Gracias por seguir leyendo. Tengo falta de tiempo y de ganas.
Gracias por la paciencia.
Richard giró de inmediato su cabeza para mirar a Kate.
- ¿Qué has dicho? – preguntó en voz baja acercándose a ella.
- Que… Que… - balbuceó ella sin poder continuar la frase intimidada por su proximidad.
El escritor terminó de cerrar la distancia que les separaba y posó sus labios sobre los de la sorprendida inspectora, separándose al instante.
- Lo siento, pero es posible que funcione – se disculpó con una sonrisa.
Y eso fue lo que definitivamente sacó de sus casillas a Kate.
- Ah ¿Sí? – preguntó enfadada – Veamos si funciona.
En ese momento la inspectora llevó su mano a la nuca del escritor tirando de él y acercándolo a su cara, llevando su boca con furia a la de él, besándole. Él se quedó quieto como una piedra, y ella le mordió el labio. El escritor pegó un respingo, aún sorprendido y abrió la boca para protestar, momento que ella aprovechó para buscar con su lengua la del escritor, dándole toques.
Y entonces él fue consciente de lo que estaba pasando y comenzó a corresponder al beso tomándola por el cuello y acercándola a él.
- Bueno, bueno – interrumpió Marta después de unos segundos – Creo que esa mujer ya ha tenido bastantes fotos – dijo riendo.
- Yo también opino lo mismo – dijo Alexis tosiendo.
Kate se separó de inmediato mirando a ambas.
- Os pido disculpas – dijo bajando la mirada.
- ¡Oh! No querida… No tienes porque disculparte – dijo Martha riendo – Eso ha sido un beso chico – dijo mirando a su hijo – no lo que tú habías hecho antes.
Richard se encogió de hombros levantando las manos con las palmas hacia arriba.
Alexis miró hacia la fotógrafa, que había huido del lugar, sin duda para enviar las fotografías antes que nadie.
- Ya se ha ido – les informó.
- ¿Sabes? – dijo Kate girándose para mirar al escritor – Pienso quedarme con esta cazadora.
- ¿En pago por el beso? – preguntó Alexis divertida.
- En pago por el ridículo que me hará pasar cuando mis conocidos vean esas fotos.
- ¡Vaya! - exclamó Martha – Tocado querido.
- Y hundido – añadió él mirando a la inspectora.
Kate le miró fijamente y por un momento pudo ver en aquella mirada un halo de tristeza.
Una hora después los cuatro salían del restaurante. Richard cargado con la mayoría de las bolsas.
- ¿Las señoras desean seguir extorsionando a este pobre escritor o podemos ir a casa donde pueda lamerme las heridas en silencio?
- Mira que eres exagerado hijo.
- ¿A quien habré salido madre? ¿Te haces una ligera idea?
Martha chasqueó la lengua negando con la cabeza. Alexis miró a Kate sonriendo y haciendo un gesto que indicaba que esas guerras eran continuas entre madre e hijo.
- Ni caso abuela – dijo la pelirroja tomando a su abuela por el brazo y adelantándose caminando hacia el garaje.
- ¿Vamos? – preguntó a Kate que estaba junto a él.
Ella asintió.
- ¿Te ayudo con…? – preguntó señalando las bolsas.
- Nada de eso – contestó él de inmediato – es la tradición, yo lo pago, yo lo llevo y nada es para mi.
El comentario arrancó una sonrisa a Kate.
- Es más – añadió levantando las bolsas - yo me encargaré también de llevar todo en unos meses a alguna asociación de caridad – en cuanto decidan que tienen el armario vacío y nada que ponerse.
- Entiendo.
Caminaron durante unos segundos en silencio.
- Supongo que pensarás que despilfarro… - dijo algo avergonzado.
- No pienso nada – aseguró ella, aunque le vino a la mente el dineral que él se había gastado en la chaqueta que le había regalado.
Él no dijo nada durante un instante y tras suspirar se justificó.
- No podría negarles nada. Nunca. Son mi vida.
Ella asintió en absoluto silencio.
- De todas formas – le dijo ella tras un momento – no debes quejarte, son bastante coherentes con los precios.
- ¿En serio? – preguntó sorprendido.
- En especial Alexis – aseguró la inspectora – tienes suerte, si yo saliese de compras con tu tarjeta…
Kate se sonrojó de inmediato tras hacer el comentario. Él se limitó a sonreír. Continuaron hasta el garaje. El aparcacoches les llevó su coche y Kate asintió a Espo que le hizo un gesto confirmando que todo estaba en orden.
Casi una hora después Richard accedía al garaje de su edificio, comprobando que la prensa seguía allí. Aparcó en su plaza y todos salieron del coche. Richard suspiró abriendo el maletero y se hizo cargo de todas las bolsas.
- ¿Te ayudo? – volvió a ofrecerse Kate.
- Tranquila, puedo con ello – dijo haciendo un esfuerzo para coger con una sola mano la mayor parte de las bolsas – además, tú estás trabajando.
- Eso es cierto – dijo mientras se adelantaba a las dos pelirrojas y las separaba del ascensor.
Instantes después los cuatro salían del ascensor en la planta del loft del escritor. Richard miró con pánico a la inspectora tras descubrir un paquete apoyado en la puerta del escritor.
- Llamaré a mis compañeros – aseguró Kate señalándoles la parte más alejada de la puerta para que fuesen hacia allí.
Minutos después una Kate acalorada pedía explicaciones a uno de los agentes encargados de no dejar pasar al edificio a nadie ajeno al mismo, que cabizbajo, soportaba en silencio la regañina.
- Jefa – intervino Ryan.
- Dime Ryan.
- Vendrán los artificieros, pero tardarán aún un buen rato.
- No deberían estar aquí – dijo ella mirando al escritor y a su familia.
- ¿Se te ocurre algún sitio donde llevarlos?
Ella negó con la cabeza.
- Este es un sitio seguro y mira – dijo señalando el paquete de la puerta – como no los lleve a comisaría.
- Es una opción – aseguró el rubio.
- Hablaré con ellos.
Kate se acercó a ellos.
- Vendrán los artificieros.
- ¿Es una bomba? – dijo Martha llevándose la mano al pecho.
- No podemos fiarnos – aseguró – debemos descartarlo. El caso es que… No es un lugar seguro hasta que no tengamos claro que es lo que contiene ese paquete y podamos acceder a la casa.
- No vamos a irnos – dijo Richard mirando a su madre y a su hija.
- Pero… No podemos asegurar vuestra…
- No importa – cortó el escritor – seguro que es una falsa alarma y no quiero generar más lio con la prensa.
Kate asintió entendiendo que si todo aquello resultaba ser una tontería, con la prensa abajo y sus compañeros entrando y saliendo del edificio.
- Lo entiendo – dijo – hablaré con mis compañeros para intentar mantener la mayor discreción posible.
El teléfono de la inspectora comenzó a sonar y ella se disculpó.
- Beckett.
- Soy Collins. Los artificieros estarán ahí en 10 minutos.
- Jake, necesito que me hagas un favor.
- ¿Sabes Kate? Estaba deseando oírte decir eso…
La inspectora le obvió y siguió hablando.
- Avisa a los artificieros para que entren con discreción por el garaje.
- Sabes que no puedo hacer eso. Hay que asegurar la zona. ¿Los has sacado de ahí?
- No – informó ella - Se niegan a abandonar el edificio.
- Y no podemos obligarles hasta que no tengamos la seguridad de que se trata de algo peligroso.
- Exacto.
Kate oyó soltar aire al teniente.
- Llamaré a mis hombres – aseguró – pero dile a tu escritor que si los artificieros detectan que se trata de algo peligroso, saldrán de ahí de inmediato, ellos y todo el edificio.
- Gracias Jake.
- Por cierto, estamos trabajando en buscar un lugar seguro por…
- Perfecto – le cortó ella.
- Mantenme informado por favor.
Kate cortó la comunicación y llenó de aire sus pulmones.
- ¿Podemos hablar? – preguntó a su espalda el escritor.
Ella se giró cambiando el semblante para aparentar tranquilidad.
- Tú dirás.
- ¿Qué opinas? Sinceramente Beckett. No me mientas.
Ella le miró interrogante.
- Dime la verdad.
- No lo sé Castle. Es muy posible que solo sea una falsa alarma.
- ¿Cómo han podido llegar hasta aquí? Se supone que vigiláis el edificio.
Kate agachó la mirada. Sabía que el escritor tenía razón. No podían consentir esos fallos.
- Lo siento, ha sido un fallo. Te pido disculpas en nombre de la pol…
- Si se trata de una bomba – cortó él - nos mudaremos a mi casa de los Hamptons
- ¿Cómo?
- No soy tan tonto como para poner a mi familia en peligro. Me iré donde sea necesario con tal de asegurar su bienestar. Y mi casa de verano en los Hamptons es la mejor opción.
Ella asintió en silencio.
- Y ahora… ¿Qué hacemos? – preguntó mirándola serio.
- Esperaremos a los artificieros, comprobarán de qué se trata y saldremos de dudas. Después tomaremos una decisión dependiendo de lo que contenga ese paquete.
- Entiendo.
- Estaría más tranquila si os llevo a comisaría – aseguró Kate.
El escritor sopesó la idea.
- Hablaré con ellas – afirmó mirándolas.
La inspectora le siguió con la mirada mientras se alejaba.
- Beckett – dijo a su espalda Esposito.
- Dime Espo.
- He hablado con un amigo – afirmó – y si se tratase de algo explosivo no será de gran alcance.
Kate frunció el ceño.
- Por las medidas del paquete.
- ¿En serio? - Preguntó ella con ironía.
- Por supuesto hay explosivos con ese tamaño capaces de hacer una piscina olímpica donde ahora está este edificio – dijo Espo con seguridad – pero conseguirlos no es fácil, son caros y no cuadrarían con el tipo de loco que buscamos.
La inspectora hizo una mueca. Su compañero podía tener razón. Su móvil comenzó a sonar y Kate le enseñó con fastidio la pantalla a su compañero. Era Gates.
Durante varios minutos tuvo que escuchar los improperios de su jefa al ponerse al día de lo que estaba ocurriendo.
- Beckett – interrumpió Ryan – ya están aquí – dijo refiriéndose a los artificieros.
- Lo siento señor pero tengo que colgar – se atrevió a decirle Kate a su jefa.
- Quiero saber que ocurre de inmediato ¿Me oye? - escuchó decir a su jefa antes de cortar la comunicación.
Ryan sonrió a la inspectora cuando ésta le hizo una mueca por la llamada que acababa de colgar.
- Eso la enfadará – aseguró el rubio.
- Ese es el menor de mis problemas ahora – dijo ella.
Los artificieros salieron del ascensor y Kate pudo comprobar como el escritor y su familia se pusieron de inmediato nerviosos. Les hizo una señal con la mano para que se tranquilizasen y fue a hablar con el oficial a cargo de los artificieros.
El escritor, con el brazo por encima de los hombros de su madre, observaba los movimientos de la policía. Un oficial con un perro que se había acercado al paquete, negó con la cabeza a su superior que con un gesto ordenó a otro que se acercase con un aparato que al escritor le pareció un escáner. Después de unos minutos el escritor pudo ver como ese segundo agente también negaba con la cabeza a su superior, que dio la orden a un tercero, que se enfundó unos guantes de latex y que sin dudarlo un segundo cogió en paquete entre sus manos y desató el lazo con el que estaba atado, abriéndolo.
Richard observó la reacción de los agentes, que de inmediato giraron sus cabezas hacia Beckett mirándola.
- ¿Qué ocurre? – preguntó la inspectora mirando a todos.
- Será mejor que venga a ver esto inspectora.
Kate miró a Ryan y Espo que se encogieron de hombros y camino varios pasos hasta llegar a donde estaban los artificieros que le enseñaron el contenido del paquete.
La inspectora abrió la boca confundida…
- Pero ¿Qué narices…? – dijo Richard asomándose por su hombro
Kate le miró enfadada.
- ¿Quién te ha dado permiso para acercarte? – le recriminó.
- Pero… ¿Por qué lleva tu nombre? – preguntó él haciéndole caso omiso.
Al oír eso Ryan y Espo se acercaron de inmediato, descubriendo que dentro de la caja y vestida con uniforme policial, había una muñeca con los ojos arrancados y un papel haciendo de placa en el que se podía leer:
- Inspectora Beckett.