EL BAÑO

Tic. Tac. Tic. Tac. Tic...

Llevaba así media hora. A pesar de que el reloj seguía avanzando, él no lo hacía. Llegarían tarde y eso sería aún peor, pero la verdad era que él ni siquiera tenía intención de llegar.

-¡Sarada!

La pequeña niña apareció correteando por el pasillo unos segundos después.

Tap. Tap. Tap.

Cada vez que se movía las chanclas de plástico que llevaba atadas en los pies golpeaban el suelo de tal forma que un sonido realmente molesto llegaba a sus oídos. A ella, no obstante, parecía divertirle que sus diminutos pies pudiesen hacer tanto ruido.

Cuando llegó a su lado, su gorro de natación tenía muchas menos flores de las que él recordaba.

-Hoy no iremos a nadar.

Permaneció serio y recto, dando a entender que era una orden, que no había ninguna forma de cambiar de idea.

Todo iba bien, todo iba bien…

-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…

Un tic deformó su expresión.

Por Kami-sama… Resopló con desgana y valoró sus opciones. Hace tan solo dos años, cuando Sarada era aún una preciosa idea silenciosa que sólo ocupaba el vientre de su esposa, él había hojeado varios libros a espaldas de su mujer. Su contacto con infantes era mínimo, por no decir nulo. Pero ser padre de familia era otra cosa y él quería dar lo que no había recibido. Desde el "Icha icha paradise" de Kakashi-sensei (del que tomó algunas ideas para poner en práctica) al "Oh, Kami-sama, voy a ser padre", pasando por "No estás solo, si Naruto-Hokage-sama puede ser padre, tú también", él se había informado. Y en todos, absolutamente en todos los libros, había un punto clave: no ceder ante los deseos infantiles.

"No ceder ante los deseos infantiles"

Puede que, si lo repitiese mentalmente, encontraría la fuerza que estaba comenzando a perder.

"No ceder ante los deseos infantiles"

"No ceder ante los deseos…"

-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…

Sin embargo, Sarada era una oponente dura y sabía como contraatacar.

"No ceder ante…"

-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…

-"No ceder…"

-Buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…

-¡Vale, Sarada! Iremos a la piscina.

Y, como si de un botón se tratase, la expresión de Sarada se transformó en la más adorable de las sonrisas. Se secó las lágrimas con el dorso de sus regordetas manos y salió del baño, dejando tras de sí un par de pétalos de aquel horrible y florido gorro de natación que Sakura le había comprado.

Bien, no ir a la piscina estaba claro que no era una opción.

Pero… Él no podía ir así.

-Tsk-. Se cruzó de brazos y se apoyó contra el lavabo, mirando fijamente aquella prenda de ropa. Estaba seguro de que en aquella casa tenía que haber un bañador más largo que aquel. Y también menos llamativo.

-¡Papá! ¡Vamos tarde!

Tomó en sus manos el pequeño y floreado traje de baño que su esposa le había dejado preparado en el baño. Lo miró con odio, y las grandes flores amarillas pegadas en aquel horripilante color naranja fluorescente le devolvieron la mirada.

-Tsk.

Prefiero ir desnudo.


Aquella idea se le perfiló como la única solución posible durante el camino al centro deportivo. Es decir, ¿no funcionan así las aguas termales? ¿Qué problema habría?

Sin embargo, al llegar a la piscina fue capaz de enumerar las dos razones por las que ir sin nada, como Kami-sama le había traído al mundo, sería una locura.

1º. Por su integridad física.

Sakura siempre volvía de la piscina con algún cotilleo nuevo. A pesar de ser un cursillo de natación para padres e hijos, él tenía la sensación de que el verdadero motivo de aquella actividad era mantener vivo el chismorreo. Y ahora entendía por qué. Quince eran las madres que se agolpaban en la puerta listas para entrar de la mano de sus hijos. Todas mujeres, todas mayores que Sakura, mucho mayores y, afortunadamente, ninguna cara conocida.

Se hizo el silencio cuando el corrillo se percató de su existencia. Sarada se escapó de su mano y él se quedó allí, inmóvil, solo y aguantando con estoicidad mientras sentía cómo casi todos los pares de ojos allí presentes recorrían su cuerpo. Por dios, ¡si ya le estaban devorando con los ojos, qué pasaría si entraba allí desnudo!

Tirar el bañador a la basura no era una opción.

Pero si aquella vulneración a su intimidad no fuese suficiente, la siguiente razón llegó en forma de una palmada enérgica en su espalda.

-¡Sasuke Uchiha! ¿No ha venido nuestra preciosa flor de primavera hoy?

2º. Por su integridad física, de nuevo. Mejor dicho, por la integridad física de otra persona.

Lee le mostró una gran sonrisa mientras le guiñaba un ojo, como solía hacer cuando era más joven.

Podía aguantar las miradas acusadoras de aquellas madres, podría hacerlo aún con el escaso y ridículo bañador que se había visto obligado a llevar. Pero que Rock Lee fuese el monitor de natación... Eso quizás fuese demasiado.


-¡Quiero ir con mis amigos!

Ya no sabía si Sarada se había despertado especialmente irritable o eran sus nervios los que estaban crispados. Decidió ignorarla mientras se desvestía en la soledad del vestuario. Era el único hombre del cursillo así que ellos eran los únicos ocupantes de aquel espacio. Aunque, por supuesto, Sarada se había enfadado cuando se había visto obligada a abandonar a sus amigos y a acompañarle a él.

-¿Por qué no puedo ir con ellos? –Había preguntado casi al borde del llanto.

Él la había sujetado por la capucha, impidiéndole la huida.

-Porque yo no puedo entrar ahí.

-Pero yo si –Y siguió revolviéndose para zafarse de su agarre.

-Tsk.

Ahora que ya estaba desvestido, tenía la impresión de que el color chillón de aquel bañador iluminaba todo el cuarto, como si fuese una bombilla.

-Toma, papá.

Sasuke se volvió para ver cómo su hija le ofrecía el gorro de ducha. Un colorido y floreado gorro de ducha, con flores de tela pegadas. Idéntico el suyo.

Un tic nervioso se instaló en su rostro.

-¿Mamá usa esto también?

-Nope, mamá tiene uno azul.

Sakura

-¡Papá! Te lo tienes que poner, es obligatorio.

-¿Cómo de obligatorio? –Preguntó sin dejar de estrujar entre sus manos aquella ridiculez primaveral.

-Sin él, Lee-san no te deja entrar.

-Vaya, qué pena –Y aumentó la fuerza de sus puños con una sonrisa diabólica.

-¡¿Teme?! -Como si fuese un resorte, aquella voz aguda, chillona y molesta, hizo que dejara de maltratar su prenda de baño-. ¡No puedo creer que vinieses! Bonito bañador…

Si las miradas matasen, Naruto nunca habría llegado a ser Hokage. Apareció en los vestuarios con una inmensa sonrisa que poco a poco se fue convirtiendo en risotadas a su costa.

Dado que el homicidio al jefe de la aldea era de lo poco que faltaba en su historial criminal, Sasuke tuvo que conformarse con un golpe seco a mano abierta en la nuca.

-¡¿Se puede saber que te pasa, baka?! ¿Quieres pelea? -Se quejó el Kage mientras se sobaba el cuello.

-Solo estaba tratando de comprobar si eras el real o una copia.

-¡Yo soy el real, dattebayo! La copia está trabajando en el despacho.

-¿Qué haces aquí?

-¿Yo? ¡Eso debería preguntártelo yo a ti! ¿Sabes? Cuando Sakura-chan me dijo que vendrías no dudé en apostar a que no ni un solo momento. ¡Por tu culpa le debo tres días de vacaciones! Pero el agua está fantástica, a Boruto le encanta. Aunque creo que se ha relajado demasiado… Ya me entiendes… ¿Si? Bueno, son niños. Debo admitir que estando el agua tan calentita se hace difícil hasta para los adultos pero…

-¿Has hecho una apuesta con Sakura?

Si había una cosa que Sasuke había aprendido de los tres años que pasó en la guarida de Orochimaru era, sin lugar a dudas, el susurro tan espeluznante que acompañaba a sus amenazas, como el de la serpiente misma. Se asemejaba también al ruido que hacía al desenvainar su katana. Algo tajante, frío, seco. Algo definitivamente peligroso. Mortal.

-Nope. -Sasuke alzó las cejas.- Bueno, vale. Fue un malentendido, teme, lo prometo. Una cosa llevó a la otra y se nos complicó un poco. Ay, por kami-sama, no se lo digas a Sakura-chan, me matará.

Sa-ku-ra.

Así que todos aquellos males llevaban su nombre escrito. Muy bien, él también tenía maneras de vengarse.

-¡Pero tu bañador es precioso!

Y gracias a su velocidad, Naruto fue capaz de esquivar la chancla que iba directa a su cabeza.


-¡Eso es, pequeños! ¡Sentid la fuerza de la juventud! ¡Sois el futuro, sois fuerza! ¡Sentidla!

Sasuke sólo podía sentir el calor del agua y sintió un escalofrío al pensar que quizás la temperatura del agua era produzco de algún niño que había hecho sus necesidades allí.

"Boruto se ha relajado demasiado… ya me entiendes, ¿si?"

-Tsk.

¡Él era Sasuke Uchiha! ¡SASUKE UCHIHA! Había sido perseguido por todos y cada uno de los ninjas del mundo shinobi, su nombre había resonado en los más ocultos despachos y su katana había probado más sangre de la que cabía en decenas de cuerpos humanos. Él era Sasuke Uchiha… y estaba nadando en pis.

Sa-ku-ra.

Cuánto más repetía el nombre de su mujer, más se tensaba su mandíbula. Si quería jugar, jugarían. Si quería apostar, él sería su banca. Si quería enredar con fuego, él se encargaría de caldear el ambiente.

Como si fuese un auténtico villano, de esos que salen en los programas de televisión que veía su hija, la dulce y maquiavélica venganza ocupaba todos y cada uno de los recovecos de su cerebro. Ni el agua caliente, ni los chapoteos de su hija, ni los estúpidos gritos de Lee le alejaban de ella. Él había aprendido a tener un objetivo. Y el punto de mira ahora estaba en su mujer.

Sa-ku-…

-¡Rah! –Su obsesión se disolvió en el aire cuando una mano fría se posó en su brazo, abrazándolo sin vergüenza, casi intentando adivinar los músculos que se escondían bajo la piel.

Y un par de ojos color caramelo le miraron con picardía.

-Uh, perdóneme joven, me he tropezado.

Sasuke había tenido reconocimientos médicos más sutiles que aquel tropiezo. Incluso Orochimaru, quien había planeado tomar su cuerpo, habría sido más delicado.

Apretó el paso y siguió dando círculos en la piscina, andando y sujetando a Sarada mientras ésta disfrutaba feliz en el agua. Deslizó los ojos hacia ella y sonrió al ver como estiraba los brazos, esforzándose por avanzar más deprisa. Se la veía realmente feliz.

-¡Sasuke-kun, mira! Natación para bebés. ¿No es genial?

-Hmph.

-¿Crees que a Sarada le gustará?

-Hmph.

-¡Decidido entonces! Mañana la apuntaremos.

-Hmph.

-¡Vamos, Sasuke-kun! ¡Agüita para ti también! –Y, por quinta vez, Lee derramó un cubo de agua fría sobre su cabeza.

Odiaba aquello con toda su alma, si aún le quedaba algo de eso. Si hubiese sabido que "natación para bebés" significaba dar vueltas en una piscina de 30 cm de agua, con tu hija agarrada cual pez y con un tarado que te gritaba y te tiraba agua congelada en la cabeza, le habría dicho que no. Que las quería, a ella y a Sarada, pero que no.

-¡Sasuke-kun, mira! Natación para bebés. ¿No es genial?

-No.

Así de fácil. Y así nunca se tendría que haber puesto aquel incómodo bañador floreado que le estaba picando en partes en las que nada debería picar.

Le hubiese dicho que no. A ella y a Sarada. A su mujer, siempre anhelante de un beso, y a su hija, siempre anhelante de un abrazo. N-O. No.

Pero Sarada estaba tan sumamente feliz…

-¡Más agua, Sasuke-kun!

Y un pequeño cortocircuito se quemó en su cerebro. Agarró la mano de Lee que se cernía sobre el cubo de agua y lo atrajo hacia si, quedando a escasos centímetros de unos ojos tan llameantes como el fuego.

-Si me vuelves a echar agua en la cabeza, yo te arrancaré la tuya.

Finalmente, y contra todo pronóstico, aquella espantosa tarde llegó a su fin sin que Sasuke pisara la estación de policía de la Hoja.


Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac…

Sakura intentaba distraerse hundiendo la nariz en el gran manual que tenía ante sus ojos. "Relación médico-paciente. Capítulo 1: Hacerse entender. La psicología de la comunicación". Bien, muy apropiado. Hojeó las páginas con desdén mientras intentaba encontrar el párrafo donde explicase cómo gastarle una broma a Sasuke Uchiha y no morir en el intento. Pero nada, no había nada escrito. Ella sería la primera en conseguir esa información.

Dejó sonar un suspiro y tanteó otra guía médica. "Atención especial para pacientes politraumatizados". Oh, ese le vendría de perlas a Naruto.

-¡Sakura! ¡Que te vayas ya a casa!

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral y la electricidad le hizo dar un salto en la silla. Podía jurar que los gritos de Tsunade hacían retumbar los cimientos más sólidos del hospital.

-T-Tsunade-sama…

-No te lo repito más veces. O desapareces de mi vista en 10 minutos o no vuelves a trabajar aquí.

-P-pero…

No continuó la frase. Los ojos ocres de la vieja Hokage le decían claramente que la conversación terminaba allí.

Quizás haya perdido una apuesta… Porque, desde luego, Tsunade-sama había exagerado completamente. ¡A pesar de que le había hecho un favor! Es más, bien podría decirse que la culpa del lío que colgaba ahora sobre su cabeza era suya. A ella no le correspondía aquel turno de tarde, debería estar en su casa, como lo habían acordado. Desde que Sarada nació ella trabajaría por las mañanas y su guardia sería de noches, teniendo todas las tardes libres. Si Tsunade-sama no fuese tan tacaña y hubiese contratado más personal, ella no tendría que haber pasado allí la tarde.

-Que desconsiderada, Oba-chan…

-¡¿HAS DICHO ALGO, SAKURA?!

Y de nuevo, la electricidad volvió a fluir por su cuerpo. Se levantó a trompicones y se alejó de su antigua sensei poniendo la mejor de sus sonrisas de inocencia.

-¡Y-ya me voy, Tsunade-sama! ¡Un placer haberla ayudado!


Sakura volvió a mirar su reloj de pulsera. Las 10:38. La última vez que lo había mirado eran las 10:35. Y la vez anterior, las 10:34. Bueno, al menos cada vez lo miraba con menos frecuencia. Pero aún necesitaba ganar más tiempo. Aunque su turno había acabado a las siete de la tarde, Sakura había trasteado por el hospital hasta que llegase una hora segura. Una hora en la que fuese posible que llegase a casa y que su marido se encontrase durmiendo.

Las 10:39.

¡Por Kami-sama! ¡No voy a llegar a casa nunca!

Se ducharía, así ganaría 10 minutos. Es más, podría lavarle el pelo, así conseguiría media hora más. Y quizás podría bajar al almacén y conseguir un nuevo uniforme, con eso tendría unos 10 minutos más. Y podría acercarse a la cafetería del hospital y pedirse un sándwich, eso ya son otros 10 minutos. Quince si se pedía algo para beber…

Sakura dejó caer la cabeza sobre el frío metal que constituía su taquilla.

Esto es absurdo.

Lloriqueó unos segundos más mientras tomaba el móvil del bolsillo de su bata. Allí estaba la razón por la que no podía volver a casa. Una foto tan tierna como extravagante. Una imagen que la hizo reír e inundó sus ojos con orgullo. Sasuke Uchiha como padre, en la faceta más familiar que ella había visto nunca, dándolo todo por la pequeña que llevaba su apellido.

Y, junto con la foto, un mensaje.

Si me hubieses pedido cien días de sueldo, te hubiese dado mil por esta foto ¡dattebayo!

Justo en ese momento, gracias a Naruto, fue consciente de que iba a morir.

Había conseguido que un antiguo criminal de rango S llevase a su hija a nadar embutido en un bañador tan ridículo como pequeño, sin pensar si quiera en el terriblemente desfasado gorro de ducha. Y sin darse cuenta de lo verdaderamente ridículas que eran las clases de natación para bebés de Lee.

Se había metido con un vengador, alguien que había dedicado parte de su vida a perseguir un objetivo. Una persona a la que nada detenía si tenía un fin fijado.

No. Definitivamente no puedo volver a casa todavía. Las 10:43… Si me ducho ganaré media hora…

Era casi medianoche cuando Sakura llegó por fin al umbral de su hogar.

Tomo aire y con todos sus sentidos de kunoichi abrió la cerradura. Con suaves pisadas, casi flotando sobre la madera, fue llegando a la cocina. Dejó su bolso y su abrigo encima de una silla y se permitió soltar de una vez todo el aire que llevaba consigo. Bien, de momento todo iba bien. Hasta se permitió el lujo de abrir la chirriante puerta del armario y tomar uno de los zumos de frutas de Sarada. Sentía la adrenalina en sus manos ligeramente temblorosas, se sentía eléctrica, a punto de reír de la emoción. Se sentía invicta.

-Sa-ku-ra.

-¡Ah!

El zumo resbaló de sus manos y bañó el suelo dejando que el aroma de diez plátanos perfumara el ambiente.

Sasuke elevó una de sus perfectas cejas y la miró divertido, llevando sus ojos al charco de la cocina.

-Me asustaste.- Dijo al recuperar el aliento. Se llevó una mano al corazón para comprobar que, al menos, seguía en el mismo sitio-. Lo recogeré ahora. No te esperaba despierto.

Algo parecido a una risa ronca surgió de la garganta de su marido. Ella rehusó comprobarlo e intentó no mirarle a la cara, pues sentía sus mejillas incendiadas al haber sido descubierta. Se dio la vuelta y buscó con la mirada un trapo de cocina.

-Déjalo, Sakura. Lo recogeremos mañana. Es demasiada agua por hoy.

Intentó apretar con fuerza sus labios para que la carcajada que atesoraba no viese la luz. Sasuke estaba bromeando sobre eso. Sus opciones de encontrarle durmiendo y dejar correr aquel asunto se habían desvanecido.

Vale, puede que Sasuke quisiese jugar con ella. Muy bien, él podía divertirse tanto como quisiese, bastaba con que ella no le siguiese el juego y desviara la conversación.

Se giró y le regaló una sonrisa ingenua, como si no hubiese entendido la intención oculta de aquella frase.

-Iré a darle un beso a Sarada entonces.

Se aproximó a él en un par de pasos y al llegar a su altura, Sasuke le cerró el paso, convirtiendo su brazo en una cinta de policía. NO PASAR. NO SALIR DE LA COCINA.

-Sarada no está.

-¿No está?

-No. Está durmiendo con Naruto.

-¿Con Naruto?

-Hmph.

-¿Y Naruto ha accedido sin problemas?

-Digamos que no tenía otra opción.

Baaaaaka, Naruto.

Vale, estaba claro, Sasuke lo sabía todo. Conocía la apuesta, sabía que todo lo estrafalario que le había ocurrido hoy había sido obra suya.

Muchas gracias, Naruto. Si muero hoy, te perseguiré por el resto de mis días. Maldeciré todo el ramen que te comas.

-¿Ocurre algo, Sa-ku-ra?

Ella se erizó entera. ¿Por qué estaba susurrando su nombre así? Como si masticara cada una de las sílabas, como si su nombre fuese un caramelo. Un golpe de calor que surgió de su pecho se extendió por todo su cuerpo y sus mejillas volvieron a arder.

Sasuke veía todo aquello. Observaba las reacciones tan deliciosas que provocaba en su mujer. Desde el asombro al ser descubierta hasta los esfuerzos por controlar sus risas. Vio cómo tragaba saliva nerviosa y algo en él también se inquietó. Cientos de pequeños impulsos eléctricos comenzaron a recorrer su cuerpo y él se situó más cerca de ella, a su espalda, cerrando el hueco entre su espalda y su pecho.

Sakura se estremeció al sentirle.

-Entonces, Sakura, ¿ocurre algo? –Murmuró contra su cabello.

-No –consiguió decir-. Es solo que prefería que hubiese algún testigo.

Sasuke sonrió contra las hebras rosadas y tomó suavemente un par de mechones, masajeándolos y tratando de convertirlos en una larga trenza.

-¿Por? –Preguntó calma- ¿Has hecho algo malo?

Sakura volvió a tragar saliva mientras sentía cómo sus manos se movían con gentileza por su cabello. Ni siquiera estaba segura de qué le estaba preguntando, ni sabía con certeza si seguía tratando de hacer que confesara su pequeña jugarreta. Sólo sentía el cuerpo de Sasuke tras el suyo. Y unos dedos que entrelazaban su largo cabello dibujando una trenza.

Le recogió el cabello hasta la mitad de la espalda y, cuando acabó, se acercó para besar allí donde antes no podía. Rozó con los labios ambos lados de su cuello y sonrió encantado cuando ella dejó caer su cabeza hacia atrás, dejándole más espacio con el que deleitarse. Así que inspiró hondo, tomó aire y decidió que mañana sería un buen día para continuar con la charla. Porque hoy, hoy había pensado en ella más minutos de los que tenía el día.


Se despertó cuando no acostumbraba, minutos más tarde que ella. Aún con los ojos entrecerrados adivinó la sonrisa que florecía en el rostro de su compañera de cama.

-¿Me has hecho algo hoy también? ¿Quizás me has depilado las cejas mientras dormía?

Las fuertes carcajadas de Sakura le hicieron acabar de despertarse. Sonrió a su vez mientras sentía como el colchón se movía al ritmo del abdomen de su esposa.

-Entonces, ¿qué tal lo pasaste ayer? –Preguntó ella cuando se recuperó. Valiente después de aquella noche, se incorporo sobre sus codos y le regaló el color verde que aportaba la luz faltante en aquel dormitorio blanco.

-No me tientes, Sakura. Lo de anoche no significa que te haya perdonado.

-Vaya… ¿Qué debería hacer para que me perdonaras? -Preguntó a la par que acariciaba tímidamente su brazo. Siguió así unos segundos más, hasta que alzó la vista y le dedicó una sonrisa traviesa.

Él por su parte dejó escapar un gruñido, fiel reflejo de su deseo interno. Aún así, esta vez no tenía tanta prisa como por la noche, podía disfrutar un poco más del agradable juego dialéctico que tenía ante sí.

-¿Sabes, Sakura? Deberías valorarme más, por lo visto soy muy popular entre las mujeres. Podría irme con otra.

-¿Ah, si? ¿Y con quien te irás? Si se puede saber claro. ¿Con Megumi-san?

-¿Quién?

-Una mujer con los ojos color caramelo. Es agradable pero creo que es demasiado cotilla, quizás un poco farsante también…- Sasuke recordó vagamente dónde había visto antes unos ojos así. Los enmarcó en una cara redonda, con pequeñas arrugas que se dejaban ver bajo la gruesa capa de maquillaje. Y vio emanar de aquel cuerpo la mano que había "secuestrado" su propio brazo-. …Además, se está divorciando.

-No me extraña.

Sakura se sorprendió por la súbita interrupción y le miró de reojo.

-¿Me tengo que preocupar por algo?

-Puede…

Se complajo al ver la preocupación pintada en el rostro de Sakura. Le miraba fijamente, buceando de uno ojo a otro, como si así pudiese adivinar sus pensamientos. Y entonces volvió a reír alegremente sobre él.

-¿Qué es tan divertido?

-¿Sabes? Por un momento me he preocupado sinceramente. Pero luego recordé que ibas vestido con aquel bañador y aquel gorro y…

Un nuevo ataque de risa se dejó oír en el dormitorio.

Sasuke la miró ligeramente molesto. Suspiró con desdén y se deshizo de las sábanas. Justo cuando posó los pies en el suelo sintió el cuerpo de Sakura envolver el suyo.

-Oh vamos, Sasuke, no te enfades.

-Hmph.

-Quizás me podrías enseñar algo de lo que aprendiste ayer.

Él se giró dentro de su abrazo y la miró.

-¿Me estás vacilando, Sa-ku-ra?

-¿No quieres darte un baño conmigo, Sa-su-ke-kun?

Por toda respuesta, él se inclinó ante ella y la tomó en brazos, como si fuese un saco de patatas.

-¡Ah espera! ¿No deberíamos ir antes por Sarada?

-Sarada pasará tres días en casa de su flamante tío.

-¿En serio?

La depositó en la bañera y el frío del mármol hizo contacto con su piel, estremeciendo cada centímetro de su cuerpo. Se apuró en abrir el grifo y dejar que el agua caliente comenzara a inundar la estancia dónde pasarían toda la tarde.

-Es el castigo de Naruto –Explicó mientras tomaba una toalla y la acercaba al borde de la pila.

-¿Y cual es el mío?

Sakura había abierto un bote de gel y ahora una manada de pompas de jabón ocultaba el cuerpo que él había devorado la noche anterior.

-Tú… -Dejó caer la toalla en el suelo y apoyó peligrosamente los brazos a unos centímetros de donde Sakura descansaba la cabeza. Se introdujo lentamente en la bañera y acercó su cuerpo al suyo, donde siempre era recibido- Tú pasarás tres días a solas conmigo.

Sakura sonrió con malicia al sentir cómo el trabajado cuerpo de su esposo encajaba con el suyo.

-Vaya. ¿Eso quiere decir que el jueves volverás a ir tú al cursillo?

Y cuando las risas de Sakura comenzaban a salir de su boca, él calló su chiste con un beso.


C'est fini!

Bueeeeeeeeeeeno, no me odiéis. Ya no voy a pedir disculpas por la tardanza porque ni me las merezco. Pero había prometido un capítulo más con Sarada asi que, listo!

Se que los últimos capítulos han sido más "dramáticos" pero quería acabar volviendo a los inicios, cuando las lágrimas eran de alegría. Espero que, aunque desde el punto de vista del contenido no haya tenido tanto peso, os hayáis reído un poco. Yo desde luego me lo he pasado genial jajajaja.

Ha sido un auténtico placer, sobretodo el pensar que habéis dedicado vuestros minutos a echarle un vistazo y a comentar. Siempre lo digo pero muchísimas gracias a todos.

¡Un beso enorme y nos leemos, siempre!