarse.

Vegeta tenía una enorme sonrisa plasmada en su rostro, pero fue borrada de inmediato cuando se percató de la presencia de su madre quien estaba recargada en el marco del comedor.

¿Qué?espetó el muchacho, sumamente sonrojado.

Es muy lindacanturreó Mei cuyo rostro se veía muy pícaro.

No es lo que pareceaclaró Vegeta mucho más rojo que un tomate—. Solo es una compañera de clases.

Eso no fue lo que me dijiste cuando llegaste de la escuela le recordó Mei, tunante.

Vegeta no dijo nada al respecto, entró a la sala y volvió a sentarse en el mismo sillón que compartió con Bulma hacía unos momentos. Mei se preocupó al ver que la felicidad de su hijo se había apagado, así que se acercó a él, sentándose a su lado.

Creo que cometí un error, madreconfesó Vegeta, cubriéndose el rostro con las manos debido a la impotencia que estaba sintiendo.

No seas tan duro contigo mismo, Vegeta le reconfortó la ojiverde. Por supuesto que comprendía la incógnita del asunto, solo que ignoraba la promesa de Ouiji de no socializar con nadie aquí.

¡No te das cuenta que estoy siendo egoísta con ella! Bulma se me acercó y… me ofreció su amistad y yo…

La aceptastecontempló Mei la oración por Ouiji. Éste asintió.

Vegeta sacudió sus manos al techo, echando la cabeza hacia atrás, desesperado.

Lo que más me molesta es que solo llevo un día de conocerla y ya me aterra a la idea de que en un futuro voy a tener que alejarme de ella.

Eso no será necesario si le dices la verdadMei tenía que enseñarle a su hijo que no debía escapar de la verdad, era como si tratara de ocultar el sol con un dedo; realmente absurdo. Era mejor hablar con aquella muchacha sin rodeos ante que haya sentimientos entre ellos.

Vegeta negó con la cabeza, oponiéndose ante la idea de su madre.

No, su padre falleció hace tres meses y aún no lo ha superado. Si le digo mi situación es probable que ella decaiga otra vez a la tristeza, y no quiero que eso pase.

Vegeta se afligió Mei.

La ayudaré a superar la muerte de su padre y luego… me alejaré de ella eso había sonado a un juramento inquebrantable.

Hijo, ten fe que hallaremos la solución. Solo hay que buscar un destello de esperanza y verás que ahí encontraremos la cura Mei aguantó sus lágrimas, estaba harta de las injusticias. Su hijo no merecía sufrir así.

Esperanza, créeme que aún no la he perdido a pesar de ser joven aún, Vegeta sabía por experiencia que aferrarse a algo solo hacía daño, aunque a veces provocaba la felicidad.

—Creo que él ya tenía una idea de lo que tú valías—dijo Mei mirando a Bulma directamente a los ojos. La muchacha no paraba de llorar ante tal hermosa anécdota—. No juzgues a mi hijo por no decirte sobre su enfermedad, estabas pasando por un mal momento por la reciente muerte de tu padre y no quiso angustiarte más. Además parecías realmente emocionada con él—Bulma asintió, sonrojándose—. Aunque si no fuera porque estabas pasando por un duelo reciente, estoy segura que Vegeta te hubiera confesado su enfermedad.Éramos pocas personas que sabíamos sobre eso. Apenas supe que tu madre estuvo al tanto de la situación de mi hijo—Mei fue muy astuta en notar el enojo de Bulma cuando mencionó a Bunny—. Debo confesar que Vegeta siempre te necesitó, eras muy indispensable para él. Recuerdo que hubo un tiempo que estaba muy deprimido, y era porque te habías peleado con él, Bulma.

La hora de la cena era un momento en donde Mei y Vegeta aprovechaban para convivir y platicar sobre las novedades de cada uno. En el caso del joven Ouiji no tenía ninguna intención de hablar. Mei no le despegó los ojos ni un solo segundo, porque si dejaba de mirarlo de repente se sentiría como si estuviera comiendo sola, sin Vegeta a su lado que solo jugueteaba con la comida. Su fina intuición le decía que su hijo tuvo una pelea con Bulma, descartando a Gokú porque él no era nada complicado de tratar. Las sospechas se incrementaron porque Brief solía visitarlos cada tarde, acompañándolos a cenar y ver un rato la televisión. Ya tenía como cuatro días que la ojiazul no se aparecería en su casa. Eso era demasiado extraño, al menos que hubiera pasado algo malo entre ellos. Decidió averiguarlo.

Bulma no ha venido a visitarnos comentó Mei, aparentando no tomarle tanta importancia al tema.

Vegeta seguía jugueteando la comida con los utensilios, sin probar un solo bocado.

Nodijo sin más.

¿Qué pasó?

Vegeta se encogió de hombros.

Peleamos.

Sus sospechas resultaron ser ciertas, miró a su hijo con reproche.

¿Qué le hiciste?

Vegeta la miró, indignado.

Me ofendes, madre. Yo no le hice nada.

Te conozco, Vegeta. ¿Por qué pelearon?exigió saber Mei, achicando los ojos.

Vegeta se sonrojó debido a la vergüenza y a la furia.

Le dije que Zangya tenía todo lo que ella (Bulma), no podía darme. Y luego le grité que Yamcha solo la quería para un revolcón en la camaexplicó como si no fuera nada grave el problema.

En primer lugar: ¿Quiénes son Zangya y Yamcha?preguntó Mei para estar al tanto de la situación.

Zangya quiere conmigo y Yamcha con Bulma respondió Vegeta de mala gana.

Ajá, y ¿quién te crees que eres para decirle esas horribles cosas a Bulma, jovencito? Vegeta, en todos estos años te enseñé a respetar, a ser un caballero con las mujeres. ¡¿En dónde quedaron tus valores?!

Vegeta se sintió pequeñito en su silla, temeroso por la furia que dimanaba su madre. Se sorprendió así mismo por no retroceder un solo milímetro de la furiosa mujer.

Pero es que…trató explicarse.

¡Es qué nada! Debes disculparte con Bulma ahora mismo. Con qué solo amigos, ¿eh?

Vegeta había adquirido un tono carmesí en su rostro hasta el cuello, se veía muy afiebrado.

Me enteré que Bulma estaba saliendo con ese insecto. Tenía que hacer algo o ¿a caso querías que me quedara con los brazos cruzados?

Es la vida de Bulma, tú no tienes que meterte en su intimidad. Ella decidirá con quien debe tener una relación, y si es con ese chico Yamcha, pues tú como su mejor amigo tendrás que apoyarla y sobre todo respetarla, a ella y a su relación.

Vegeta no podía creer lo que había escuchado de su propia madre, eso lo hizo explotar.

¡Pero ese insecto no se la merece! ¡Soy yo quien tiene que estar con ella, no él! por fin lo había dicho. Expresó sus sentimientos sin querer, pero no se arrepentía de haberlo hecho; es más le ayudó a desahogarse y respirar con normalidad. Aunque la pena de hacerlo frente a su madre nunca lo superaría.

No solo estás celoso sino que también estás enamoradodictaminó Mei después de ser testigo de la reacción de Ouiji. Por la expresión de su hijo, supo que el de enamorarse de su mejor amiga no estaba en sus planes. Y es que eso era el amor, uno no espera por ese sentimiento, simplemente llega y ya; y a veces en momentos imprevistos y con la persona inesperada.

No…

Hijo, no lo niegues. Está más claro que el agua.

Y no, no hubo negación. Era de valientes admitir el estar enamorado, solo que Vegeta no sabía cómo hacerlo.

—Vegeta nunca aceptó estar enamorado de ti, Bulma; ese jovencito era muy orgulloso. Desgraciadamente ese feo carácter lo heredó de su padre. No sé qué pasó exactamente entre ustedes durante su relación amistosa y luego amorosa, pero conocía muy bien a mi hijo para decirte que él nunca jugó contigo. Vegeta realmente te amaba.

«Lo sé» pensó la muchacha, solo que no tuvo la forma de decirlo en voz alta, su garganta le ardía por aguantar sus sollozos.

»Al pasar los días llegó un pequeño e insignificante obstáculo a su amor, y no me refiero a la enfermedad de mi hijo. Una noche (a principios de septiembre si no me equivoco), recibí una visita de una tal Zangya—Bulma puso mucha atención a la plática al escuchar ese nombre—. Pidió hablar con Vegeta, que era algo urgente. Esa muchachita se presentó como una de las mejores amigas de mi hijo—Mei compuso una mueca desagradable al recordar el cinismo de la pelirroja—. En fin, le dije que Vegeta había salido a la capital del norte y que tardaría mucho en volver; a ella no le importó y decidió esperarlo. Mi sorpresa fue que Vegeta había aparcado el auto, había vuelto de su viaje muy temprano; pero luego me enteré que Bardock le había cancelado la junta.

»Cuando los dejé a solas (yo me subí a mi habitación), ellos tuvieron una discusión. Escuché gritos y jaloneos, luego la puerta cerrarse. Definitivamente bajé para saber qué era lo que había ocurrido.

¿Quién era esa joven?preguntó Mei mientras bajaba las escaleras. Al entrar a la sala vio a su hijo sumamente preocupado, y por supuesto que también enojado. Estaba en el sillón con unas carpetas a las que no le quitaba la vista de encima y enfrascado en sus propios pensamientos. Un carraspeo por parte de la ojiverde causó un despierte en Vegeta.

Una compañera de la escuelarespondió el muchacho, su tono de voz ronca fue un indicio de su mal humor.

¿Solo eso?interpeló Mei arqueando la ceja, parecía realmente intimidante con sus facciones toscas.

Vegeta tragó saliva.

Ella es Zangya, la quiere conmigoexplicó—. Quiere tenerme como novio y como el padre de su hijo.

Mei sintió que el aire se le escapaba de sus pulmones.

¿Qué dices?chilló.

Ni siquiera tuve relaciones con ellaañadió Vegeta antes de que a su madre le diera un ataque. Es una loca.

El alivió regresó a su cuerpo, sin embargo las dudas seguían incrementándose.

Y ¿por qué quiere adjudicarte la paternidad de su hijo?

Porque está locarepitió Vegeta, poniéndose de pie. Estaba muy cansado por el vano viaje que ahora quería desquitar su mal humor con una larga siesta.

Pero Mei sabía que su hijo no estaba siendo sincero. Esas carpetas que agarraba con tanta fuerza no las tenía cuando llegó a la casa. Estaba muy segura que si se las pedía a Vegeta éste se mostraría muy receloso; lo que menos quería era empezar una confrontación.

¿Qué es lo que sabe ella? ¿Qué le dirá Yamcha a quien?Mei había escuchado perfectamente los gritos de esa muchachita, habían sido amenazas. Ninguna sinvergüenza amenazaba a su hijo. Esa pelirroja había atravesado un terreno peligroso.

No es nada, en serio. No te preocupes. Ya te dije que está locaVegeta zanjó el tema, en serio no quería dormir teniendo esa discusión que tuvo con Zangya en la mente.

—Creí que tú lo sabías—dijo Mei al ver la expresión estupefacta de Bulma.

Gokú se inclinó un poco en su lugar, como queriendo pedir la palabra.

—Si quieres yo le puedo explicar a Bulma, Mei.

Ella asintió. Y fue entonces que Gokú comenzó a hablar, empezando por decirle a su amiga que Zangya estaba embarazada de un profesor que daba clases de cálculo, que ella había mandado a investigar a Vegeta y así supo de la enfermedad de él, que también había ido a la casa de Mei para amenazar a Vegeta que se hiciera cargo del bebé y que le diera su apellido, que gracias a él (Gokú), Yamcha y Milk pudieron desenmascarar a Zangya para que no se saliera con la suya, y que no lo habían logrado por la intervención de Bardock y Paragus.

—Entonces—Bulma no cabía de su asombro, fueron tantas cosas de las que se enteró que le costaba mucho trabajo procesarlas— ¿Milk no sabía sobre el contenido de esos expedientes?

—Nop—respondió Gokú—. Ella se enteró después de ti.

—El día que se fueron al campamento, recibí una llamada por parte del médico que estaba investigando la enfermedad de mi hijo— prosiguió Mei, obteniendo de nuevo la atención de los muchachos—. La medicina que mantenía con vida a Vegeta estaba por caducarse, y la cura seguía sin aparecer. Enterarme de eso fue el inicio de un preludio el cual sabía que no me recuperaría jamás. Cuando Vegeta se enteró tomó varias decisiones que a mi ver fueron exageradas como: alejarse de ti—esto último lo dijo viendo a Bulma directamente a los ojos—, pedir su suspensión en la escuela y regresar a la capital del norte. No pude reprocharle nada, mi corazón de madre me gritaba que lo dejara a hacer lo que él quisiera. Pero no podía vivir sin él, así que le pregunté si quería que viviéramos otra vez juntos en el departamento. No lo aceptó porque según él quería estar solo, y respeté su capricho.

»Y sí resultó ser un capricho.

Había pasado una semana desde que Vegeta se marchó de la casa y no había recibido ni una sola llamada de él. Eso la entristeció, pero fue más grande su enojo por ser ignorada por su propio hijo. Así que no lo pensó mucho y agarró su celular, buscando entre sus contactos el número del "señorito no tengo madre". Se colocó el aparato en la oreja derecha y esperó… un tono tras otro tono.

—"¿Hola?"

Vegetadijo Mei con una seriedad inusual.

—"Madre, hola. ¿Cómo estás?"

Mei reconoció ese tonito de voz, era de: culpabilidad.

En lo que cabe bien, parece que te has olvidado de míespetó.

Del otro lado de la línea se escuchó un suspiro de impaciencia.

—"No digas eso, es que han pasado muchas cosas aquí en la capital del norte".

¿Cómo cuales?

—"Pues…se oyó una pequeña pausa, eso era porque su hijo estaba indeciso respecto en decirle algoBulma está haciendo su servicio social aquí en la empresa y… estamos viviendo juntos en el departamento".

Mei asió el teléfono con tanta fuerza que se le entumeció la mano, estaba muy furiosa.

¿A qué estás jugando, Vegeta?

—"¿A qué te refieres?"

Mei trató de tranquilizarse, pero no lo lograba.

¿Por qué ese cambio de opinión respecto a Bulma? Cuando estuviste aquí me dejaste muy en claro que querías alejarte de ella para que lo dos aprendieran a vivir sin el otro. Y ahora me vengo enterando que vives con ella y está trabajando contigo. Así que el de estar solo era un simple capricho tuyoa pesar de hablar con tanta prisa, sus palabras fueron tan fluidas y contundentes.

—"Eso no estaba planeado, solo pasó"Se excusó Vegeta.

Debemos hablar, ¿Cuándo vienes?

—"No lo sé, tengo mucho trabajo"la insolencia de Vegeta era una señal clara de que su madre le había dado una bofetada con ese llamado de atención.

Bueno, al menos hay ventaja para mí que no vengas, así yo me acostumbro a vivir en esta casa solaMei se asomó por la ventana, estaba nublado. Contempló el contorno de las nubes que se deslizaban ante una blanca luna; se sentía aturdida por esa llamada.

—"Madre…"

Solo quiero decirte que estás haciendo las cosas mal con esa muchacha. Piensa en elloy, colgó.

—Mei, yo no sabía…

—No te molestes en darme explicaciones, Bulma—le pidió Mei, dedicándole una sonrisa—, yo también estuve enamorada y sé lo que una persona es capaz de hacer por amor. Cometí varios errores a lo largo de mi vida, bueno, aún los sigo cometiendo. Pero el mayor de ellos fue tratar de separarlos, porque no quería que ninguno de ustedes sufriera—tanto Bulma como Gokú parecían muy confundidos—. Inicié una búsqueda para encontrar a Zangya y persuadirla para que hablara contigo, Bulma y que te advirtiera que lo mejor para ti era alejarte de Vegeta—Bulma no tuvo voz para hablar, no podía creer lo que estaba escuchando—. Obviamente mi hijo ignoraba mis planes, de hecho nunca se lo conté. Zangya y yo nos pusimos de acuerdo para comenzar con el plan, primero yo visitaría a Vegeta para hacerlo cambiar de opinión respecto a lo que estaba haciendo, la verdad olvidé por completo que ustedes vivían juntos, fue por eso que me sorprendió encontrarte ahí. Cuando saliste del departamento para dejarme a solas con mi hijo, aproveché para mandarle un mensaje a Zangya de que te buscara y pusiera en marcha el plan.

» Bulma, créeme que te comprendería si me llegas a odiar por lo que confesé. Cuando me reuní con Zangya la primera vez le reproché por haber amenazado a mi hijo, por haberse metido también contigo. Me suplicó perdón y me dijo que haría lo que fuera por emendar sus errores, fue por eso que se me ocurrió esa absurda idea, y ya sabes por qué lo hice; espero puedas comprenderme y sobre todo perdonarme.

»Es muy típico de los humanos cometer errores.

Te estoy perdiendo. Eres lo único sagrado que me queda. Si pudiera darte mi salud te la daría sin pensarlo para que tengas una larga vida junto con Bulma, formar una familia, tener hijos…sollozó Mei, desplomándose en el sillón.

La vida no era justa…

Madre, hiciste más que suficiente por míla alentó Vegeta, abrazándola con fuerza.

¿En verdad hizo lo suficiente por su hijo?

Ya quiero dormirVegeta parecía una calaverita tendido en la cama. La imagen de lo que fue un fuerte, apuesto y bronceado muchacho se esfumó.

El querer dormir era un alucinante de que quería irse de esa vida para no sufrir el dolor que le causaba el cadmio en su pecho, los huesos los sentía de metal, su debilidad lo atormentaba. Mei preferiría pensar que su hijo quería dormir para despertar con las energías cargadas para el día siguiente…

Que equivocada estaba…

—Ese día cuando me llamaste para preguntarme por Vegeta, pues yo estaba con él. Me pidió que pusiera el altavoz porque quería escuchar tu voz, y créeme cuando te digo que jamás lo vi llorar así mientras te escuchaba sufrir por él. Acompañé a mi hijo en sus últimos días de su vida, lo cuidé, lo mimé; aproveché cada momento a su lado—Mei percibía un ardor en su garganta que intentó ignorar—. El día que Vegeta murió…

—¡Por favor no! —pidió Bulma, llorando a lágrima viva—. No podré soportar oír eso.

Mei y Gokú sintieron tremendas punzadas de dolor, como si les arrancaran las entrañas.

Bulma se avergonzó así misma y sus ojos se anegaron en más lágrimas. Se prometió ser valiente, en que ya no lloraría más, pero no pudo evitar sentir miedo de atreverse a escuchar como habían sido los últimos momentos de vida de su Vegeta. No quería imaginar el dolor, la desesperación, el miedo que envolvieron a su amado mientras esperaba su inminente muerte. ¡No! No hubiera podido soportar eso. Se maldijo también por no darse cuenta de nada, de que el cuerpo de Vegeta se debilitaba a cada lapso, ¡¿Cómo pudo ser tan ciega?! Vio a Mei, y era como verse en el espejo; el sufrimiento seguía ahí. Bulma no fue capaz de reprocharle nada, y aunque no entendía los sentimientos y los sacrificios que una madre hacía por un hijo, probablemente hubiera hecho lo mismo. Agradeció, perdonó y deseó de todo corazón que todo volviera a hacer como antes, porque Vegeta lo hubiera querido así; él odiaría que las personas que amaba sucumbieran a la depresión. Y por supuesto que Bulma no estaba dispuesta a seguir decaída a partir de ese momento. Ya estaba harta de que la angustia —que era tan grande que ella—, afectara su capacidad de pensar y no actuar con racionalidad.

El arcoíris apareció después de la tormenta y el río volvió a fluir en su cauce original. Aprendería a enfrentar su tristeza, y la recompensa sería grande.


(…)


Por fin, luego de esperar respuestas de tantas preguntas, por fin le resolvieron algunas. Esa misma tarde Bulma Brief había recibido una llamada por parte del director de la preparatoria de la capital del oeste. Gokú se ofreció en acompañarla, pero Bulma decidió que debía ir sola. Sabía que al estar ahí en esa escuela, el recuerdo de Vegeta volvería a resurgir ya que fue en ese lugar en donde lo vio la primera vez. Pasaron varias semanas que vivió su duelo, ya había llorado demasiado, ya había escuchado explicaciones y ya había perdonado; ahora tenía que seguir con su vida. Tardó mucho en comprender que no podía pasar toda su existencia desconsolada; no supo de donde, pero poco a poco le había llegado una fortaleza que la levantó de la tristeza.

Al estar enfrente de esa fachada, por un segundo pensó en derrumbarse. Esta vez la lozanía resurgió y, al mismo tiempo, la pesadumbre sucumbió. Con la cabeza en alto y el cuerpo firme, Bulma cruzó la calle con una gran convicción codiciable. Al dar su nombre al portero para que la dejara pasar, dejó ver su seguridad, y la alzó más en cuanto atravesó las rejas y caminó rumbo a la oficina del director. Sí le llegaron recuerdos, por supuesto que sí, sin embargo eso no la hizo desplomarse. Estaba mentalizada, consciente en lo que le esperaría por ir a ese lugar. Se imaginó que al caminar por ese pasillo iba a sentir su corazón retumbante, pero en vez de eso un suspiro de alivio controló su cuerpo. Apareció en recepción, percatándose que la sala no había cambiado en nada, solo tal vez en que vez de sillas había un par de sillones negros. La recepcionista la reconoció de inmediato, debatiéndose en sí debía darle el pésame o no; prefirió por lo último y la dejó pasar a la oficina del director. Bulma asintió agradecida, tocó la puerta y, luego de oír un «pase», jaló la perilla y se adentró en la oficina. El director la estaba esperando sentado frente a su escritorio, guardando unas carpetas en el acto, levantó la cabeza para mirar a su ex- alumna a quien recibió con una sonrisa.

—Es un placer verte de nuevo, Bulma—saludó el hombre, levantándose de su silla y dándole un gesto de apretón de manos—. Adelante, toma asiento.

—Gracias, señor—la ojiazul obedeció, tomando asiento al mismo tiempo que el director. Al estar en silencio, la muchacha decidió empezar a hablar ya que comenzaba a sentirse muy incómoda—. Recibí una llamada de su secretaria de que quería hablar conmigo.

El director carraspeó.

—Sí, pero antes quiero ofrecerte mis condolencias—dijo el hombre con un aire de acongoja—. Lamento mucho la muerte de Vegeta.

Bulma observó que en verdad al director le afectó la muerte de Ouiji, presentía que entre ellos dos hubo una muy buena relación que igualaba a la de una fraternal. Presentía que esa visita no era por un simple pésame, existía algo más que necesitaba saber para ya de una vez terminar con el rompecabezas de sus dudas.

—Gracias, señor—dijo Bulma en voz baja, aún así no se oyó quebrada.

—Te cité porque… creo que necesitas saber en qué circunstancia llegó Vegeta en esta escuela—explicó el director.

Bulma lo miró sin comprender, se había quedado sin habla. Así que una vez más debía enfrentar a escuchar más fragmentos de la vida pasada de su Vegeta. ¿Hasta cuándo iba a terminar esa tortura? Percibía que se partiría como si una muñeca de porcelana fuera, las fuerzas con las que llegó disminuían poco a poco. Ya no más, ¡ya no quería escuchar más!

—Señor, yo creo que no…—comenzó a decir la muchacha, queriendo suplicar salir de ahí.

—Sabes que necesitas despejar tus dudas, Bulma—le insistió el director—. Si quieres puedes fingir que no me escuchas, pero yo sí necesito esto porque no me lo quiero llevar a la tumba.

Bulma compuso una mueca de molestia, no le agradó lo último que dijo el director.

»Discúlpame, no quise decir eso—rectificó rápidamente el hombre—. Pero es que…

—Está bien—interrumpió Bulma, conteniendo las lágrimas—, lo escucho.

Eso ya era un calvario para ella, así que la mejor opción que encontró fue afrontar esa situación una vez por todas. Por fin ya todo terminaría y tendría la posibilidad de seguir con su vida sin ninguna atadura a la muerte de Vegeta.

El director la contempló en silencio, preguntándose por qué otra vez padecían ambos esa situación. Carraspeó una vez más, tomando aire para comenzar a hablar.

—Hace un año, la señora Ouiji y Vegeta…

Adelante, pasen y tomen asiento por favorel director le daba la bienvenida a los Ouiji, estrechándole la mano primero a Mei y por último a Vegeta quien se veía fastidiado por estar ahí. ¿Gustan algo de beber? ¿Un café, un té, agua?

Por el momento no, muchas gracias. ¿Tú quieres algo?preguntó la ojiverde dirigiéndose a su hijo.

Vegeta negó con la cabeza, observando la oficina con detenimiento e ignorando a los adultos presentes. El director hizo una tos falsa como queriendo aminorar la tensión que dejó el petulante silencio del muchacho.

Señora Ouiji, me llegó su correo electrónico y por supuesto que estamos interesados en incorporar a su hijo en esta institución. Por lo que pude ver en los papeles que me envió, es un estudiante ejemplar y con unas magníficas calificacionesterminó diciendo el hombre a la vez que revisaba unos expedientes, su semblante se tornó dudoso y apesadumbrado.

Mei sonrió orgullosa. Sin embargo Vegeta, con los puños temblorosos, se incorporó en su lugar muy furioso queriendo encarar al director.

¿Está usted seguro que quiere un estudiante con "mi condición"?espetó el muchacho, temblando de ira.

El director lo miró atónito, buscando luego los ojos de Mei para una explicación.

Vegeta no seas insolenteregañó la mujer—. Discúlpate con el director ahora mismo.

Permíteme un momento, señora Ouiji. Creo que hay cosas que deberían aclararse primeroel director se dirigió a Vegeta quien parecía estar más pálido de lo normal. Jovencito, su madre me puso al tanto de su situación cuando me mandó este correo junto con sus boletas de calificaciones y estas magnificas referencias por parte de sus profesores.

Vegeta sonrió a modo de burla.

Yo vi la cara que puso cuando leyó mis expedientes médicos, ¿cree que no me di cuenta? Si me quedo aquí no quiero que él quien encabece esta escuela me tenga lástima. Además no tengo ningún interés que se sepa mi situación y yo exijo que respete eso ¡quiero que me respete!

El director sonrió, y Vegeta se dio cuenta que ese gesto no era a modo de burla ni nada parecido, sino más bien de admiración.

Yo lo respeto, señor Ouiji, sé lo que usted es y lo que ha logrado en su corta edad; no dejó que su enfermedad lo refrenara para alcanzar esas metas que muchos quisiéramos (me incluyo), lograrlas ¡Es asombroso! Escuche bien mis palabras y créame cuando le digo que yo sería el director más afortunado y envidiado por tener un alumno como usted aquí en mi colegiofinalizó el director, sonriendo orgulloso.

Los ojos de Vegeta se abrieron como platos y su mandíbula se desencajó debido a la impresión de escuchar las palabras del director; percibió entonces felicidad dentro de su corazón.

Yo… lamento haberle gritadose disculpó Vegeta muy abochornado.

Mei lo miró severamente, pero no agregó nada más referente a la última plática.

Las clases comenzarán dentro de una semanacontinuó el director zanjando el tema anterior, sin embargo me había dicho que tienen que acudir a otro compromiso.

Así es, bueno… usted entenderádijo Mei con sutilidad.

Por supuesto, entonces lo espero dentro de dos semanas, señor Ouiji con los papeles que faltan. Aunque tendrá que venir antes para el proceso oficial de inscripción, yo lo estaré citando en estos días.

Vegeta asintió, todavía avergonzado.

Muchas gracias, señor. Y disculpe el temperamento de mi hijoarguyó Mei, poniéndose de pie y estrechándole la mano al director como despedida. Le aseguro que Vegeta se comportará como es debido dentro de este colegio.

No se preocupesonrió el hombre. Fue un placer, señor Ouiji.

—"Vegeta" está biendijo el muchacho, luego de despedirse también del director. Nos vemos.

¡Hasta pronto!

—Sabía que usted estaba al tanto de la situación de Vegeta, eso era obvio—musitó Bulma con la garganta seca—. ¿Hay algo más que necesito saber, señor?

El director asintió dando una seca cabezada, era importante que Bulma supiera que Vegeta desde el inicio quiso ayudarla, apoyarla; el corazón de Ouiji era bondadoso.

—Tuve una plática con Vegeta a cuatro días de que iniciaron las clases…

Vegeta entró a la oficina sin antes llamar a la puerta, eso no había sido necesario, la secretaria le había dicho que el director ya lo estaba esperando. Una vez adentro, un semblante de desconcierto surcó en su rostro. El lugar estaba muy desordenado, había un mueble en el centro que impedía el paso hacia el escritorio.

¿Remodelará la oficina?preguntó Vegeta tratando de hacerse pasar entre los muebles estorbosos.

El director estaba guardando unos libros dentro de una caja de cartón. Cuando escuchó la voz del muchacho, dejó de hacer lo que estaba haciendo para recibirlo con amabilidad.

¡Vegeta! dijo el hombre dándole un apretón de manos—. Sobre tu pregunta, ¡oh, no, no, no! Solo pondré un muebleexpuso el hombre entre carcajadas.

No tiene más espacioargumentó Vegeta haciendo un panorama por todo el lugar.

Bueno, pensaba ponerlo ahí el director le señaló una esquina.

Cubrirá la ventana.

Cierto, pero aun así me conformo con la que tengo atrás dijo el director sin importancia.

Vegeta ya no dijo nada más, cruzó la habitación y se detuvo frente a la ventana.

La escuela era muy adaptable: los edificios de los salones eran altos y grandes, cada uno pintado de diferente color para destacar a las especialidades; la cafetería estaba repleta de estudiantes por ser hora del recreo, y la mayoría se sentaban en unas mesas de forma redondas con sombrillitas clavadas en el centro para evitar los rayos del sol; un poco más lejos, se encontraban las canchas de fútbol y de básquet, eso era esencial para una escuela.

Vegeta miraba a los estudiantes con aire aburrido. Reconoció que algunos de ellos se convertirían en sus futuros compañeros de clases. Después de unos segundos, alguien le había llamado la atención. Sentada, bajo un árbol, se encontraba una chica; tenía el cabello azul y, aunque no podía advertir muy bien desde la oficina, estaba seguro de que los ojos también tenían el mismo color. Sin darse cuenta, Vegeta había dibujado una indescriptible sonrisa. El director se había posicionado a su lado.

¿Qué te parece la escuela, muchacho?

Como en todo, me da lo mismorespondió Vegeta bruscamente sin dejar de mirar detrás de la ventana.

El director enfocó su vista en la misma dirección que la del muchacho, y notó que éste miraba a Bulma Brief, entre curioso y divertido.

Es una muy buena opción para comenzar una amistadopinó el hombre con una sonrisa.

Vegeta giró la cabeza para verlo, y luego le preguntó con un semblante confuso:

¿De qué habla?demandó.

El director volvió a sonreír, y usando una voz paternal le explicó a su nuevo alumno:

Es una de las mejores estudiantes que cuenta este colegio… bueno, lo era Vegeta escuchó cómo las últimas palabras fueron dichas en un tono de voz triste. Su padre murió hace tres mesesarguyó—, motivo que provocó que se desocupara de sus deberes educativos. Siempre está sola, algunas veces la veo llorando y en los últimos días mis colegas la han estado mandando aquí, con reporte el director soltó un profundo suspiro—. La confianza que ella se tenía, flaqueó.

Vegeta regresó la mirada hacia esa chica que le había llamado la atención, frunció más el ceño. Un rastro de burla y arrogancia aparecieron en su rostro.

Patéticamasculló con desprecio.

Usted pasó por esoargumentó el director apaciblemente sin alterarse ante la ofensa del joven.

Vegeta chasqueó la lengua en señal de disgusto, indignado ante esa comparación no pudo compartir la opinión de su director. La chica ante sus ojos también había perdido a un ser querido, pero eso no quería decir que…

¡Yo jamás sucumbí a esas acciones!bramó, su ceño volvió a endurecerse.

¿Te refieres a llorar y alejarte de las personas? preguntó el director mirándolo por el rabillo del ojo, al no tener respuesta, continuó hablando con fingido pesar. Ella necesita de alguien que le ayude… un amigo tal vez.

Vegeta entendió la indirecta del director.

¡Hmp! No vine aquí para hacer amigos, no tengo tiempo para eso.

Muchachoel hombre alargó su brazo para tomar el hombro de Vegeta, y con una amplia sonrisa continuó: el tiempo es esencial para todo, aprovéchalo.

Los labios de Vegeta se curvearon en un falso pesar.

Pues el tiempo que me queda lo quiero aprovechar en mí y no en otras personasespetó Ouiji.

En ese momento alguien tocó la puerta, y la secretaria hizo acto de presencia.

Señor directorhabló la mujer asiendo una carpeta y subrayando en ella, otro reporte por parte de: Kimidori Akane de la especialidad de ciencias sociales, Walters Barry de la especialidad de informática, Kobayashi Pete…

Vegeta ignoró a la mujer rubia y regresó su atención a esa chica de cabello azul a quien contempló con una inenarrable sonrisa. Para el director ese gesto no había pasado de desapercibido.

»… y una vez más Brief Bulma de la especialidad ciencias físico-matemático.

Gracias Midoridijo el director después de memorizar esos nombres. No fue nada difícil ya que esos alumnos lo visitaban muy seguido.

Con su permiso, señor.

El sonido de la puerta cerrarse sacó a Vegeta de un trance del que fue sometido gracias a la belleza de esa extraña muchacha. Se aclaró la garganta, alejándose también de la ventana.

Ya pasé la prueba de ingreso, solo me faltan unos papeles que traer y… ya sería todo ¿no?

El director asintió, realmente estaba muy emocionado ante ese pequeño descubrimiento suyo; creyó que ya había encontrado una mejor forma de ayudar a cierta personita que aún no superaba la muerte de su padre.

Ve con mi secretaria para que te guíe con el coordinador de especialidades académicas. Después de eso vuelves a regresar con ella y te registrasexplicó el hombre, acompañándolo a la puerta.

Bien.

Este lunes iniciarás clases, ¿nervioso?preguntó el hombre cambiando su semblante a uno serio.

Vegeta rió socarronamente.

No, yo sí tengo confianza en mí.

El director puso los ojos en blanco, definitivamente su nuevo estudiante era alguien orgulloso y arrogante. Al conocerlo un poco más notó que esas características eran iguales a las de Brief; no cabía duda que eran tal para cual. Antes de que Vegeta tomara la perilla, el hombre hizo acto de detenerlo poniendo una mano en el hombro del muchacho. Éste se detuvo y lo miró interrogantemente.

comenzó a hablar el director, es muy importante creer en uno mismo, pero también es primordial ayudar a otros a que creen en sí mismos. El apoyo es crucial, joven Ouiji.

Vegeta meditó esas palabras por unos segundos.

Tal vez tenga razónrazonó, bajando la mirada para después levantarla y decir—: pero por una parte el resultado será igual.

¿A qué se refiere?

Si hipotéticamente, esa niña se llegara a encariñar conmigo, cuando me llegue el momento ella no podrá superarlodijo Vegeta, furioso.

Al fin lo comprendió, no era porque no quería sino porque sabía que no debía hacerlo.

No si tú le enseñas a superarargumentó el director, dándole esperanza al muchacho.

Vegeta rió sin fuerza, negando susceptiblemente con la cabeza a modo de derrota ¿Cuántas veces había visto esa cara llena de esperanza? Demasiadas lo más seguro, porque ya había perdido la cuenta.

No quiero que salga lastimada por mi culpa. Aunque... no me desagrada la idea en conocerla. Solo por curiosidadagregó rápidamente, muerto de la vergüenza.

El director se sorprendió, acaso… ¿lo estaba considerando?

Nos vemos el lunes, muchachodijo el director dándole un abrazo amistoso a Ouiji.

Vegeta, un poco incomodo pero muy agradecido, le devolvió el gesto.

Hasta entonces.

—Sé que tuvieron muchas pláticas, pero creo que nos llevaría toda la noche—dijo Bulma, poniéndose de pie para retirarse—. Un día, cuando vine a hacer mi papeleo del servicio social, vi a Vegeta salir de su oficina. Era para ausentarse por todo un semestre, ¿o me equivoco?

—No, no te equivocas. Bulma, quería que supieras esto porque Vegeta habría querido decirte que desde la primera vez que te vio, tú ya le interesabas.

Bulma hizo el mayor esfuerzo por aguantar las lágrimas, alegría era lo que estaba sintiendo porque por fin había escuchado el último relato completo. Ella ya era todo para Ouiji, desde ese momento él ya tenía pensado en ayudarla, a su manera claro. Ahora sabía dónde tenía que ir saliendo del colegio.

—Espero verte pronto, Bulma—sonrió el hombre, incitándole a que se diera prisa a lo que debía a hacer.

Bulma le devolvió la sonrisa, caminando hacia la salida, no sin antes decir:

—Muchas gracias, señor Toriyama.

Y, al cerrarse la puerta, corrió como un relámpago hacia las rejas. Una vez en la calle hizo a aparecer su moto, subiéndose a ella para ir rumbo a ese lugar en mente, a ese lugar que no había querido visitar desde la última vez que estuvo ahí. Pasados 20 minutos de camino, Bulma se detuvo frente a la entrada del panteón, la adrenalina una vez más golpeando su pecho. Inhaló y exhaló las veces que fueron necesarias para darse valor de poner un pie en ese deprimente lugar. Al bajar de la moto se sintió mareada de un momento a otro, con unas ganas de vomitar muy grandes, era un sentir raro como si le hubieran dado una patada en el estomago. Intentó tranquilizar sus miedos, sus nervios y esos malestares psicológicos que la azotaron tan de repente. Echó a andar hasta la entrada contemplando el enrejado y esas letras difíciles de ignorar: "panteón oesed". Y como si el tormento que atravesaba su interior no era suficiente, su cuerpo se volvía frágil por cada paso que daba. El aire azotaba con fuerza, llevando con él polvo y hojas sueltas de los árboles. Bulma se sentía acariciada por los vientos, muy al contrario de cuando el agua la repiqueteó la última vez que estuvo ahí. A pesar de haber visitado solo una ocasión la tumba de Vegeta, Brief supo donde estaba. No fue difícil de hallar, ese mausoleo predominaba ante las demás. Al leer la lápida dejó que aquellas lágrimas de las que tanto estuvo conteniendo desde la oficina del director salieran. Se agachó frente a la tumba de su amado, contemplando esas hermosas flores que la adornaba; preguntándose de parte de quien eran. Ignorando todo a su alrededor y solo enfocándose en su objetivo, era su oportunidad para dar inicio a aquella promesa deseada. Al cerrar los ojos, aspiró en imaginar que Vegeta estuviera —en cuerpo y alma—, frente a ella. Al abrir sus orbes, se encontró con esa imagen de su amado, era tal como lo recordaba: guapo, fuerte, intimidante y lleno de vida. Su mente lo trajo a ella, y era por eso que desde lo profundo de su corazón, pudo perdonarlo. Dejó de estar enojada con él, dejó de tenerle rencor y olvidó todo lo malo que pasó después de esa muerte inesperada. Ahora Vegeta podía descansar en paz, porque podía estar seguro que Bulma haría todo lo posible para que esos relojes se detengan en un futuro próximo. Se lo juró junto con perdonarlo y, por supuesto, también agradecerle por todo lo que él había hecho por ella. Las heridas por fin se habían cerrado por completo, y era ahora que un nuevo ciclo diera inicio. Bulma supo que debía despedirse, y lo hizo; su corazón se sentía tranquilo porque había sanado de esos sentimientos negativos que no la dejaron seguir con su rutinaria vida. La imagen de Ouiji desapareció, llevándose con él esa sonrisa tan característica de él, feliz y tranquilo de ver que Brief había tomado las riendas sobre el camino del bien.

—Vegeta, perdón por tardar, pero ahora me siento lista de terminar lo que empecé—dijo Bulma Brief siendo abrazada por última vez por el viento.


(…)


Sus hermosos ojos azules se clavaron en el reloj de Vegeta, estaba detenido. ¡Lo había conseguido! Al fin pudo terminar de construir la máquina del tiempo. Lágrimas de emoción surcaron en sus orbes, llevando delicadamente una mano en donde estaba escrito esa palabra que la motivó a seguir adelante: esperanza. No perdió más el tiempo, asió su celular de la mesa y de inmediato mandó un mensaje a Gokú para que viniera cuanto antes a corporación. Por suerte, la familia Son estaba en la capital del oeste de visita, así que su amigo no tardaría en llegar. La sonrisa de Bulma seguía radiante, admirando continuamente la máquina del tiempo. Tardó 11 largos años en cumplir aquella promesa, lo supo en cuanto se percató que el reloj de Vegeta se detuvo. Sin embargo, la felicidad se esfumó unos segundos cuando vio que su reloj seguía funcionando con normalidad. Era obvio que Vegeta se había ido sin cumplir con su promesa; ese deseo nunca se haría realidad. Bulma probó en adivinar que pudo haberle prometido Vegeta, tantos años tratando de descifrar esa promesa; se había dado por vencida. Desde que Vegeta partió, Bulma logró recuperarse de esa pérdida tan grande. Había sido una joven de 17 años con una enorme fortaleza y con visiones claras que logró terminar sus estudios y ser una empresaria exitosa. Corporación cápsula regresó a sus manos, e incluso se convirtió en la dueña de la mitad del imperio Ouison. Claro que tenía todo lo que una persona deseaba: dinero, prestigio, inteligencia y belleza; pero había una sola cosa que le faltaba para ser completamente feliz. A sus 28 años de edad, Bulma Brief tenía pretendientes por montón, y uno de ellos era Yamcha. Él no desaprovechaba ninguna oportunidad para cortejarla, invitándola a salir y obsequiarle regalos que ella misma se podía comprar para consentirse a sí misma. En realidad, Bulma no pudo amar a alguien más que no fuera Vegeta. Claro que durante su juventud conoció personas, y hubo momentos que salió con unos cuantos chicos; pero ninguno logró llenarla, ninguno pudo colarse en su corazón y ninguno pudo apropiarse del lugar que le pertenecía a Vegeta Ouiji. Eso era lo que le faltaba para ser completamente feliz, necesitaba el amor de una pareja. No obstante, durante once años los cuantiosos conocidos y mucho menos Yamcha consiguieron conquistar el corazón de Brief. Era difícil aceptar el hecho de que los años pasaban con rapidez y con ello se iba su vida. Bulma aún era joven, pero a esas alturas el deseo de encontrarse de nuevo con el amor la ponía en resignación; su sueño de tener una familia se iba alejando más y más hasta volverse inalcanzable. Ahora que lo meditaba, le hubiera gustado quedarse embarazada de Vegeta cuando hicieron por primera vez el amor, aunque eso hubiese sido imposible. Hasta ya había pensado un nombre para su hijo, un nombre bonito y que combinara con el suyo; igualmente le costó aceptar que Trunks nunca nacería ya que ese nombre solo estaba predestinado para un hijo de Vegeta y suyo.

Bulma suspiró, mirando de reojo su reloj que aún seguía funcionando. Se sorprendió mucho cuando notó que había pasado media hora desde que el reloj de Vegeta se detuvo. Estaba lista para partir en ese momento, preparando todo mientras llegaba Gokú. Caminó directo a la computadora principal para ajustar las coordenadas del viaje, de igual forma terminar de acumular la energía mediante una batería. A Bulma le costó demasiado esfuerzo crear ese liquido azul brillante llamado por ella: "fluido eléctrico azul número 15".

—¿Bulma? —llamó una voz conocida desde el umbral de su laboratorio.

La ojiazul se volteó radiante para ir corriendo al encuentro de los Son.

—¡Gokú! ¡Gohan! —saludó animosa.

—Hola Bulma—reverenció el pequeño Gohan.

Bulma se agachó para estar a la altura del niño, esbozando una agradable sonrisa al verlo.

—Que grande estás, te pareces mucho a tu padre.

—¿Ya nos vamos, Bulma? —apuró Gokú, estaba eufórico.

Bulma se incorporó rápidamente, viendo a modo de burla a su mejor amigo.

—Pareces algo impaciente.

Gokú era muy expresivo, le costaba mucho ocultar su sentir.

—¡Claro! Volveré a ver de nuevo a mi mejor amigo, luego de 17 largos años.

—Recuerda que no nos pueden ver—recopiló la ojiazul, alzando un dedo a modo de advertencia.

Gokú la miró con mala cara de reproche.

—Aún no lo entiendo, ¿por qué? ¿Cómo piensas darle el antídoto entonces?

Típico de Gokú, uno debía cargar con una enorme paciencia si se convivía con él.

—Por eso te pedí que trajeras a Gohan. Él será nuestro intermediario—le explicó la Brief, cruzada de brazos.

—¿Por qué no nos pueden ver? —volvió a preguntar, mucho más exultante que antes.

Bulma suspiró fastidiada, no le quedaba más remedio que explicarle a Gokú el plan una vez más.

—Porque tu "otro yo" estará ahí, y también Raditz. De hecho, todos nuestros amigos estarán presentes—arguyó—. Lo más seguro es que te confundan con Bardock.

Gokú se quedó muy ensimismado ante esa afanosa exposición.

—Oh, entiendo. Pero ¿veré a Vegeta? —preguntó Son absorto.

—Sí, estaremos ocultos para vigilar a Gohan.

Gokú estaba extasiado, sin embargo podría decirse que la confusión lo tenía alucinado; aún le llovía algunas dudas en su cabeza.

—¡Un minuto! ¿A qué época llegaremos?

Bulma ya no quería retrasarse en explicarle los detalles al despistado de su amigo, así que hizo los últimos ajustes a la máquina del tiempo.

—Lo sabrás cuando estemos allá. Andando.

—Vamos Gohan.

—Sí papá—soltó el pequeño que él sí ocultaba sutilmente su emoción.

Gokú quedó muy maravillado al estar frente a la máquina del tiempo. Por un segundo se imaginó qué le estaría diciendo Vegeta si él estuviera ahí con ellos. La tristeza lo embargó como un balde de agua helada, el desconsuelo de recordar a su difunto amigo lo ponía muy mal; ya que sabía que el deseo de Vegeta de viajar en la máquina no se logró cumplir, aunque le consolaba que Ouiji se fue consciente de esa escasa posibilidad. Con ansiedad, ayudó a su hijo a subir la escalera metálica y acomodarse dentro de la cabina de mando, seguido luego de Bulma que cerró la compuerta de vidrio una vez que los tres se acomodaron.

—Lo lograste. ¿Ya la probaste? —Gokú miró a su amiga con orgullo, la verdad que Vegeta se había ganado la lotería.

—No fue necesario—respondió la ojiazul sin titubeos, mostrándose convincentemente—. Vegeta me dio la seguridad que funciona.

—No lo comprendo, pero confío en ti.

—Veamos—Bulma encendió la máquina con los nervios a flor de piel, estaba a unos minutos de reencontrarse con Vegeta; solo Dios sabía cuánto tiempo había esperado para ese momento. Su preparación en todos estos años no solo fue física, sino también mental. Obviamente no tenía permitido perder la cabeza cuando viera a Vegeta, necesitaba ser fuerte y no mostrar sus sentimientos para no delatarse.

—¡Qué emoción! ¿No estás emocionado, Gohan? —la voz de Gokú seguía más eufórica que antes.

—Mucho, papá. Por fin voy a conocer a mi tío Vegeta—contestó el niño, igual de emocionado que su padre.

—Bien, aquí vamos—anunció la ojiazul al mismo tiempo que tecleaba el año y las coordenadas del destino predispuesto. Con la ayuda de un control remoto abrió el techo de su laboratorio, encontrándose con un día soleado y maravilloso.

Gokú, que en ese instante le prestaba más atención a la máquina del tiempo, abrió los ojos de golpe al ver la pantalla del monitor.

—Bulma, ¿esa fecha no es de cuando…?

—Exacto.

Lo siguiente que pasó fue que los tres percibieron una leve vibración motivo de que la máquina del tiempo se elevaba por los aires, luego de eso se vieron envueltos en un colorido y surrealista portal, y de pronto vieron una vez más la luz del día.

—¿En dónde estamos? —preguntó Gokú que intentaba adaptarse a los rayos del sol.

—Creí que tú me lo dirías—le respondió Bulma burlonamente, estacionando la máquina del tiempo detrás de unos arbustos. Para no alterar tanto el tiempo de esa época, estaban obligados a pasar de desapercibidos. La compuerta se abrió, y Bulma asió las escaleras de emergencia para que pudieran bajar.

El primero en tocar tierra firme fue Gokú quien observó el paisaje que tenía al frente para poder ubicarse. Detrás de él había un terreno baldío lleno de abundante vegetación, y adelante una calle no tan transitada que llevaba a una colonia acogedora con casitas muy bien moldeadas a la banqueta y solo un par de pequeños edificios que se hallaban en las esquinas. Toda esa zona se le hizo muy familiar a Gokú, haciendo un gran esfuerzo en recordar de cuando había estado ahí; hasta que su vista se clavó en una edificación simple que estaba a un lado de uno de los edificios.

—¡Ey! Esa era antes mi escuela de artes marciales—exclamó Son sorprendido. Había funcionado, estaban en el pasado, ¡habían viajado al pasado! La prueba de ello era que la fachada de esa escuela era de color rojo, color que permaneció en aquella época de cuando él y los demás tenía unos meses de empezar; en el tiempo que solo eran unos niños.

—¿En serio, papá? —preguntó Gohan con ojos brillantes.

—Justo a tiempo, en unos pocos minutos salen—dijo Bulma de repente juntándose con los Son luego de encapsular la máquina. Tomó de los hombros al chiquillo y se inclinó frente a él—. Gohan, escúchame—comenzó a decir, ansiosa—, en un rato dos niños saldrán de la escuela y se sentarán en esa banqueta. Necesito que le ofrezcas este jugo al mayor de ellos—terminó diciendo, dándole a Gohan un pequeño empaque.

—Jugo de uva, ¿crees qué tío Vegeta lo acepte? —preguntó Gohan después de ver lo que Bulma le había dado.

Gokú y Bulma intercambiaron una mirada llena de nostalgia.

—Según sus palabras no se resistía a este sabor—dijo Bulma entre susurros.

—Así es, era su favorito de niño—le secundó Gokú con una sonrisa melancólica.

—Bien, los esperaré ahí—dijo Gohan, cruzando los arbustos y yendo en dirección a la escuela de artes marciales donde se sentó en la banqueta, muy cerca de la entrada.

Los adultos se quedaron muy bien escondidos detrás de los arbustos sin despegar los ojos del hijo de Son. El silencio de pronto les hizo sentirse incomodos por lo cual Gokú lo rompió con una gélida pregunta llena de interés.

—¿Estás bien? —la preocupación se hizo evidente en su tono de voz, de reojo miraba a su amiga que estaba pálida y temblorosa; sin embargo ahí estaba ella con una sonrisa plasmada de pura felicidad.

—Sí, lo estoy—dijo Bulma muy segura—. Es solo que me siento algo nerviosa y… ansiosa.

La fina línea de los labios de Gokú se curveó de forma sutil.

—Lo sé, yo también me siento de las dos formas.

Cuando vio que la hora se acercaba, solo en ese instante se quedó con la cabeza gacha. Bulma no pudo ser capaz de mirar al frente, el miedo y los nervios la invadieron; sin embargo notó que su reloj se detenía poco a poco y fue cuando su rostro se levantó lentamente y sus ojos azules se fijaron en dirección a las puertas de la escuela de artes marciales. Y entonces, escuchó su voz… y solo en ese santiamén, sintió que su corazón se le salía del pecho.

«No puedo creerlo…»

Ahí, frente a ella, se hallaba un Vegeta niño siendo acompañado por Tarble. No existían palabras para describir todos esos sentimientos que experimentaba como un torbellino incontrolable. Las mariposas revolotearon con una fuerza abrasadora arrasando con todo sobre sus nervios que llegaron a paralizarla por breves lapsos.

—¡Genial! —expresó Vegeta con sarcasmo—, el idiota de Ginyu rompió el empaque, ya casi no me queda jugo y me estoy muriendo de sed.

Bulma sollozó, era tal como cuando lo conoció. Vegeta nunca cambió su forma de ser, sus expresiones eran tal de él que la ojiazul sintió que el que estaba en frente de ella era su Vegeta, el Vegeta de su tiempo. ¡Pero cómo no serlo! Si eran la misma persona solo con una gran diferencia de edad.

—Te daría mi jugo, pero… ya me lo terminé—dijo Tarble apenado.

Saliendo de su impresión, su atención fue puesta esta vez en el otro niño. ¡Por Dios! Tarble era una cosita tan adorable. Bulma recordó la primera vez que lo vio en una hermosa foto, cuando fue a hacer un proyecto en la casa de Vegeta. Las punzadas en el estómago se comprimían más cuando Brief cayó en la cuenta de que tenía frente suyo a dos personas que ya no existían en su época. Ese pensamiento la hizo sollozar más de dolor. Ahora era cuando quería mandar a la mierda todo y correr donde estaba Vegeta y abrazarlo con todo el amor que aún le aguardaba en su corazón. Era algo difícil de comprender, pero al ver esa versión infantil de Ouiji, ella no sintió una pasión y un deseo de manera libidinosa a él. Eso habría sido algo asqueroso, por el simple hecho de que se trataba de un niño. No obstante, eso no le quitaba el merito de que al verlo, supo que lo seguía amando con todas sus fuerzas.

—¡Bah! No importa. Mamá no ha de tardar en llegar—volvió a hablar el pequeño Vegeta.

Y fue en ese momento que Gohan vio una gran oportunidad.

—Si gustas puedo regalarte el mío—ofreció el hijo de Gokú, mostrándole el empaque de jugo a Vegeta—. Aún no lo he abierto, mira.

El mayor quiso inspeccionar muy bien el empaque con la mirada, pero sin darle tiempo de hacerle una revisión al jugo, Tarble lo tomó de inmediato de la mano de Gohan para después dedicarle una sonrisa amistosa.

—¡Gracias! —dijo aún sonriente, luego se volteó a Vegeta—. Hermano, es de uva, ¡tu favorito!

Detrás de unos frondosos arbustos, Bulma y Gokú esperaban emocionados y ansiosos de que Vegeta se bebiera todo el contenido del jugo.

—Tarble, que niño tan lindo—dijo Bulma en un susurro que Gokú no tuvo ningún problema por escuchar esas palabras.

Vegeta se quedó viendo el empaque que su hermano le había quitado al otro niño. Siempre había sentido una cierta desconfianza por parte de las personas extrañas, no fue el mismo caso con Gokú ya que desde el primer instante que lo conoció nunca le dio una sensación de escepticismo. Otra vez esa situación se volvía a repetir, solo que esta vez era con ese niño que tenía un aire muy familiar; por alguna extraña razón le brotaba una confianza colateral.

—Dame eso, me muero de sed—espetó Vegeta, arrebatándole el jugo a su hermano. Bebió de prisa, sin quitarle los ojos de encima a Gohan—. ¿De dónde saliste? —preguntó Ouiji luego de dejar vacío el empaque.

Gohan tragó saliva, era cierto lo que su papá le había dicho sobre su tío Vegeta: sí que era muy intimidante.

—Yo… vine con mi papá a pedir informes en esta escuela, solo que él fue a la tienda a comprar… goma de mascar—dijo Gohan entre balbuceos, echando leves vistazos a los arbustos donde sabía que se encontraban escondidos Bulma y su padre.

—¿Y te dejó aquí sólo? —volvió a cuestionar Vegeta, alzando una ceja perspicazmente, señal de que comenzaba a sospechar de lo raro de la situación.

Gohan notó el tono de desconfianza de Vegeta, por eso se puso de pie rápidamente y comenzó a caminar sobre la banqueta a pasos rápidos.

—Ehhh… tengo que irme—dijo, despidiéndose de los Ouiji en un leve movimiento de manos. Cuando pasó por detrás de ellos, empezó a correr con tanta prisa que no tuvo tiempo de detenerse al ver enfrente un grupo de niños que salían de la escuela de artes marciales. Sintió un fuerte dolor en la cabeza y cayó al suelo, no sin antes escuchar que alguien más se quejaba a su lado.

—¡Auch! Me dolió, ¿eh? —Gokú fue ayudado a levantarse gracias a Broly que a su vez éste último le tendió una mano a Gohan quien miraba impresionado a la versión joven de su padre.

—Lo siento… tú eres mi…

—¿Estás bien, niño? Disculpa—lo interrumpió Gokú, un poco mareado por el golpe. Al ver al niño que tenía enfrente, quedó igual de sorprendido—. ¿Quién eres?

Gohan de pronto se sintió muy acorralado al tener varias miradas sobre él. Reconoció de inmediato a su tío Raditz quien se abrió paso y le plantó cara.

—Te me haces muy familiar. ¿Cómo te llamas? —preguntó el mayor de los Son, perspicaz.

—Me llamo Gohan — dijo sin más, arrepintiéndose de inmediato en cuanto vio las expresiones de los demás. Olvidó por completo que nadie de ahí podía saber su verdadera identidad. Meditándolo por unos segundos, habría sido una buena idea pedirle a Bulma un súper traje que le ayudara a pasar de desapercibido. ¿Cómo no lo pensó antes?

—¡Vaya! Te llamas igual que mi abuelo. ¡Qué coincidencia! —exclamó un Gokú alegre, todos los demás pusieron los ojos en blanco.

Del otro lado de la calle, Bulma se estaba preocupando de la situación en la que estaba envuelto Gohan. Cuando miró a Gokú, se dio cuenta de la ausente preocupación de su mejor amigo. No tenía más remedio que intervenir.

—Tengo que salvar a Gohan— dijo Bulma poniéndose de pie, sacando de su abrigo una peluca negra y unos lentes de montura cuadrada. Rápidamente se amarró el pelo con una liga que encontró en el bolsillo de su pantalón, seguidamente de ponerse la peluca y colocarse lo lentes.

—Pero Bulma, tú dijiste que… —comenzó a advertirle Gokú, pero era demasiado tarde, su mejor amiga ya había salido de los arbustos y ahora se dirigía directamente donde estaban las versiones infantiles de sus amigos y de él.

Bulma parecía una persona con una seguridad envidiable, sin embargo cuando se acercaba más a Vegeta esa confianza se vio opacada por un semblante intranquilo. Otra vez los nervios volvían a atormentarla, su cuerpo no reaccionaba con normalidad y sus oídos incoaban a doler al ser taladrados con los latidos de su corazón. Sabía que debía reiterarse por mentalizar su cerebro que, por el ahora, no era Bulma. Se obligó a alejar sentimientos fuertes, asuntos familiares y amistades, y después encapsularlas en un subconsciente en donde le permitía no sacarlos mientras estaba ahí en esa época. Nada ni nadie existía a su alrededor, solo era ella y Gohan, los demás seguían sobrando. Juiciosa al saber que era una mujer fuerte, no dejaría que sus sentimientos le ganaran a su razón, ya había enfrentado cosas peores en su pasado; lo que estaba viviendo ahora no era nada a comparación.

—Eh, Gohan—dijo Bulma, carraspeando un poco para llamar la atención al hijo de Gokú; procurando en ignorar a los demás niños, en especial a los hermanos Ouiji—. Tenemos que irnos, hijo.

Si no fuera porque conocía muy bien la voz de Bulma, Gohan nunca se hubiera imaginado que fuera ella la que le habló para decirle que se tenían que ir.

—Bul… amm sí—tartamudeó, recordando a tiempo que no debía decir nombres.

En ese instante, cuando Bulma tomó la mano de Gohan para retirarse, una voz a sus espaldas hizo que Brief se detuviera de golpe.

—Creí que habías venido con tu padre—musitó Vegeta, poniéndose de pie y cruzándose de brazos. Por reflejo, tanto Bulma como Gohan, se voltearon a verlo.

El tiempo pudo haberse detenido, y lo hizo. Bulma vio maravillada que su reloj había dejado de funcionar por completo, y eso quería decir que por fin el deseo de su Vegeta se había hecho realidad; así que era eso ¡cómo no se había dado cuenta antes! ¿Por qué no lo había descifrado? ¡Era obvio! Ese deseo anhelado y esa promesa cumplida, motivos suficientes para celebrar y ser feliz. Y ahí estaba a quien le debía ese sentir, Bulma solo tuvo que acercarse, agacharse y agradecerle; esta vez los sentimientos volvieron a vencer a su razón.

—¡Oh Vegeta! —exclamó, llorando de felicidad. Con los brazos abiertos, acercó al niño a ella y lo abrazó. Con ese gesto le trató de transmitir todo lo que se había guardado por muchos años; tantas dudas y preguntas sin responder, tantos agradecimientos por todo lo que él había hecho por ella e infinito amor que continuaba acumulándose. Al tenerlo tan cerca percibió que ni las heridas del corazón se volvieron a abrir, al contrario, las cicatrices que dejó la muerte de Ouiji desaparecían con rapidez. Tantos recuerdos le llegaron a la mente, que tembló de miedo al darse cuenta que había olvidado ese olor de frescura inusual. Había esperado largos años por esto, que ahora le aterraba la idea de regresar a su época, deseando quedarse ahí para siempre porque sabía que tres personas que estaban en ese pretérito, no existían en su futuro. No supo cuanto tiempo había pasado desde que abrazó a Vegeta, pero salió de la impresión al escuchar murmullos de sorpresa a sus espaldas. Estaba punto de alejarse cuando sintió un leve empujón que casi la hizo caer hacia atrás.

—¡Aléjese de mí, señora! —gritó un Vegeta avergonzado y muy sonrojado de la frente hasta el cuello. Había quedado en shock ante ese gesto por parte de la desconocida. No entendía cómo, pero lo que le había pasado con el tal Gohan, lo mismo ocurrió con esa señora. Era una sensación extraña, que no comprendía el porqué sentía tanta familiaridad y confianza hacia esa mujer y, la pregunta del millón: ¿cómo sabía su nombre? Todo eso era tan extraño. A pesar de su corta edad, percibió que ese abrazo estaba lleno de bondadosos sentimientos, y aunque le costaba mucho admitirlo, sí que lo disfrutó.

—¡No puede ser! Una sexy mujer abrazó a Vegeta—se escandalizó Nappa, evidentemente celoso.

Bulma ni siquiera se entristeció ante el arranque grosero de Vegeta, así que optó por disculparse mientras que sutilmente se limpiaba unas lágrimas escurridizas.

—Discúlpame, pero es que me recodaste a un conocido mío—explicó Bulma, dedicándole una sonrisa a Vegeta, quien parecía conmocionado por el abrazo. En breve, su atención fue puesta en el otro Ouiji a quien le acarició la coronilla con ternura—. Eres un niño muy lindo, en realidad, todos… —se detuvo al reparar en Turles, borrando de repente la sonrisa de su rostro—, o la mayoría son unos niños lindos—al ponerse de pie, Bulma juntó vuelo con una sola mano, y la estampó en la cabeza de Taresu con tanta fuerza que el niño se tambaleó golpeándose el hombro contra la pared.

—¡Oiga! ¿Qué le pasa, señora? —se quejó Turles con la mano en alto, mirando con odio a Bulma.

—Disculpa, mi mano se resbaló—espetó la ojiazul con un descarado sarcasmo y odio mutuo—. Vámonos, Gohan que tu padre nos está esperando.

Bulma recogió el envase de jugo, percatándose que estuviese vacío; al comprobarlo sonrió para sus adentros.

—Adiós—se despidió Gohan, tomando la mano de Bulma y caminando a lado de ella sobre la banqueta.

—Espero que nos volvamos a ver. Por cierto, soy Gokú—se presentó, alzando un poco la voz para que Gohan escuchara—. Él es mi hermano Raditz, Nappa, Broly, Turles (a quien golpeó tu mamá) —se escucharon risitas por parte de los demás—. Y los que están ahí son Vegeta y Tarble.

—Un placer—gritó Gohan a lo lejos, desapareciendo de la vista de todos.

—Ya llegó Mei—avisó Nappa, señalando el auto que aparcó frente a ellos.

«Es una escena muy rara» pensó Gokú adulto al ver a una Mei joven que saludaba a sus hijos con cierta ternura oculta en una careta de madre estricta.

Bulma y Gohan llegaron en breve, volviendo a atravesar esos molestos arbustos.

—¿Se bebió todo el antídoto? —preguntó Gokú ansioso hasta morir. Se había quedado esperando ahí, mordiéndose las uñas de pura angustia.

—Hasta la última gota—festejó Bulma con una sonrisa de oreja a oreja—. En menos de 12 horas le hará efecto.

Gokú por fin pudo tranquilizarse, feliz de que a su mejor amigo le aguardaba una larga vida por delante. Vio a su contraparte, y no pudo dejar de sentirle un poco de envidia; lo que daría por regresar el tiempo y volver a vivir esos momentos junto con sus amigos. Pero eso no quería decir que no era feliz en su época, estar casado con una mujer tan dedicada como Milk y tener un hijo tan inteligente como Gohan, no podía estar más orgulloso con la familia que tenía ahora. Sabía Gokú que era el momento de retirarse, y por eso se despidió —con una mirada tan significativa—, de Vegeta y Tarble deseándoles la mejor de las suertes. Rebosante de alegría por volverlos a ver y anhelándoles una larga vida juntos, que lo que Bulma y él (Gokú) intervinieron haya sido un impulso para cambiar el destino catastrófico que golpeó a la familia Ouiji durante la noche de esa fecha.

—¿Nos vamos? —preguntó Gokú a la ojiazul, después de ver como todos los niños se subían al auto de Mei rumbo a la plaza a jugar videojuegos.

Bulma suspiró producto de un cansancio emocional, habían sido tantas turbaciones acumuladas en un solo día, después de analizar la situación era mejor actuar de inmediato; era un riesgo grande que debía afrontar.

—Aún no, antes tengo que hacer dos llamadas—confesó Bulma que se quitó la peluca y las gafas, luego las tiró en un bote de basura que estaba por ahí.

Gokú, sorprendido ante las palabras de su amiga, buscó su mirada queriendo encontrar una respuesta.

—¿A quiénes y para qué? —preguntó perspicaz.

Bulma se mordió el labio inferior, había tantas cosas que explicarle a Gokú que ya tendría una oportunidad para hacerlo. Por lo mientras debía apresurarse si quería evitar una desgracia esa misma noche.

—No tardo, sólo espero que con lo que voy a hacer es posible que esta noche no ocurra ninguna tragedia—dijo Bulma Brief muy segura de sí misma.


67 páginas y 27,990 palabras.

*Bulma deseó la máquina del tiempo, prometiendo terminarla.

*Vegeta deseó ver a Bulma después de su muerte, prometiendo un reencuentro.

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Si llego a los 700 reviews, subo el epílogo :D