Me cuesta trabajo terminar con mis historias. Por eso es un logro para mí concluir este fanfic que me hace sentir contenta y bendecida, pues me ha llevado a conocer aspectos fabulosos de personas ya conocidas y a personas nuevas e increíbles con quienes he podido congeniar y compartir ideas.

Quiero agradecerles por leer esto que tan bien me ha hecho escribir, mil gracias a cada uno de ustedes, que con sus ojos al leer, me han motivado a seguir escribiendo.

SanNanKnight, gracias por las ideas, los roles, los momentos maravillosos que este fanfic nos ha dado oportunidad de compartir.

Quiero dedicar esto a las Administradoras del grupo Reylo Fans de Facebook, que han apoyado este y todos mis fanfics con sus comentarios, reviews, contenido y demás.

Agradezco también a Yvonne Rodríguez Caro (Dama Jade) por todos sus comentarios alentadores, su increíble actitud y sus fabulosos trabajos Reylo, mismos que inspiraron este fanfic y cada uno de los que están aún en proceso. Es un honor para mí cada uno de sus reviews y las pláticas y tiempo que ha invertido en apoyarme.

Cada uno de ustedes es muy importante en este proceso, y próximamente tendrán el epílogo de esta historia.

¡Muchas gracias!

Disfrútenlo.

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In a Heartbeat Part II: Finale

"You may be a sinner but your innocence is mine …"

Undisclosed Desires fragment by Muse

"… Todos los humanos nacimos siendo demonios e hicimos de la Tierra nuestro infierno…"

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- Espera – Exclamó Rey, con cierta vibrante emoción en su voz - ¿Estás absolutamente seguro de que es el momento para ir y asesinarlos?Y una incipiente luz en sus ojos, confirmó las sospechas de Kylo Ren.

- Sí – Afirmó, nervioso – Si es que aún lo deseas – Por un momento, Rey pudo percibir con claridad la alteración en la Fuerza, propia de quien duda.

- Estás dudando. La duda sólo te hará fallar – Lo miró fijamente.

- Dudo que hayas tomado realmente esa decisión – y se sentó justo a su lado – No eres confiable cuando de tomar decisiones se trata. Y no ser firme en ellas también es dudar.

Rey asintió. Kylo Ren tenía razón. No estaba segura.

- No estoy segura porque no sé qué ganaré con ello.

- ¿Vengarte por la muerte de nuestro hijo no es suficiente? – y sus manos se crisparon con repentina furia – Esto no tiene que ver con nosotros.

- Es cierto. Pero no es suficiente. Morirán y ¿Después qué? ¿Te das cuenta que en realidad no habrá ningún castigo por ello con su muerte? – y su amargura llenó todo su ser de un profundo odio. Kylo Ren percibió su sufrimiento de nueva cuenta, asfixiándolo otra vez.

- Rey – Y se acercó a ella tomándole el rostro con ambas manos - ¿Por qué nunca me dijiste que estabas esperando un hijo?

- ¿Te habría interesado? Lo importante era encontrar a Skywalker – Y furiosa, volteó la cara, despreciándole, lo que frustró profundamente al caballero obscuro que, sin saber qué hacer, tuvo que reprimir su primer impulso de abofetearla. Rey vio la imagen en la mente de Kylo Ren y sonrió complacida mirándole con sorna – Intenta tocarme y dudo que puedas vencerme.

- No soy tu enemigo. No volveré a hacerte daño. Estás a salvo aquí- Iba a decir "Conmigo", pero se reprimió. Rey lo escuchó en su mente. En lo profundo de ésta, un dejo de alegría se despertó en ella. Pero la soberbia reinó por encima de todo eso y se complació de nueva cuenta en la idea de que Kylo Ren, tan engreído, tan poderoso y arrogante, estuviera a sus pies.

- Si no estás conmigo – Y esto lo dijo en su mente, transmitiéndoselo a través del vínculo que compartían – Eres mi enemigo – Estas palabras sonaron de nuevo para Kylo Ren como un extraño deja vú.

- ¿No sabes quién dijo tales palabras, no es cierto? Pues te lo diré. Estas palabras eran las de tu abuelo, Anakin Skywalker, antes de transformarse en Darth Vader, tu ejemplo, tu valioso modelo de poder – dijo entonces, burlona – Las sé porque llevo en mi sangre los recuerdos más importantes y valiosos de tu abuelo, de tu abuela Padme Amidala y por supuesto, de mi creador - y a la mención de Darth Plagueis, Rey sonrió morbosamente - ¿Quién iba a pensarlo, no es cierto? Tú eras quien debía reestablecer el equilibrio en la Fuerza, Ben, y decidiste no hacerlo. Luego aparecí yo y creyeron que era yo quien lo haría. Vaya ironía ha sido todo esto – Y su aura, ése halo resplandeciente de luz que la rodeaba siempre, misteriosamente se había desvanecido, dando paso a una obscura bruma a su alrededor que le hacía sentir a Kylo Ren los huesos de hielo. La miró, inexpresivamente, y se levantó.

- Haré lo que quieras que haga. Luego decidirás el resto.

- ¿Estarás conmigo en ello? – Era la primera vez que Rey expresaba su deseo de mantenerle a su lado.

- Tendrás que decidir eso tú misma.

- Lo estoy decidiendo ahora – Y se levantó también - ¿Crees que me duele por haber perdido un bebé? ¿Un hijo que pudo ser de cualquiera? Te equivocas – exclamó y lo miró, furiosa - ¡Era tu hijo! ¡Tuyo! ¡Y Skywalker peleó conmigo sabiendo su existencia! ¡No le importó si me hería! ¡Buscaba herirte a ti! ¿Por qué, Ben? – De pronto se sintió el ambiente tan tenso que Kylo Ren se levantó y la miró enfrentándola. Si cualquier otro ser sensible a la Fuerza hubiera estado cerca de ellos, habría percibido con facilidad todo lo que estaba por suceder.

Ambos se miraron con asombro, como cuando se hace un gran descubrimiento. Una auténtica sorpresa se apoderó de ambos mientras se afirmaban, con certeza más que por mera adivinación, que mientras Rey hablaba, habían sentido una alteración clara, pura y potente en la Fuerza, como el canto de un ave en la ventana de la sala de estar en que se encontraban, el tintineo de un cristal o la pura y bella voz de quien representaba lo que habían perdido.

Por puro instinto, Rey se llevó las manos al vientre un segundo y miró con desconcierto a Ben Solo, que inclinó la cara frente a ella, silencioso y tenso. No se imaginó ni por un momento que el sentimiento que no podía descifrar pero que se había manifestado luego de esa sutil revelación en su vínculo con ella, era de hecho una inexplicable felicidad. No pudo descifrarlo porque él mismo tampoco había podido.

Los labios de Rey hacían un extraño gesto, como una pequeña letra o. Su asombro fue inimaginable al descubrir que aún llevaba en ella parte del producto del lazo que la unía a Ben Solo.

Entonces comprendió tanto que ni siquiera había podido imaginarse.

Por eso vió alguna vez, que para entonces le pareció tan lejana, a Han Solo como el padre que nunca tuvo. Por eso cuando peleó en Takodana con Kylo Ren y volvió con Finn, herido de gravedad, su primer impulso fue abrazar a la general Organa. Por eso no podía sacar de su cabeza a Kylo Ren, dolido, abrumado y atormentado por las acciones que había cometido para completar lo que su abuelo había comenzado.

Ben no buscaba dominar la Galaxia y jamás fue ese su objetivo.

Su objetivo era desmantelar la Primera Orden y recuperar la Galaxia para que fuese de quien la merecía. Los ciudadanos. Por supuesto que este objetivo conllevó hacer sacrificios y cada uno era un verdadero sufrimiento para él.

Por eso sentía compasión por ella.

Y ella la había sentido por él.

El pensamiento principal, la sensación que la había llevado a analizar estos pensamientos volvió. En su vientre sintió un inimitable vuelco. Un ligero movimiento, no propiamente físico sino una especie de oscilación de energía, la misma que en su momento, Kylo Ren sintiera cuando descubrió la existencia de la propia Rey. No lo entendió. Kylo Ren se hincó en el suelo, y se abrazó en silencio a su cuerpo, como si agradeciera el momento.

Rey lo miró. Lo sintió pusilánime. Se asqueó de su propia sensación, de la forma en que ahora renegaba del amor que sentía por Kylo Ren. ¿Qué si era un monstruo? ¿Qué importaba si había matado a su padre? Sus padres lo habían abandonado.

Una vez más, Rey pudo ver en sus recuerdos y lo que había visto, la había dejado impresionada, de mala manera, de cuan indiferentes y poco interesados en Ben, había sido Leia y Han.

Y la luz que brillaba en ella cada vez más imperceptiblemente, fue enterrada por completo en el lado obscuro de la Fuerza, mismo que usaría únicamente para proteger a quiénes ahora constituían todo su universo.

- Ben – y se hincó, frente a él, del mismo modo que él hiciera con ella – Quedémonos aquí. Tendremos… - y le sonrió entonces – Tendremos un hijo realmente – y fue Ben quien esta vez, sin reprimirse en absoluto, mirándola a los ojos por primera vez, acarició su rostro suavemente, sin apartar la vista de los ojos castaños claro de Rey- No me interesa qué pase con ellos – También fue el momento en que Ben, (quien de algún modo había despreciado el lado obscuro) descubrió que no volvería a ver en los ojos de Rey, la luz por nada que no fuese su hijo o él.

Ben sondeó sus pensamientos. Rey estaba siendo sincera. Por fin lo podía ver a él, que había cometido tantos errores con ella, como la familia que nunca tuvo y que había añorado a través de los años sobreviviendo en aquel agujero polvoriento que era Jakku. Y ambos lo supieron.

Su hijo, el que había salido avante en su primer batalla contra nada menos que el propio Luke Skywalker, sería un niño.

Cómo lo supieron fue algo que ignoraron totalmente, pero no importó en absoluto. Parecía que, de algún modo, Rey había abierto los ojos. Había dejado de esperar a una familia que no existía, que jamás volvería por ella y construyó en cambio una, con la que pretendería enterrar a partir de entonces, la obscuridad que se había cernido ya sobre ella.

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El momento del alumbramiento de Anakin Solo Naberrie fue para Ben el mayor acontecimiento en toda su vida.

La Primera Orden de la cual él mismo había sido Supremo Comandante, se desintegró en el instante en que él permaneciera con Rey en los confines de Ilum. No volvió a saber nada sobre los Caballeros de Ren o los adversarios de éstos. Contaba con su lealtad eternamente y sabía que en tanto él no los convocara, no habría nadie que pudiera hacerlo, pues se había acostumbrado a ser generoso con quienes le habían seguido durante su cruzada aparentando que seguía a la Primera Orden y apoyaba sus fines, por lo cual los caballeros de Ren, uno por uno, habían sido prodigados con algún favor suyo y le eran totalmente leales.

Durante más de quince años había tenido por costumbre permanecer a solas por completo, sin apenas hablar con nadie, por lo que su personalidad se había agriado, su semblante permanecía endurecido tras la máscara y poco a poco, había perdido cualquier capacidad social en todo sentido, por lo que le costaba un tremendo esfuerzo siquiera hablar. Pero con Rey, todo era natural y tranquilo y pese que ella no volvió a ser la de antes, con él, a partir de que tuvo conocimiento de la existencia de Anakin, fue todo lo dulce que podía ser.

Todo fue muy rápido. Pasados unos meses, Rey estaba lista y dio a luz. Así de simplemente como había transcurrido su vida en Jakku, antes de que toda esa historia se hubiese desarrollado, antes de que Ben Solo siquiera pensara que había sobrevivido.

Él mismo la había asistido, con su instinto, pero con nulos conocimientos -al igual que ella-, durante el parto, y vio emerger de las profundidades del cuerpo de la única mujer a la que había amado, un largo y regordete cuerpo con la apariencia viscosa de una oruga.

Rey ni siquiera gritó. Su agonía antes de dar a luz fue corta, pero dolorosa. Sin embargo, pasó a través de ella con gusto y una sensación de paz como ninguna otra que hubiera sentido en ningún otro momento en su vida. Sabía que todo saldría bien desde el momento de saber que uno de sus hijos había sobrevivido a aquella pelea.

El momento en que Ben sostuvo el cuerpo de su hijo mientras Rey respiraba con fuerza tratando de recuperarse del inmenso esfuerzo, fue un momento que no olvidaría jamás.

Había sostenido muchas vidas en sus manos antes de ese día, y las había destruido sin repasar una sola vez la gravedad de haberlo hecho. Pero en sus manos estaba en ese instante la vida del único ser que era tan cercano a él como su propio ser. Atrás habían quedado los días en que podía sólo aniquilar, destruir y acabar con lo que se atravesara a su paso en obediencia a un inexistente mentor que le llevaba por la senda del lado obscuro no para mostrarle los caminos de la Fuerza, sino para encubrir sus propios pecados.

Se sintió mínimo e insignificante al sostener a esa pequeña criatura, fruto de su insano y hasta entonces cruel amor por Rey, una chatarrera de Jakku a la que había secuestrado y torturado, intentando obtener de ella la ubicación de quien lo había obligado a asumir las muertes que en realidad él no había provocado, de los pequeños padawan que Luke entrenaba y a quienes había asesinado; de su profundo amor y devoción después de eso, cuando descubrió que aquella joven de nariz pequeña y respingada, bronceada y de castaños ojos y cabello, menuda y pequeña, no era otra más que Lorelei, su confidente, su amiga sincera en una época en que era un adolescente confundido y asustado, incapaz de demostrar su afecto a unos padres ausentes y carentes de la más mínima intuición para comprender las necesidades y preocupaciones de un niño en medio de un conflicto hecho sólo para un adulto.

Sus ojos se nublaron. Rey atendió a cada detalle de ese momento, a pesar de su dolor físico y sonrió. Dientes perfectamente blancos y alineados en una feliz sonrisa fue lo único que Ben pudo apreciar en ese rostro que había pasado por las peores tribulaciones, de las que, aunque no lo fuese, se había sentido responsable.

¿Cómo había podido olvidarla? ¿Cómo su mente había quedado en blanco respecto al hecho de haberla abandonado?

De nuevo, Luke Skywalker.

Envuelto en una toalla, el pequeño bebé hacía los sonidos más dulces que un padre o madre pueden escuchar en toda su vida. De esa forma, descubrieron que su hijo era un ser poderoso, no por el hecho de demostrar ninguna habilidad en la Fuerza, aunque el solo hecho de sobrevivir a aquella cruenta lucha le daba cierto poder a esa teoría, sino porque con su existencia había unido a dos seres que la misma Fuerza había separado.

Aquel momento había matado a Kylo Ren definitivamente y lo había eliminado de la Galaxia. Devolvía a Ben Solo al lado luminoso, al que siempre había pertenecido. ¿Era su hijo el nuevo Elegido, tal como lo fuera su abuelo?

Descubrió en los párpados cerrados del bebé, que ocultaban los ojos castaños de su madre, que ya no le interesaba averiguarlo.

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Anakin dormía plácidamente en brazos de Rey. Cuando aterrizaron, le preocupaba no su propio mareo, sino que Anakin no pudiese dominarlo y terminara vomitando la leche que acababa de beber. Pero esto no sucedió.

Ben le ayudó a cargarlo mientras bajaba de la nave y se aseguró que estuviera bien.

No percibió ninguna alteración en la Fuerza, todo estaba en calma.

La base de la Resistencia, de la que casi un año atrás huyeran, estaba completamente desolada, como si hubiese sido abandonada.

Pero en el momento en que comenzaron a caminar a través de la pista de aterrizaje hacia los hangares, los pasaron y llegaron directamente a los dormitorios, la sensación de que sí había presencia de personas allí se hizo notar de inmediato.

Ben pasó su mano por el hombro de Rey en tanto ésta seguía cargando a Anakin, quien continuaba completamente dormido.

Cada vez que lo veía, Rey sentía un pequeño dolor en su corazón. Era el dolor-amor que siente toda madre que analiza la posibilidad de perder ese pequeño pedazo de su ser y lo estrechó ligeramente contra su pecho. Anakin se removió y bostezó, pero no abrió los ojos.

De cabellos casi negros igual que su padre y ojos castaños claros como los de su madre, una tez de porcelana y cuerpo pequeño y regordete, Anakin tenía los rasgos físicos de los Skywalker en toda su fisonomía. Su piel recordaba profundamente a Ben la de su propia madre cuando se preparaba para salir a alguna diligencia al Senado, ataviada en vestidos carmines o zafiros, esmeraldas o blancos. Su piel relumbraba, lisa, tonificada y perfecta con aquellas ropas y Ben sentía siempre una extraña e inexplicable fascinación por observarla arreglarse para salir. Al acariciar ese recuerdo que había mantenido enterrado en el fondo de su mente, una profunda añoranza resurgió, como cuando las cenizas de una hoguera se reavivan y comienzan su danza infernal de nueva cuenta. Ben había amado a su madre, aun cuando ella no había tenido nunca tiempo para él, para su vida, para sus aspiraciones, para sus miedos y cuestionamientos, para reafirmar sus principios, para mostrarle por qué Anakin Skywalker, Darth Vader, su padre, había terminado como lo había hecho, muriendo en el intento exitoso de proteger al único de sus hijos con el que tuvo una interacción cariñosa y profunda, aunque fuese sólo en su final.

Rey se sintió extraña. Llevaba un bebé en brazos, un bebé que era suyo, al que protegería y amaría como no había amado a nadie. Pero sabía que en su corazón continuaba reptando la obscuridad que había dejado entrar y que no volvería a salir de ella.

Pero que, en su caso, estaría bien dispuesta en utilizar.

Al entrar a la construcción poligonal de la base, la General Organa les esperaba justo en el medio de la sala, donde la mesa de proyecciones se encontraba apagada. R2-D2, BB-8 y C3PO la escoltaban, curiosamente en silencio, dominados como sólo los droides pueden estarlo ante la extrañeza de tener cerca un humano pequeño. El bebé, envuelto en una manta obscura, se removió en los brazos de Rey. Incluso siendo un humano tan pequeño creaba una extraña y enorme paz en aquel sitio, paz que no sería rota en absoluto, excepto por la emoción que evidentemente hizo presa de la General que, no pudiendo reprimir un impulso maternal, se acercó primero a su hijo, mirándole a los ojos.

- Tú… Mi hijoHas vuelto en verdad – Sus ojos se anegaron en lágrimas incontrolables que dejaron sus ojos rodeados de pequeñas arrugas, pero que seguían siendo ojos sabios, fuertes y dominantes, tan obscuros como los de su propio hijo. Sin poder reprimirse, se echó en sus brazos y éste, sintiendo el corazón henchido de profundos conflictos no resueltos, emoción y tantos llantos que había tragado y guardado por tantos años en su alma, se abrazó con fuerza a su madre, como si fuese el niño que un día había abandonado Coruscant para no regresar, todo esto ante la mirada extrañada, confundida pero a la vez complacida de Rey, que podía decir que había cumplido parte de su objetivo. La General Organa le soltó y Ben, con los ojos llorosos, los limpió de un manotazo. Entonces Rey se adelantó con su hijo en brazos y miró a la General. Le fue imposible ocultarle sus pensamientos y la profunda obscuridad que había hecho ya presa de ella.

- Éste es Anakin – Y se lo entregó. La General Organa parecía completamente confundida, pero de inmediato, en cuanto descubrió el rostro del pequeño bebé que sostenía, una enorme sonrisa la embargó.

- Es… ¿Es mi nieto? – Preguntó todavía, como si quisiera confirmar algo que sabía ya con demasiada certeza.

- Este es… Nuestro hijo, madre – Y Ben se sintió importante e increíblemente realizado, incluso aliviado, como si estuviese haciendo una confesión – Por fin he comprendido todo lo que debía comprender – Leia Organa miró a Anakin removerse. Detectó de inmediato su gran sensibilidad a la Fuerza.

- General Organa – dijo Rey – Sé que nada de lo que Ben haga puede borrar sus crímenes y… - lo observó a los ojos – Bueno, creo que es mejor si él es quien se lo dice a usted.

- No hay nada que Ben pueda decirme – Y entonces lo miró de nuevo, quien, avergonzado, bajó la vista – La mano de Ben cometió atrocidades, pero era dominada por mi hermano, quien… A su vez era dominado por el lado obscuro, del mismo modo que intenta dominarte a ti, Rey – y la mano envejecida de la General tomó la de Rey en un gesto protector – Pero ahora tienes un hijo. Y si lo amas, como yo no sabía que debía amar al mío – y esto produjo un enorme asombro en Ben quien la miró avergonzarse frente a él – no permitirás que sea el lado obscuro quien te lo arrebate ni se lo entregarás como lo hice yo – Un enorme dolor se apoderó de su corazón al recordar a Han Solo, quien, el día del nacimiento de Ben, había dicho claramente las palabras que se cumplirían en ese instante.

" – Un día también tú serás abuelo, señor Solo.

- Eso dilo por ti, cariño. No creo vivir tanto para ver eso…"

La General meció al bebé un instante, mirándolo con devoción y agradeciendo que las palabras que acababa de decir significaran realmente algo y hubieran llegado tan profundamente al corazón de Rey que ésta, si bien no podría dejar atrás su parte más obscura e insana, sí sería capaz de usarla y dejarse dominar por ella exclusivamente en asuntos que lo ameritaran.

Ben así mismo recordó el momento en que su sable había atravesado el cuerpo de su padre, que, sin embargo, sabía que lo había amado hasta el último segundo, aún antes de caer en las profundidades del complejo de la base Starkiller.

Y entonces la Fuerza se trastornó, como si un choque de energía se hubiera producido, en el momento en que Luke Skywalker, o lo que quedaba de él, era transportado en una especie de silla giratoria. Sin una pierna ahora, y con un brazo mecánico donde antaño estuviese un brazo orgánico humano, Luke Skywalker continuaba teniendo un extraordinario poder que estaba contenido en esos mismos miembros mecánicos que ahora poseía, y que a causa del incidente en que todos pensaran que Rey había perdido un hijo, se habían construido con el mismo material con el que en su momento trataron de contener el poder de Ben Solo cuando lo capturaron. Skywalker sabía esto, pero no conocía ninguna forma de remediarlo. En realidad, no importaba más.

Su mirada no era vacía, sino tensa, incluso temerosa. Ben Solo sintió arder de nuevo en sus venas toda la rabia que pensaba, había dejado atrás. Rey lo miró con profundo odio. El bebé se despertó, pero permaneció en silencio, mientras era la General Organa quien lo sostenía y que, tensa también, lo acurrucó en su pecho y murmuró.

- Luke… No deberías estar aquí.

- ¿Ha… Sobrevivido? – dijo, incrédulo. Parecía aliviado.

- No gracias a ti – Las palabras no salieron de boca de Ben, sino de Rey, que se adelantó furiosa y se inclinó ante Skywalker con los ojos llameantes – Pudo morir como murió su hermano – Y la General Organa abrazó más al bebé mientras Ben contenía sus ganas de empuñar su sable y asesinarlo.

- Mi intención era que ellos dominaran la galaxia. No asesinarlos…

- Hiciste una excelente actuación entonces cuando dijiste que Ben podía tenerlos con cualquier otra persona en vez de con una chatarrera – La General Organa intervino con el bebé en brazos.

- Rey… Aléjate. Ven – y la alejó. Ben, en un impulso protector, abrazó a Rey como si quisiera contenerla y entonces se adelantó alejando también a su madre. Se inclinó frente a Luke Skywalker, quien, temeroso, se echó atrás en el respaldo.

- Sé porqué me hiciste todo esto – y furioso, su sable en un instante refulgía ya, muy cercano al rostro del anciano – Sólo vine a decirte que… Ya te he perdonado – Y el sable estaba apagado. El efecto que esto tuvo en Luke Skywalker fue inexplicable para nadie. Su gesto se tornó doloroso, balbuceó un "Gracias" y pidió a Leia ser llevado a su habitación. La noche en que ellos llegaron, Luke Skywalker simplemente fue acostado en su cama por dos jóvenes de la resistencia. Permaneció en ella y no volvió a despertar.

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Nadie supo jamás si había esperado o no ser perdonado por los pecados que había cometido en contra de un joven que había confiado en él, o los que había cometido contra su hermana y cuñado al quitarles la oportunidad de acercarse a su único hijo. Pero lo cierto era que quería partir.

Luke Skywalker añoraba reunirse en donde sea que estuvieran, con Mara, su Mara. Con su mujer de pelirrojos cabellos y verdes ojos de esmeralda y con su pequeña Alana de suaves rizos dorados.

No las había olvidado un solo día. Mara y Alana eran todo lo que había tenido, todo por lo que habría valido la pena luchar. Sin ellas, el mundo no era clemente con él y tampoco quiso ser clemente con el mundo.

Leia permaneció a solas, en duelo, por ocho días, mismos en que no quiso ver ni hablar con nadie. Ben parecía preocupado, pero lo entendía. Era su hermano y lo amaba, con sus errores, con sus defectos y con sus cualidades. Aunado a eso, el vínculo irrompible que Ben compartía con Rey, había sido en el pasado compartido por ellos y Leia sentía su propio corazón trastornado y fuera de sí al comprobar que tal vínculo no trascendía la muerte física.

Sabía que su hermano ahora descansaba. Y obtendría lo que merecía y por lo que había estado esperando tanto.

Pero también, secretamente, Leia Organa odió a su hermano un poco, y lo odiaba más cuando solía observar al pequeño niño balbucear. Él pudo haberle matado también. A su nieto.

Fue el día que salió de su habitación a ver de nuevo el brillo de la luz del día.

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La General se ofreció a cuidar a Anakin y acepté.

El cumpleaños de Ben había llegado.

Ben había ido hasta Ilum de nuevo, con Poe, a recolectar cristales. Su idea no era nada mala e incluso me ofrecí a ayudarle llegado el momento.

Ben pensó en terminar lo que no Darth Vader, sino Luke Skywalker, había empezado.

Quería reinstaurar la Academia Jedi.

No lo hizo en honor a su tío el que lo había torcido y usado para cometer una cantidad brutal de atrocidades, sino por su maestro, el que un día comprendió su sufrimiento y abandono y le entrenó en el lado luminoso, enseñándole todo lo que sabía.

Cuando volvieron, la general Organa se llevó a Anakin y Ben, desconcertado, entró en la habitación que estaba en la penumbra. Atardecía.

A excepción de que ya no usaba ropas obscuras, Ben no había cambiado en absoluto y continuaba entrenando arduamente día a día, lo que por consecuencia significaba que conservaba un cuerpo trabajado en exceso. Cada músculo sobresalía de su piel blanca, elástica, en donde conservaba en algunos sitios, algunas cicatrices de un montón de batallas. La cicatriz en su rostro permanecía, indeleble. Su cabello negro refulgía contra la luz del atardecer que poco a poco iba muriendo.

El sabor de sus labios no tenía comparación a nada que yo pudiera recordar y el tacto de su piel continuaba enloqueciéndome del mismo modo que me enloquecía su alma, su insaciable sed de mí.

- Feliz cumpleaños – Dije simplemente. Me costaba trabajo siempre expresar mis sentimientos verbalmente, y antes de mostrarle mi cuerpo desnudo, decidí mostrarle mi alma sin restricción.

- ¿Has decidido ya?

- No hay nada qué decidir. Tú y yo somos lo que queda de la Fuerza. Jamás romperé mi pacto, te lo dije – Y en su mano, de nueva cuenta como aquella ocasión primera, casi en la obscuridad, brilló el fulgor obscuro de un aro con piedras azules que despedían chispas.

- Entonces eres mía.

- Eso ya lo sabías.

- Pero lo has decidido – Afirmó, colocando el aro en mi mano izquierda.

Por respuesta, un beso.

Un beso que bastó para despertar su instinto.

Aquella noche me poseyó como no me poseyó antes, en silencio, mirándome a los ojos en la penumbra, saboreando mi piel, mis cicatrices, mis miedos, mis dudas.

Entró en mí de formas que yo ni siquiera podía imaginar y dejó su esencia impregnada en mi ser, mientras, entrelazando los dedos de su mano entre mis cabellos, jadeaba excitado, cada vez con más fuerza; con la misma con que me embistió contra el colchón, sobre mí, debajo de mí, contra la pared, contra el frío suelo.

Murmuró palabras que siempre quise escuchar en sus labios y me hizo gemir palabras que no sabía que él deseaba escuchar de mí.

Con lujuria, me miraba a los ojos, intentando despertar lo que él pensaba no estaba allí, pero nunca se había ido.

Y sus ojos tomaron entonces el matiz ámbar que sólo una vez le vi, en la ocasión en que había asesinado al Comandante Hux para defenderme, y vi, en el reflejo de éstos, cómo mis propios ojos, también con tal matiz amarillento, se transmutaban también en oro líquido, mientras el placer nos consumía.

Aquella noche también supe, después de hacer el amor más veces de las que podría contar, una historia que me contó, historia que conocía a través del tiempo, historia que escuchó en una de esas ocasiones cuando niño, solitario, en medio de una de las fogatas de los mercados de Coruscant, deambulaba buscando contacto con el mundo que conocía. Una historia antiquísima, cargada de misticismo, de un tiempo y un lugar desconocidos en la Galaxia.

Hades, señor del Inframundo, hijo de Cronos, señor del Tiempo y Rea, reina de los Dioses, hija de Urano y Gea. Perséfone, hija de Zeus y Démeter, señora del Inframundo, de la que ni siquiera se podía pronunciar su nombre en voz alta.

Raptada por Hades, Perséfone junto con su madre, hacían florecer la vegetación. Démeter la mantenía alejada de los dioses, por su propia experiencia con éstos, quienes en su mayoría intentaban cortejarla con constancia.

Un día, Hades abrió una grieta en la tierra y la llevó al Inframundo. Zeus al ver la desolación y la sequía, envió a por ella y Hades puso como condición que no comiese alimento alguno de regreso, condición que él mismo rompió obligándole a comer seis de las semillas de un fruto rojo y exquisito, obligándola a volver por una semilla de nueva cuenta, cada año un mes por cada semilla. Durante los seis meses que Perséfone volvía al inframundo, la tierra volvía a ser un erial estéril y sin vida. Poco a poco, influenciada por el malvado esposo, Perséfone se transformó en la Reina del Inframundo y sólo mostró clemencia una vez.

Ben calló y se abrazó a mi cuerpo. Pude sentir su calidez. Y murmuró en mi oído con su voz profunda y melodiosa, como una bella canción decadente y obscura.

- Perséfone fue quien dominó a Hades. Fue ella quien absorbió la obscuridad y terminó con ella. El inframundo sucumbió a su encanto, mientras ella hizo suya toda su miseria.

Aquella noche aprendí cosas sobre él. Sobre lo muy sabio que realmente era. Sobre la vida que nos esperaba.

No éramos parte ni comparación de un mito antiquísimo, enterrado en las ruinas de algún lugar.

Éramos un mito nuevo.