Agradezco de antemano a todos y cada uno de aquellos que leyeron este fanfic desde el principio y siguieron leyéndolo. El epílogo de Hades y Perséfone no es lo que se consideraría común, porque esperamos que nuestros personajes sean felices o por lo menos tengan una vida agradable. Pero esto, y lo reitero, es Star Wars. Y debe ser trágico y triste y difícil para rescatar lo que en verdad sea bueno de ello.
Ben y Rey están juntos.

Cuando se está con alguien, es porque se desea, más allá de todo.

Gracias por permanecer desde el capítulo uno en esta travesía que para mí, significa todo

...

"... And i was alone in my own head..."

Curse Fragment by Vicktor Taiwó

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Desperté, luego de cuatro días inconsciente, empapada en sudor. Las prendas claras se me pegaban al cuerpo, del mismo modo que lo hacían las sábanas bajo y sobre mí. Ben me miraba angustiado; parecía que mientras yo era incapaz de despertar después de lo que había sucedido, él había sido incapaz de dormir un momento.

Sus labios se abrieron ligeramente, como si lo que viera fuese demasiado monstruoso para ser dicho. Incapaz de comprender su reacción, las preguntas afloraron a mis labios, pero las respuestas habían sido justamente la causa por la que había salido como una demente a matar a todo aquel ser vivo dentro del cuartel de la Resistencia y había quedado luego inconsciente, después de soportar de lleno un ataque de la propia madre de Ben. Ella había sido la abuela de Anakin.

Anakin había sido entrenado por el propio Ben, que a su vez había sido entrenado por su tío Luke, y por la Primera Orden (y por su tío Luke dentro de ésta, disfrazado del Líder Supremo). Mi hijo había adquirido todos los conocimientos necesarios para convertirse en el próximo jedi, el último de su nombre.

En la Resistencia se habían tomado decisiones después de lo que había sucedido con la Base Starkiller. Y dados los acontecimientos, se unieron a su vez a la Nueva República, convirtiéndose también en ella. La Nueva República, con ayuda de la General Organa, que nuevamente fungía como Senadora, anularon toda práctica relacionada con la Fuerza. Ben, Anakin, ella, incluso yo, así como todo ser del que la República tuviera conocimiento, que pudiera tener un manejo básico de la Fuerza, sería vigilado a partir de ese momento. Los planes de Ben sobre la Academia Jedi que pretendía nuevamente instaurar en memoria de Luke Skywalker y su propio abuelo Anakin, fueron completamente descartados. Anakin no estaba de acuerdo, ni ninguno de los que Ben entrenaría. Tampoco yo.

Ben estuvo, sin embargo, muy callado, demasiado callado, mientras todo se desarrollaba aparentemente sin contratiempos y comencé a, inevitablemente, desconfiar de él.

Y entonces, sin imaginar nada, sin poder siquiera saber cómo había sucedido, Anakin, el sobreviviente de aquel ataque de Luke Skywalker cuando iba a nacer, el último jedi de su estirpe, había sido muerto por la Resistencia, en una emboscada. Lo habían seguido hasta Anoth, un planeta deshabitado al que yo misma lo había enviado en total secreto para evitar que la República supiera que continuaba con su entrenamiento.

De lo demás, recordaba poco.

Cuando el enlace de Anakin desapareció de la faz del universo, un dolor agudo y punzante, sofocante y abrumador más allá de toda proporción, atenazó mi alma. ¿Cómo habían logrado acabar con su vida?

Y entonces comprendí por qué había dejado de confiar en Ben.

También sentí su dolor. Su duda. Su miedo. Como siempre. Como desde el primer momento en que nos vimos a los ojos y dijo: "Tú, una simple chatarrera", "Sabes que puedo tomar lo que yo quiera".

No sabía si acusarlo. Su reacción no era ilógica.

Sosteniéndose, no lloró ni se derrumbó, pero una profunda obscuridad y confusión volvieron nuevamente a su mente, envolviéndola, carcomiéndola, apoderándose de ella. Podía sentirlo.

Podía identificarme con su dolor, del mismo modo que lo sentí cuando Luke Skywalker me había herido y sus pensamientos sobre mí, lo obligaban a pensar que moriría.

Ben estaba sufriendo indeciblemente. Y el porqué era obvio.

Quería asesinar a todo miembro de la República.

Y eso incluía a su propia madre.

Cuando por fin, después del primer momento de horror ante la obviedad de las malas nuevas, Ben se presentó ante mí, en nuestra casa, un sitio en Coruscant, su ciudad natal, con altas columnas de hierro y carbón, y me miró, con el rostro congestionado, le odié con todo mi ser. Lo miré con toda la rabia que podía mirarlo, porque algo me decía que él temía aquello y nunca me lo había comunicado, parecía que casi me había logrado ocultar algunos o muchos de sus pensamientos.

Por toda respuesta, Ben se acercó a mí y se derrumbó, cuan alto y poderoso era, en mis brazos.

Y entonces mi ser ardió, de nueva cuenta, absorbiendo toda la obscuridad que me había obligado a rechazar todos los días, cada día, desde aquella remota ocasión en que Ben, derrumbado, con una cicatriz que recorría su rostro y hasta su hombro, provocada por el sable que alguna vez fue suyo, yacía sobre la nieve de la Base Starkiller, temblando, no de miedo, sino de confusión, incapaz de creer que le había vencido y que había, sin embargo, rechazado asesinarlo.

"Muy rápido… Muy fácil…"

Las palabras de nueva cuenta rebotaron, repitiéndose una y otra vez en mi cerebro, mientras el Líder de los Caballeros de Ren, sin yo saberlo, resurgía en mis brazos para unirse a mí en una nueva afrenta. Fue en aquel segundo, mientras su cuerpo se debatía entre el honor y la furia, que también tomé, por fin, mi decisión.

Habían matado a mi hijo, la razón por la que había rechazado por segunda vez, el Lado Obscuro.

Ahora ya no existía una sola razón que me detuviera para entregarme a él.

Ben tampoco encontró ninguna.

. . .

No llegamos muy lejos, a razón de que la República también nos había tendido una emboscada a nosotros, a ambos, mucho más inteligente y mucho más eficaz que todas las ocasiones anteriores que habían tendido emboscadas a nadie. Aún teniendo a Poe Dameron en sus filas y habiendo integrado después a Finn, sus planes no nos fueron en absoluto desconocidos. Sin embargo, Ben propuso algo impensable.

- Rey – dijo por lo bajo mientras tomaba ropas de un cajón - ¿Qué pasaría si nos entregamos? – Pareció enmudecer. Sabía bien lo que había estallado en mi interior.

- ¿Entregarnos? – pregunté escandalizada - ¿Por qué? ¿Qué hicimos para que mataran a Anakin, eh? ¿Acaso me dices que apruebas que hayan matado a tu propio hijo sólo porque fue tu madre quien lo ordenó? -estaba gritando- ¡Contesta de una maldita vez! – las lágrimas contenidas le dieron a mi voz un extraño tono trémulo.

- ¡No puedo perdonar a mi madre, Rey! Pero si nos entregamos, nos dejarán en paz.

- Te cansaste de pelear – lo miré, asqueada - ¿Eso es lo que tu abuelo empezó que tú pensabas terminar entonces, Kylo Ren? – Dije, cargando de todo mi odio la frase - ¿Qué eres? ¿Eres un guerrero o un cobarde? – Sentí como algo en su interior también se incendió, como si hubiese detonado un arma dentro de él.

- ¡¿Crees que quiero perderte también?! – Me miró de frente – Me entregaré.

- Una vez te dije – Contesté, ya impaciente – que si estabas en mi contra, serías mi enemigo. Eso no ha cambiado. Si eliges entregarte, los mataré. A todos. De todos modos, lo haré, Ben. Pero serás tú el primero en mi lista.

Se acercó y desviando luego la vista, se sentó en la cama en que habíamos reído y hablado durante años. Se sostuvo la cabeza entre las manos, entrelazándose los dedos en el cabello negro. Estaba largo y reluciente, como antaño, como siempre.

Lo amaba. No podía creer que pudiera tener algo que ver en la muerte de su propio hijo.

Sabiendo cuánto amaba yo a mi querido Anakin, una parte de él, una parte mía, por fin veía que nada tenía que ver, que, una vez más, yo veía todo desde la perspectiva equivocada. Ben huía porque estaba tratando de no enloquecer y acabar con las vidas de tantas personas. Huía de un acto de venganza, que sin embargo veía justo porque a quien habían asesinado, era al hijo que tanto amaba, sangre de su sangre, a quien había entrenado para convertirse en todo lo que él había deseado ser y no había podido.

Me senté junto a él un momento y lo besé suavemente. Alzó la vista y me miró.

- Tus ojos no son como recuerdo. A partir de ahora, no volverán a ser como eran.

No entendí lo que decía y me levanté.

El espejo me devolvió la imagen de un rostro pétreo, prácticamente con las mismas facciones de siempre, quizá algo crecidas; un rostro bronceado y sin arrugas, liso y terso como la roca.

Pero mis ojos eran del más intenso de los tonos de rojo; tan rojos como el sable que Ben había prometido no volver a utilizar, pues con él, había despojado de la vida a su propio padre.

Cuando levanté la vista y vi sus manos, éstas sostenían la empuñadura desgastada de metal oscuro y las salidas para la luz del cristal que aún contenía.

Su sable reclamaría la vida de su hijo y el Lado Obscuro reclamaba las de ambos.

El Halcón volaba como si fuese un carguero nuevo.

Después de las modificaciones que le había hecho, había también restaurado parte de los componentes del motor y funcionaba mejor de lo que jamás lo había hecho. Han Solo se habría emocionado al probarlo.

La idea me hizo sonreír un momento. Pero ya no había tiempo de sentimentalismos, ni de recordar a las leyendas del pasado.

La contemplación había terminado y teníamos que escapar para reformar la Primera Orden.

La idea fue algo que Ben rechazó en un principio, como todo lo que había propuesto, porque a final de cuentas, yo entendía que no tendríamos más opción que hacernos de aliados en donde fuese posible y los Caballeros de Ren, hasta donde tenía conocimiento, seguirían a Ben a donde fuese.

Habíamos huido pues de la República, de la Resistencia y de los planetas Aliados.

Estábamos solos. Ben y yo.

A veces encontraba a Ben con los ojos humedecidos, aunque jamás decía una palabra. Pero todo nuestro vínculo se sentía perturbado, ennegrecido por la pena que no lograba expresar más allá de la humedad en sus mejillas.

En algún punto de nuestra travesía a Ach-To, que para entonces ya era un planeta desierto, donde no podrían buscarnos a través de las cordilleras por no contar con las naves adecuadas y tampoco podían rastrear nuestras ubicaciones, Ben decidió portar de nuevo la máscara con que había cubierto su rostro desde los quince años. Kylo Ren estaba completo entonces y lo más razonable era que así fuese, porque fue ese momento el que eligió también para invocar a través de la Fuerza a los otros seis caballeros de Ren. Fue entonces que supe que todos y cada uno de éstos eran portadores también de ciertas habilidades con ella y tenían cada uno un peculiar dominio de la misma.

Fui testigo de cómo entrenaban ferozmente entre ellos, incluso con Ben. Pero él no permitía que se me acercaran.

Desconocía el motivo, pero lo cierto es que era mejor así. Y creo que era porque Ben no deseaba que existieran apegos. Lo único que habían hecho tales apegos era hacernos débiles y perder a todos aquellos a quienes habíamos amado.

El Halcón tenía sólo cuatro habitaciones, las que aunque resultaban insuficientes, tenían suficiente espacio para albergarnos a todos allí. De esa forma permanecíamos juntos en caso de alguna emboscada sorpresa.

Alguna ocasión sentí a Leia Organa tratar de invadir mi mente, sondeándome a mí o a Ben, tratando de ubicarnos. Nunca tuvo éxito.

Actualmente los Caballeros Ren ya no están en Ach To. Buscan a través de la Galaxia a otros aliados; seres perseguidos con habilidades en la Fuerza que se unan a nuestra causa: Destruir la República como un día pretendiera el Emperador Palpatine, como lo intentara Darth Vader, Anakin Skywalker.

Ben y yo continuamos aquí, a la espera de que nuestro proyecto, nuestra venganza y nuestras decisiones, cambien el orden de la Galaxia.

¿Tenía razón Ben cuando dijo que la Primera Orden no era toda maldad? No lo sé. Pero ya no importa. La maldad, descubrí mucho después, depende de quien la ejerza y quien la reciba pero nunca lo vemos porque o estamos de un lado, ejerciéndola o estamos del otro, siendo presas de ella.

Decidí que no deseo que Ben sea presa de la maldad de otros, cumpliendo las expectativas de los ciudadanos o del Senado, o de los gobernantes o de la mismísima República Galáctica. Decidí que no deseo ser presa de la maldad y exponerme, como nuestro hijo estuvo expuesto desde antes de su nacimiento, a ella.

Decidimos luchar contra ello, haciendo lo que deba hacerse para no volver a ser presas de los deseos de otros.

¿Eso es maldad?

Maldad fue hacernos pensar que debíamos huir del Lado Obscuro. Maldad fue hacernos creer que el lado luminoso era la única alternativa, cuando fue el lado que decidió ponerle fin a la vida de un ser dulce e inocente, carne de la carne de quien se suponía representaba esa luz.

Maldad fue transformarnos en lo que somos.

Estoy con Kylo Ren. El líder de la Primera Orden de Caballeros de Ren, despiadado y cruel, extintor de vidas, verdugo sin misericordia de la mitad de la Galaxia.

Generoso de su parte, me ha cedido la otra mitad.

Y me considero menos generosa que él.

Esto es lo que creo sobre la Fuerza: Es un beneficio, un regalo. La oportunidad de hacer bien con ella y enseñar a otros a hacer bien para generar felicidad y paz.

Pero cuando eres menos afortunado, y la Fuerza te llena de desdichas y sufrimientos, no es más que una maldición.

Vives con ella, la toleras, te adaptas.

Pero eso no deja de hacerla una maldición.

Eterna e insoportable.

Si Ben no existiera, ¿Podría soportar tal maldición?

No.

Estamos juntos porque la compartimos.

Y ahora es justo el momento para demostrar a la Galaxia cómo y por qué.