Disclaimer: Digimon no me pertenece.
La Apuesta.
Parte 1.
Entre juegos, bromas y botanas, disfrutaban de su reunión semanal, que ese día había sido celebrada en casa de Tai.
Sentados en el suelo, todos a su alrededor reían a carcajadas, pero la fuerte risa que había salido de entre los labios de Sora, pareció esfumarse en un segundo.
Como siempre sucedía, cuando sus ojos encontraban a Tai, ella parecía desconectarse del mundo, perdiéndose completamente en él.
—Sora.
—¿Mhm? —Giró la cabeza para encontrarse con los ojos de Mimi. Luego de entender la picara mirada que su amiga le dedicaba, le sacó la lengua y volvió su vista al frente.
Sintió como Tachikawa, que había estado sentada en el suelo a su lado, se acercó más a ella y, tan disimuladamente como solo Mimi podía hacerlo, le susurró al oído.
—Al menos intenta no sonrojarte tanto cuando lo miras.
Con prisa, Sora llevó su mirada a Tai, luego la dejó vagar distraídamente entre sus amigos. Al parecer nadie había escuchado el comentario de Mimi.
Más relajada, dio un golpecito con el codo a Mimi, ésta rio y regresó a su lugar.
Sora también se permitió reír, luego se quedó pensativa.
Ella no se sonrojaba cuando miraba a Tai. ¿O sí?
Estaba muy consciente de todo lo que él desataba en ella, pero siempre se aseguraba de que nadie notara nada de aquello.
—Tú sí lo crees, ¿cierto, Sora?
No supo que fue lo que le preocupó más, si el hecho de que no tuviera la mínima idea de lo que Tai le estaba preguntando, o que todos sus amigos la estuvieran mirando con curiosidad… o burla.
—Ah… Bueno… —Empezó a buscar una respuesta inteligente para dar.
—Yo no lo creo —soltó Mimi, seguramente ayudándole, pensó Sora—. Sé que eres muy bueno, Tai, pero me parece muy difícil.
—Yo creo que podrías —dijo Davis, luego pareció pensarlo—. Pero en esta ocasión nos enfrentaremos a un excelente equipo.
Sora comprendió de qué hablaban. Sabía muy bien que el equipo de Tai tendría un partido al día siguiente, pero no se enfrentarían a cualquier equipo, sino a uno de sus mejores contrincantes.
—Estoy seguro de que podré lograr esos tres goles —aseguró Tai.
—¿Tres goles? —repitió Sora.
—¿Te parecen pocos?
—Me parecen muchos —contestó—. Los he visto jugar a ellos y son realmente buenos. Creo que ustedes podrían ganarles, pero que un solo jugador anote tres goles contra ellos, me parece algo complicado.
—No para mí —añadió Tai, sonriente.
No lo supo con seguridad, pero cuando los ojos castaños de Tai la miraron fijamente, ella creyó ver algo dentro de los mismos, como si guardaran alguna especie de mensaje secreto.
Entonces su cuerpo reaccionó.
El tema del futbol había logrado distraerla, pero poco había durado aquello, pues un ligero y extraño cosquilleo comenzó a invadir sus mejillas.
Para su suerte, Davis había acaparado la atención de todos al hacer un chiste sobre el cabello de Matt. Tai no había podido quedarse atrás y le siguió la broma.
Con mucho cuidado, Sora dejó salir un suspiro, luego sintió un suave golpecito en el brazo. Al voltear, notó que Mimi la miraba apretando los labios, seguramente evitando soltar una risa.
La pelirroja rodó los ojos y decidió divertirse con los comentarios sarcásticos de Matt, quien se defendía de las burlas de los otros dos.
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Al terminar su reunión, Tai se había ofrecido a acompañar a Sora hasta su casa, y puesto que el hogar de Davis quedaba de camino, se les había unido.
Ambos chicos se habían mantenido hablando acerca del partido del día siguiente. Sora se había dedicado a escucharlos, pues su mente se encontraba vagando en lo que había notado en Tai durante la reunión. Le preocupaba que su amigo se hubiera molestado por lo que le había dicho, ya que una parte de ella lo había hecho simplemente para molestarlo.
Fue hasta que los otros dos se detuvieron, que ella volvió a prestarles atención.
—Nos vemos para el partido —dijo Tai, revolviendo el cabello de Davis.
—Hasta mañana. —Davis hizo un movimiento de despedida con la mano, luego tomó su propio camino.
—Descansa, Davis. —Se despidió Sora.
Tanto ella como Tai, volvieron a reanudar su camino.
—Así que mi mejor amiga duda de mis grandes habilidades en el fútbol —dijo Tai, en cuanto se quedaron solos.
Ella rio.
—Nunca dudaría de ellas, pero en este caso me veo en la obligación de ser realista.
Una gran parte de ella se relajó al darse cuenta de que su amigo no parecía enojado, más bien, simplemente curioso.
—Hieres en lo más profundo de mí. —Tai puso una mano en su pecho y formó una mueca figurando dolor.
—Eres mi mejor amigo y entre amigos nunca se mienten. —Al no recibir ninguna respuesta de su parte, volteó a verlo.
Tai la miraba con una tierna sonrisa adornando su rostro.
Y ahí estaba de nuevo aquella sensación de que había algo más, pero fue tan rápida como un parpadeo, que casi la mareó.
Sora llevó su mirada al frente, con prisa.
Sí, sí se sonrojaba cuando lo miraba.
—Sora, ¿estás bien?
—Sí. —Sonrió, o al menos lo intentó. —Creo que solo estoy un poco…
—Distraída —completó por ella, luego de notar como su amiga buscaba la palabra correcta—. ¿Sucede algo? Sabes que puedes contarme cualquier cosa.
Lo sabía.
Sabía que podía confiar en él. Lo supo desde que se conocieron a los seis años en su primer curso.
El tiempo se había encargado de demostrarle que nunca encontraría a ningún amigo como él, pero también, había sido el responsable de algunas cosas más.
Durante todos los años que tenía de conocerlo, se sintió segura y con toda la confianza de contarle sus más grandes secretos a excepción de uno: estaba enamorada de su mejor amigo.
Y Taichi Yagami era su mejor amigo.
Cada momento, cada risa, cada platica, absolutamente todo lo que habían vivido juntos, la hacían darse cuenta de que no podía imaginarse sin él. Era por el miedo a perderlo que había preferido guardar sus sentimientos como un secreto.
—Es por toda la presión y el estrés de las últimas semanas. —Sonrió—. Los finales fueron algo pesados.
Tai no pareció muy convencido con su respuesta. Con las manos en los bolsillos, caminaba sin dejar de mirarla, pero luego de un momento le devolvió la sonrisa.
—¿Estás segura de que solo es eso?
—Completamente. —Imitó el anterior gesto de dolor que él había utilizado—. Me duele que dudes de mi palabra.
Fue el turno de reír de Tai.
—Está bien. Te creo. Espero que el partido de mañana pueda ayudar a relajarte, recuerda que tendremos que ir a festejar luego de que anote mis tres goles —comentó dejando en evidencia todo su entusiasmo.
Sora arqueó una ceja y volteó a mirarlo.
—Parece que estás muy seguro de eso.
—Y tú parece que sigues sin confiar en mí. —Tai se detuvo y giró a verla.
Sora también paró su caminar, entonces notó que habían llegado a su hogar. Se preguntó de nuevo si su amigo estaría molesto con ella, pues era muy extraño que Tai hubiera decidido sacar el tema de los goles.
Volteó y llevó su mirada directo a los ojos castaños que ya la observaban muy atentos. Para Sora, fue como recibir un golpe de ternura, pues no encontró otra palabra para describir lo que sintió.
—Claro que confío en ti. —Fue lo primero que se le vino a la mente, y no lo pensó, simplemente dejo que saliera de sus labios—. Creo que podrías meter un gol, tal vez dos.
Tai le regaló otra hermosa sonrisa que removió todo en el interior de Sora.
—Entonces, hagamos esto más emocionante —dijo él.
—¿Más emocionante? —Se atrevió a preguntar, completamente intrigada.
—Bueno… —comenzó a explicarle, pero hizo una pausa que a Sora le pareció eterna—, me gustaría hacer una apuesta contigo. —Tai bajo la mirada un breve momento, luego volvió a buscar los ojos de la pelirroja.
Cada palabra que él había soltado, estaba repleta del misterio que le había detectado desde su reunión. Y si no fuera por los nervios que sentía que la estaban devorando, hubiera podido asegurar que Tai se había sonrojado.
No se trataba de una apuesta común. No le pediría el último Cd de su artista favorito, o un viaje a algún lugar lejano. No. Él quería algo más… especial. Sora se encontraba deseosa de descubrir de qué se trataba, el repentino y bonito apretujón que sentía en su estómago se lo confirmaba.
—¿Una apuesta? —Nada inteligente parecía querer salir de ella, se limitaba a seguir lo mejor que podía la conversación, esperando que él no notara el estado en el que ya se encontraba.
Tai asintió, y aunque una ligera sonrisa seguía adornando su rostro, éste más bien había adquirido un toque un tanto serio.
—Apuesto contigo que lograré meter esos 3 goles. Si pierdo, te daré lo que quieras: el boleto al concierto que desees, una saga completa de libros, cualquier CD, lo que tú quieras. —Tai pareció querer decir algo más, pero al final, eso fue todo lo que salió de entre sus labios.
Pero para Sora, todavía faltaba información muy importante.
—¿Y si ganas?
No estuvo segura de cuánto tiempo tardó en responderle, pero cuando Tai movió los labios para hablar, todo a su alrededor pareció detenerse.
—Si yo gano, quiero un beso… tuyo —contestó bajito, pero seguro.
Sora pensó que su corazón iba a salir de su pecho en cualquier momento. Podía sentir el sudor que se acumulaba entre sus manos y la placentera y hermosa sensación de emoción que le había invadido todo el cuerpo.
—¿Un beso?
Sabía que había contestado con preguntas a todo lo que Tai le había dicho, pero no encontraba de qué otra manera responder.
Llegó a pensar que él le diría en cualquier momento que todo se trataba de una broma, pero no encontró en su rostro otra cosa que no fuera seriedad y un brillo especial que había aparecido en sus castaños ojos.
Lo vio asentir a modo de respuesta, sin una sola pizca de duda.
—Claro que si no quieres —añadió Tai, casi con prisa—, podemos… no quiero…
—Acepto —interrumpió Sora.
Para ella, ese momento se había vuelto muy íntimo y especial, pero incluso y con eso, estuvo segura de su respuesta. No tenía ninguna duda.
Lo que estaba sucediendo le era algo completamente inusual y sorpresivo, pero de alguna manera también era satisfactorio, eso sin contar las cálidas sensaciones que la estaban atravesando de pies a cabeza.
Tai esbozo una enorme sonrisa y asintió.
—Apuesta cerrada, entonces.
Sora se concentró en sonreír de forma natural, no quería que él notara lo mucho que le afectaba lo que acababa de suceder, pero no de una forma negativa, sino que sencillamente era todo un mar de emociones que chocaban entre ellas en su interior.
—Sí —susurró Sora. Estaba ya segura de que ese día su cabeza la había traicionado completamente, pues las respuestas inteligentes y espontaneas que solían acompañarla, la habían abandonado.
—Entonces —habló Tai—, nos vemos mañana en el partido. —Se acercó a ella y dio un beso en su mejilla.
Sora sintió que se había quedado atrapada en su mirada, pues fue hasta que él se dio la vuelta y comenzó a alejarse, que ella pareció despertar.
—Hasta mañana —dijo, aunque sabía que él ya no podía escucharla.
Mientras lo veía alejarse, se permitió sonreír sin ningún tipo de preocupación, pues sabía que nadie podría notar la gigante emoción que irradiaba de ella.
Y comprendió entonces lo que acababa de suceder.
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Notas de la autora:
Me ha encantado escribir esta historia.
Solo contendrá dos capítulos, ya que así me pareció necesario y justo.
Espero que les guste, es con todo mi cariño.
Muchas gracias por leer.
Fati.