Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me corresponden, puesto que pertenecen a Hiro Mashima. Esta historia está hecha sin fines lucrativos.

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Silences: Cenizas

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No pudo evitar incorporarse de manera violenta. El sudor le recorría espalda abajo, provocándole intensos escalofríos. Se pasó un brazo por la frente intentando quitar el exceso de transpiración. Sus pulmones aun tomaban aire de manera feroz, boqueando sin parar.

Contuvo un improperio tras rechinar los dientes. Joder. Joder, joder, ¡y joder! Era la quinta vez que soñaba lo mismo en apenas dos semanas. Era incapaz de comprenderlo. Escapaba totalmente a su comprensión. Tal vez estuviera dándole demasiadas vueltas al asunto. ¿Quién no había tenido algún sueño que se repetía durante una y otra vez? Cualquiera. Coño, estaba seguro de que le había ocurrido incluso al cabeza de cucurucho. Sin embargo… tenía la imagen incrustada en su cerebro, igual que si la hubieran dibujado con una taladradora.

Un destello. Ella, doblándose en mitad de un grito desgarrador. Y entonces, esa especie de alas blancas desfiguradas naciendo de su espalda, extendiéndose sobre sí mismas, justo como si hubiesen estado plegadas durante toda una vida.

Esperando el momento preciso para liberarse…

Después, el vacío.

El corazón le tembló débilmente, aun agitado. Durante un segundo, la culpabilidad le atacó con saña. Hacía apenas unas semanas habían conseguido salir airosos de la batalla contra Álvarez. Lo cierto era que por primera vez, los ánimos no habían estado como para demasiadas celebraciones. Zeref había desaparecido de nuevo del mapa. Igual que si se lo hubiese tragado la tierra. Al final, había abandonado a sus comandantes a su suerte. Jodido bastardo…

Apretó la mano en un puño. No había sido capaz de pronunciar palabra al respecto en cuanto a la transcripción. E.N.D: Etherious Natsu Dragneel. Mierda. En su vida habría llegado a imaginar que pudiera ser tan famoso de manera inconsciente, y encima sin saberlo.

Luego, estaba ella.

Ella, era un asunto totalmente diferente.

Era inteligente.

Por supuesto que lo era.

Y sería capaz de arrear un puñetazo sobre la boca de cualquiera que ose pensar lo contrario.

Aunque nunca pronunciaría nada al respecto, claro.

¿Qué? ¡Claro que no!

Se pasó una mano por el rostro, comenzado a exasperarse consigo mismo. Reconocía que la paciencia nunca había sido su punto fuerte, y a esas alturas mucho menos todavía. Él conocía perfectamente de antemano que ella sospechaba algo. Puede que ni siquiera supiese el qué, pero ella, de manera inconsciente, lo presentía. Él lo intuía. En cómo ella le mantenía el contacto visual durante un par de segundos más de lo acostumbrado. O en como contemplaba su silueta desde una distancia prudencial, cuando ella creía que él no se daba cuenta.

Chica lista.

Tal vez, por eso le gustaba tanto.

O no…

Chasqueó la boca, irritado. No tenía las ganas suficientes como para ponerse a esclarecer el motivo por el cual ella había despertado completamente su atención. ¿Qué más daba? La cosa era que llamaba su atención, y se acabó. Suerte que ella fuese tan despistada. Aunque él también se había esforzado lo suyo por ignorarlo, claro. Eso, sumado al hecho de haber caído en la cuenta hacía relativamente poco… En realidad, conociéndose como se conocía, podría considerarlo como un milagro.

O tal vez no…

No pudo contener un resoplido. Con parsimonia, se movió lo suficiente como para quedar sentado sobre su hamaca, de manera que las piernas quedaran colgadas. Se inclinó hacia delante, apoyó los codos en las rodillas, y sumergió los dedos entre sus cabellos. Un nudo continuaba apretándole la garganta. Era como un mal presentimiento.

Algo iba a ocurrir.

En realidad, lo había estado esperando.

El momento en el que todo saltase por los aires.

¿Sería ella capaz de mirarle de la misma forma?

En el fondo, siempre había presentido que ella era especial.

En apariencia, era alguien bastante normal. Cualquiera que se cruzase con ella, pensaría lo mismo, aparte de que era una chica bonita. No obstante, desde el primer instante supo que solo había arañado la superficie. Ella tenía… algo. No sabía el qué, pero lo tenía. Y temía que ella, al final, fuese el epicentro de todo. En parte, no le sorprendería. Tenía la habilidad innata de meterse en problemas de las maneras más absurdas e inocentes posibles. Aunque él tampoco podía hablar demasiado alto.

Suspiró con profundidad. Las imágenes de su sueño no hacían otra cosa que repetirse durante una y otra vez, cuales vagos reflejos. Frunció la boca en un gesto tenso, a la vez que su mirada se perdió entre las rendijas las baldosas del suelo. Lo cierto era que todos se habían dedicado a sanar tanto física, como mentalmente. La herida de su mejilla era un claro recordatorio, por ejemplo. A ese ritmo, terminaría con más cicatrices que el monstruo literario del cual ella le había hablado en una ocasión.

No pudo evitar contemplarse la palma de la mano. En cierto modo, se detestaba a sí mismo. De un modo extraño y sutil, pero aún así, lo hacía. Tal vez, por eso ni siquiera se planteaba decirle a ella nada el respecto. ¿Cómo podía esperar que alguien lo aceptase, si ni siquiera era capaz de aceptarse primero a sí mismo? Tenía sentido. Y estaba seguro de que ella también lo comprendería. Igual que también estaba seguro de que ella sería capaz de rebatir su afirmación en menos de tres segundos.

Aún rememorando los retazos del sueño, no era capaz de imaginar una situación en la cual la magia de ella se revelase de manera tan violenta. Puede que sencillamente le estuviese dando demasiada importancia, pero, ¿a quién demonios iba a engañar? Todo lo que tenía que ver con ella, tenía importancia. Lo peor de todo, eran aquellas alas difuminadas tras ella. Y su grito desgarrador reventándole los tímpanos en un eco demoledor. Justo como si fuera a desvanecerse de un momento a otro. Era una idea que ni siquiera era capaz de soportar. Igual de efímera que una ilusión. Recordaba a su cerebro entrando en algo parecido a una suspensión mental.

Su mirada se sumió en algún punto lejano e inexistente.

No importaba quien fuera realmente él, o quien fuese realmente ella.

No le importaba un maldito infierno nada de eso.

Pasase lo que pasase, él sería capaz de reducir por ella aquellas aterradoras alas espectrales a cenizas.

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N/A: vaaaleee~…

Realmente no voy a decir mucho. Esta idea vaporosa es algo que me ha venido a la mente. Sabéis que mi cabeza va adaptando la historia de Fairy Tail según le parece, de modo que aquí tenéis este fragmento.

Sé que llevo un tiempo desaparecida, pero no os hagáis ilusiones todavía. He pasado unas semanas infernales, provocando que se me quitaran hasta las ganas de escribir. Reconozco que el trasfondo de este escrito tiene un toque de oscuridad, pero en fin, sabéis que es mi marca personal.

Respecto a todos los que me habéis preguntado (y seguís preguntándome) por Damn Good, reconozco que mi intención es continuar, siempre y cuando llegue al número de comentarios que me he autoimpuesto. De lo contrario, no continuaré.

Esta vez, me despediré con un: hasta la próxima.

Nindë