Ha llegado el momento de cerrar esta historia, y no solamente eso, sino de cerrar también esta etapa para mí (y de ponerme un poquito sentimental). Han sido muchos fics durante todo esta etapa de "Castle", pero para mí ha sido mucho más que eso, para mí ha sido un largo camino en el que he mejorado muchísimo escribiendo. Si ahora echo un vistazo a mis primeros fics de la serie probablemente me avergüence, pero me alegra de que estén ahí ya que sin duda me han ayudado a mejorar mi forma de escribir. Y en este proceso conocer vuestra opinión ha sido de gran ayuda, por eso necesito daros la gracias una vez más (no me cansaré de decirlo). GRACIAS por haberos tomado unos minutos de vuestro tiempo en leer y comentar, no solo esta, sino cada una de mis historias. Gracias por las críticas y gracias por las bonitas palabras. Ha sido una bonita experiencia, sin duda.

Con esto no quiero decir que vaya a dejar de escribir, no lo haré, pero no tiene sentido continuar escribiendo fics de Castle. Por una parte porque con la serie finalizada, es complicado que a una misma le surjan nuevas ideas que escribir sobre ello; por otra porque creo que ya he explotado (en fics) todo lo que que quería de la serie jaja; y por último porque me gustaría intentar centrarme en escribir algo más propio. ¡Y quién sabe si dentro de no mucho me apetece escribir un fic de la nueva serie de Stana! :D (Y a quien le interese todavía me podéis seguir leyendo en "A writer, his muse, and their 3 kids" fic que escribo a medias con Sarux, aquí mismo en fanfiction).

Dicho esto solo me queda volver a agradeceros y desear que disfrutéis de éste último capítulo tanto como yo disfruté escribirlo.


Capítulo 33 – EPÍLOGO:

Kate

Sentada en el asiento de la ventanilla observo la pista de aterrizaje. Siento un déjà vu poco agradable y recuerdo la última vez que hice esto, la última vez que regresé a Nueva York. Entonces estaba asustada y con una ligera sensación de vértigo en el estómago que nada tenía que ver con las maniobras del piloto.

Hace solamente un par de semanas que volví a Boston. Y cuando lo hice, cuando regresé al apartamento que a menudo compartía con Will, me di cuenta de que nunca lo había podido llamar "hogar". Lo mismo ocurrió cuando volví a mi lugar de trabajo, me di cuenta de que poco tiene que ver con la comisaría número doce. Mis compañeros me recibieron con alguna sonrisa o movimientos de cabeza como si quisiesen decir "nos alegra verte de nuevo" pero no se atreviesen a pronunciarlo. Nada que ver con los abrazos y los efusivos saludos de Lanie, Esposito, Ryan o incluso Montgomery.

Todo eso hizo más fácil la conversación que a continuación tuve con mi superior, el Capitán Shawcroos quien pareció verse apenado por mi traslado, pero que comprendía la decisión y los motivos que me habían llevado a tomarla. A su comprensión creo que contribuyó también una llamada que él había recibido esa misma mañana de uno de los altos jefes de la policía de Nueva York pidiendo mi traslado a la gran ciudad.

Regresar a casa después del accidente de papá me había cambiado la vida. Reencontrarme con Castle la había puesto patas arriba. Pero tal y como decía el famoso poeta uruguayo, "tu alma gemela es alguien que viene a poner en duda las cosas, que cambia tu realidad, alguien que marca un antes y un después. Es esa persona que se las arregla para revolucionar tu mundo en un segundo."

Y esa persona es Castle, él lo había revolucionado todo desde el primer momento que nos vimos en aquella discoteca, años atrás.

Sonrío cuando comienzo a juguetear con el anillo de mi dedo anular. Todavía no me acostumbro a la sensación de llevarlo puesto.

Todavía no se lo he contado a mamá y papá. En realidad, todavía no lo hemos hecho oficial porque Castle me lo pidió antes de que me marchara a Boston (lo hizo de una manera íntima y romántica después de haber compartido una agradable velada para dos y haber paseado por Central Park cogidos de la mano. Fue perfecto).

No puedo esperar para verlo de nuevo y concienciarme de que ahora tenemos una relación seria, y que además soy su prometida.

Las mariposas revolotean en mi estómago ante ese pensamiento.

¿Qué pensarán mis padres de todo esto? Estoy segura de que mamá se alegrará (no solo por verme feliz, sino por tener como futuro yerno a uno de sus escritores favoritos). Y papá… realmente espero que él también se alegre. Después de la conversación que tuvimos en su regreso a casa, finalmente hemos limado asperezas y ambos somos capaces de hacer las paces con las decisiones que tomamos en el pasado.


Dos semanas antes…

Suspiro profundamente cuando los coches de delante se detienen, haciendo que nos estanquemos en un pequeño atasco. El semáforo está en ámbar, pero a escasos metros un policía ha detenido el tráfico para dejar paso a una manifestación.

Esta es una de esas veces en las que me gustaría tener a mano la sirena de policía y saltarme el repentino atasco. El incómodo silencio que se ha instalado entre papá y yo desde el momento en que un enfermero me ayudó a subirlo al vehículo y acomodarlo en el asiento, hace que la tensión dentro del coche sea todavía más palpable.

Todo ha sido idea de mamá, que con la intención de que arreglásemos las cosas, me ha pedido que sea yo quien vaya a recogerlo del hospital después de que le diesen el alta médica. Ella tenía que ir a su despacho a reunirse con un cliente, por supuesto que no existe tal cliente, pero ni siquiera me ha dado la opción de negarme, así que no me ha quedado más remedio.

Papá emite un sonido parecido a un gruñido en el asiento del copiloto y yo me giro hacia él, preocupada.

-¿Estás bien? – Pregunto cuando veo cómo se lleva la mano al costado, donde recibió uno de los disparos.

Él asiente y yo respondo un escueto "vale" antes de apoyar mi brazo y mi cabeza junto a la ventanilla.

-¿Cuánto tiempo vas a seguir enfadada conmigo, Katie?

Masajeo mi entrecejo y opto por no decir nada, realmente no sé qué decir.

-Pensaba que las cosas entre tú y Will iban bien.

Esta vez no puedo evitar mirarlo, no esperaba que eso fuese lo próximo que iba a decir.

-Simplemente, no van. Lo hemos dejado – Digo, bajando la ventanilla para recibir el fresco en la cara.

-Sí, tu madre me lo ha contado. Pero después de tantos años… Pensaba que erais felices. No quería que un desliz con Castle arruinase tu vida.

-¿Un desliz? – A pesar de que las aguas parecían haberse calmado un poco, vuelvo a estar enfadada con él por su último comentario. Se lo hago saber en el tono de mi voz.

Él alza una mano e intenta defenderse antes de que yo ataque de nuevo.

-Eso era lo que pensaba antes. Ahora sé que lo tuyo con Will no habría llegado a nada más serio, aunque Castle no hubiese aparecido de nuevo en tu vida.

-Lo mío con Castle nunca fue un desliz – Le aseguro, girándome hacia él, manteniéndome seria con la mirada – Ni tampoco era un amor de adolescentes como tú pensaste cuando me enviaste a Boston. Nunca dejé de amarlo, y quiero que sepas que voy a estar con él, no me importa si tú te opones o no… Quiero a Rick y voy a estar con él.

Él aparta la mirada durante un par de segundos y entrelaza sus manos por encima de sus piernas.

-Tienes razón. Pensé que era un enamoramiento de juventud y no quería que tiraras por tierra todo el esfuerzo que habías hecho para llegar hasta donde estabas. Eras la policía más joven en Homicidios, Katie. Y yo sabía que llegarías lejos si te lo proponías, por eso no podía dejar que Castle, ni nadie, se interpusieran.

Sacudo la cabeza y la recuesto sobre el asiento. A pesar de que los dos necesitábamos esta conversación, no estoy segura de que nos esté llevando a ningún lado.

Papá estira su brazo hasta alcanzar mi mano con la suya. Las lágrimas acuden a mis ojos, pero hago un esfuerzo por no llorar.

-Me ha costado un tiempo comprender que la solución no era alejarte de Castle. Y lo siento.

-No puedo creer que te haya costado tanto tiempo decirlo. – Bromeo, y ambos reímos mientras un par de lágrimas se deslizan por mi rostro.

-Ahora, puede que lo que te voy a decir no te haga mucha gracia, puede que incluso te enfades conmigo otros cinco años… Pero he vuelto a interceder en tu trabajo.

Lo miro, anonadada, mientras él busca las palabras adecuadas.

-Papá…

-Ya has hecho todo lo que tenías que hacer en Boston, Katie… Así que he hablado con Bennet y con Montgomery, ¿sabes que él va a ser el nuevo Comisario a partir de ahora?

Hago una mueca y él se apresura a continuar.

-El caso es que, he estado hablando con ellos, y al parecer están escasos de personal en la doce.

No puedo creer que papá lo haya vuelto a hacer, y sin embargo, una sonrisa ladeada se dibuja rápidamente en mi rostro. Él me mira y alza las cejas sonriendo al mismo tiempo.

-¿Qué me dices, Detective Beckett? ¿Estarías interesada en volver a la doce?

-Por supuesto, Capitán. – Porque él siempre será mi Capitán.

Me inclino sobre el asiento y rodeo a papá con mis brazos en el reconciliador abrazo que tanto tiempo habíamos estado esperando. Nos quedamos así abrazados varios segundos, hasta que los coches parados detrás de nosotros empiezan a tocar el claxon y gritar cabreados por sus ventanillas.

Los dos miramos al frente y vemos como la manifestación ha pasado y el policía que dije el tráfico nos hace señas para que avancemos.

Papá murmura algo, pero yo ya estoy tan absorta pensando en mi regreso a Nueva York que ni siquiera lo escucho. Sonrío y piso el acelerador.


Arrastro mi ligera maleta por el suelo del bloque de apartamentos de la calle Franklin. Es curioso cómo después de nueve años en Boston apenas he encontrado objetos hacia los que sienta un lazo sentimental tan grande como para no donar la mayoría de ellos. Por ese motivo, mi pequeña maleta apenas va cargada con mi ropa y algún que otro par de zapatos.

Me quedo parada frente a la puerta de mi nuevo apartamento y observo fijamente el felpudo, ligeramente movido hacia la izquierda. Pero no le doy demasiada importancia, supongo que cualquier vecino lo ha podido mover al pasar por delante de mi puerta, o puede que incluso lo hiciese yo misma al salir con prisas al aeropuerto hace dos semanas.

La razón por la que decidí alquilar un apartamento para mí sola es que todavía no estoy preparada para perder mi espacio personal. Vivir con mis padres no era una buena idea si lo que quería era independencia. Y a pesar de las reiteradas propuestas de Castle de mudarme a su loft, acabó comprendiendo que yo todavía no estaba preparada para convivir con nadie. Seguramente se deba a que esta vez quiero hacerlo despacio, no quiero precipitarme y que las cosas salgan mal.

Aunque eso no significa que no esté comprometida con él. Lo estoy. No solamente de una manera literal.

Y estas dos semanas lo he echado terriblemente de menos, a pesar de las conversaciones telefónicas diarias. Me sonrojo al recordar una de esas llamadas que se nos fue de las manos por lo mucho que nos extrañábamos el uno al otro.

Entro a mi apartamento y dejo el bolso y la maleta a un lado. Me deshago del abrigo y los botines y camino descalza hacia la cocina.

Por suerte hay una botella de agua en el frigorífico. Es prácticamente lo único que hay en todo el apartamento. Eso, y un colchón en mitad del dormitorio.

Mi idea era buscar algún mueble de segunda mano, pero todavía no he tenido tiempo de hacerlo, y lo cierto es que no me molesta. Un colchón es casi lo único que necesito ahora mismo.

Casi.

Separo la botella de agua de mis labios y la vuelvo a meter en el frigorífico, paseando después mi mirada por el espacio abierto de mi apartamento. Está completamente vacío pero aun así siento una sensación extraña.

Es… como si me sintiese observada.

Estoy a punto de ir hasta mi bolso y coger la Sig Sauer que llevo dentro, pero rápidamente deshecho ésa idea. El hecho de sentirme observada probablemente se deba a la cercanía con el edificio de enfrente.

Camino hasta las ventanas para echar un vistazo a la calle pero entonces un ruido dentro de mi apartamento hace que me sobresalte por completo. Son demasiados años de entrenamiento como para no reconocer el sonido de unas pisadas silenciosas acercándose por el pasillo desde mi dormitorio.

Miro hacia la puerta de entrada y vislumbro mi bolso a un lado en el suelo. Calculo rápidamente las posibilidades de llegar hasta él antes de que el intruso aparezca en el salón, o de defenderme peleando con él.

Las pisadas se acercan y entonces lo descubro. Con una camiseta gris quizá demasiado ajustada, ceñida a su pecho, y unos pantalones vaqueros. Él también va descalzo y lleva una rosa en la mano.

-Bienvenida a casa – Su voz suena ronca.

Esboza una sonrisa y atraviesa el salón en mi dirección.

-¿¡Castle!? ¿Qué haces aquí? ¿Te has vuelto loco? He estado a punto de reducirte con uno de mis movimientos.

Por supuesto le di una copia de mis llaves. No estoy preparada para que vivamos juntos pero sí lo estoy para este tipo de visitas inesperadas.

-Me encantaría ver uno de tus movimientos – Dice él terminando de acercarse a mí y cogiendo mi cara entre sus manos todavía con la rosa en la mano.

Ni siquiera me da tiempo a reprimir una risa por su comentario. Sus labios atrapan los míos humedeciéndolos y permitiéndome deleitarme con su sabor.

-Te he echado de menos – Murmuro en apenas un susurro, con su frente pegada a la mía.

Me roba otro beso antes de entregarme la rosa.

-Así que… ¿Cómo fueron, tus últimas semanas de trabajo? – Pregunta mientras acaricia mis nudillos con su mano.

No puedo evitar sonreír. Hay muchas cosas que quiero contarle, pero creo que todas ellas pueden esperar.

-¿Qué? – Alza las cejas al no obtener respuesta.

-¿De verdad quieres saber eso ahora? Porque estaba a punto de mostrarte uno de mis movimientos…

Castle hace un esfuerzo por tragar saliva y mueve su cabeza efusivamente.

-No necesito saber ahora mismo cómo te ha ido en Boston. Eso… puede esperar para otro momento.

-Bien – Me muerdo el labio sabiendo la reacción que eso causa en él y entrelazo su mano con la mía, tirando de él hacia mi dormitorio.


Dos horas más tarde, Castle me ayuda a subir la cremallera de mi vestido. Un vestido que él mismo ha elegido para mí y que es sencillamente perfecto.

Cuando termina, sube sus manos por mi espalda, ciñéndolas a mi cuerpo, e inclina su cabeza sobre la parte posterior de mi cuello, besándome lentamente.

-¿Sabes? si continúas así, llegaremos tarde – Le advierto riendo mientras me giro hacia él y le robo un rápido beso.

Él sonríe pícaramente y le ayudo a abotonarse su camisa. Me observa en silencio y coge mi mano cuando termino, dejándole sueltos los dos últimos botones. Acaricia mis dedos, deteniéndose en aquel que porta el anillo.

-¿Vamos a decírselo?

Miro el anillo, para después mirar sus cristalinos ojos azules, y asiento.

-¿Crees que tus padres…?

-Les parecerá bien – Le interrumpo, siendo yo quien agarra su mano esta vez.

Castle asiente.

-¿Tu madre…? – Pregunto yo, parándome a pensar cuál será la reacción de Martha. - ¿Alexis?

-Les va a encantar. Ellas ya te adoran.

Yo asiento y él presiona un beso en mi frente antes de alejarse hacia la ventana, donde había colgado mi vestido y su traje que había traído para cambiarse, y se coloca la americana por encima de la camisa.

-¿Preparada? – Pregunta extendiéndome su brazo.

Sonrío y lo acepto sin dudar.


Mamá casi me había obligado a celebrar esta fiesta con motivo de mi traslado a Nueva York, y despedida de Castle. Yo le había pedido que fuese una cena informal más que una fiesta, pero igualmente ella y papá habían acabado invitando a más personas, reuniendo en casa a unos cuantos agentes y detectives, todos ellos de la comisaría doce.

Por suerte Lanie también está en la fiesta y me puedo apartar del gentío para mantener una conversación tranquila con ella. Hasta que acaba lanzándome todo tipo de preguntas sobre Castle y yo me niego a responderlas todas.

Paseo mi mirada por el jardín, buscándolo, pero no lo veo por ninguna parte.

Alexis charla animada con las hijas del Capitán Montgomery; Martha por su parte parece estar entreteniendo con sus anécdotas a un par de agentes.

Esposito y Ryan charlan y bromean con un grupo de Detectives controlando a su vez la barbacoa.

Mientras que papá y mamá están sentados en una de las pequeñas mesas del patio junto al Capitán Montgomery y su mujer.

Cuando me giro hacia Lanie la pillo con la mirada puesta en Espo. Y no es la primera vez que lo hace.

-¿Te gusta, no es así? – Pregunto, alzando una ceja.

-¿Qué? Oh, por favor, no. No, claro que no. – Intenta disimular, sonrojándose por completo.

-Ya.

-En serio, no lo estaba mirando a él.

-De acuerdo – alzo las manos – pero en el hipotético caso de que estuvieses interesada, podría organizar una cena de parejas. Castle, yo; tú y Javi.

Lanie frunce el ceño y me mira pensativa por unos segundos.

-Suena bien – Dice finalmente, decidiendo bajar la guardia. Solo por unos segundos. – Veros a ti y a Castle juntos, quiero decir.

No puedo evitar reír al mismo tiempo que sacudo la cabeza y me alejo de ella.

-Por supuesto que suena bien.


Cuando entro a la sala de estar en busca de mi prometido, lo encuentro jugando con Luka a la Xbox. Por alguna razón estos dos parecen haber comenzado a llevarse bastante bien, tienen una relación bastante cercana, y eso parece haber limado las asperezas que existían entre mi hermanastro y yo.

-Chicos, ¿qué hacéis aquí?

-Rick me estaba enseñando unos trucos – Sonríe Luka pronunciando las erres de una manera más fuerte.

-¿Ah, sí? – Pregunto, sentándome en el borde del sofá.

Castle me mira de reojo y deja su mando sobre el sofá, pidiéndole a Luka que continúe él solo. Se levanta y se acerca hasta situarse muy cerca de mí.

-Sí, bueno, no era el único que estaba aprendiendo algunos trucos. Hemos tenido una conversación muy interesante – Dice alzando una de sus cejas de manera sugerente.

-¡Castle! – Golpeo su hombro suavemente mientas bajo el tono de voz sin que por ello suene menos serio - ¿Qué le has dicho? ¡Es solo un niño!

-Tranquila, - dice, mostrándome una sonrisa burlona. – Es él el que me ha contado a mí. Me ha contado algunas cosas sobre ti… como que eres una marimandona y un poco gruñona.

Yo abro la boca y estoy a punto de decirle algo a Luka cuando unos golpes en la puerta de cristal que da al patio llaman nuestra atención.

-La barbacoa está casi lista – Dice mamá, sonriéndonos a los tres.

Castle y yo nos ponemos en pie y él me coge de la mano antes de que pueda salir al patio trasero.

-Creo que es el momento de decírselo.

Su mano se ciñe alrededor de mi cintura y pienso en el anillo de compromiso guardado en el bolsillo de mi vestido. Me hago con él y me lo coloco en el dedo sin que nadie se percate de ello, a excepción de Castle, que me sonríe con cariño. Unas cuantas mariposas comienzan a revolotear en mi estómago mientras él me conduce hasta el patio donde están todos nuestros amigos y familiares.

Él rápidamente hace señas a Alexis y Martha para que se acerquen, llamando así la atención de todos los demás que rápidamente se percatan de sus intenciones de anunciar algo.

Papá continúa sentado en una de las butacas, debido a su recuperación es mejor que esté sentado, y mamá se coloca a su lado, cogiéndole de la mano y poniendo su atención en nosotros. Luka también se acerca a ellos y nos mira con curiosidad.

Cuando todos los asistentes a la fiesta están a nuestro alrededor, Castle agarra mi mano entre las suyas y comienza a hablar. Por suerte a él se le da mucho mejor que a mí.

-Como la mayoría de vosotros sabéis, Kate y yo cometimos algunos errores en el pasado, pero el destino quiso volver a unirnos y los dos estamos intentando hacerlo bien esta vez.

Nos miramos y sonreímos, yo sonrojada, después él aprieta todavía más mi mano entre la suya.

Castle se gira un poco de manera que se queda mirando en dirección a mis padres.

-Hemos tenido nuestras dificultades, - continúa – pero Jim, Johanna, quiero a vuestra hija, y si ninguno de vosotros tenéis inconveniente… - Alza mi mano y les muestra a todos el anillo de compromiso – me gustaría casarme con ella.

Puedo ver a mamá emocionada mirándome con una gran sonrisa, mientras que papá mira a Castle durante un par de segundos para mirarme después a mí, no puede evitar disimular su sonrisa por más tiempo y puedo ver un brillo de emoción en sus ojos.

-¡¿Te ha dicho que no, Castle?! – Grita Esposito por encima de las felicitaciones y murmullos de alegría del resto de invitados.

Yo le lanzo una mirada asesina y le respondo casi sonriendo.

-¡Por supuesto que le dije que sí! – Miro a Castle y él se lleva mi mano a sus labios, presionando un leve beso sobre mis nudillos - ¡Estamos comprometidos!

Después de recibir las felicitaciones de todos, en especial las de mis padres, Martha, y Alexis, y compartir con todos ellos una agradable barbacoa en el jardín de mis padres, siento las manos de Castle rodear mi cintura, y el calor de su cuerpo sobre mi espalda.

Papá descansa ahora en el sofá del salón, mientras que Alexis le da una paliza a Luka en un juego de la Xbox (al parecer, aprendió del mejor); por su parte, mamá y Martha están terminando de recoger en la cocina.

-Todos se han alegrado de la noticia – Susurra él sobre mi hombro.

-Mmhm. – Murmuro agarrándome a sus brazos que me rodean sintiéndome protegida.

-Me sorprendió especialmente tu padre, parecía emocionado.

-Lo estaba. Él te aprecia ahora, Castle – Sonrío ante ese pensamiento, antes de añadir. – Más vale que continúes así.

Puedo sentir la sonrisa que se forma en sus labios mientras apoya suavemente su cabeza sobre mi hombro.

-¿Así, cómo? Queriéndote,... ¿haciendo el amor como antes en tu apartamento? – Dice esto último en un susurro.

Me deshago de su abrazo e intento aparentar seriedad, golpeando levemente su brazo, pero al igual que él no puedo evitar acabar riéndome.

-¿Cómo crees que va a ser, Kate? – Pregunta poniéndose un poco más serio y cogiendo mis manos. – Cuando estemos casados… Creo que va a ser todo perfecto. Tendremos nuestras discusiones, seguro, pero después lo arreglaremos como hacemos siempre.

-Sin dejar que pasen nueve años para eso. – Añado.

-Nunca más.

Suspira profundamente mirando al horizonte, como si de verdad estuviese vislumbrando nuestro futuro, y después vuelve a posar su cristalina mirada sobre la mía.

-Te amo, Kate. Y creo que vamos a ser perfectos…. Creo que estar casado contigo va a ser… emocionante.

Me muerdo el labio y me acerco peligrosamente a su él. Siento el calor que desprende por cada poro de su piel, una tentación demasiado placentera que provoca un escalofrío en todo mi cuerpo. Me inclino sobre su oído para susurrarle.

-No tienes ni idea.


¡GRACIAS! Mil gracias por haber invertido un ratito de vuestro tiempo en leer esta historia.