A veces el verano y la tranquilidad se alían con la inspiración...


Una ligera brisa acaricia su cara, que recibe agradecida los golpecitos del par de mechones que se le escapan de su mal improvisada coleta. Sabe de sobras que él la prefiere con el pelo suelto, pero no está ahí con ella así que le da un poco igual su aspecto y su recogido. Casi como un acto reflejo acaba cerrando los ojos, disfrutando de los escasos segundos en los que el aire desplaza el calor asfixiante que han sufrido los últimos días. Hoy se siente nostálgica, triste, melancólica. Sola. Como casi siempre desde que se fue dieciseis días atrás. Entiende que es lo normal. No pretende ni quiere que sea diferente. Sumida en la semioscuridad que le proporcionan sus parpados y el cristal tintado de las gafas de sol que cubre su mirada de color avellana, agudiza el resto de sus sentidos y relaja sus irritados ojos. Aspira profundamente tanto aire como sus pulmones son capaces de albergar. Un aire que la acerca al mar que tanto la relaja, al olor a libertad, a tranquilidad. A él. Y exactamente igual que cada vez que los cierra se le suceden imágenes de los dos juntos riendo, brindando sus copas, abrazándose, susurrándose palabras de amor, disfrutando de una ducha juntos o sudando entre sábanas. Con los ojos cerrados se recrea en su imaginación y sus recuerdos al volverse a ver junto al amor de su vida caminando a lo largo de la playa de su casa en los Hamptons, buscando piedras blancas o negras. O caracolas. O cruzando sus dedos. Dejando que el agua fría del océano acaricie sus tobillos, descansando sobre la arena de la playa, disfrutando de una nueva puesta de sol, apartando la mano juguetona de Rick que intenta colarse por lugares poco apropiados en lugares públicos y a la vista de extraños. Sonríe. Así sí. Con él en su mente, con el recuerdo de lo que sus palabras hacen en su alma y lo que sus manos, lo que su boca hacen sobre su piel. Con el recuerdo de su sonrisa juguetona, con su mirada en la suya, así sí le vuelven las ganas de sonreir, de gritarle al mundo lo feliz que es cuando están juntos. Cuando nada importa menos ellos. Una ráfaga de aire con algo más de intensidad la traslada de nuevo a la realidad de su día a día. Oye a los críos correr, gritar y divertirse entre las olas que rompen cerca de donde está ella. Estira el cuello hacia atrás, queriendo aprovecharse del bienestar efímero que siente en estos momentos, ganando superficie a la zona que se deja masajear por el viento.

-Te echo de menos. Te echo tanto de menos, Rick. -Dice en voz baja, casi para ella, deseando que él pueda oirla. Apenas es un susurro que llega entrecortado a sus oídos, haciéndose paso entre las canciones de la playlist que fueron recopilando entre ambos y que ella no hace más que escuchar en bucle en cuanto tiene ocasión. Como ahora. Como lleva haciendo toda la tarde desde que se sentó a orillas de ese mar que ha aprendido a amar todavía más con él. "A este paso las vas a acabar aborreciendo, Kate", se dice. Pero vuelve a empezar la última que estaba escuchando. Es su preferida. Es tan él. Una de esas tantas canciones de amor o desamor. Canciones que ahora son solo de ellos y de sus situaciones, de sus lugares, de sus momentos. Melodías, voces que han escuchado mil veces, que conocían y que cantaban, que habían bailado con otros y otras, con las que tal vez se habían creído enamorar. Canciones vacías que no les hacían sentir. A medida que las notas se suceden, sus recuerdos recorren erráticos ciudades, campos, árboles, carreteras que se estrechan hasta llevarlos a lugares casi inexistentes, lugares especiales, lugares donde se amaron, rieron y se siguieron conociendo lejos de todo y todos. Lo ve a su lado volante en mano concentrado en su destino, conduciéndolos a un nuevo recuerdo que compartir. Es tan real que cree poder tocarle si estira la mano. Desea tanto acariciarle el brazo, el cuello que incluso cree sentir su presencia. Abre los ojos rápidamente, tanto como ha empezado a latir su corazón, desbocado por las ganas. Le busca. Quiere verle a su lado. Necesita verle a su lado. Pero solo está el mar. Su mar. El mismo que contempla y la evade desde hace un buen rato. Con la misma lentitud con la que el ritmo de su pulso se recupera, vuelve a cerrar sus ojos para volver a estar con su Rick aunque sea solo en su mente. No cesa de preguntarse en qué momento su vida se ha vuelto tan dependiente de alguien. Porque cuando de día y de noche, despierta y dormida solo tienes pensamientos sobre él, eso es depender de una persona. -¿Te he dicho últimamente que te quiero? -Repite el estribillo de la música que acompaña sus pensamientos. -Sí, claro que te lo he dicho y más que te lo diré.

Retira una de las manos que apoya en los tobillos para secarse una de las lágrimas que se le escapa por debajo de las gafas de sol. Y recuerda cómo se las secó él el día que se despidieron en el aeropuerto para partir por treinta y cinco días de gira y promoción. En su coche. En una despedida a hurtadillas que le duele recordar más que la separación posterior. Sin poderse abrazar. Sin poderle besar como hubiera querido. Sin poderle acompañar hasta el control. Lo que habría dado por haberle podido arañar unos pocos minutos más a las horas, a los días y semanas de ausencia forzada. O convenida. Cómo odiaba no poder ser vista aún por las fans, por los periodistas, por cualquiera que con su sensacionalismo estropeara lo que estaban construyendo. Ellos lo habían decidido así al principio y sabía que por el momento era lo mejor hasta tenerlo todo claro. Pero era duro. Duro y a menudo tremendamente triste. Lo que daría por ser un poco más decidida, un poco menos prudente. 'El éxito es de los valientes' le dijo en cierta ocasión un amigo. De los valientes... Sigue pensando cuando de devuelve su mano a su posición abandonada. Junto a la otra, junto a sus tobillos. No tiene claro si por casualidad o con toda la intención, roza la pulsera trenzada que él le regaló la última mañana que compartieron juntos. Y de repente se ve jugando distraídamente con los eslabones, acariciándola con su dedo índice, recorriéndola suavemente de un extremo a otro. Como si de la espalda de su amante y amigo se tratara, como hace cuando acaban de hacer el amor, como si fuera su pecho cuando cara a cara se cuentan confidencias o simplemente se acarician y se sienten. Le sorprende lo poco que se valora la cotidinidad cuando se puede disfrutar sin impedimentos. Ahora... Todo es una enorme tortura. Y está agobiada. Sopesa llamarle. Valora el enviarle un mensaje, incluso pasar por encima de todo lo pactado, conducir los menos de quinientos kilómetros que hoy les separan y plantarse en su próxima firma de libros, o en su hotel. Pero como siempre, gana la razón. Vence la cordura. Y la tristeza recobra el terreno que la soledad, las ganas y el punto de locura que fugazmente pretendieron haber conquistado. Un mensaje estará bien, se convence en el preciso momento en el que su móvil vibra en el bolsillo trasero de sus jeans. Una sola vibración. Tal vez un mensaje. O un correo. O un whatsapp. Sea lo que sea sabe que es de Rick. Nunca falla. Mañana, tarde y noche. Ahí está para ella.

Abre apenas unos milímetros sus ojos, preparándose para recibir los insistentes rayos de sol que le recuerdan sin piedad que aún es verano. Un verano que parece no llegar nunca a su fin. Un verano que sin él y sin vacaciones poco tiene de especial y mucho de eterno. ¡Con lo rápido que se iban los días cuando era una niña!

Adaptándose al efecto que el brillo de los rayos del sol en el mar produce en sus ojos, recupera su teléfono con cuidado de no saltar la canción que suena en estos momentos, disponiéndose a leer lo que sea que le haya enviado. Unas pocas palabras que le hacen recobrar la sonrisa que le ha resultado esquiva desde que han hablado unas horas antes.

"Te echo de menos, Kate. Nunca imaginé que esto sería tan duro. Estoy deseando verte de nuevo. Te llamo en cuanto acabe las firmas. Te quiero. Tu R."

Y entre tanto desánimo renace una brizna de consuelo al volver a notar la brisa templada que vuelve a rozar sus mejillas: el otoño se acerca y hoy sólo quedan diecinueve días para que él regrese a su lado.


Nos leemos pronto.

Gracias por leer y comentar.

Isabel