Disclaimer: Todo relacionado con "El Silmarillion", le pertenece a Tolkien. No gano nada ni me pertenecen.
Nota: Este fic participa en el Reto 12# El viejo anticuario, reto otoñal del melancólico foro El Poney Pisador.
Sauron sabía que contaba con suerte, Celembrimbor había decidido dejar Eregion por un par de días para atender unos asuntos en Khaza-dûm, si había corrido con mucha suerte, de otra forma no iba a poder explicar su ausencia por varios días, mejor así.
Pero antes de irse, atendería a aquellos que habían solicitado su ayuda con la creación de los dieciséis anillos. Ya estaban casi terminados y tuvo que resistir de reír a carcajadas. Engañar a los elfos de Eregion había sido tan fácil, casi no había tenido que hacer esfuerzo alguno. No le había costado nada de trabajo disfrazarse de elfo, llamándose a sí mismo un enviado de Aulë. Si bien era cierto que alguna vez él trabajase junto al Vala, ya no era sirviente de él. Había escogido un nombre, Annatar, el portador de regalos; vaya que había funcionado.
Dentro de pronto todos ellos y en especial los portadores de los anillos estarían bajo su poder.
Pasó diligente hacia el taller donde los elfos se encontraban trabajando, revisando los avances de los anillos, cargandolos de poder, de su poder para hacer que la trampa funcionara como lo había previsto. Hizo algunos cambios aquí y allá, halagando el trabajo de los elfos que se llenaban de orgullo ante los elogios vacíos. Pobres ilusos.
Sabía que no podía irse hasta que esos anillos estuviesen terminados, así no habría problemas cuando él empezara con el suyo. Soñaba ese anillo, aquel que le daría más poder, que le ayudaría a hacer aquello que Melkor no había logrado, subyugar a la Tierra Media. Él se alzaría por encima de todos, y sería señor de todos.
Casi podía sentir el peso del oro en su dedo. Él no fallaría, sería mejor que Melkor.
Se entretuvo en el espacio donde solía trabajar, haciendo diseños y desechando uno por uno. Ningún modelo le agradaba, fue entonces que lo supo, el anillo debía lucir como un anillo cualquiera. Sería hecho de oro amarillo y solo llevaria una frase grabada en él hecha con su magia, aquella que solo fuese vista con ayuda de las llamas.
Una vez caída la noche, se despidió de aquellos que trabajaban en el taller, diciéndoles que debía marcharse pero regresaría al cabo de unos día, quizá antes que Celebrimbor, nadie le objetó su partida. Y él se quedaba tranquilo en que aquellos anillos ya estaban listos y no necesitaba hacer más. Así que bajo la sombra de la noche, de deshizo de su disfraz y partió, dirigiéndose hacia Mordor, el anillo que crearía solo debía fabricarse en el fuego del Monte de Destino. De esa forma, sería indestructible, nadie ni nada sería capaz de hacerle nada, ya que solo aquel fuego lo destruiría.
Ya en el Monte del Destino, utilizó todas sus habilidades y magia en la creación del anillo. Lo vio tomar forma, las letras en noldorin aparecer brillantes y marcadas en llamas. El anillo se unió a su dedo y pensó en aquellos que esperaban su uso y comenzó a reir.
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