Bloqueo creativo que ya terminó.
Por fin una continuación a todo lo que me falta por darles. Gracias por entender y continuar siguiendo esta historia 3
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Capítulo 12
Back to black
"… We only said good-bye with words
i died a hundred times
you go back to her
and i go back to...
i go back to us …"
Back to black fragment by Amy Winehouse
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El amanecer en Quebec era todo lo hermoso que podía ser. El cielo parecía rojizo contra el empedrado de la calle y la llenaba de un cálido tono rosa.
Hacía frío y parecía estar a nada de nevar.
La Rue Saint Anne número 20, albergaba el hotel Auberge du Trésor, que fue donde decidimos quedarnos; un pequeño hotel del centro histórico, acogedor y cómodo. Llegamos a éste alrededor de las 10 de la mañana.
Me encantaba la habitación y el hecho de que, aunque no sabíamos francés, no teníamos ningún problema de comunicación con los encargados ni con nadie en la ciudad. Dejamos las maletas y aunque deseábamos descansar del viaje, Ren pareció no estar interesado en quedarse. En cuanto me senté sobre el edredón beige con hilados dorados, me levantó de ambas manos y me preguntó si tenía hambre. Le dije que sí. Decidimos desayunar en el restaurant del hotel que ofrecía tarifas aceptables y bufet, y al entrar me encontré con un agradable sitio.
Con paredes de piedra, el restaurant poseía mesas pequeñas para dos y cuatro comensales, manteles blancos impolutos, cubiertos brillantes de plata y refulgentes copas de cristal. Quebec es uno de los lugares que, inspirados por la ocupación francesa y su población con gran cantidad de franceses, ofrecen únicamente vino y agua burbujeante de Francia y productos locales de compañías también francesas, así que no hay vasos, sólo copas. Esto, a Ren le pareció sumamente interesante.
Se había afeitado, ya no llevaba el cabello largo como lo llevara hasta el último día que permanecimos en Washington y por primera vez desde entonces, su rostro parecía más animado. Se situó detrás de mí retirándome la silla, y tal gesto de caballerosidad, en realidad me sorprendió.
- ¿Crees que no conozco nada sobre modales?
- No es eso… Bueno, es que pensé que, de donde eres, todo eso no era necesario.
- Te equivocas. Soy el hijo de la que alguna vez fue una princesa, luego una senadora. Conozco cómo hay que comportarse – sonrió levemente y ocupó su sitio frente a mí. Un mesero de inmediato se acercó y después de saludar, nos ofreció sendos platos de porcelana para tomar lo del bufet. Ren se levantó y tomó el mío.
- Oye ¿No puedo elegir mi propia comida? – Reí. Ren me miró fijamente y sonrió ligeramente.
- Me alegra escucharte reír – su mirada entristeció de pronto - ¿Puedo sorprenderte? Tal vez sepa qué quieres. Me encogí de hombros.
- Me parece bien – asentí y me acomodé la servilleta sobre las piernas enfundadas en un pantalón de pana color café, ciñéndome el suéter beige. Me desanudé la bufanda y la metí en el bolso café que colgaba en la silla. Luego, lo observé.
Frente a la barra de las comidas, Ren parecía que todo era muy sencillo. En un plato sirvió un poco de algo, luego otra cosa y luego de una fuente, tomó dos panqueques a los que agregó mantequilla derretida y miel. Dejó el plato en la barra y tomó el otro, sirviendo también. Cuando regresó, dejó frente a mí un plato con algo que nunca olvidaré y que con el tiempo se convirtió en nuestro desayuno favorito de los domingos.
Eran huevos revueltos a la francesa con jamón frito y queso emmental. Al lado, los dos panqueques que le había visto colocar de la fuente, mismos que chorreaban de jarabe. Sonreí. En su plato, había jamón, panqueques y queso gouda en cubos.
El mesero llegó con una botella de Sauvignon Blanc y nos sirvió en ambas copas, dejando la botella sobre una charola en una especie de estructura al lado de la mesa. Una chimenea un poco más dentro del local, dejaba ver una hoguera crepitante, que permitía mantener el sitio caliente mientras afuera comenzaban ya a sentirse signos de un invierno inminentemente frío.
- Parece que leíste mi mente. ¿Lo hiciste?
- No. Trato de no usar la fuerza para cosas tan insignificantes que puedo aprender con observar lo suficiente.
- Me da gusto que decidieras acompañarme ¿sabes? No quería viajar sola pero tampoco quería quedarme allá.
- Viajo lo suficiente para imaginar lo agradable que puede ser un viaje con la compañía correcta – Esto era lo más cercano a un halago que podía obtener de él y lo sabía, así que me emocionó interiormente, aunque intenté no dejárselo ver.
Cuando terminamos de desayunar, pagué la cuenta con la tarjeta que había tramitado para el viaje, y decidimos caminar por el centro histórico, casi de inmediato dimos con la Rue du Trésor. Atestada de gente, la vía empedrada nos condujo a través de un montón de pequeños locales, negocios todos con la misma estructura pequeña, enmarcados en puertas de madera verde botella con doseles y líneas doradas. Paseamos todo el día y tomamos fotografías de todo, desde la catedral basílica de Notre Dame, fuimos a un interesante ghost tour, y de allí decidimos caminar hasta la Terrace Dufferin, un hermoso kiosco, verde y blanco. Al final, llegamos hasta el barrio Petit Champlain y nos detuvimos a comer en un pequeño hostal francés, Cher Arriste. Para cuando nuestra caminata concluyó, eran casi las siete de la tarde y decidimos volver al hotel. Ren parecía muy interesado en todo lo que había visto. Habíamos caminado del brazo todo el día, como una pareja que ha salido de vacaciones luego de graduarse. Las personas sonreían mientras nos veían pasar. Y Ren parecía más contento, más animado, más humano.
…
Le pedí cerrar las cortinas. Ren lo hizo como si sólo esperara a que se lo hubiera pedido y se encerró silencioso en el baño. Pronto escuché el agua de la regadera correr y supe que estaba duchándose. Salió del balo vistiendo únicamente un pantalón de dormir, sin camisa. No pude evitar recorrerle con la mirada. La blanca piel de su pecho estaba inmaculada y su cuerpo continuaba siendo atlético y atractivo. No estaba ciega.
Tuve que hacer acopio de toda mi voluntad para meterme en el baño y ducharme. Abrí la llave y me dejé empapar en el agua tibia. Salí rápido y decidí vestirme nuevamente. Estaba secándome el cabello al salir y Ren mantuvo su vista fija en mí, al parecer esperando que dijera algo.
- ¿Qué pasa?
- Hay una sola cama, Rayan.
- ¿Y? Pagar dos habitaciones habría sido más caro y… Hemos dormido juntos.
- Esto es diferente. Dormiré en el sofá – Y se levantó, abrió el armario y sacó una manteleta blanca con la que se cubrió hasta la barbilla, tumbándose en el sofá.
- No dormiré en la cama – dije – úsala tú – Por alguna razón su negativa a dormir conmigo, realmente me molestó.
- No seas infantil. Ve a dormir.
Lo miré fijamente, era obvio que estaba molesta. Apagué las luces, acomodé la calefacción y me acosté en silencio en un lado de la cama, como mostrándole cuánto espacio había aún.
Pero la caminata, el baño y el hambre (porque por esta discusión insignificante, olvidamos pedir algo de cenar a la habitación) comenzaron a hacer efecto y no pasé mucho tiempo enfadada. Me quedé dormida casi de inmediato, dándole la espalda a Kylo Ren.
…
Era aún de noche. Abrí los ojos y me di la vuelta. Kylo Ren no estaba en el sofá. De inmediato me levanté de la cama. Y entonces lo vi.
Parado, vestido con los mismos pantalones, sólo veía fuera a través del cristal. Estaba serio y su rostro parecía más bien apacible. Me acerqué y le miré.
- ¿Estás bien?
- Sí. Pensaba en…
- Sí. Pensabas en Rey, lo sé – declarar esto removió algo incómodo en mi.
- No. No pensaba en ella- negó – Pensaba en… - y su mano rozó mi mejilla – Ti.
Confusa, me di la vuelta sin poder mirarlo.
- ¿Cómo dices?
- Que debes pensar que soy un estúpido.
- ¿Por qué pensaría eso?
- Me negué a dormir contigo.
- Íbamos a dormir.
- Exacto, y me negué, como si tuviera que huir de ti.
- Ren… Es… Normal que no quieras apegarte a mí. Es normal que no quieras estar cerca de mí porque me parezco a ella o porque encuentras en mí rasgos que te la recuerden. A veces me pasa lo mismo contigo y Ben pero… ¿Sabes? Que existas ha hecho sencilla esta transición.
La mirada de Kylo Ren se tornó peligrosa, muy peligrosa. Decidí no hablar más sobre ese tema y reviré.
- No hay problema si duermes conmigo. No te atacaré.
- Temo que no es eso lo que me preocupa.
- ¿No? – Confundida, lo miré - ¿Entonces qué?
- Que yo te ataque a ti.
La atmósfera se tornó extraña, pesada, y al mismo tiempo tenía un dejo de alivio. Ren se acercó a mi.
- No puedo evitarlo, Rayan, no podía evitarlo desde el primer momento en que te vi.
- ¿Qué querías evitar?
- Que me atrajeras. Que tuviera que verte, que tuviera que absorberte con la mirada aún contra mis propios sentimientos. Amaba a Rey y aún ahora la amo, pero ella no es mía, Rey ha muerto. No volverá más. Y tú estabas allí, cuando ella no estaba, y estás ahora de nuevo que ella otra vez no está…
- Basta. No hables. No digas eso otra vez. No vamos a estacionarnos en el pasado una vez más, hablando de quienes estaban y quienes ya no están, no es correcto para ellos y no está bien para nosotros – lo miré a los ojos – Puedes dormir en la misma cama. No me acercaré y si lo intentas, te pediré que lo pienses. Seguro te echas atrás – y dándome la vuelta, nuevamente ocupé mi sitio y le di la espalda cubriéndome entre los edredones.
Casi de inmediato, Ren se acomodó a un lado. Sentí el peso de su cuerpo hundir el colchón.
Y en vez de alejarse como le había pedido expresamente, de intentar en vano no acercarme para no incomodarle o pedirle lo que no podría darme o lo que yo no podría darle, Kylo Ren se apretó contra mi espalda. Me ponía las cosas tan difíciles que no sabía qué hacer. Murmuró.
- ¿Y si quiero acercarme? ¿Y si estoy tan seguro de hundirme en lo que sea que me haces sentir, qué harás, Rayan?
Cerré los ojos con fuerza. No quería escucharlo. Su voz me haría ceder. Su voz me haría olvidar a Ben. Su voz me obligaría a caer profundamente en su obscuridad.
Pero no cedió.
- Contéstame.
- No necesitas una respuesta – y me giré a mirarlo – Mírame. Estoy completamente indefensa ante ti. Quieres recordarla usándome y no…
- ¿Qué clase de absurdo acabas de insinuar?
- ¿No es eso lo que dices?
- No. ¡No! – negó con vehemencia – No. Nunca – Se acercó completamente sin dejar ni el más mínimo espacio entre ambos, su respiración se agitó mientras sus labios murmuraban cerca de los míos bajo el edredón en la penumbra – Te necesito a ti.
Este beso no se parecía a ninguno que le hubiera dado o él me hubiera dado. Este beso era pasión por completo, enteramente, nos devoraba algo a ambos en él que no podíamos descifrar en palabras, pero que deseábamos sentir. Su lengua penetró en mi boca de tal modo que parecíamos habernos fundido, uno al otro y luego mezclado en una especie de homogeneidad desconocida y abrumadora, demasiado poderosa para combatir.
Cerré los ojos dejándome llevar, segura y atada a sus brazos. Haber caído desde lo más alto de aquel hotel abrazada a su cuello, no me habría separado de él.
Ren jadeaba. Acallaba mis jadeos con sus labios, comiéndose uno a uno cada sonido. Su pecho era cálido y sobreprotector. Su piel estaba tibia y sus manos, al principio inmóviles, pronto dejaron de estarlo y hurgaban entre la tela acogedora de mi ropa de dormir. Sus dedos jugaban con la piel de mi cuello, me atraían más a sus labios. Yo era incapaz de abrir los ojos, de enfrentarme a su mirada, aún cuando posiblemente la obscuridad no me dejara verla.
Pero los abrí.
Y cuando lo hice, sus ojos brillaban, ya no negros, ya no verdosos. Sus ojos eran completamente obscuros pero tenían un brillo casi imperceptible, rojizo, como el amanecer de aquel día. En silencio y sin dejar de besarme, me quitó los pantaloncillos y acarició la línea de mi ropa interior. Sin prestarle siquiera atención y sin quitar sus ojos de los míos, bajó mis pantaletas hasta mis rodillas y moviendo las piernas terminé por removérmelas por completo. Su mano entonces deambuló hasta mi pecho y le dio un pellizco.
Resoplé, excitada. Casi me había hecho explotar.
Sin decir una palabra, su mano entonces bajó acariciándome, tocando mi piel como si nunca la hubiera visto, como si fuese la primera ocasión en que estaba a su alcance. Por fin se deslizó entre mis piernas, aliviándome entre gemidos, y sus dedos se deslizaron en mi humedad.
Dejé escapar un gemido ahogado y llevándome una mano a los labios, traté de disimularlo, pero me fue imposible. Sus caricias se hacían más y más intensas, y cuando sintió que mi cuerpo no toleraría más la tortura, me acarició la frente, abrí los ojos al sentir que paraba y me miró. Sus ojos continuaban siendo vacíos, completamente vacíos, indescifrables, pero al mismo tiempo parecían controlarme, disminuirme, restarme toda capacidad de razonamiento.
Su mano se deslizo nuevamente entre mis rodillas y las abrió. Las flexioné más y se situó entre mis piernas, entrando en una sola embestida, sin avisos, sin disculpas.
Fuertemente, sin importar si me dolía o no, se movió sobre mí, deslizándose entre mis paredes. Dejó escapar sonidos de placer aferrándose a mi cadera, atrayéndose a mi cuerpo, sopesando mi carne y doblegándome mientras me poseía. ¿Qué tenía yo que lo tenía así, descontrolado, dispuesto a permanecer dentro de mi cuerpo cuanto yo lo deseara?
Esta pregunta rápidamente se esfumó de mi mente.
Inclinándose hacia mi, cerrando sus ojos, Ren me besó intensamente una vez más, moviéndose rápidamente, con tanta fuerza que doblé más las rodillas y le permití internarse aún más dentro de mi.
Escondió entonces el rostro en mi hombro, acariciándome el cabello, sin dejar de moverse. Ambos sudábamos ya bajo el edredón, la habitación ahora se sentía caldeada. Sus gemidos aumentaron atronadoramente en mis oídos, y me excitaron tanto que me abracé a él.
Jamás me había sentido así con Ben.
Eso, lo que hubiera sido, había sido diferente.
Sin cerrar los ojos, lo miré y apoyé mi mano en su espalda, atrayendo su cadera hacia la mía, haciéndole entrar más profundamente.
Y un momento después de eso, mientras mi mano acariciaba su espalda y mi mirada tímida y suplicante se transformaba en una triunfante y de gozo, Kylo Ren vació su semilla en mi interior en un solo grito, mientras yo ya me retorcía en el orgasmo más intenso que nunca había sentido hasta entonces.