Encontrar la manera para explicar cómo había acabado cogiendo a Ran de la muñeca, sacándola de aquella sala en la cual torturaba a sangre fría a ese miembro de la organización se convertía en una misión imposible, aunque Shinichi tampoco consideraba ese hecho como algo importante, pues lo único que deseaba con todas sus fuerzas era alejar a Ran de la masacre que había cometido.

Lo que sus ojos azules habían presenciado fueron una de las cosas que jamás habría esperado, menos aun tratándose de ella, su ángel. Aquella mujer que conocía desde muy pequeña, con la que incontables a veces había y jugado en su mansión y que desde que tuvo uso de razón la consideraba la persona bondadosa del mundo, alguien capaz de arriesgar su vida con el propósito de salvar a otra.

Esa era Ran. Su Ran.

Le dolía el hecho de ver que su amada haya cambiado tanto, le oprimía el pecho hasta tal punto de faltarle el oxígeno en sus pulmones. ¿Qué demonios le habían hecho para que llegará a convertirse en un ser tan frío y cruel? Sea lo que fuere, tenía que ser algo demasiado grave, y pensaba averiguarlo.

—¿Qué crees que estás haciendo? .Suéltame—dijo la violácea, enfurecida.

Pero Shinichi no obedecía, sino más bien apresuraba más aún la caminata. Cuando vio una zona en la que no circulaban agentes, se paró en seco, soltando finalmente la muñeca de Ran.

—Quiero saber que te ha sucedido durante todo este tiempo...—Susurró el ojiazul después de un corto silencio.—La mujer que he visto en aquella sala...No eres tú.

Ella se quedó analizando las palabras del detective, quien se hallaba de espaldas, mirando un punto fijo de la pared.

La verdad es que una de las cosas que menos le apetecía a la de ojos violetas, era contarle a Shinichi todo el sufrimiento que había vivido durante estos cuatro años, sobre todo cuando recordaba que antes de su desdicha había sido traicionada, viendo con sus propios ojos que el hombre que más había amado en el mundo la engañó probando los labios de otra.

—No tengo por qué darte explicaciones sobre lo que ha sucedido en mi vida, Kudo— Ran se encogió de hombros—. Después de todo, nunca te ha importado. ¿Por qué ahora?

—Pero ¿Qué estás diciendo? —Él se alteró—tú siempre has sido importante para mí.

Ran se carcajeó, pero el ojiazul pudo notar su amargura.

—Te agradecería que dejaras de bromear, Kudo—La violácea empezó a caminar, acercándose a Shinichi—. Dime, si tanto te había importado ¿Cómo ha sido posible que hubieras sido engañado tan fácilmente?

Cierto, ¿Cómo había podido suceder?. Seguramente fuera por el hecho de haberse derrumbado cuando los padres de la violácea le habían dicho que Ran abandonaría el país. A pesar de haber ido en su momento al aeropuerto, nunca consiguió ubicar a la de ojos violetas.

Y había tardado cuatro años en descubrir el por qué.

—Durante todo este tiempo me había preguntado qué hice mal para que me dejaras. Fui a buscarte, pero no te encontraba por ningún lugar... Desapareciste de la noche a la mañana...Incluso le había pedido ayuda a mi padre para encontrarte. Aun así no lo conseguí. Con el tiempo tus padres me acabaron convenciendo de que dejara de insistir y que siguiera mi vida. Seguí insistiendo más tiempo, pero no me había servido de nada. Cuando creí que volviste mi mundo se vio revuelto...otra vez. En más de una ocasión intenté hablar contigo...hasta que finalmente, en la cena me enteré que aquella mujer que tanto se parecía a ti, no eras tú.

—Fascinante discurso—contestó con sarcasmo—. ¿Desde cuándo llevas preparándolo?

—¡Hablo en serio Ran! —Gritó el ojiazul—¿Qué debo hacer para que me creas?

—Nada. Ya no hay nada que puedas hacer—Ella le dio la espalda. —el destino ya está escrito, ahora, solamente nos queda seguir avanzando. El juego ya ha comenzado, y yo soy una pieza más de ese puzzle, así que no te vuelvas a meter en mis asuntos.

—Ran yo...

—Ya basta—sentenció usando un tono más frío que el hielo—. No quiero seguir hablando de esto, y menos contigo. Aprende a...

—¿Mami? —El corazón de la karateca se detuvo por unos segundos después de escuchar la voz de su hijo. —te he estado buscando por todas partes.

Ran pudo ver en el rostro de Shinichi una impactante sorpresa debido a la forma en la que ese desconocido niño había llamado a su amada. ¿Era por eso que no quería tenerlo cerca? ¿Tenía a alguien junto a ella? ¿Una familia, quizá?. Su cabeza en estos instante parecía una bomba de constantes preguntas de las que no conseguía sacar ni una mísera respuesta. ¿Qué estaba pasando?. Eso quería cuestionarle a Ran, pero tenía un nudo en la garganta que le impedía formular cualquier tipo de palabra.

La violácea cuando reaccionó, dirigió la mirada hacia su hijo quien poseía en su rostro una expresión dubitativa.

Luego observó a Shinichi, sabiendo que después de lo que había escuchado necesitaría una explicación. Podría sin ningún problema no darle ningún tipo de información respecto a lo que había escuchado, pero no era lo correcto, pues hacía unas horas le prometió a su hijo que cuando acabase el interrogatorio, le presentaría a su padre.

Ella suspiró, mientras se agachaba para ponerse a la misma altura que Takheru.

—¿No te dije que te quedaras en la habitación? —intentó sonar molesta.

—No pude quedarme más tiempo allí, era muy aburrido, y no tenía más libros que leer—El niño hizo un puchero. Luego miró a Shinichi con desconfianza—¿Quién es este señor?

El ojiazul parpadeó varias veces a causa del descarado comentario del pequeño.

Ran se puso de pie, teniendo la seriedad en su faz para seguido mirar al detective a los ojos, pues tenía claro que había llegado el momento de revelar la identidad de su hijo.

—Vayamos a hablar en un lugar más privado.

Mientras todo esto sucedía, Kogoro se sentía frustrado por la situación que se había presentado, estaba cansado al igual que los demás pues vivir al margen de lo que estaba sucediendo les estaba poniendo de los nervios. Ver a su hija con esa actitud, recordando que estuvo viviendo en su casa una replica le hacía pensar que era el detective más patético del mundo, y no solo eso, sino que también se consideraba un mal padre.

No se lo perdonaría jamás.

—Necesito salir de aquí—dijo para seguido caminar en dirección a la puerta, pero dos hombres le detuvieron.

—No puede salir—informó uno de los agentes que se hallaba en frente de la puerta.

—¿Con qué derecho nos pueden tener así, eh? Apártense de mi camino, necesito ver a mi hija—Quiso salir a la fuerza, pero ambos hombres le sujetaban con fuerza para impedírselo

—¡Soltadme panda de imbéciles! —dijo a todo pulmón, luego se detuvo cuando escuchó a Sonoko al otro lado de la puerta elevando la voz.

—No pueden tenernos aquí encerrados todo el tiempo, somos humanos. Necesitamos aire nuevo—La puerta se abrió, dejando ver a Kazuha y a Sonoko entrando a la sala.

—No vuelvan a salir, por favor. Es por su bienestar—contestó el hombre que las trajo.

La chica adinerada frunció el ceño, sentándose sobre una silla.

"Al final no encontré a ese tío tan bueno, que rabia". Pensó.

—Déjenme ver a mi hija, solo pido eso—Exigió Kogoro, empezando a rendirse pues se estaba esforzando en vano.

—Si no se calma, no haremos nada de lo que nos pida, así que, por favor, siéntese.

El detective durmiendo a regaña diente, se giró sobre sus talones, yendo a uno de los sofás en los que se encontraba sentada su mujer, Eri.

—Debes tranquilizarte, cariño—Intentó consolar a Kogoro.

—¿Cómo quieres que me calme, Eri? Solo hay que ver cómo nos tienen, estamos encerrados, me ponen enfermo.

—Lo sé, pero por mucho que nos quejemos no vamos a conseguir nada. Solamente nos queda esperar—Ella apoyó una mano sobre la de Kogoro, queriendo transmitirle la fuerza. Él asintió finalmente con una sonrisa débil.

No sabrían decir cuánto tiempo estuvieron esperando, hasta que la puerta de la sala volvió a abrirse, llamando la atención de todos los presentes.

Se trataba de Shinichi, quien había entrado cabizbajo. Después del susodicho ocupo la sala Ran, teniendo entre sus brazos a una criatura de ojos azules.

—Hija—susurró Kogoro, levantándose con la intención de acortar la distancia con su hija, pero la mirada de advertencia de Ran lo paró.

—Ran...—dijo Eri, mirando a Takheru.

—Shin-Chan, tienes mal aspecto ¿estás bien? —La madre del ojiazul se preocupó.

—Es cierto,¿Qué te sucede, Kudo? Pareces enfermo—hablo Sonoko.

La confusión era notoria en los rostros de todos los que se hallaban en el lugar. No sabían lo que estaba sucediendo, sobre todo cuando veían a Ran por primera vez con una pequeña sonrisa en su rostro. Era evidente que estaba a punto de decir algo que probablemente estuviera relacionado con el niño que con tanto amor cogía entre sus brazos.

— Probablemente a muchos de vosotros os sorprenda un poco lo que os voy a decir ya que será algo que no pude decir en su momento por obvias razones— Luego miro a Takheru— A pesar de ello la realidad es muy simple, así que escuchen con atención...Os quiero presentar a Takheru, mi hijo.

— Nuestro hijo— la corrigió Shinichi, dejando a todos los demás completamente desorbitados.

VALE, LO SÉ, QUIEREN MATARME. PERO TENGO EXCUSA POR HABER TARDADO TANTO...ESTUDIOS, HORRIBLES ESTUDIOS T-T SORRY

Espero que os haya gustado este capitulo, no ha sido uno de los mejores que he escrito, ni he podido darle mucha más caña de la que me habría gustado, pero bueno, no he querido retrasarme más. Gracias a las personas que siguen leyendo esta pequeña historia..KISS FOR YOU