Marzo 1905
-Diego estoy lista para partir.
Mi chofer se acerca; y se coloca delante de mi, lo tomo de su hombro derecho y pongo mi mano en su brazo izquierdo. El da un paso y yo salto, así lo hacemos unos cuantos pasos más. El se detiene y me voltea a ver:
-Sra Bella puedo cargarla si quiere, es más difícil subir esta pequeña inclinación y la veo un poco cansada.
-Diego no insistas, soy demasiado pesada para ti. Hagámoslo despacio, te diré si quiero parar.
Seguimos nuestro ritmo, un paso, un brinco; un paso , un brinco. Después de recorrido el tramo, subí al coche y Diego arranco y seguimos nuestro camino.
Llevamos ya 4 horas. Habíamos viajado desde Chicago en tren hasta Seattle. Y ahora nos dirigíamos a Forks en auto. Pero en el trayecto había visto un paisaje tan Hermoso que no pude resistirme y le pedí a Diego que nos detuviéramos. Tenía que contemplarlo, buscar un poco de paz después de todo lo que había pasado.
Iba a Forks a pasar una temporada. Ahí estaba el Hotel Cullen a la orilla de la playa, con vista al mar.
Mi padre había sugerido que viniera a visitar a Tia Esme y su familia. Hacía años que no los veía.
Hace dos semanas había mandado carta para avisarle que pensaba venir, no espere la respuesta y decidir venir antes de arrepentirme.
-Sra Bella hemos llegado a la cuidad, quiere que me detenga?
-No Diego, sigue hasta nuestro destino, prefiero llegar ya y no tardar más.
Pasados unos minutos tomo el camino al hotel Cullen. A lo lejos se veían los techos, podía sentir ya lo humedad del mar y el olor a sal. Cerré mis ojos por un momento y de repente siento que se detiene el auto. Abro mis ojos y tengo a mi izquierda al hotel Cullen.
Diego abre la puerta para mí y me apoyó para intentar salir, con un poco de su ayuda. Al fin estoy fuera del coche y levantó la vista a contemplar el hotel.
Tan grande como lo recordaba cuando tenía 9 años. Lo contemple y pedí su ayuda para encontrar La Paz que venía a buscar.
Hotel Cullen, ¿podré sanar bajo tu techo?