Disclaimer: La Saga Crepúsculo (The Twilight Saga) y todos sus pasajes, personajes, etc., así como las películas basadas en ellos, incluyendo la banda sonora, etc., pertenecen a sus respectivos dueños (Stephenie Meyer, etc.). Escribiendo este fic no pretendo otra cosa que entretener, sin ánimo de lucro alguno.
Aviso: Este fic participa en el Reto Drabble "Neófitos" del foro Sol de Medianoche.
Frustración
Allí estaba, por fin. Por fin libraría al mundo de un mal, de un monstruo asesino.
Se acercó al borde del acantilado y miró. La luz, que había demostrado no herirlo, solo hacerle brillar de forma extraña, le iluminó mientras se aproximaba al borde.
Tamaña altura debería bastar, incluso para un vampiro.
Dio un paso más y luego otro más, el último. Cayó al vacío, esperando el choque… Pero las rocas se rompieron en mil pedazos cuando él se estrelló contra ellas. No sintió dolor alguno, sólo suavidad.
Las rocas eran incapaces de herirlo.
—¡MALDITA SEA!—Carlisle Cullen soltó un grito de frustración que habría dejado sorda a una persona normal—. Y maldito sea yo también.
Se dejó flotar sobre el mar, volviendo a pensar en cómo matarse. Se sumergió y empezó a bucear hacia el fondo, hundiéndose más y más. Siguió hasta que quedó tumbado sobre el fondo marino. Allí estuvo largo tiempo, esperando la muerte.
Pero no llegaba.
Él no necesitaba respirar y la presión del agua tampoco le afectaba demasiado. Con otro quejido de frustración, Carlisle nadó hasta la superficie, esperando que se le ocurriera una forma más efectiva de morir.
¿Cómo podía ser tan difícil acabar con un vampiro? ¡Todas las criaturas mueren, antes o después!
¡Tenía que haber alguna forma! No podía despeñarse, herirse, o asfixiarse, ¿qué le quedaba?
La sed. Todas las criaturas necesitan alimentarse para sobrevivir, no-muertos incluidos. La falta de sangre tenía que matarlo, a la fuerza.
Se alejó del acantilado y se internó en el bosque, cada vez más profundamente. En algún lugar había visto cuevas…
Pasó un claro y las encontró. Se metió en la más estrecha y profunda que pudo hallar, y se juró no salir de allí jamás. Seguramente sería un proceso de gran agonía, pero se dejaría morir de sed.
Libraría al mundo de un monstruo, como su padre habría hecho.
Nunca supo cuánto tiempo permaneció allí oculto, atormentado por la cada vez más intensa sed que le quemaba la garganta como si fuera lava ardiente.
Llegó un momento en el que le ardía tanto que pensó que tenía que haber estallado en llamas, pero no era así, y Carlisle no se atrevía a moverse. De algún modo, pensaba que si movía un solo músculo, su autocontrol lo abandonaría, saldría de allí con gran rapidez y no pararía hasta saciar su sed con algún inocente. Y no podía permitirlo. Jamás.
Entonces oyó unas suaves pisadas. Su agudo oído le permitió saber que no eran pisadas humanas.
Y en ese momento, su autocontrol lo abandonó completamente, dejándole a merced de esa sed abrasadora que le hizo salir de su escondite y atacar a lo que fuera que había oído. Se abalanzó sobre las asustadas criaturas, atrapándolas una tras otra, saciando su sed, apagando el fuego desgarrador de su garganta.
Cuando acabó, se encontró rodeado de los cuerpos sin vida de enormes ciervos.
Pero no solo eso. También se encontró a sí mismo otra vez.