Gracias, ante todo, a todas aquellas personas que me habéis dado ánimos todo este tiempo que he permanecido en silencio.
Es dificil escribir cuando realmente no se tienen ni ganas, ni ideas. Cuando se pierde la magia y se paralizan los dedos.
Este fic es para esas personas que han decidido que detrás de una mala noticia, siempre hay una buena decisión que lo cambia todo, porque podemos cambiar nuestras vidas si nos lo proponemos, sólo hace falta QUERER HACERLO y un poco de suerte, por supuesto.
Gracias.
El sonido del teléfono sobre su mesita de noche la sacó de su corto sueño. Extendió su brazo hasta alcanzar la madera y tanteó con la mano para encontrar su móvil. Sin despegar la cara de la almohada, se llevó el dispositivo hasta su oreja.
- Beckett… - contestó de forma casi ininteligible
- Soy yo jefa, tenemos un caso.
- Mmm
- Me encanta cuando estás en la cama y tienes esa voz…
- ¡Basta Espo! – dijo mientras se incorporaba sentándose.
- ¿Despierta?
- ¿Bromeas? Mándame la dirección.
Cortó la comunicación y se frotó los ojos mirando la hora que marcaba el reloj del teléfono.
- ¡Perfecto! – pensó – Batiendo el record de dormir menos de dos horas.
Minutos después aparcaba su coche frente a la dirección que su compañero le había indicado mientras saludaba a uno de los agentes uniformados que custodiaba el portal de acceso al edificio.
- ¡Hey! – la recibió Espo con una libreta en la mano – Has tardado poco en levantar tu culo de la cama.
- Gracias al idiota que me ha despertado – aseguró ella en voz baja – y cuyo culo despierto, un día de estos, puede que sufra las consecuencias de que mi arma se dispare accidentalmente.
El moreno sonrió. Alardeaba de tener fama de irresistible conquistador y el hecho de que su compañera nunca hubiese sucumbido a sus encantos, dándole calabazas en público siempre que él se insinuaba, le animaba a molestarla siempre que podía con frases que podían engañar a todo aquel que estuviese escuchándoles.
- ¿Qué tenemos? – preguntó ella elevando la voz para que el resto de sus compañeros supiesen que había llegado.
- Hola jefa – contestó Ryan – una partida de póker entre ricachones que ha terminado con uno de ellos – dijo señalando el cadáver – con una bala en la cabeza.
- ¿Lanie? – preguntó a la forense que tomaba notas inclinada sobre el cadáver.
- Yo también me alegro de verte Katie – respondió ésta algo molesta.
- Vamos Lanie, sabes de sobra que necesitaba descansar.
- Es la segunda vez que me das plantón en dos semanas.
- Lanie… ¿Podemos ceñirnos al trabajo por favor?
- Gordon Lambert, 62 años, escritor – soltó rápido.
La inspectora miró a su compañera sorprendida.
- ¿Gordon Lambert? – repitió.
- Lo siento chica – aseguró su compañera sabiendo que se trataba de uno de los autores preferidos de su compañera.
La inspectora se acercó al cadáver, examinándolo. Levantó la cabeza y Espo, leyéndole la mente, le señaló el cristal por donde había entrado la bala.
- ¿Testigos? – preguntó.
- En la habitación de al lado – respondió Ryan – sus compañeros de partida, otros tres escritores famosos. ¿Quieres un autógrafo?
- ¿Vieron algo? – preguntó ignorando a su compañero.
- Los tres coinciden en lo mismo – explicó Ryan - escucharon el cristal rompiéndose y vieron a Lambert desplomándose sobre la mesa. Los paramédicos están atendiendo a uno de ellos.
- ¿Herido?
- Histérico, más bien.
Ella hizo un gesto arrugando su boca.
- Es lo que pasa cuando uno vive en el mundo real – replicó Espo jactándose.
- Que se marchen – ordenó - ¿La trayectoria?
- Los técnicos no tardarán en llegar.
La inspectora asintió.
- Hablaré con su mujer.
- ¿Y si no está casado? – preguntó Espo con seguridad.
- Su mujer es Gloria Lambert – afirmó ella mirándole con superioridad.
- ¿La misma Gloria Lambert que comenta los partidos de la NBA? – preguntó sorprendido.
- En cuanto los técnicos os digan la trayectoria, interrogad a los vecinos – dijo mientras examinaba el edificio de enfrente.
- Hecho – aseguró Espo mientras salía de la casa.
- Yo iré a liberar a los testigos – informó Ryan mientras se dirigía a la habitación contigua.
Beckett volvió a arrodillarse junto al cadáver, frente a la forense.
- Oye Lanie… Yo… - dijo en voz baja -Lo siento pero no estoy pasando por un buen momento ahora mismo y…
- Por eso mismo Kate – contestó algo indignada – no vas a conseguir olvidar a Josh quedándote en casa.
- Necesito tiempo.
- Al contrario querida – dijo señalándola con el bolígrafo - te equivocas, justo lo que te falta es tiempo.
En ese momento, ambas oyeron a Ryan gritando en la habitación de al lado. La inspectora se incorporó de inmediato, llevando su mano a la espalda y buscando su arma. Con un rápido movimiento, empujó a la forense hasta tirarla junto a un sofá, parapetándola contra él.
El resto de agentes presentes en la sala, imitaron a la inspectora, poniéndose a salvo mientras empuñaban sus armas.
- ¡Le he dicho que tiene que marcharse! – volvió a gritar Ryan
- ¡Y yo le estoy diciendo que no lo haré! – contestó una voz masculina enfadada - ¡Es mi vida la que está en peligro!
La inspectora hizo una señal al resto de agentes, tranquilizándoles, a la vez que guardaba su arma y se dirigía a la habitación contigua.
- ¿Qué está pasando? – preguntó a su compañero mientras éste se dirigía hacia ella.
- Uno de los testigos. Se niega a irse. Dice que la bala iba dirigida a él.
- ¿No habíamos quedado que únicamente oyeron cristales rotos y a Lambert caer?
- Así es, pero hizo fotografías del escenario del crimen con su móvil y ahora dice que esa bala iba dirigida a él.
Beckett puso los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza.
- No sé si esa bala iba dirigida o no a él – dijo Lanie desde atrás mientras sujetaba uno de sus zapatos de tacón roto – pero va a pagarme unos zapatos nuevos. ¡Los acababa de estrenar!
- ¿En que se basa? – preguntó la inspectora mientras reprimía una sonrisa al ver a su amiga con el zapato en la mano.
- Dice que tiene un programa en su móvil y que no se irá hasta que hable con el superior al cargo del caso.
La inspectora suspiró. Lo peor de los aburridos ricachones es que siempre pensaban que tenían la razón haciéndoles perder a ella y a sus compañeros el tiempo. Y hoy precisamente no estaba de humor para perderlo.
- Está bien. Vamos. Hablaré con él – dijo encaminándose a la habitación contigua junto a su compañero.
- Es aquel – le indicó con discreción Ryan señalando a un hombre corpulento que estaba de espaldas a ellos.
- Soy el oficial a cargo de la investigación – dijo ella elevando la voz – Soy la inspectora Beckett ¿Quién quiere hablar conmigo?
El aludido se giró con la mano tendida mientras ambos se miraban fijamente a los ojos.
- Mi nombre es…
- Richard Castle – dijeron al unísono….