Capítulo 25. En las buenas y en las malas.

–Me gusta ese plan de algún día vivir en la Tierra. –mencionó Lucy sin tratar de ocultar su entusiasmo. –Es la mejor idea que se te ha ocurrido hasta ahora. –Natsu no pudo evitar ante su entusiasmo. –Solo imagínalo. Quiero verte utilizando un iPhone o ir a un cine, incluso subirnos en un avión.

El solo pensar en el simple hecho de que ambos podrían conquistar la Tierra, metafóricamente hablando, porque definitivamente no quería aterrorizar a los humanos.

–Sería divertido. –dijo Natsu respecto a lo de conquistar la Tierra.

–Ni se te ocurra.

–No entiendo nada de lo que me estás diciendo. –dijo Natsu mirándola. –Pero si eso te haría feliz, estaré encantado de probar todo eso.

–Primero desapareceremos. –suspiró.

Aunque bien Lucy no quería admitirlo y definitivamente no quería pensarlo, pero no pudo evitar sentirse harta de tener que huir, sabía que, de alguna manera, Natsu podía meterse en su mente y que podía leerla perfectamente, quería evitar a toda costa hacerlo sentir culpable por esta situación, pero ella no podía evitarlo, y tampoco podía evitar hacer sentir mal a Natsu. Él que la había "forzado" a estar con él, pero no todo era su culpa. Ella lo eligió a él después de todo. Esto era parte de ella.

Lucy voló no muy lejos de los alrededores en cuanto la pequeña nave descendió en un simpático planeta azul que le recordaba mucho a la Tierra. El cielo era de un simpático azul claro, aunque no había nubes y había dos soles pequeños no pudo evitar enlazar todo con la Tierra.

Ella aún no sabía cambiar de forma, apenas si podía controlar su forma saktim, por lo tanto se quedó con la nave mientras Natsu iba al pueblo y conseguía suministros necesarios. Le hubiera encantado acompañarlo, pero no sabía nada sobre estas criaturas, y andar como saktim no era de las mejores ideas. Natsu lo exagera todo, por lo cual, no quiso sacarle canas verdes al muchacho y se quedó dónde estaba.

Lucy no entendía muchas cosas de su nueva vida, de hecho, no entendía nada. Solo sabía que no debía estar mucho en su forma saktim para que no la rastrearan, en cuanto tocó el suelo volvió a su aspecto humano y caminó con pasos firmes hacia la nave, tenía que estar allá antes de que Natsu se diera cuenta de que ella fue de paseo. Mientras caminaba se puso a pensar bien la situación amorosa de ambos, apenas si se conocía el uno al otro, sin embargo, ella podía sentir que era capaz de interponerse entre un arma y Natsu, si es que un arma pudiera lastimarlo. Es como un instinto básico que se implantó en ella y ni siquiera podía explicarlo con detenimiento. Cuando él se comportó como el típico macho dominante se había asustado hasta la medula, cuando la "obligó" –porque de cierta manera hubo un momento en que su cuerpo y mente dejaron de estar en contra de Natsu y de las sensaciones.– a tener relaciones con él, al principio se había negado rotundamente, ahora, solo podía relacionar aquello con sensaciones placenteras y una parte de ella, la humana, deseaba que volviera a ocurrir.

Hiso una mueca cuando se dio cuenta de que estaba haciendo trizas una pobre ramificación de algún tipo de planta desconocida en sus manos, dejó caer los pedazos en el suelo mientras giraba la cabeza hacia todos lados en busca del chico de cabello rosa. Estaba tardando más de lo que dijo y por alguna razón, una sensación de molestia estaba creciendo en su pecho. Él se estaba tardando mucho.

Luego se dio cuenta, desde su cooperativa relación, ella, su cuerpo, su mente, lo que sea que estuviera dentro de ella ahora mismo, la hacía retorcerse cuando Natsu no estaba cerca. Cuando él llegó Lucy no dudó ni un segundo en echársele encima en un abrazo de oso. Y como si al mismo tiempo el cariño y la nostalgia hubiera esfumándose dejando un rastro de enojo y confusión.

–¿Por qué tardaste tanto? –ella incriminó.

–Soy nuevo en esto ¿de acuerdo? –excusó aun con la chica encima de él. –Quiero que intentes alguna vez cambiar a un forma diferente a la humana.

–Tú pareces hacerlo muy bien. –mencionó Lucy. –Para ser alguien que nunca antes había visto un humano.

–En mi defensa, eso fue algo inconscientemente. –de repente él sonrió con calidez mientras caminaba de regreso a la nave. –Pero me alegro que ya pueda dominarlo.

Lucy sonrió. –De hecho, me gustaría verte como skotadi. Nunca he visto uno.

Lucy había bajado de los brazos de Natsu solo para ayudarlo a cargar con las desconocidas provisiones, aunque Lucy no dijo nada más, pudo notar como él se estremeció un poco. Ella se dio cuenta de que, Natsu seguía ignorando lo que era hasta ahora, quería creer que todo había sido una pesadilla sin retorno.

Ella sabía cómo él se sentía, ella sabía lo desesperante e impotente que era que tu entorno cambiara de manera radical y sentir como caer de un barranco dando vueltas sobre la empinada tierra sin poder detenerte. Aunque Lucy ya tenía un poco de control de sus emociones, aun había mañanas en las que despertaba esperando encontrar su viejo departamento solo para comenzar su vieja y aburrida jornada.

Lucy se acercó por la espalda de Natsu y lo abrazó con cariño. –Lo siento. Debe ser difícil.

Él envolvió sus dedos entre las manos de ella. –Llegará un momento en donde todo esto nos parezca normal.

–¿Dragneel Natsu? –preguntó Erza con los ojos abierto de sorpresa. –Sabía que esos dos eran cercanos, pero no imagine que tanto.

Juvia se encogió de hombros, la verdad ella no pensaba que fueran cercanos, Lucy tenía una clase de atracción hacia el chico y estaba por segura que Natsu le correspondía, pero él era inteligente y sabía que con una madre como Layla era simplemente imposible algún tipo de relación.

–¿Qué vamos hacer? –preguntó Levy que después de un largo volvió a hablar. –Si Madre llegara a enterarse…

–Vamos a encontrarla. –dijo Erza de repente. –Antes que los demás skotadis se den cuenta de que una saktim anda sola.

En el momento que Erza miró hacia la puerta está se abrió dejando ver a Gray y Gajeel siendo escoltados por Jellal. Jellal hiso una pequeña reverencia cuando pasó frente a ambas hermanas solo para posicionarse en su lugar, a un lado de Erza. Levy se relajó casi al instante cuando Jellal le sonrió como siempre, ellos dos se habían vuelto muy amigos, Jellal la había adoptado como un hermana pequeña que siempre la acompañaba a leer hasta tarde.

–Ustedes volverán a casa. –habló Erza con su típica autoridad de hermana mayor. –Se acabó el viaje de niños. Me encargaré de Lucy.

–¿Qué? –Juvia se sobresaltó. –¿No iremos contigo?

–Por supuesto que no. –contestó Erza como si la misma mención fuera ridícula. –Volverán a casa. Aún están bajo la tutela de Madre.

Juvia chasqueó la lengua. –En pocos años cumpliré la mayoría de edad.

–¿No fui clara, Juvia? –preguntó Erza con gravedad. Juvia bajó la cabeza apenada ante la fuerte mirada de su hermana mayor. –Vamos, Jellal.

Como cualquier otra pareja real, Jellal no dudó en dar un paso hacia el frente siempre erguido y detrás de Erza. El ambiente cayó en picada en cuanto las dos aplastantes presencias de Erza y Jellal desaparecieron.

–¿Cómo es posible que alguien como ella ande suelta por ahí? –comentó Gajeel refiriéndose a Erza. –Esa mujer despide peligro.

Levy rodó los ojos mientras que Juvia seguía mirando el suelo en un intento de reorganizar cada pensamiento. Lo había dicho. Le había dicho todo a su hermana mayor y ahora ella estaba en camino de arreglar todo el desastre que ella había hecho. Como siempre, Erza solucionando sus problemas, no importa cuántos siglos pasen, siempre sería así.

–Volvamos a casa. –dijo Juvia por fin.

Levy dirigió con rapidez la mirada hacia Juvia. –¿Qué?

–Erza se hará cargo. –contestó Juvia con monotonía.

–Pero-…

–Se acabó. –interrumpió Juvia.

Y antes de que Levy pudiera insistir, Juvia huyó con la cabeza aun abajo. Siempre había estado encantada con su vida como saktim, recordaba cada detalle en cuanto llegó a ese bonito planeta brillante, la primera vez que vio a su madre brillar, era… simplemente magnifico, cuando ella pudo brillar también, no había día en que no saliera de su recamara solo para pasársela volando a los alrededores. Luego conoció a su hermanas mayores que eran tan magnificas como su madre. Erza se convirtió en su ídolo, en su ejemplo a seguir, al igual que Evergreen. Cuando ellas dos consiguieron unirse a una pareja, Juvia está un poco celosa porque una saktim unida a un macho solo podía significar una futura hija. Las hijas entre las saktims eran preciadas, tu vida dejaba de importar solo para dársela a tu hija. Si no cuidabas como debías a tu bebé, eras castigada, ser una mala madre era muy mal visto en Saktrum. Layla no era exactamente el ejemplo de madre amorosa, siempre ha sido estricta y sus hijas mayores eran símbolo de hijas perfectas, si bien a veces eran estricta como una institutriz también era sobreprotectora y no cabía duda que haría lo que fuera por asegurar que sus hijas estuvieran bien.

No es que no amara a su madre o sintiera celos de sus hermanas, Juvia simplemente sentía que no había hecho suficiente para hacerse notar. De alguna manera ella creía que, salvando a Lucy podría conseguir demostrar que ella podía ser fuerte y útil de alguna manera. Pero todo se torció y ahora regresaba a casa con la cola entre las patas.

No quería ni ver el rostro de su madre.

El sonido de la puerta de su recamara la sorprendió.

–¿Si?

–¿Puedo pasar? –Juvia abrió los ojos con sorpresa cuando escuchó la voz de Gray detrás de la puerta.

Juvia se paró rápidamente de su lugar y nerviosa, era tan extraño, ella había sido educada para ver a los hombres como el sexo débil, como una simple herramienta para procrear. Pero, ella era diferente, ella si veía a Gray no lo veía como una futura herramienta de procrear, ella lo veía como su compañero. Y sabía que debía guardar esos pensamientos para ella misma, porque si su madre se llegara a enterar, estaría en graves problemas.

–Puedes pasar. –se felicitó a si misma cuando su voz salió normal y no chillona.

La garganta de Juvia se cerró en cuando ambos se encontraban solos en la habitación. Este debía ser un sueño. Pensó Juvia.

–Solo paseaba por aquí para saber si estabas bien. –mencionó Gray con sus manos en los bolsillos de sus pantalones.

–¿Solo para saber si estoy bien? –murmuró Juvia de forma inaudible.

Pero era que obvio que ella no estaba bien. –¿Quiere hablar? De donde vengo, hablar con alguien es una buena forma para desahogarse.

Juvia miró con cautela como el hombre de cabellos oscuros se sentaba en la pequeña cama y la mirada con seriedad.

–Una saktim no cuenta sus sentimientos. –comentó una de las miles de frases que su madre alguna vez le dijo.

–No estamos en Saktrum por lo tanto, podemos fingir que por el momento solo eres una sereia. –dijo Gray palmeando el lugar vació a su lado.

Juvia suspiró. Algo parecía retorcerse bajo su piel, una necesidad escalofriante de tumbarse en el suelo hecha un ovillo la dominaba. Luego se dio cuenta, ella se estaba ahogando. Se dejó caer a un lado de Gray, si no hubiera sido educada para controlar sus emociones, hace un buen rato que se hubiera hecho pedazos.

Gray titubeó al principio, pero con delicadeza y caballerosidad pasó su brazo por los hombros de Juvia en un tímido abrazo.

–No importa que te hayan enseñado en ese lugar, incluso el metal más duro puede agrietarse.

–¿Me acompañarías hasta que me sienta mejor? –preguntó casi tímidamente.

–Seguro.

–La verdad, es que no sé qué estás haciendo. –comentó Lucy mientras miraba a Natsu cocinar algo.

–Estoy cocinando.

–Seguro estas creando un portal al infierno. –refunfuñó Lucy haciendo una mueca por el mal olor. –Eso definitivamente huele como si un demonio hubiera muerto ahí y su cuerpo se estuviera pudriendo.

Natsu rió con amargura. –Bien, no tengo ni idea que es un demonio, pero estoy seguro por tu rostro que no es un cumplido.

–No te preocupes, he perdido el apetito. –dijo Lucy con una sonrisa amable.

Natsu iba a decir algo más cuando ambos se detuvieron en seco y mirarse directamente. Algo no estaba bien. Una pequeña obstrucción en el espacio hiso que la pareja se pusiera en guardia.

Natsu le hiso una señal a Lucy para que se resguardara en la habitación, pero le chica ya iba directo hacia dónde provenía esa pequeña obstrucción. Natsu maldijo mientras la seguía.

La tomó del brazo con más fuerza de la requerida solo para arrastrarla hasta él. –¿Has enloquecido?

–Podría ser una saktim. –murmuró Lucy.

–¿Y en qué parte del universo eso sería una buena noticia? –gruñó Natsu con preocupación.

Un sonido bofo, como si algo pesado hubiera caído sobre el suelo metálico y lo hubiera aboyado sonó muy cerca de nosotros, no con demasiada velocidad fuimos capaces de percatarnos de que, al parecer, no estábamos solos en la nave.

–Muchos afirman que soy tan bonito de ver como una saktim. –canturreó una voz masculina completamente desconocida para cualquiera de los dos. –Pero mucho mejor.

–Yo no puedo estar de acuerdo a ello. –respondió una segunda voz desconocida detrás de nosotros.

Definitivamente no saktims. Ambos hombres eran altos y de aspecto feroz, ninguno de las dos criaturas poseían aspecto conocido para Lucy. Uno parecía una combinación entre un ser humano y un extraño animal gatuno, el otro era terriblemente monstruoso que solo podía relacionarse como un tiburón mutante.

Lucy y Natsu se colocaron espalda-espalda el uno al otro con la intención de no darle la espalda a cualquiera de los enemigo.

–Supongo que no vienen a tomar té. –murmuró Natsu con recelo.

–No sé de lo que me hablas. –comentó el chico rubio. –Pero preferiría tomar algo de la mujer tras de ti.

Natsu gruñó mientras que Lucy hiso una mueca de desagrado total, bien sabía que los skotadis podían matar a una saktim en cuestión de segundos. Si bien, ella estaba segura de que Natsu dejaría que eso pasara, pero tampoco era como que ella pudiera dejar que él peleara solo con estos dos monstruos.

Lo poco aprendido hasta ahora tenía que salir a relucir. –Púdrete, alimaña.

–Oh~ la mujercita puede hablar. –se burló con sorna. Se acercó con pasos lentos. –¿Sabes que de dónde vengo, golpear a una mujer bocazas como tú está bien visto?

Natsu iba a interponerse antes de que diera un paso desafiante hasta el skotadi y con una valentía desconocida me le enfrente.

–¿Sabes que de dónde vengo castrar a los hombres es algo completamente satisfactorio? –sé que debería callarme, pero mi boca se movía por sí sola, me encontraba hablando con el mismo orgullo con el que mi madre hablaba o como cualquier otra saktim podría.

–Oh~ disfrutaré tanto hacerte pedazos. –murmuró con ira.

–Nos dijeron que no les hiciéramos daño a ningu-…

–¡A la mierda eso! Conozco métodos para lastimar a alguien y no dejar ni un rastro.

Retrocedí instintivamente hasta chocar contra la espalda de Natsu de nuevo.

–Abajo. –lo escuché susurrar.

Sin darme tiempo alguno de pensarlo, hice lo que me pidió y una ola de llamas de color oscuro golpeó directamente a ambos tipos. Su brazo envolvió mi cintura y me impulsó hacia él para poco después salir corriendo como cualquier fugitivo.

–¿No vamos a pelear? –pregunté entre jadeos.

–Odio huir tanto como tú. –contestó enojado. –Pero no puedo pelear con ambos y cuidarte al mismo tiempo.

–¡Que ofensa! –dije intentando sonar indignada. –¡Yo también puedo pelear!

Natsu no contestó nada a ello después de un rato de zigzaguear en el bosque extraterrestre, Natsu miró por encima de su hombro hacia mí.

–¿Querías mirarme como un skotadi? Creo que ahora es el momento.

–Puedo transformarme y sacarnos de aquí rápidamente.

–¿Y exponernos a las saktims?

–¿Prefieres enfrentarte a esos monstruos?

–Yo también soy un monstruo, ¿recuerdas?

Una punzada de culpa hiso que Lucy callara abruptamente, no dijo monstruos con la intención de lastimar a Natsu, ni mucho menos agregarlos en esa categoría.

–¿Pelea de pareja? –esa voz comenzaba a hartarme. –Hombre, es desagradable. No te acuestas con la comida, no importa que tan buena este.

–Supongo que el golpe anterior no fue suficiente. –habló Natsu, arrastrándome hasta quedar detrás de él. –¿Debería perder mi tiempo moliendo tu cabeza a golpes?

Había una molestia abrumadora estallando en la cabeza de Lucy ahora mismo, quería poner en su lugar a ese hombre a como diera lugar pero su parte racional sabía que ella no tenía la experiencia necesaria para lograrlo. Solo podía esperar detrás de Natsu mientras él se hacía cargo.

–Si es necesario, tienes que huir. –susurró Natsu en su cabeza. –Eres rápida, estoy segura de que si sigues en línea recta sin detenerte, te encontraras con una saktim que te escolte hasta tu hogar.

–¡¿Qué pasará contigo?! –preguntó Lucy, alarmada.

–Tengo una clara sospecha de quien pudo a ver mandado a estos brabucones. Él no me quiere muerto. –su mirada se oscureció. –No sé qué pueda querer de ti. Y no confió en la palabra de estos tipos.

Antes de que pudiera negarme a dejarlo solo, Natsu me empujó hacia atrás dejándome caer sin estilo sobre el suelo mientras él se impulsaba hacia adelante sobre su contrincante. No cabía duda alguna que Natsu era un guerrero excepcional, sus años como un snaga lo hacían un peleador experto cuerpo a cuerpo, además de que, a pesar de lo que él siempre dice, los genes skotadi le iban a la talla. Utilizaba sus nuevas habilidades como si hubiera entrenado con ellas desde que nació.

Natsu lanzó al chico rubio parlante contra el otro hombre tiburón sin ningún esfuerzo. Casi tuve la necesidad de aplaudir pero me lo reservé.

–Eso no los detendrá. –dijo Natsu mirándome. –No creo que haiga algo que los detenga. Necesito que te vayas.

–No quiero irme…

–¡Lucy!

Miré como ambos cuerpos seguían moviéndose con la intención de regresar al campo de la batalla. Apretando los puños entre en fase saktim y salí corriendo en la dirección contraria a todo el desastre. ¿Qué es lo que haré cuando este frente a Layla? ¿Pedirle perdón? ¡De ninguna manera!

Antes de que pudiera salir de la órbita del planeta, una fuerte explosión me empujó de nuevo hacia dentro. Desde el cielo miré cientos de esferas doradas cubriendo mi camino como bombas sensoriales a punto de explotar, miré hacia el suelo y observe aquel skotadi rubio sonriéndome con sorna.

Si bien recuerdo que mencionaron que los skotadi no volaban muy bien, podían hacerlo, pero gastaban mucha energía haciéndolo. Tal vez no sean rápidos, pero eran fuertes y una vez en sus manos nada podía salvarte.

–¿A dónde vas, lucecita? –pregunto y una bomba explotó muy cerda de mí.

No puedo huir si lo tengo a él pisándome los talones. Volé hacia él como un proyectil y una fuerte explosión de luz se impactó contra su rostro estrellándolo contra el suelo, casi tan rápido volví alzar el vuelo evitando cualquier agarre.

El hombre se recuperó tan rápido que era imposible. –Golpeas como una niña pequeña.

–¿Se supone eso es un insulto para mí?

Continué dando golpes a larga distancia con el pavor que él pudiera atraparme, solo que, no contaba con la intención que él pudiera teletransportarse y atraparme en el aire.

–Me pregunto si, ¿Sabrás bien? –susurró en mi oído.

–Te quedaras con las dudas. –gruñí.

Di un giró repentino y de una patada lo alejé de mí, me impulse hacia él para empujarlo hasta el suelo. Espere pacientemente flotando sobre el suelo en busca de algún movimiento, pero el tipo sorpresivamente se había detenido.

Un gruñido bestial resonó del cráter antes creado por el impacto de la caída.

–Eres un dolor en el culo. –gruñó el hombre con los ojos negros y sus iris brillando de un anormal dorado.

Iba a darle un puñetazo cuando sentí un tirón de nervios que iba desde mi codo hasta mi cuello, mi brazo se torció un poco por mi propia fuerza, me arrodille presa del sorpresivo dolor y la falta de energía.

Con pánico miré mi brazo que estaba cubierto de líneas oscuras que se extendían como veneno debajo de mi piel. Alcé la vista repentinamente solo para ver al chico tan sorprendió como yo, para luego sonreír con fascinante diversión.

Volví a ser humana en una explosión donde perdí todo mi brillo, caí al suelo aun sosteniendo mi brazo que parecía que iba a caerse si no lo seguía sosteniendo. El hombre rió mientras se acercaba con pasos lentos y seguros.

–Ahhh~ pero que idiota. –se burló el hombre. –¿No te habías dado, pequeña guarra? ¿Te dejaste morder solo por un poco de placer? No cabe duda que eres igual a todas.

Mordí mi labio inferior con ira, ira por sus palabras, impotencia al no poder moverme y confusión porque no tenía ni la menor idea de porque él me estaba diciendo todo eso.

–Me aseguraré de hacerte sufrir como se merece. –dijo mientras pateaba mi cabeza.

Y todo se volvió negro. De nuevo.


N/A: Solo puedo decir... gracias semana santa por llegar! *-* y también muchaaaaaas gracias por, después de tanto tiempo, seguir apoyándome con sus comentarios.

*3*