Disclaimer: Todo le pertenece a Tolkien, no son míos ni gano nada por el fic.
Había sido durante uno de los muchos festivales cuando los vio por primera vez.
Fëanor había decidido llevar los Silmarils puestos, mostrando aquello que él llamaba "sus más grandes creaciones." Melkor tenía que estar de acuerdo. Eran perfectos y sin falla alguna, llenos de luz, no era dorada ni tampoco plateada, pero algo justo en el medio de ambos colores.
Eran semejantes bellezas que todo su ser cantó con deseos de poseerlos. Sabía que debería tomarse su tiempo, intentaría primero amistarse con Fëanor, pero si eso fallaba, bueno, no le importaría tomar medidas más drásticas.
Por cada vez que veía las joyas y su esplendor, las deseaba. Y podía esperar, era paciente, pero los Silmarils serían suyos.
Valinor había quedado a oscuras. Ungoliat había sido fiel a su palabra y había devorado los árboles mientras él se encargaba de Formenos. Muchos de los habitantes había huido del terror, menos Finwë, quien se mantuvo firme y trató de defender aquello que le pertenecía a su hijo.
El tonto, pero había muerto rápidamente.
Ya en la bóveda, buscó aquel tesoro que había venido a buscar. Y cuando los encontró, estiró la mano y los tomó; saboreó el peso de cada uno de ellos y se echó a reír.
Los Silmarils eran suyos ahora y nadie se los quitaría.