Bueno, el último capítulo :) Muchas gracias a todo el mundo por leer y a los que habéis ido comentándolo: Neelie Cole, Neki Rainbow Snape, mESTEFANIAb, Christine C, Cel, yumeatelier, Little Feniix, xonyaa11, Guest, chiquita05 y lucas1177 :D Espero que nos volvamos a ver por aquí y no dentro de mucho.
SYMPATHY
Capítulo 6: La (no exactamente) Tercera Prueba
Notó la caricia de la mano fría de Malfoy contra su mejilla y, al abrir los ojos, su rostro estaba demasiado cerca. Con los labios entreabiertos, un segundo de espera antes de que se inclinara hacia él.
Malfoy sabía a alcohol y la caricia de su lengua contra sus labios resultaba intoxicante. Tenía los ojos muy apretados y la punta de su nariz suavemente presionada contra su mejilla. Harry supuso que podría hacer mucho más que quedarse allí de pie, dejándose besar y con las manos agarradas aún en los brazos de Malfoy.
—Malfoy —dijo dando un paso atrás y utilizando sus brazos para mantener la distancia, intentando impregnar en sus palabras toda la seriedad que era capaz. Malfoy apretó sus cejas rubias y separó los labios, en una mueca de claro desprecio.
—Que te jodan, Potter —prácticamente escupió, apartando las manos de Harry de un manotazo y retrocediendo. Harry apretó los labios, intentando tomar una decisión. Las consecuencias de llevarle directamente a la enfermería podrían ser terribles para él (sin contar que, en algún momento, Harry tendría que explicar por qué estaba llevando a Malfoy hasta allí). El camino hasta la Torre Oscura era largo y dudaba que entraran los dos bajo la capa de invisibilidad.
El tiempo en el que Hermione, Ron y él podían caminar por los pasillos sin ser descubiertos había terminado años atrás. Eso sin contar con que Malfoy, de verdad, estaba borracho.
Sonrió levemente, en realidad, de no ser por toda la situación, Harry lo habría encontrado realmente divertido. Con las pupilas dilatas, el pelo desordenado y aquella postura que pretendía demostrar que, en realidad, no estaba tan bebido. Con las piernas extendidas y el tronco ligeramente echado hacia atrás, como intentando mantener el equilibrio.
—Vamos —dijo.
Bajaron las escaleras en silencio. Harry con la botella de Malfoy bajo el brazo, la capa invisible sobre los hombros y el Mapa del Merodeador entre sus manos, asegurándose de que el camino estuviera limpio.
Malfoy estaba tras de él y, el par de veces que Harry había girado la cabeza para asegurarse de que seguía allí, se lo había encontrado observando muy concentrado las pinturas del castillo. Caminaba lento, tan lento que tuvieron que esperar a que las escaleras del quinto piso hicieran un giro completo para continuar con su camino. Solo llevaba el uniforme deportivo y Harry se encontró tendiéndole la capa de invisibilidad cuando pasaron por delante del cuadro de Sir Cadogan (que estaba tumbado contra un burro y roncaba tan fuerte que los habitantes de los cuadros cercanos habían desaparecido). Y aunque no hizo ningún movimiento para aceptarla, se inclinó un poco cuando Harry la tendió por encima de sus hombros.
—Idiota —le murmuró. Y no sabía si se estaba refiriendo a él, a la idea de no llevar un abrigo en medio de la primavera en un castillo escocés en el que hacía fresco incluso en los peores días de verano o a sí mismo.
En realidad, no encontraron una gran vigilancia. Era tarde y, como era de esperarse, la mayoría de profesores estaban ya dormidos. Tuvieron que esperar contra una estatua cinco minutos a que Peeves pasara de largo, pero, además de eso nada se interpuso en su camino de vuelta.
La cara pecosa y preocupada de Ron fue lo primero que vio al otro lado del retrato.
—No estabas —explicó dándose un paso atrás—. Pensé que podrías…
Sus ojos volaron hacia Malfoy. La capa le tapaba los hombros y la mitad de los brazos. Era una visión extraña, Harry tenía que concedérselo. Tenía la mirada clavada en algún punto del suelo y los labios apretados. Ron frunció el ceño.
—¿Nunca? —preguntó. Harry se echó a un lado y tiró del brazo de Malfoy para que entrara en la Sala Común.
—Estaba bebiendo en la Sala de los Requerimientos —respondió Harry, esperando que fuera suficiente explicación. Notaba el calor de sus mejillas y suponía que debía de haberse ruborizado. Le pasó la botella, como prueba.
Ron la sujetó entre las manos y Harry tiró de Malfoy para asegurarse de que siguiera el camino hacia su dormitorio.
—Es whisky de malta —dijo Ron siguiéndolos de cerca. Harry giró la cabeza solo para ver como su amigo cerraba la botella con una mueca en los labios—. ¿No es…?
—Sí.
—¿Por qué?
¿Por qué le han dado alcohol como premio en la Segunda Prueba? ¿Por qué se lo ha bebido? ¿Por qué has ido a buscarlo? Harry se encogió de hombros. No tenía una respuesta mejor.
Ron los siguió hasta el dormitorio y dejó la botella en la mesita de Malfoy mientras Harry recuperaba su capa de invisibilidad. Malfoy se dejó meter en la cama, quitar los zapatos y tapar sin decir media palabra.
Y aunque Ron tampoco dijo nada después de desearle buenas noches (otra vez), la conversación no se postergó demasiado. Era domingo y Hermione les había arrastrado hasta la biblioteca porque ya era hora de que se tomaran los estudios en serio (especialmente si decían en serio lo de hacerse aurores). Estaba oculta tras una pila de libros y hacía rato que Harry no sentía la obligación de estar haciendo realmente algo. En su lugar, se había dedicado a pintarrajear los bordes del manual de Transformaciones. Ron, a su lado, chuperreteaba distraído el final de su pluma.
—Entonces… —dijo en tono casual. Harry apretó la punta de su pluma sobre el pergamino, haciendo un pequeño borrón sobre el pequeño esquema de una snitch dorada.
—No quieres hablar de esto.
—No, no quiero —respondió Ron, tapando su boca con la mano, como si eso fuera suficiente para ocultar la conversación de Hermione—. Pero tú sí.
—¿De qué quieres hablar? —susurró Hermione, asomándose tras un pesado libro que tenía apoyado sobre un atril.
Harry fulminó con la mirada a Ron.
—¿Malfoy otra vez?
—¡Ron!
—Ey, yo no he dicho nada —se defendió encogiéndose de hombros—. Es lo suficientemente lista como para darse cuenta, colega.
Hermione le estudió durante un par de segundos antes de dejar escapar un pesado suspiro.
—Está bien si te gusta, ¿sabes? —Harry asintió y soltó la pluma al darse cuenta de que la estaba sujetando con demasiada fuerza—. También está bien si no te gusta. O que te asuste a rabiar, a mí también me habría asustado.
—Hermione, te quiero —le susurró sin ninguna clase de vergüenza Ron. Ella se ruborizó ligeramente y se echó el pelo ligeramente hacia atrás.
—No seas bobo —le reprendió en voz suave antes de volver a clavar sus ojos en Harry—. No es culpa tuya que él se sienta así. Y después de todo lo que pasó el año pasado, tampoco es tan raro que…
Hermione arqueó las cejas y esbozó una media sonrisa lastimera.
—Solo es que no lo entiendo. —Se encogió de hombros, intentando ganar tiempo. O quizá que Hermione volviera a hablar. Tomó aire antes de llenar el silencio—. No entiendo de dónde ha salido todo eso.
Ron bufó. Hermione seguía con aquella mirada de lástima y, por primera vez, Harry tuvo la certeza de que se la estaba dirigiendo a él. Apretó los labios.
—¿Qué?
—Todo el rollo de seguirle en sexto.
—Hablaste por él en los juicios.
—Le devolviste su varita.
—Arriesgaste tu vida por salvarle.
Harry frunció el ceño. La culpa de aquella conversación era de Ron exclusivamente. Podría haber mantenido su cabeza baja y seguir estudiando.
—Que yo sepa, vosotros salvasteis a Goyle y él no está enamorado, —Prácticamente escupió la palabra—, de ninguno de los dos.
—Merlín, no.
—No te estamos echando la culpa de nada. Tú has preguntado de dónde podría salir.
Cuando aquella misma noche, Goyle entró en su cuarto con un pequeño neceser bajo el brazo, Ron compartió una mirada asustada con Harry. Como si sus palabras se hubiesen hecho realidad de golpe.
—Draco y yo nos hemos cambiado las camas —anunció a la pregunta nuca hecha antes de atravesar el dormitorio y ocultarse detrás de las cortinas de su cama.
Después de aquello, Harry se encontró bastantes noches mirando el Mapa del Merodeador antes de irse a dormir. Y aunque sabía que Ron le estaba mandando esas miradas, bueno, en realidad no podría importarle menos. No es que volviera a estar obsesionado con Malfoy.
Es que ya no se le veía el pelo más allá de las clases que compartían. No más Malfoy en el patio de la Torre del Reloj. No más Malfoy desayunando al otro lado del Gran Comedor. Ni comiendo, ni cenando. Las cortinas de su cama siempre estaban cerradas y, de todas formas, detrás de ellas solo estaba Goyle.
—Dijiste que estabas enamorado de mí.
Era una tarde abril y era un poco tarde. Todos sus compañeros habían subido ya a sus cuartos y la única razón por la que Harry no había subido todavía era porque Ron y él se habían jugado a piedra, papel, tijera quién de los dos bajaría a las cocinas a por un tentempié de medianoche. Desde finales de febrero, desde la segunda prueba –especialmente, desde la Sala de los Menesteres-, Harry había querido preguntárselo.
Y al verlo allí, sentado en uno de los sillones más alejados del fuego –del fuego- con un libro en su regazo, lo había soltado sin tan siquiera parpadear.
Las palabras tuvieron un efecto inmediato en él. Sus hombros se tensaron y la mano que iba a pasar la página se cerró, como si estuviera preparado para darle un puñetazo. Por lo demás, Malfoy intentó mantener la expresión más tranquila que era capaz al levantar la cabeza.
(Y Harry se preguntó en qué momento había llegado a conocerle tanto).
—¿Qué? —preguntó Malfoy.
—Eso mismo me pregunto yo —replicó él. De no ser por la bandeja de sándwiches que llevaba entre sus manos, se habría cruzado de brazos. De pronto, hablar había sido la peor idea que había tenido hasta el momento—. ¿Qué?
—Vete a molestar a otro si estás aburrido —replicó él volviendo la mirada al libro.
—Es que no lo entiendo.
Malfoy no volvió a levantar la cabeza y tras esperar más tiempo del que hubiera necesitado para elaborar una respuesta, Harry asintió dispuesto a subir a su dormitorio. Pero no era suficiente. No lo había sido dos meses antes, en la Sala de los Requerimientos, no lo era ahora. Había algo morboso en saber, en saber por qué. De alguna manera, estaba acostumbrado a los mensajes invasivos y a las miradas y a los cuchicheos. Pero ninguna de las tres cosas eran Malfoy.
Así que en lugar de subir las escaleras, volvió a girarse hacia él y dio un par de pasos hacia él.
Debía de resultar evidente que Malfoy le estaba observando, porque dejó escapar un pesado suspiro y cerró el libro con un golpe sonoro.
—¿Qué, Potter, qué?—Harry abrió la boca para responder, pero Malfoy no le dejó—. Estoy seguro de que te encanta. ¿No? El jodido gran Harry Potter, dejando corazones rotos por dónde pasa.
Harry parpadeó estúpidamente. Malfoy se mojó los labios, de pronto parecía muy nervioso y tenía las orejas rojas. A pesar de que seguía sentado, Harry tenía la sensación de que iba a salir corriendo en cualquier momento.
—No me encanta —respondió y se encogió de hombros—. Es solo que no lo entiendo. De verdad, no lo entiendo.
—Es que no tiene nada que ver contigo. —Harry bufó y Malfoy estrechó los ojos, peligrosamente.
—Por favor —replicó Harry con sorna.
—Ya te lo dije. No-tiene-que-ver-contigo.
—Lo dijiste en medio del Campo de Quidditch. Con todo el mundo mirándote. —De pronto, todo el tiempo perdido mirando el mapa, todo el tiempo preguntándose qué demonios, se trasformó en enfado.
—Y, aun así, no sé qué tiene que ver esto contigo.
—En medio del colegio, Malfoy.
—Oh, ya veo. Estoy seguro de que te han hecho pasar un tiempo horrible hasta el momento. Amenazas, vociferadores, maldiciones… dime, Potter, ¿qué me dejo fuera? —Por fin, Malfoy se levantó. Sujetaba el libro contra su pecho, como si pudiera protegerle.
Harry se aclaró la garganta.
—¿Te han estado molestando? —preguntó.
—Merlín, Potter. No necesito tu lástima. No necesito… nada de ti, ¿no lo ves? Solo mantente alejado y déjame en paz.
Las palabras de Malfoy fueron como una bofetada. Tenía dos opciones darse la vuelta y subir a su dormitorio y comerse los bocadillos mientras le contaba a Ron lo imbécil que era Malfoy. Y la otra, la otra era la de siempre. Presionar a Malfoy hasta que estallara, porque parecía que era la única manera que tenía de conseguir alguna clase de respuesta suya.
Se puso en medio.
—Apártate.
—Malfoy…
Malfoy no se quedó a escucharle. Pasó de largo, empujándole en el proceso. Harry se echó a un lado para no perder el equilibrio. La bandeja perdió su horizontalidad y los sándwiches acabaron en el suelo. Harry cerró los ojos y suspiró.
¿Qué estaba haciendo? Merlín. Estaba yendo detrás de Malfoy. Detrás de Malfoy, que había dicho en medio del colegio que estaba enamorado de Harry y que no le necesitaba para nada. Respiró hondo.
Algo le decía que si le seguía acabaría besándole. Y de alguna manera, la idea no era tan desconcertante como debería. Agitó la varita y los restos de los sándwiches desaparecieron. ¿Cuándo había pasado aquello? Se mojó los labios y contó lentamente hasta cinco, intentando controlar los latidos de su corazón.
Cuando los abrió, dejó a un lado la bandeja y subió las escaleras que daba al otro cuarto de los chicos. La puerta no estaba bloqueada y, en realidad, era exactamente igual que su cuarto. Con cinco camas alrededor de una estufa y una puerta que llevaba a los baños. La luz del otro lado se filtraba y Harry llamó suavemente.
—Ocupado —siseó Malfoy al otro lado. Harry miró a las camas con cierta sensación de peligro. Neville y Seamus estaban allí, durmiendo. Igual que Anthony y Terry.
—Malfoy —le llamó.
—Lárgate.
Harry volvió la cabeza una última vez hacia el resto de sus compañeros antes de abrir la puerta con un movimiento suave de varita. Malfoy estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada contra una pared y las piernas contra su pecho. De alguna manera, a Harry le recordó terriblemente a aquella noche. Cerró la puerta con cuidado tras de sí y caminó hasta él. Malfoy no levantó la mirada.
—No me debes nada —dijo, sentándose a su lado. El suelo del baño era de baldosas blancas, como el de su cuarto, y justo igual de frío. Sus hombros se tocaron y Malfoy giró ligeramente la cara hacia él, con aquella mirada tan miserable que había que la garganta de Harry se cerrara.
—¿De qué estás hablando? —preguntó en voz baja.
—De… de los juicios. De la Sala de Requerimientos. De tu varita. No tienes que sentirte de ninguna manera por todo eso, no me debes nada… —intentó explicar.
—Eres un idiota —replicó Malfoy.
—No, lo que intento decir es que… Supongo que lo que quiero decir es que si realmente est… —Se detuvo—. Si realmente te gusto o algo así, no tienes que protegerme ni nada por el estilo.
Malfoy sonrió con prepotencia y Harry tragó saliva, alejando el pensamiento de que, en realidad, era bonita. A su manera.
—Ya te he dicho que no va contigo.
—Bien.
—Bien —repitió volviendo a su expresión seria.
Harry respiró hondo y pasó las manos nervioso por las perneras de su pantalón. De pronto estaba sudando.
—¿Cómo llevas la tercera prueba? ¿Ya os han dicho de qué va?
—No —respondió, apoyando su frente contra sus piernas.
—La invitación a que te pasaras por el ED iba en serio —añadió, quizá por decir algo que llenara el silencio.
Malfoy cerró los ojos antes de preguntar:
—¿Por qué estás aquí, Potter?
—Creo que me gustas —respondió sin mirarlo. Malfoy hizo algo con su boca, que sonó parecido a «pff»— y tengo curiosidad. Mayormente.
—Eres más iluso de lo que pensaba si crees que te voy a contar…
Harry se obligó a girar la cabeza hacia él y esbozar una sonrisa. Malfoy cerró la boca.
—Nunca coges la vía fácil, ¿eh, Malfoy?
—No soy fácil.
—No hace falta que lo jures.
—Tampoco soy simpático.
Harry arqueó las cejas y Malfoy solo apretó los labios un segundo antes de continuar.
—Ni me caes bien. Ni me gustan tus amigos. No planeo que nada de eso cambie. Deberías replantearte lo de que te gusto y quizá deberías hablar de ello con algún sanador del ala de Janus Thickey.
Harry dejó escapar una risa floja y negó levemente con la cabeza. Era el turno de que Malfoy llenara el silencio. Y lo hizo con un susurro.
—¿Por qué siempre estás en todas partes?
—¿Lo siento? —se disculpó sin saber muy bien a qué se refería. Malfoy se encogió de hombros, como restándole importancia.
—Mentira —replicó con cierto hastío. Dejó escapar aire de manera teatral y dejó resbalar sus piernas ligeramente. Casi parecía casual—. ¿Qué quieres de mí, Potter?
Harry parpadeó. Al subir las escaleras detrás de él había pensado que –probablemente- acabaría besándolo. La idea seguía flotando sobre su mente, haciéndole volver una y otra vez a bajar los ojos hasta sus labios. Estaban teniendo una clase de… ¿momento?
Pum.
Estaba seguro de que si se inclinaba, Malfoy entreabriría esos labios finos suyos.
Pum, insistió su corazón contra su pecho.
Y Harry se inclinó ligeramente hacia él y entrecerró los ojos.
Pum, pum.
Malfoy se echó hacia atrás. Harry parpadeó, sintiéndose la persona más tonta del planeta. Se lo había dicho. Se lo había dicho todo el tiempo, solo que algo se había cerrado alrededor de su corazón y le había gritado que no se estaba imaginando cosas. Un momento. Ja.
—Cierto. Perdona —balbuceó volviendo a su posición original. Ya no estaba cómodo sobre el suelo frío y tampoco quería seguir allí, sentado con Malfoy—. Me…
«… marcho. Tú puedes seguir sintiendo lástima de ti mismo» murió en sus labios, cuando notó el roce de los dedos de Malfoy contra su brazo. Al levantar la mirada lo único que vio era su mirada perdida. Con los ojos abiertos y esa expresión de cordero degollado.
—No te vayas —murmuró y Harry asintió levemente. Aunque hubiese querido, dudaba que fuera capaz de moverse. La mano, que apenas le rozaba, parecía un ancla. Malfoy cerró los ojos y, al abrirlos, dijo—: A la mierda.
Aún con la mano sobre su brazo y la espalda apoyada contra la pared, Malfoy se inclinó hacia él y esta vez Harry no cerró los ojos hasta que sus labios no se apoyaron contra los suyos. Alargó la mano hasta el hombro de Malfoy, no muy seguro de qué hacer con ellas. La otra estaba clavada en su regazo, temerosa de romper el contacto. Movió los labios suavemente contra los de él, dejando que llevara la iniciativa. Apenas protestó cuando Malfoy rompió el beso.
—Potter —dijo apoyando la frente con frente con los ojos aún entrecerrados—. Aún no me has respondido.
—Eh… —Harry frunció el ceño, no muy seguro de a qué se refería. Malfoy volvió a estirar la comisura de sus labios en una sonrisa incómoda.
—¿Qué quieres de mí? —Parecía muy cansado, más mayor. Abrió los ojos y los calvó en él.
—Yo… —Se mojó los labios en un gesto nervioso. Tienen diecisiete años y ya han vivido más de lo que deberían. No hay espacio para grades discursos—. No sé, Malfoy. ¿Una cerveza de mantequilla en la próxima salida a Hogsmeade?
—Bien —respondió sin parpadear. Harry tragó saliva.
—¿Bien?
—Si, Potter, bien.
—Bien. —Harry sonrió antes de volver a inclinarse para poder besarlo.
La (si tan) Tercera Prueba
Draco bajó del enorme caballo alado de un salto. El estadio de Quidditch estaba histérico y los franceses habían levantado sus varitas al aire. Draco estaba furioso. Consigo mismo, con el maldito caballo alado. Había sido una oportunidad tan buena y tan desaprovechada. Daviau, la campeona del Torneo de los Tres Magos, levantó la copa por encima de su cabeza y agitó el brazo libre, para animar al público.
Draco se mordió el carrillo para no lanzarle un maleficio. O para no gritarle que era una puta estúpida que jamás valdría para nada –eso, definitivamente, no hubiera estado bien. Estaba seguro, seguro de que había hecho alguna clase de trampa. Apretó los puños y pasó de largo de McGonagall, que parecía que iba a decirle alguna cosa para animarle. Justo lo que necesitaba, claro, que intentaran reconfortarlo en su derrota.
—¡Ey! —Una figura salió del acceso a las gradas y le agarró por el codo a su paso, tirando de él y moviéndole hasta que su espalda estuvo contra uno de los grandes postes de madera—. Buena carrera.
Draco entrecerró los ojos.
—He perdido, Potter.
Él sonrió y apoyó su peso contra él, con uno de sus antebrazos sobre su pecho.
—Uno diría que a estas alturas de la vida ya te habrías acostumbrado al segundo puesto.
—Que te jodan. —Draco intentó apartarlo lo suficiente como para escapar de su agarre, pero Harry solo ejerció más presión a su agarre. Draco respiró hondo. Aunque tampoco tenía muy claro el querer controlarse. Quizá ladrarle a Potter le haría sentirse mejor.
Aunque luego tuviera que ir detrás de él y humillarse un poco para conseguir su perdón.
—Algo así tenía en mente —replicó estirando un poco el cuello. El aliento le olía a té y tostadas, de pronto Draco no estaba tan interesado en gritar como en agarrarle de la pechera y besarle con fuerza—. Tú y yo, estoy seguro de que nadie subirá hasta dentro de un par de horas. Y siempre podemos cerrar la puerta para asegurarnos que nadie entre por error.
—A Weasley le estallaría la cabeza —dijo Draco apoyando sus manos sobre sus caderas.
—¿Estás sacando a mi mejor amigo cuando…? —Draco bufó antes de inclinar la cabeza y besarlo con fuerza. Potter respondió con entusiasmo, abriendo la boca y sujetando su nuca con su mano libre. Draco apretó su agarre alrededor de su cintura y Potter apartó el brazo que tenía en medio para apoyarlo contra la viga de madera. Era increíble lo rápido que podía cambiar la vida de uno.
—Gracias —murmuró cuando se separó de él. Potter se encogió de hombros, restándole importancia al asunto, y le agarró la mano. Draco miró el gesto antes de dejarse arrastrar de vuelta al castillo.
—Por cierto —murmuró Harry un rato después, justo antes de llegar al puente de madera—. ¿Te dije o no te dije que necesitarías la botella esa para la última prueba?
Draco se detuvo y arrugó el ceño. Potter se soltó y arqueó las cejas, dado un par de pasos sobre el puente y estirando las manos en un claro desafío.
—Estás muerto, Potter.
—Para eso primero tendrás que cogerme. —Y sin decir nada más, se dio la vuelta y salió corriendo hacia el castillo.
Draco no tardó en seguirle.
fin.
Simpatía:
5. f. Fís. Relación entre dos cuerpos o sistemas por la que la acción de uno induce el mismo comportamiento en el otro.