Disclaimer: Digimon no me pertenece.


La Apuesta.

Parte 2.


Sora había esperado varios minutos luego de que Tai la dejara en casa, para después salir a toda prisa en dirección al hogar de Mimi, viéndose obligada a regresar varias cuadras atrás.

En cuanto se encontró con su castaña amiga, ésta la llevó rápidamente hasta su habitación, se acomodó sobre su cama y le exigió que hablara, ya que Mimi parecía saber con exactitud lo que ella quería contarle.

Mientras le relataba todo lo que había sucedido hacía un rato con Tai, su amiga se había mantenido en un silencio absoluto, simplemente escuchándola. De vez en vez, abría un poco más los ojos o la boca, sorprendida. Pero en cuanto dejó de hablar, fue cuestión de segundos para que Mimi se levantara de la cama y comenzara a dar brinquitos por toda la habitación.

—¡No puede ser! —Mimi detuvo todo movimiento y luego se tomó ambas mejillas con las manos, en un gesto de absoluta sorpresa—. No, espera… ¡Sí puede ser!

Sora no paraba de reírse, pero no sabía distinguir si era por la emoción que su amiga irradiaba o por los nervios que ella misma todavía sentía.

—¿Qué sí puede ser? —preguntó, cambiando de posición en la cama de Mimi. Sentada estaría más cómoda.

—Sora —comenzó a explicar—, ¿es que no te das cuenta? Esto nos confirma todo. —Caminó hacia ella y se sentó en la orilla de la cama, justo a su lado—. Es obvio que le gustas a Tai. ¿Por qué otra razón te iba a pedir algo así?

—Él quería hacer todo más emocionante. Después de todo, yo lo provoqué. Ya conoces a Tai.

—Sí, y por lo mismo sé que no hizo todo esto simplemente porque sí —dijo Mimi, completamente segura de sus palabras.

Sora se había mantenido muy pensativa respecto a todo aquel asunto. Muchas preguntas se amontonaban en su interior y el miedo había sido un factor constante desde que todo había sucedido.

—No sé, a lo mejor… —Sora no logró decir nada más. Muchas cosas se anidaban en su cabeza pero no tenían orden ni claridad.

Mimi la miró con dulzura y acarició su pelirrojo cabello con suavidad, provocando que Sora llevara sus ojos directo a ella.

—Creo que sé lo que piensas. —Ella estaba perfectamente enterada de los sentimientos de su amiga por Tai, y aunque le gustaba molestarla un poco con eso, también sabía desempeñar su papel de mejor amiga—. Tú conoces a Tai mejor de lo que yo lo hago, probablemente mucho mejor que cualquiera, y sabes que él no jugaría así con nadie, menos lo haría contigo.

—Lo sé —respondió, de inmediato.

Sora tenía claro que Tai no era una persona que jugara con los sentimientos de otros, pero había algo que sabía con seguridad: Tai no estaba enterado de que ella se había enamorado de él.

Sabía que había una gran probabilidad de que él hiciera esa apuesta por el simple hecho de pensar que para ambos sería algo divertido, emocionante o diferente. Una apuesta donde los sentimientos no tenían espacio, pues al fin y al cabo, entre ellos dos, hacer juntos casi cualquier cosa era bastante normal… casi cualquier cosa.

Pero había algo más, y fue Mimi quien le confirmó que también había otras posibilidades.

—Está completamente seguro de que ganará —afirmó, mirando fijamente a Sora.

Tai no tenía duda de que ganaría, y pensando en eso, pudo haber apostado cualquier otra cosa, pero él había elegido un simple y sencillo beso suyo.

—¿Crees que tal vez debería preg…

La puerta se abrió de repente, sin darle oportunidad a Sora de completar su pregunta.

—Mis niñas —habló la mamá de Mimi, al mismo tiempo que se adentraba al interior de la habitación—, acabo de preparar esta tarta de manzana y no aguantaba las ganas de que la probaran.

Sora la observó poner frente a ellas, dos platos que contenían rebanadas del mencionado postre.

—Muchas gracias, señora Satoe —agradeció Sora, pero luego de percibir el aroma de la tarta y darse cuenta de que se encontraba hambrienta, decidió revisar la hora en su teléfono—. Debería irme pronto, antes de que se haga más tarde.

—No te preocupes, Sora —dijo la madre de Mimi—, yo puedo llevarte a casa cuando terminen. Además, sabes que eres bienvenida a quedarte.

—Se quedará a dormir —respondió Mimi, con rapidez.

Sora la miró y Mimi le dedicó su sonrisa más inocente.

—Muy bien —habló la señora Satoe, dirigiéndose a la puerta—. Avísenme si necesitan algo, tengo más tarta en la cocina.

—Muchas gracias —dijo Sora, al mismo tiempo que comenzaba a teclear en su teléfono.

—¿Le desearás las buenas noches a tu príncipe azul? —mencionó Mimi, con una sonrisa burlona pintada en su rostro.

Sora rio.

—Le aviso a mi madre que me quedaré aquí a dormir.


Para Tai, sentirse emocionado era algo bastante común en cada uno de sus partidos, pero ese día debía admitir que los nervios también habían hecho una aparición especial dentro de él.

—Cuánta concentración.

Tai detuvo su calentamiento y giró para mirar al dueño de aquella voz.

—Bueno, ya sabes, Matt —comenzó a explicar—, hoy me encuentro muy motivado.

—Nunca antes te había visto tan emocionado por un partido —comentó su amigo, mientras echaba hacia atrás, con ayuda de sus dedos, una parte de su rubio cabello que había caído por su frente y alcanzaba a tapar sus ojos.

—Nunca antes me había sentido tan emocionado —concordó Tai—, aunque para ser sincero, tengo un poco de nervios y miedo.

—¿Qué son tres goles para Taichi Yagami?

Tai devolvió la sonrisa que Matt esbozaba.

Pero los nervios seguían ahí dentro de él, provocándole oleadas de miedo por el simple pensamiento de perder.

Nunca se imaginó que se atrevería a pedirle algo así a Sora, pero lo había hecho en un arranque de valentía, casi como un mero impulso. Consideró que lo había hecho simplemente porque no tenía el valor suficiente de ser sincero. No se atrevía a contarle acerca de sus sentimientos por ella.

Porque tenía miedo de perderla.

Pero le había pedido un beso, como si pudiera ser considerado como un mero premio. Cuando se ponía a pensar en eso, se arrepentía en grandes proporciones de haber apostado con ella. Pero ya lo había hecho, no podía ir y decirle que se arrepentía y que mejor cancelaran aquella apuesta. No quería que ella pensara que estaba jugando, cuando la verdad era que esa apuesta significaba mucho para él.

Y el beso no era un simple premio. Era algo mucho más especial e importante para él.

—¡Hey, chicos! —Davis se acercó a ellos con una gigante y emocionada sonrisa.

—¿Qué hay? —saludó Matt.

—¿Listo, Davis? —preguntó Tai.

—Por completo —dijo, dándole un gran trago a su botella de agua—. ¡Hey! —Corrió hacia un lado para ir a saludar a otro de sus compañeros.

—Son un buen equipo —dijo Matt, cuando Davis se hubo alejado—, pero ustedes también lo son. Y tú eres un excelente jugador, Tai. Sé que puedes lograrlo, solo juega como siempre lo haces. Con el corazón.

Tai sonrió cuando recibió el ligero golpe que Matt había dado en su hombro.

—¿Y Sora? —preguntó Tai, al darse cuenta de que su amiga ya había tardado en llegar.

—Está con Mimi —Matt hizo una seña con su cabeza a donde sus amigos ya se encontraban instalados para ver el partido—. Le duele un poco la cabeza, me pidió desearte buena suerte.

La decepción comenzó a hacerse presenté dentro de él. No había hablado con Sora desde que habían hecho aquella apuesta, y realmente se encontraba muy deseoso de poder verla

—Tai —llamó uno de sus compañeros.

—Gana esa apuesta, Yagami —soltó Matt, al mismo tiempo que dio media vuelta y comenzó a alejarse en dirección a sus demás amigos

Tai lo miró. Su amigo le había dado ese empujoncito de confianza extra que tanto necesitaba.

Sonrió y caminó en dirección a su compañero de equipo que lo llamaba.


Cuando Sora vio a Matt regresar, no pudo evitar que se agrandara la chispa de culpa que había nacido dentro de ella hacía ya varios minutos.

Antes de que iniciaran sus partidos, siempre iba junto a Matt para desearle suerte a Tai, pero ese día se había negado y le había pedido a Ishida ir a verlo solo. Afortunadamente le había surgido la excusa perfecta, pues un pequeño dolor de cabeza la había acompañado desde que había llegado, era muy leve, no algo que le preocupara realmente.

Tenía muchísimas ganas de ver a Tai, pero no había juntado el valor suficiente para ello, al menos no todavía.

—¿Estás segura de que no quieres ir? —Le preguntó Mimi, sacándola por completo de sus pensamientos—. Puedo acompañarte si quieres.

Sora negó con suavidad y le regaló una sonrisa, misma que duró muy poco en ella, pues de pronto sintió la urgente necesidad de expresar una de las tantas cosas que rodaban por su mente.

—Creo que no estoy segura de todo esto —comenzó a explicar a su castaña amiga—, puede que él gane y… ¿y si todo sale mal?, ¿y si después del beso todo cambia entre nosotros?

—Sora, yo no creo que…

—No hemos hablado nada desde ayer. Absolutamente nada. —La voz de Sora fue suficiente para que Mimi notara que la pelirroja se encontraba muy preocupada—. Puede que después de todo, en realidad eso no signifique nada para él…

—Sonrían —pidió Kari. Se encontraba frente a ellas con su cámara fotográfica en manos. La menor de los Yagami era completamente ajena a la conversación que sus dos amigas habían llevado.

Sin embargo, Matt, que se encontraba justo a un lado de Mimi, había escuchado absolutamente todo. No era que él fuera de las personas a las que les gustaba escuchar conversaciones ajenas, pero dejó de prestar atención a la conversación que llevaba a cabo junto con Izzy y Tk, en cuanto comprendió de qué hablaba su novia con Sora.

A Matt no le gustaba meterse en asuntos ajenos, pero en ese caso se trataba de su mejor amigo. Aun así no podía meterse y decirle a Sora que se equivocaba. No podía simplemente confesarle que el bobo de Tai estaba completamente perdido de amor por ella.

Antes que todo, era un mejor amigo muy leal.

Decidió sacar su teléfono para escribirle un mensaje a Tai, pero mientras pensaba exactamente como ayudar, escuchó su voz.

—¡Sora!

Todos voltearon a mirar a Tai, llegó trotando a ellos. Más bien, a ella. A Sora.

—Hola, Tai. —Sora no estuvo segura de cómo había salido su voz, pero dejó de importarle en cuanto lo tuvo justo frente a ella.

—Quería verte antes de iniciar —dijo Tai, dedicándole una sonrisa mientras se sentaba a su lado.

—Lamento no haber ido, yo…

—No te preocupes —interrumpió—, me alegra que te hayas quedado. —Enseguida, Tai extendió hacia ella una botella de agua y una cajita blanca—. Toma esto, por favor.

Sora conocía esa mirada a la perfección. Tai estaba preocupado.

Sintió una punzada de algo completamente nuevo en ella, algo que le provocó una cálida oleada que le atravesó todo el cuerpo, pero logró tomar entre sus manos el agua y la pastilla para el dolor de cabeza.

—Muchas gracias. —Fue todo lo que atinó a decirle. Muchas cosas peleaban en su interior por que las exteriorizara para él, pero parecía que las palabras no llegaban a ella con suficiente fuerza.

—¿Te duele mucho? —Le preocupaba que Sora se sintiera mal y se sintiera obligada a quedarse para el partido. Tai preferiría siempre su bienestar.

Sora movió su cabeza negando con suavidad, pues no quería aumentar aquella incomodidad.

—Es muy leve, seguro que en cualquier momento se va.

—¡Yagami! —Ambos voltearon hacia la cancha donde solicitaban la presencia del chico.

Tai lanzó un sonoro suspiro y la miró, volviendo a sonreírle.

—Te veo al final del partido. —Dio un beso en la mejilla de Sora y se levantó.

—Tai —llamó Sora, justo cuando su castaño amigo ya había dado unos cuantos pasos. Él se detuvo y volteó hacia ella—. Sé que lo lograrás .

Lo conocía y sabía de lo que era capaz de lograr.

Tai no dejó de sonreír en ningún momento, ni siquiera cuando volvió a encaminarse a la cancha.

Sora tomó la pastilla junto a un gran sorbo de agua.

Quería disimilar el ligero sonrojo que, estaba segura, adornaba sus mejillas, pues todos sus amigos habían presenciado aquella escena. Y no era que le molestara, pero desde luego, los nervios la atacaban con mayor fuerza.

Mimi sacó el tema de la próxima reunión que tendrían, puesto que estaban a punto de celebrar los diecisiete años de Kari. De ahí se desprendió toda una conversación al respecto, misma que logró desviar la atención de la escena anterior.

Sora sintió un codazo y volteó a su lado. Observó a Mimi guiñarle un ojo, para luego abrazarla por los hombros.

La pelirroja asintió como si hubiera contestado a una pregunta que su amiga le hubiera hecho, pues todo en ella acababa de tranquilizarse.

.

.

.

Cuando el partido dio inicio, Sora pudo sentir su emoción crecer a pasos agigantados.

Al principio se esmeraba en concentrarse tanto en la ruta del balón como en Tai, pero entonces, Mimi tomó su mano y la apretó en un gesto cómplice, tal vez había notado su nerviosismo. Ella misma se dio cuenta de que solo se estaba torturando. Decidió que prefería disfrutar del partido.

Y así lo hizo.

Cuando todos se levantaron emocionados en la primera anotación que realizó Tai, Sora solo había logrado dar unos cuantos aplausos, pues le preocupaba el verse tan eufórica o emocionada.

Tai había decidido voltear en la dirección donde todos ellos se encontraban, aunque supo un instante después, de que en realidad sus ojos castaños únicamente la miraban a ella.

Sora sonrió y él le devolvió el gesto.

Y supo justo en ese momento, que el aire misterioso que había notado en los ojos de Tai, escondía un secreto mucho más grande e importante de lo que ella se imaginaba.

También estuvo consciente de que una sonrisa se había adueñado de su rostro y de que parecía no tener intenciones de irse.

Entonces llegó el segundo gol, mismo donde Sora se permitió festejar, al mismo tiempo que Tai le dedicaba otra mirada.

Llegado el medio tiempo, pudo notar la evidente emoción en cada uno de sus amigos, quienes se dedicaron a comentar lo que se llevaba del juego. Fue hasta que la pelirroja escuchó la palabra apuesta, que todas las alarmas en su cuerpo se encendieron, pero luego comprendió que entre ellos mismos hacían apuestas respecto a lo que creían que sucedería en el partido.

Sintió la cálida mano de Mimi volver a posicionarse sobre la suya.

—Lo va a lograr —comentó bajito, así únicamente ella logró escucharla.

Sora concordó con ella, segura de que así sería.

Pero entonces, el partido continuó y todo dio un gran giro.

No habían pasado más de diez minutos, cuando de nuevo, todos sus amigos se habían puesto de pie con rapidez, ella incluida, pero en esa ocasión no hubo ni un solo grito.

No hubo emoción.

Sora no estuvo segura de si aquello había sido realmente un accidente, pues sus ojos solo lograron enfocarse en Tai.

Pudo apreciar todo: desde que el jugador del otro equipo había aparecido de repente, luego, cuando pareció enredarse en el camino de su amigo, para después ver como ambos caían directo al suelo.

El miedo latente que se había apoderado del cuerpo de Sora, pareció aminorar cuando Tai se puso de pie, pero entonces, sus ojos se fijaron en la mancha de sangre que bajaba por su pierna.

Hubiera deseado correr a su lado, preguntarle si estaba bien y no separarse de él, pero le había sido completamente imposible, pues Matt y Mimi se lo habían impedido con el pretexto de que él se encontraba bien.

Sora decidió rendirse, pues prefirió no ser un estorbo y permitir que lo revisaran correctamente.

—Ya tardó bastante —dijo Sora, luego de un rato. Kari había ido a ver a su hermano, pero ya habían pasado varios minutos desde aquello.

El partido había continuado, pero Sora y los demás se habían alejado un poco del ajetreo que se llevaba a cabo por el juego.

Tk revisó su teléfono luego de recibir un mensaje, torció un poco los labios y luego volteó a ver directo a Sora.

—Es Kari, dice que no nos preocupemos, al parecer solo se trata de una herida. Se lo han llevado al hospital para poder revisarla.

Sora no pudo evitar desviar su mirada, pensativa. Estaba preocupada, pero también resignada a que no podría obtener más información.

—¿Quieres ir a casa? —le cuestionó Mimi, luego de poner su mano sobre uno de los hombros de la pelirroja.

Sora asintió.

—No te preocupes —habló Matt—, estará bien. —Sonrió hacia ella—. Te acompañamos.

Se despidieron de Joe, Tk e Izzy, ya que ellos decidieron quedarse a apoyar a Davis y a los demás miembros del equipo.

Mimi tomó la mano de Sora y comenzó a caminar rumbo al hogar de su amiga. Sabía que Matt iba justo por detrás de ellas, pero estaba segura de que su novio entendía que necesitaba convencer a su amiga de que Tai estaría bien.


La despertó la alarma en su teléfono. Su reloj marcaba justo las siete de la mañana y, pese a no tener clases ni compromisos ese día, se levantó de golpe.

El día anterior se había quedado dormida muy temprano. Recordaba que Mimi y Matt la habían acompañado a casa, y pese a que su amiga le había insistido en quedarse a acompañarla, al final los había convencido a ambos para que regresaran al partido a apoyar a Davis y a los demás.

Ella no podía quedarse ahí, no después de la lesión de Tai. La preocupación la había estado acompañando.

Mimi se había encargado de avisarle que Davis y sus compañeros, habían obtenido la victoria con un marcador de cuatro puntos a uno.

Y luego de un rato, gracias a Kari, supo que Tai tuvo una herida que había requerido de sutura, además de unos cuantos golpes que habían causado raspones y moretones en algunas partes de su cuerpo, pero que él estaba bien.

Había enviado un mensaje a Tai luego de eso.

[Sora Takenouchi] 8:43 p.m.

Hola, Tai, me alegra que todo esté bien.

Avísame cualquier cosa, ¿sí?

No obtuvo respuesta. Se quedó dormida alrededor de las nueve de la noche.

Pero al parecer, Tai le había contestado casi inmediatamente después de eso.

[Taichi Yagami] 9:04 p.m.

¡Hola!

Gracias por preocuparte, pero todo está bien.

Unos minutos más tarde, había recibido otro mensaje de su parte.

[Taichi Yagami] 9:07 p.m.

Avísame cuando veas mis mensajes.

Me gustaría hablar contigo.

Sora se mordió el labio inferior y se rio. Cerró los ojos y los apretó con fuerza.

Hubiera deseado haberle contestado en aquel momento, pero desde que cerró los ojos el día anterior, su cuerpo no pareció querer levantarse. Tal vez realmente había quedado muy cansada de tanto pensar.

Volvió a mirar la hora.

¿Será muy temprano para escribirle? Se preguntó.

Volvió a suspirar. No comprendía por qué de repente le preocupaba la hora para escribirle a su amigo. Escribió rápidamente un mensaje para él.

[Sora Takenouchi] 7:17 a.m.

¡Buenos días!

Lo siento, ayer me quedé dormida.

¿Cómo sigues?

Envió el mensaje y volvió a morder su labio inferior, pensativa. Sonrió para sí misma y tecleó de nuevo.

[Sora Takenouchi] 7:18 a.m.

¿Puedo ir a verte?

Su teléfono vibró cuando estaba a punto de dejarlo a su lado. Tai acababa de responderle.

[Taichi Yagami] 7:18 a.m.

Por supuesto.

Por favor, te lo agradecería mucho.

Necesito verte.

Y ahí estaba de nuevo aquel suave apretujón en su vientre.

Sintió como su sonrisa se agrandaba y rápidamente se puso de pie.

No tardó mucho en estar lista, incluso alcanzó a comer un poco de fruta antes de salir.

Cuando salió de casa eran apenas las ocho de la mañana.

Pese a que su madre se había ofrecido a llevarla, decidió ir andando, pues pensó que eso le daría un poco de tiempo para calmar sus nervios.

La señora Yagami fue quien la recibió.

—Buenos días —saludó la pelirroja.

—¡Hola, Sora! —La mujer la abrazó y ella correspondió al gesto sin dudar—. Por favor, pasa.

—Gracias. —Se encontraba bastante nerviosa, incluso se notaba torpe en sus movimientos y reacciones.

—Tai está en su habitación, está ansioso por verte.

Sora asintió.

—Muchas gracias —dijo, antes de caminar en dirección al pasillo del hogar.

—Prepararé algo para que coman.

—Claro, muchas gracias señora Yagami —contestó Sora, girando un poco su cabeza, ya unos pasos por delante.

Se encontró con Kari saliendo del pasillo, ésta le sonrió y se acercó a su oído.

—No te preocupes, Sora. Yo me encargaré de que no los interrumpa. —Le guiñó un ojo y se encaminó a la cocina.

Sora sintió sus mejillas arder como nunca antes, pero no se detuvo. Se limitó a soltar una risita.

Esperó unos cuantos segundos y tocó a la puerta de la habitación. Estaba tan acostumbrada a la casa de los Yagami, que no le costó trabajo llegar a ella. Esto era producto de las constantes visitas que les hacía desde que era tan solo una niña.

—Adelante.

Tan solo el escuchar su voz le provocó aquellas sensaciones mágicas en su cuerpo.

Pasó y cerró detrás de ella.

Se encontró con sus ojos de inmediato. Cafés y brillantes. Lindos y cálidos como siempre.

Estaba sentado sobre su cama. Tenía la espalda recargada en la cabecera. Una de sus piernas se encontraba flexionada y mantenía la otra completamente estirada.

—Hola —saludó Sora, y se acercó a él. Con mucho cuidado se sentó en la orilla de la cama, justo a su lado.

—Hola —respondió Tai, sonriendo—. Gracias por venir. Tenía muchas ganas de verte.

No supo la razón, pero el sonrojo, que Sora estuvo segura había tenido, no le molestó.

—Yo también quería verte. —Encontró dentro de ella muchas cosas que quería decirle, pero debía esperar—. ¿Cómo sigues?

Sora llevó su mirada a la pierna de Tai. Una venda cubría toda la piel que rodeaba su rodilla derecha, seguramente cubriendo los puntos de la sutura. Se encontró también con algunos raspones que todavía se veían rojos, además de diversos moretones alrededor del vendaje Al subir su mirada, se encontró con algunos golpes más en sus brazos, al igual que algunos arañazos que seguramente había conseguido también con la caída.

—Mucho mejor. En realidad no fue nada grave.

—Me asusté muchísimo —soltó Sora, sin pensarlo.

Tai estiró su mano y tomó la de ella.

—Gracias por preocuparte por mí.

Le sonrió antes de quedarse en un silencio absoluto durante algunos segundos.

—Ganaron. —Internamente, Sora quiso darse un golpe. Pero decir eso fue lo único que se le vino a la mente luego de que los ojos de Tai la hubieran atrapado.

Él asintió y sonrió con orgullo.

—Justo antes de entrar a curar mi herida, Kari me avisó. —Tai pareció dudoso antes de continuar—. Davis me llamó ayer por la noche, me dijo que no te vio al final. ¿No te quedaste al partido?

Matt se había limitado a decirle que Sora había preferido irse, pero no le contó el por qué. Le preocupaba que el dolor en su cabeza le hubiera seguido molestando.

—No me sentía del todo bien.

—¿Tu cabeza? —preguntó Tai, refiriéndose al dolor que ella tuvo el día anterior.

Sora asintió, recordando todas las cosas que habían pasado por su mente.

Tai se quedó mirándola. Sora se veía muy pensativa, lo hacía preguntarse qué cosas pasaban por su cabeza. Sonrió cuando la notó sonrojarse y dejó escapar una risa.

—¿Qué pasa? —cuestionó Sora, sonriendo al escucharlo reír.

—Te ves hermosa cuando te sonrojas.

Ya había aceptado que eso le sucedía, pero que Tai se lo hiciera saber era algo a lo que definitivamente no sabía cómo reaccionar.

—Gracias —logró decirle sin titubear y se sintió victoriosa.

—Ganaste —recordó él, de repente.

—¿Qué —Sora frunció el ceño, claramente sin comprender a qué se refería.

—Solo anoté dos goles, así que perdí —aclaró.

El entendimiento la golpeó con fuerza pues ella sabía que ese tema saldría, así que se había preparado para ello.

Por su parte, Tai se sentía un poco decepcionado, realmente había tenido muchísimas ganas de ganar. Pero ya había tomado una decisión. Le contaría a Sora acerca de sus sentimientos. Se lo diría.

—Justo por eso tenía muchas ganas de venir —soltó ella.

Tai sonrió.

—Al final, tuviste razón. —Torció un poco los labios y fingió un gesto dolido.

Sora rio y rodó los ojos.

—Lo hubieras logrado, estoy segura de eso.

—¿De verdad lo crees?

Ella asintió. No le mentía. Estaba segura de que él lo hubiera logrado de no haber sido por su lesión.

—Prometiste que sí yo ganaba, me darías lo que quisiera.

—Lo que sea. —Asintió él, con una sonrisa—. Cumpliré con mi palabra.

Tai se preguntaba qué era lo que Sora le pediría. Podía darse una idea, pues la conocía tan bien que sabía de las cosas que más le gustaban.

—Quiero un beso. —Las palabras salieron de entre los labios de la pelirroja, de repente e inesperadamente. Casi sorprendiéndolos a ambos.

Luego hubo silencio. Ninguno de los dos dijo nada durante unos segundos.

Sora estaba bastante nerviosa, y Tai no estaba seguro de haber escuchado bien.

—¿Un beso? —Le preguntó, cuando se convenció de que eso era lo que ella había dicho.

Ella asintió con lentitud.

—Quiero un beso tuyo.

De nuevo hubo silencio.

Él negó con la cabeza.

—No quiero que hagas esto solo por mí, Sora, entiend…

—Oye —interrumpió ella, tapando con una de sus manos la boca del moreno—. Yo gané, así que yo elijo. —Le dedicó la sonrisa más auténtica que su nerviosismo le permitió—. Quiero un beso. Así que deja de poner excusas y págame, Yagami.

No supo de dónde sacó el valor suficiente para haberle dicho todo eso. Pero lo hizo.

Tai no estaba jugando, Sora estuvo segura de ello desde que la había ido a ver antes de iniciar el partido. Además, recordaba cada una de sus palabras, de sus miradas y de sus sonrisas. Decidió que se arriesgaría pues sabía que él nunca la lastimaría.

Él estaba inseguro. No de querer besarla, sino que tenía miedo de que su mente le estuviera jugando una broma. Pero Sora estaba frente a él, mirándolo y esperando su respuesta. Pudo sentir un repentino cosquilleo dentro de él, mismo que hacía aparición cuando estaba cerca de ella. Se convenció de que eso en realidad sí estaba sucediendo.

—E... Está bien —contestó Tai, y se movió un poco.

—No te muevas —regañó Sora—. Vas a lastimarte.

—Estoy bien, no te preocupes.

Sora se había recorrido un poco más hacia delante para detenerlo por los hombros. Todavía se encontraba sentada a su lado, así que había quedado a unos cuantos centímetros de él. Levantó su mirada y pudo observar a la perfección cada uno de los detalles del rostro de Tai.

Él por su parte, no despegaba su mirada de los hermosos ojos de Sora. Decidió pasear su castaña mirada por sus labios, luego recorrió la curva de su nariz y volvió a dejarla descansar sobre sus ojos. Levantó su mano derecha y acarició su mejilla. Le sonrió y luego se acercó a ella.

Sora cerró los ojos en cuanto sintió la calidez de los labios de Tai sobre los suyos, él los presionó con suavidad y luego comenzó a moverlos con lentitud. Ella correspondió el gesto al instante. Demasiadas sensaciones la llenaron por completo, fue como una sacudida en su interior que movió cada parte de ella.

Durante años imaginó cómo sería el besarlo, pero nada de lo que había pasado por su cabeza se comparaba a lo que estaba sintiendo. Era completamente mágico y hermoso. Tai la besaba con tanta ternura y delicadeza, que notaba como se deslizaba por todo su cuerpo, una bella y hermosa sensación que no se comparaba en nada a algo que hubiera sentido antes.

Los labios de Sora eran suaves y cálidos. Tai podía sentir como su interior se emocionaba por el contacto, por cada caricia que sus labios le proporcionaban. Llevaba mucho tiempo soñando con ese momento, pero realmente nunca creyó que sucedería.

Para él, besarla significaba mucho. Deseaba que con ese beso, ella pudiera notar un poco de todo lo que provocaba en él. Puso toda la ternura, amor y cariño que le fue posible, pues todo ello era parte de lo que ella le hacía sentir. Llevó su mano libre a la cintura de la pelirroja, como si quisiera acercarla todavía más a él. La sintió sonreír contra sus labios, y la imitó.

El beso pareció detenerse pero no se alejaron. Con sus ojos cerrados, mantuvieron sus frentes unidas.

—Te quiero —susurró Tai. Quería decirlo. Confesar lo que sentía.

Sora sintió el cálido aliento de Tai chocar contra su rostro, eso la motivo a subir un poco más sus brazos para entrelazar sus manos por detrás de su cuello. Ahí, dejó que sus dedos juguetearan sobre su piel.

—Y yo a ti —susurró también.

Él correspondía a sus sentimientos y eso la llenaba de valor. Todavía alcanzaba a sentir los nervios que habían estado acompañándola, pero también se encontraba llena de emoción y alegría.

Tai volvió a besarla. Mordió su labio inferior, juguetonamente. Cuando sintió a Sora reír, él la imitó, luego dejó libre sus labios.

Separaron un poco sus rostros para poder mirarse a los ojos.

—Me sentí un poco cobarde por haber apostado un beso —confesó Tai—. Pero tenía mucho miedo. Eres muy importante para mí. —Acarició con sus dedos su mejilla—. No tenía el valor de decirte lo que siento.

—¿Y qué sientes?

—Que mi pecho va a reventar de felicidad en este momento. —Sin dejar de sonreír, depositó un beso sobre su frente, luego volvió a mirarla directo a los ojos.

Había muchas cosas que quería decirle, pero ya se encontraba más tranquilo y seguro al respecto. Se lo diría todo, pero principalmente, tenía todas las ganas de demostrarle lo que sentía.

Sora no pudo evitar sonreír cuando los labios de Tai volvieron a alcanzar los suyos. Estaba segura de que su propio pecho también peligraba en explotar de felicidad.

Su mayor miedo se acababa de convertir en una ilusión.

Nada volvería a ser igual entre ellos.

Todo sería mejor. Mucho mejor.


Notas de la autora:

Me gustó mucho escribir este fic. Ya lo había mencionado en el capítulo anterior, pero es que de verdad me encantó muchísimo escribir esta historia. Me inspiré en algunas situaciones que me sucedieron a mí hace un tiempo.

Espero que les haya gustado.

¡Muchas gracias por leer!

Nos leemos pronto.

Fati.