Hoy subo una de tantas historias que escribí hace tiempo y estaba "cogiendo polvo" en el cajón. Se me ocurrió que podría continuarla, así que aquí está.

Espero que me deis vuestra opinión :)

Gracias por leer!


Capítulo 1:

Miraba fijamente a la nada. Sentada sobre la cama, abrazándose a sí misma, era incapaz de pensar en algo. Era como si las magulladuras, visibles en todo su cuerpo, hubieran hecho acto de presencia también en su interior. Había comenzado a aceptar que había perdido, había sido derrotada por personas con mucho más poder que ella. No podría ganar esta batalla.

Una lágrima se deslizó desde el rabillo de su ojo hasta su mentón. Debía ser de las pocas lágrimas que le quedaban ya.

Ni tan siquiera las voces y los pasos, cada vez más cerca de su habitación, al otro lado de la puerta le hicieron inmutarse, al igual que tampoco lo hizo cuando dos hombres, vestidos con uniformes blancos, entraron en la habitación y se quedaron mirándola, al lado de la cama.

-Creo que con tres sesiones más, habremos terminado con ella- dijo uno de ellos.

-Sí, tres más y estará exactamente como nos pidieron – asintió el otro.

Se acercaron a Kate y la agarraron, uno de cada brazo. Ella no opuso resistencia mientras los dos enfermeros la arrastraban por el pasillo. Sabía dónde se dirigían y sabía qué le esperaba allí. Simplemente quería que fuese rápido, que esta agonía de la que ya ni siquiera era del todo consciente, acabara de una vez.

-Ésta loca ya ni se resiste – rio uno de los enfermeros mientras se detenían ante una puerta.

Soltó a Kate para poder abrir la puerta y ésta casi cae al suelo. El otro enfermero soltó una carcajada mientras la levantaba, agarrándola por la cintura, subiendo sus manos hacia los pechos de Kate.

-Quizás podamos jugar un poco con ella – insinuó, mientras tocaba a Kate por encima de su camiseta.

-Estoy seguro de que el jefe no tiene ningún problema con eso – dijo el otro – pero mejor preguntémosle después de la sesión de electroshock.

Entraron a Kate entre los dos y la tumbaron sobre la única camilla que había en la sala. Kate giró la cabeza hacia un lado. Las lágrimas acumuladas en sus ojos apenas le dejaban distinguir el monitor que había a su derecha. Los dos enfermeros la ataron de brazos y piernas y comenzaron a ponerle varios electrodos por la frente, después le abrieron la camisa y le pusieron un par de ellos en el pecho. Por último una cinta sobre la cabeza.

Cerró los ojos, preparada para recibir el dolor. Los primeros días se había resistido a ello, había luchado contra los enfermeros, incluso había conseguido librarse de aquellas correas que le ataban a la cama, y le había pegado un puñetazo a uno de ellos en la cara, quien todavía conservaba el recuerdo morado en su mejilla. Sin embargo de lo único que había servido era para que llamasen a más enfermeros y los electroshocks fuesen más fuertes todavía. Nadie podía escucharla, dudaba incluso de que alguien supiese que estaba allí.

No se lo había contado a nadie, no quería involucrar a nadie más en esto, así que ella sola había comenzado a investigar el asesinato de su madre al darse cuenta de quién estaba detrás de todo esto. Su objetivo había sido derrotar al Senador Bracken y esto era lo que había conseguido, que la metan en un psiquiátrico donde nadie creía lo que contaba. Todos creían que la loca de la habitación número 47, la cual decía ser nada más y nada menos que Detective de Homicidios, había inventado esa historia sobre que un Senador había asesinado a su madre años atrás y ahora ella sola estaba llevando a cabo una investigación, a espaldas de la policía, para resolverlo.

-Listo – dijo uno de los enfermeros, terminando de colocarle a Kate uno de los electrodos.

En cuanto escuchó la orden, el otro enfermero pulsó un botón sobre el monitor, que controlaba las pulsaciones de la paciente.

Kate comenzó a recibir corrientes eléctricas por todo su cuerpo, las primeras eran suaves, después comenzarían a aumentar el ritmo hasta dejarla inconsciente. Todo su cuerpo comenzó a temblar ante aquellas sacudidas. Intentó cerrar fuertemente los ojos, haciendo presión con ellos, intentando no sentir aquel dolor.

-¡Parad! – una nueva voz en la sala.

El dolor de cabeza de Kate era tan fuerte que no pudo seguir la conversación, simplemente se concentró en no sentir aquel dolor ahora que los electroshock habían parado.

-¿Qué ocurre? Tenemos órdenes de llevar a cabo esta sesión – preguntó uno de los enfermeros, extrañado de que aquel hombre, al que no habían visto antes, y con bata de médico, les ordenase parar.

-Ya, bueno, el jefe me ha enviado aquí para ocuparme personalmente de esta paciente. Podéis marchaos, yo me ocupo de está – dijo, acercándose hasta el monitor, revisando las pulsaciones de Kate.

Los dos enfermeros se miraron extrañados y salieron de la sala, dejando a la paciente a cargo del nuevo doctor. Al fin y al cabo, si su jefe había enviado personalmente a alguien para hacerse cargo de ella, significaba que era importante, y no podían llevarle la contraria.

De pronto se sintió ligera. Ya no tenía los brazos y las piernas atadas y alguien cargaba con ella en brazos, corriendo. Intentó alzar la cabeza y ver quién era, pero desistió en el intentó. Estaba demasiado agotada.

El aire le golpeó en la cara, haciendo que intentase abrir los ojos, su respiración se hizo más acompasada cuando sintió el aire fresco llenar sus pulmones. Habían salido a la calle.

Quienquiera que fuese la persona que la llevaba en brazos, con bata de médico, abrió la puerta de un coche y la metió dentro, abrochándole el cinturón de seguridad. Después cerró la puerta y se apresuró a entrar por el otro lado, situándose frente al volante. No sabía quién era, pero se estaba tomando demasiadas molestias.

-Shh, Kate, estás a salvo, estoy aquí.

Su corazón comenzó a latir fuerte cuando reconoció aquella voz. De pronto todos sus sentidos se encendieron y pudo oler esa fragancia masculina que tanto conocía. Pudo sentir sus labios presionando contra su frente, su mano acariciar su cara.

-R..Rick – siseó ella, intentando alzar la mirada, intentando verlo.

-Si – dijo él, casi en un susurro, tan cerca de ella que podía sentir su respiración – Lo siento Kate, no he podido sacarte antes de ahí, pero ahora ya estás a salvo. Te prometo que no voy a dejar que nada malo vuelva a pasarte.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Por fin todo había acabado, las torturas y golpes que llevaba aguantando desde hacía varios días, habían terminado. Castle la había sacado de ahí, no se había olvidado de ella.

Rick alzó la vista, a través de la ventanilla del copiloto, viendo cómo varios enfermeros salían del centro psiquiátrico, corriendo hacia su coche.

-Nos tenemos que ir de aquí – dijo. Arrancó el coche rápidamente y se largó con Kate de aquel lugar. Tenía que ponerla a salvo.