Sueños

A Marinette le gusta escribir acerca de sus sueños en su diario. Es una costumbre que su mamá le inculcó desde pequeña, y las páginas de su libreta usualmente están llenas de las más alocadas historias, desde unicornios de colores hasta las más terribles pesadillas. Las bordes de las hojas están gastadas, y la mayoría de ellas tienen corazones por todos lados, especialmente cuando en su sueño aparece el perfecto rostro de su Adrien. ¡Marinette adora cuando sueña con el muchacho! No solo sus fantasías se vuelven realidad, como la perfecta cita o el primer beso, también despierta con la sensación de que puede conquistar el mundo, algo que dura el resto del día.

Poco después de recibir su Miraculous soñó por primera vez con su alter ego, la superheroína Ladybug. Al despertar, la joven no dudó en correr y escribir a detalle lo que había soñado. ¡Había sido maravilloso! Los corazones fueron remplazados por el coqueto dibujo de una mariquita, y mientras dibujaba pensaba como transformarse y derrotar a villanos akumatizados definitivamente era aún más surreal en el reino de los sueños que en la vida real.

A veces, cuando Marinette no tenía mucho que hacer o simplemente quería relajarse un poco, sacaba su gastado y preciado diario, que nunca fallaba en sacarle una sonrisa, sobre todo cuando Tikki leía junto a ella. Y conforme pasaron los días y las semanas, Marinette siguió escribiendo religiosamente, sin falta, ni por un solo día.

Hasta que conoció a Chat Noir. Coqueto, ágil y sublime Chat Noir.

Tener un compañero contra el crimen resultó ser bastante favorable. Podía permitirse bajar la guardia un poco más y la responsabilidad de salvar Paris finalmente era compartida. Pelear contra los malos ahora era más sencillo y las batallas duraban mucho menos. Los golpes recibidos eran escasos y, como un plus, tenía alguien con quien bromear y reír para liberar estrés. Además Chat era un tipo agradable, un poco lleno de sí mismo, pero leal y confiable. En general, Ladybug no tenía ningún inconveniente en tener a Chat Noir en su vida, o eso pensaba, hasta que dejó de soñar con Adrien.

Todo ocurrió muy rápido y Marinette despertó de un brinco, sus mejillas carentes de color. En su sueño se encontraba paseando por uno de los muchos jardines de Paris, a su lado y tomando su mano, estaba un muchacho. Por supuesto que era Adrien, Marinette podía sentirlo, el característico calor de su palma estaba tatuado en su memoria y su presencia, aunque proporcionada por su subconsciente, era inconfundible. La joven reía, y como en una película, volteaba lentamente para mirar su rostro, solo para encontrar que sobre la piel de su amigo descansaba la oscura máscara que ocultaba la identidad de Chat, y un poco más arriba, las delicadas orejas de gato adornaban su rubia cabellera.

Confundida, y un poco asustada, Marinette decidió no escribir sobre su sueño esa noche.

Desgraciadamente los sueños no dejaron de ocurrir. No los tenía diario, pero sí frecuentemente. La primera cita, el beso perfecto, el futuro ideal, todos los escenarios que su mente le había proporcionado una vez con Adrien como protagonista, ahora se repetían con Chat Noir. Marinette no sabía que era peor, que el rostro de Adrien nunca más se apareciera en sus sueños, o que ella en verdad sintiera que estaba con él, pese a que en realidad se trataba de su compañero.

Poco a poco las noches en las que escribía en su diario se hicieron escasas. Marinette se negaba escribir sobre Chat Noir, como si el ponerlo en papel hiciera la triste situación aún más real, algo que ella quería evitar a toda costa. Su corazón le pertenecía al joven modelo, y ya era suficiente con traicionarlo en sus sueños. La libreta, que una vez estuvo llena de corazones y mariquitas, quedó olvidada bajo el colchón de su dueña.


En otra casa, en otra recámara y en otra cama, Adrien soñaba con Ladybug.

Siempre había soñado con ella, desde antes de recibir su Miraculous y desde antes que la superheroína se apareciera por primera vez en Paris.

Al principio, cuando era un niño, no entendía porque una adolescente vestida de rojo se aparecía tanto en su mente, saltando y haciendo piruetas, ¿quién era? ¿de dónde venía? ¿qué quería? ¿Y por qué demonios aparecía en sus sueños todas las noches? Sin embargo, pese a la falta de respuestas, tuvo que aceptarlo. Simplemente así era, ella allí estaba, y no podía hacer nada para evitarlo.

Cuando Plagg apareció y le ofreció el anillo que le permitió encontrarla, todo encajó como si su vida entera hubiera sido un rompecabezas. Ella era Ladybug, y él siempre estuvo destinado a ser Chat Noir.

Enamorarse de ella fue terriblemente sencillo, y conocerla, conocerla de verdad, era todo una aventura. La borrosa imagen que tenía de ella se fue definiendo poco a poco, y su misterio, que en sí encerraba a otro aún más grande, desapareció de la forma más dulce y agradable posible. Simplemente era una chica parisina, normal y maravillosa al mismo tiempo, que seguramente soñaba con él también, pese a que nunca le había preguntado.

Todo era maravilloso, hasta que una noche, y de la nada, la máscara que ocultaba la identidad de su Ladybug desapareció. Por primera vez en muchos años el rostro de otra persona apareció en sus sueños. La chica que saltaba y movía su yo-yo con destreza aún usaba su traje rojo con manchas negras, tenía el mismo peinado, y se movía igual, pero Adrien no pudo evitar despertar de un salto, con la respiración atorada en la garganta, cuando la superheroína, su mejor amiga, que había volteado a verlo en sus sueños, tenía las facciones de Marinette.


¡Hola! Espero que les haya gusto el primer capítulo de mi desafío de los 30 días. :) Mañana pondré el siguiente, que se titulará "Candado". A ver que se me ocurre, jaja.