Lo siento. Siento haber dejado esta y otras historias sin acabar. La vida da vueltas y vueltas y lo que hoy está en un lugar, mañana cambia de posición trastocando todos tus planes. No voy a prometer que voy a acabarla, tan solo voy a prometer que voy a intentarlo. Por cierto ¿Queda alguien por ahí a quien le interese?
Los dos policías se miraron entre sí para después fijar sus ojos en los de su jefa.
- Esto no me gusta nada – intervino Espo frunciendo el ceño y provocando que a su lado, el irlandés asintiese de forma mecánica.
- Al menos ya podemos ir descartando sospechosos – indicó la inspectora mirando al escritor.
Richard asintió y escuchó a su espalda la llamada de su hija.
- Si me disculpáis – se dirigió a los tres – voy a explicarles de que se trata, y si estáis todos de acuerdo, me gustaría poder entrar en mi casa.
- Nos aseguraremos que está todo en orden – contestó Espo haciendo un gesto a uno de los agentes para que le acompañase.
Ryan se mantuvo junto a su compañera y jefa. No le gustaba en absoluto el contenido de esa caja, no le gustaba que alguien se hubiese escabullido hasta la puerta de la casa sin que nadie se percatase y mucho menos le gustaba que en unos días, la amenaza hubiese pasado del escritor a su compañera.
- No me gusta nada, Beckett – se atrevió a decirle – deberías dejar este caso y que otro ocupemos tu lugar.
- ¿En serio? – preguntó ella mirándole – Precisamente es ahora cuando no pienso abandonar este caso.
- Espero que Gates te haga cambiar de opinión – aseveró Ryan muy serio.
Kate negó con la cabeza. Ryan era de los que no arriesgaban. Era un buen detective, y ella entendía que ante todo cuidase de su integridad y de la de sus compañeros, pero eran policías y para atrapar a los "malos" había que jugar en su misma liga. Ella lo había jurado el día de su graduación. Sin darse cuenta su mirada fue hasta el fondo del rellano, donde el escritor y su familia la miraban con una mezcla de incredulidad y terror. Decidió acercarse a ellos, sin duda él había informado a Martha y Alexis del contenido de la caja y ambas estaban un tanto aterradas.
- En cuanto mi compañero nos diga – dijo manteniendo la mayor calma posible – podréis entrar en casa.
- Y… ¿Tú? – preguntó la adolescente.
- Yo también, por supuesto – contestó rápidamente.
- Pero ahora va a por ti.
- Bueno, forma parte de mi profesión – contestó con una sonrisa – siempre van a los que nos interponemos en sus planes. Lo cual no quiere decir que consigan salirse con la suya.
Alexis hizo una mueca con la boca. No le convencía en absoluto lo que Kate le decía.
- Si me perdonáis – dijo enseñándoles su teléfono- debería hablar con mi superior.
Kate se alejó de ellos y marcó el número de Gates.
- Inspectora.
- Señor.
- Me parece que la han descubierto.
- Si no recuerdo mal, la misión era proteger al escritor, no mantener mi identidad en secreto.
Kate escuchó un leve suspiro de su capitana al otro lado de la línea.
- Tiene razón. Pero no me gusta que nadie amenace a uno de los míos. ¿Qué opina de esto inspectora?
- Preferiría hablarlo con usted en persona – aseguró ella.
La capitana dudó unos instantes.
- Puedo estar allí en unos veinte minutos.
- Preferiría que no fuese aquí.
- ¿En mi despacho en cuarto de hora?
- Perfecto.
- Y… Beckett
- ¿Señor?
- Que Esposito la acompañe. Ryan ocupará su lugar hasta que terminemos.
Kate cortó la comunicación y fue en busca de su compañero, que en ese momento salía del loft y la indicaba con un gesto que la casa era segura.
- Richard – dijo dirigiéndose al escritor – podéis entrar. Yo tengo que ir a comisaría a una reunión de urgencia y volveré en cuanto termine.
- ¿Volverás? – preguntó él ladeando levemente la cabeza
- Es pura rutina. Ryan se quedará con vosotros hasta que yo vuelva. No temas, tu casa es segura.
- Pero alguien ha llegado hasta la puerta y eso no me gusta nada – contestó él.
- Por eso mismo voy a comisaría. No debería haber pasado – se disculpó ella.
El escritor asintió, y condujo a su familia hasta el interior de la casa bajo la mirada de la inspectora, que informó a sus compañeros de los siguientes pasos y se escapó del edificio por el garaje, ocultándose agachada en el coche de Espo poniendo rumbo a comisaría.
- Beckett esto no me gusta nada – le dijo Espo cuando ella se incorporó.
- Creo que es la cuarta o la quinta vez que lo oigo esta noche.
- Por algo será.
- ¿Y que quieres que haga?
- Deja que otro ocupe tu lugar.
Ella soltó una risita.
- Es mi caso, estoy más cerca y no pienso dejarlo ahora.
- ¿No será que te gusta el escritor?
- No digas sandeces Espo – protestó rápidamente.
- Confieso que me divertí de lo lindo con vuestras conversaciones en la gala de anoche. Por no decir que vuestro beso está siendo viral en las redes.
Ella se ruborizó, pero Espo no pudo advertirlo atento a la carretera.
- Solo fue para que la periodista nos dejase comer en paz.
- Ya veo – sonrió él.
- ¿Qué ves Espo? – preguntó algo enfadada - ¿No viste que su madre y su hija estaban allí?
- Tranquila, sólo bromeaba.
- No me hacen gracia tus bromas.
- ¿Tienes alguna idea de…?
- No – mintió ella – ni la menor idea.
Minutos después ambos llegaban a comisaria, comprobando que la capitana esperaba impaciente la llegada de la inspectora.
- Espo – le indicó al detective frenando el avance del mismo hasta el despacho de la capitana dejándole claro que él no debía entrar – no se vaya hasta que la inspectora y yo hayamos terminado.
El moreno asintió a su capitana ¿Qué narices estaba pasando para que le dejasen fuera de esa reunión? ¿Para que había pedido que acompañase a Beckett si le dejaba fuera?
En el interior del despacho de la capitana, Beckett se dejó caer en la silla frente a Gates.
- ¿Qué ocurre Beckett?
- Tengo una sospecha sobre quien pudo dejar ese paquete, señor.
- La escucho.
Espo se sentó en su escritorio mirando hacia el despacho de su capitana, podía ver a Beckett hablando y a su capitana muy seria, asintiendo de vez en cuando. Aún recordaba el día que había llegado a la doce y Montgomery le había puesto bajo su mando con la orden prioritaria de protegerla. Pensó que aquella muchachita tan delgada le traería complicaciones, no dudaba de su inteligencia y su capacidad para hilar entramados, pero su aspecto tan frágil le haría prestar atención a cada situación para alejarla de cualquier peligro, poniéndose incluso en peligro él al hacerlo. Sonrió recordando cuan equivocado estaba. Tuvo que claudicar cuando ella le ganó a la carrera tras un sospechoso, o cuando la vio zafarse de un agresor en dos rápidos movimientos dejando tirado y dolorido al pobre hombre que no tuvo la ocasión de ponerse en guardia. Beckett era una caja de sorpresas.
Esperaba que Beckett no estuviese comiéndole el coco a la capitana para seguir si o si en ese caso poniéndose en peligro. Él había prometido a Montgomery que cuidaría de ella, y aunque el capitán ya no estaba en la doce, él seguía siendo fiel a su promesa. Decidió levantarse para tomar un café. La noche parecía que iba a ser larga.
Mientras, en el loft del escritor, Ryan se sentía totalmente incómodo. El escritor había sido bastante mal educado, llevándole una silla junto a la puerta para que se sentase a esperar la vuelta de la inspectora. Y allí estaba, sentado junto a la puerta mientras escuchaba la conversación del escritor con su madre, sin duda estaba asustada por lo que había ocurrido y ambos temían por la seguridad de la hija del escritor. El detective hubiese querido intervenir para tranquilizar a ambos, pero viendo como él le había tratado, mejor que sufriese un poco. Por otro lado no quería ni pensar como sería el día a día de su compañera en aquella casa. ¿También se sentaba en una silla junto a la puerta o podría hacerlo en el cómodo sofá que había en el centro del salón?
Una vibración le sacó de sus pensamientos, Espo le decía que Beckett se había levantado de la silla y que parecía que la reunión iba a terminar. Ryan suspiró. Cuanto antes volviese ella, antes se iría de aquella casa. Y tenía hambre. Ni siquiera le habían ofrecido un vaso de agua y los olores de la cena le habían hecho crujir el estómago.
Quince minutos después, el timbre de la puerta sonó y Ryan se levantó de un salto, mirando por la mirilla y abriendo la puerta de su compañera.
- ¿Todo bien Ryan?
- En orden – contestó el rubio con una sonrisa de satisfacción al saber que podía irse.
- Espo te espera en el garaje – le indicó.
- Que te sea leve, jefa.
El escritor se había acercado a la puerta al oír el timbre y ahora, miraba aliviado a la inspectora. Esta a su vez miró la silla que instantes antes ocupaba su compañero, intuyendo que el escritor no le había facilitado la vida al pobre irlandés.
- Ryan es un buen policía – le recriminó.
- No lo pongo en duda – contestó él haciéndose el distraído - ¿Te sacarán del caso? – preguntó.
- Si no hay una queja por tu parte…
- No tengo ninguna – se apresuró a contestar – aunque no me gusta haberte puesto en peligro.
- Soy policía, siempre estoy en peligro.
Él sonrió.
- ¿Martha y Alexis? – preguntó ella comprobando que no estaban en la estancia.
- Se han ido a dormir. ¿Has cenado?
Ella negó con la cabeza.
- Pensé que volverías antes de cenar y.. – dijo señalando un plato sobre la cocina – te lo hemos guardado.
- Gracias – dijo ella sonriéndole sinceramente mientras ambos se acercaban hasta la cocina.
Él señaló uno de los taburetes, invitándola a sentarse mientras buscaba dos copas y vertía en ella vino que guardaba en la nevera. Le acercó el plato y observó sonriente como ella se llevaba un trozo de carne a la boca.
- ¿Piensas quedarte en Nueva York o prefieres ir a tu casa de verano? – preguntó ella recordando la advertencia de él unas horas antes.
- Haré lo que me recomiendes – dijo sin pensar.
- Pues de momento creo que lo más inteligente es quedarse aquí – contestó ella mientras devoraba la cena.
Él asintió.
- No quiero ponerte en peligro.
- Ya te lo he dicho. Soy policía.
- No quiero que esa loca te haga daño
- ¿Cómo sabes que es una mujer? – preguntó sonriendo Beckett.
- Está claro. Supongo que me ha querido matar a mi primero por no hacerle caso, con lo que deduzco que será alguna dama a la que no he prestado la atención debida. Y entiendo que se ha enterado de nuestro pequeño encuentro en el restaurante y ha decidido cambiar de víctima y hacértelo pagar a ti primero.
- Eres un poco engreído.
- ¿Eso crees? Cuéntame entonces tu teoría inspectora.
- No tengo autorización para compartir datos del caso contigo
- ¡Venga ya, inspectora!
Kate sonrió. No era conveniente compartir información con él.
- Gracias por la cena – le dijo amablemente – estaba muy bueno.
- Hablando de cenas – recordó él mientras se le iluminaban los ojos – creo recordar que tenemos una cita.
- Técnicamente acabo de cenar contigo – contestó ella sonriendo.
- Técnicamente, inspectora, acabas de cenar mientras yo te miraba, que no es lo mismo.
Ella dejó escapar una suave carcajada.
- ¿Sabes? A la biblioteca le vendrá genial la generosa cantidad que donaste.
- Me alegro, razón de más para que cumplas tu parte.
Ella asintió mientras se levantaba con la intención de subir a su habitación.
- ¿No irás a marcharte ahora?
- El día ha sido largo, estoy cansada. ¿Pretendes salir? – preguntó un poco preocupada.
- No. No es eso.
- ¿Entonces? – preguntó entrecerrando los ojos.
- Entonces, inspectora - dijo acercándose hasta rozarla – me gustaría devolverte algo.
- ¿Devolverme? – preguntó extrañada.
El escritor pasó el brazo por detrás de la cintura de ella, que se quedó totalmente inmóvil y agarrándola por la nuca la estrechó contra él, mordiéndola suavemente el labio, como ella había hecho con él unas horas antes…