"Hace mucho tiempo, existieron dos razas que gobernaban sobre la Tierra: los Humanos y los Monstruos.

Un día, una guerra se desató entre ambas razas y, tras una larga batalla, los humanos salieron victoriosos. Sellaron a los monstruos bajo tierra con un hechizo mágico que los aprisionaría por toda la eternidad…"

Esta fue la historia que fue contada durante muchas eras, hasta quedar olvidada hasta nuestros tiempos.

Solamente, un hecho concuerda con esta leyenda: que aquellos que escalan la cima del Monte Ebott, jamás regresan…

O eso es al menos lo que has escuchado.

Desde que escuchaste esta historia no has podido dejar de pensar en ella. Así que, movido por la curiosidad, decides adentrarte en el bosque para comprobarlo por ti mismo.

… Pero al estar al pie de la montaña y contemplar su tremendo tamaño, decides que esta ha sido una mala idea.

Te das la vuelta para regresar, cuando de repente escuchas una voz.

?: Ven aquí

Piensas que ha sido tu imaginación y decides seguir tu camino, hasta que la escuchas por segunda vez.

?: ¡Por favor, no te vayas!

El grito parece provenir de la montaña. Decidido, te apresuras a escalar, guiándote por la voz que suplica por tu ayuda.

?: ¡Estoy aquí!

El camino hacia la cima es demasiado peligroso para un pequeño niño como tú. Pero, sabiendo que hay alguien que necesita tu ayuda, te llena de DETERMINACIÓN.

Subes y subes, hasta que finalmente logras llegar…

Pero no hay nadie.

Buscas por todas partes, pero lo único que encuentras es el gran agujero que conduce a las entrañas de la tierra, rodeado por enredaderas con flores y rocas.

Te acercas con cuidado a la orilla para verlo mejor, pero sin querer tropiezas con una enredadera y caes.

Estás seguro de que no sobrevivirás a la caída, y cierras los ojos, anticipando tu muerte…

El niño cae a lo más profundo del Subsuelo, siendo una cama de flores amarillas lo único capaz de amortiguar el impacto…

Sin embargo, el pequeño no se levanta…

No parece seguir con vida…

El niño queda inerte por un tiempo, sin responder o respirar siquiera, vigilado por una extraña flor con rostro que lo mira con malicia, sabiendo que el JUEGO ha comenzado.