Flying High
"… Feel so nice
Oh yeah, you feel so nice
Wish I could spend the night
But I can't pay the price
Oh no, no
But I'm flying so high
High off the ground
When you're around
And I can feel your high
Rocking me inside
It's too much to hide …"
Flying High fragment by Jem
- Rey -
La luz de la luna entraba por la ventana y daba a la habitación cierto aspecto de frialdad. Ben me daba la espalda, acostado sobre su costado. El recorrido mínimo de mi mano a su hombro fue eterno, pero valió la pena. Su piel era suave, tal como yo recordaba. Ben era el Líder de la Primera Orden de Caballeros de Ren. Él era quien dirigía todo aquello y ella… Yo era algo así como… Su enemiga… ¡Quién diría!- Sonreí, sintiéndome aún pensativa y me apegué a la espalda de mi hermano.
Ben no se movía. Parecía que pronto iría a amanecer.
Ben me había visto morir.
Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar el dolor, el sufrimiento, el cómo mi cuerpo estaba completamente separado y sólo lo unían unos cuantos tejidos. La persona que me había herido de muerte me miraba desde arriba, arrogante, con penetrantes y fríos ojos azules, de tintes grisáceos. Las heridas eran mortales. Sufrí una evisceración. El contenido de mi caja torácica se desparramó por un lado. Si no moría porque esa persona me hubiera atravesado una y otra vez con tiros de bláster, moriría por la evisceración y el desangramiento, y si acaso tuviese tantísima suerte para no morir por ello, entonces moriría por la evidente contaminación que causaría a todos mis órganos el que se hubiesen desparramado en la tierra seca, inclementemente sucia. Ahora entendía el afán de Ben de mantener todo tan limpio.
Qué triste...
-Ben-
Sentí su dedo recorrerme el hombro. Traté de contener, como había contenido todo a mi alrededor, las idiotas ganas de llorar. Eso no es de hombres. Su mano se sentía suave y sus dedos, largos, acariciaron la trayectoria de mi nuca. No sé si debía agradecer algo o no, pero ella estaba allí. Algo, después de entonces, volvió a ponernos en otro espacio de tiempo y teníamos ésa, quizá única oportunidad de ser felices y libres. Ella moriría, no podría evitarlo después de todo. Pero moriría después de pasar su vida conmigo y envejecer juntos. No volvería a ser de otro modo.
Me volteé en la cama y le di la cara. Ella entreabrió un poco más sus ojos cafés.
¿Siempre había sido tan hermosa?
Su sonrisa era perfecta. Dientes blancos, alineados y sólo los dos frontales superiores estaban ligeramente separados, tan ínfimamente que era casi imperceptible tal separación.
- Rey…- nombré a mi hermana. Nunca le había dado el tratamiento propio de hermana. Siempre la había llamado por su nombre.
- ¿…Sí…? – y su mano se deslizó por mi cintura aferrándose a mi espalda. Un escalofrío me estremeció, pero el silencio hizo presa de mí. Tomé su cintura a mi vez, apretándome a ella, casi sentía que la perdería una vez más, y la apreté tan fuerte, aspirando su aroma, asegurándome sin temor a equivocarme que ella seguía allí. Apreté el rostro contra su hombro y ella no peleó rudamente contra mí como hacía cuando le preguntaba a dónde había ido o con quién. Su rostro se hundió en mi cuello también, apoyándose en la almohada. Eché su fleco detrás de su oreja y besé su mejilla con dulzura, aunque posesivamente.
- Te amo – murmuré en su oído – No te dejaré a merced de ese jugadorcillo musculoso… Brendol Huxley no te importa ¿O sí? – esto en realidad lo pregunté por inseguridad. Ella parecía embelesada siempre al hablar de él y a mí me provocaba tales celos que varias veces estuve a punto de enfrentarme con él directamente. Nadie lastimaría a mi Rey. Mi hermana. Mi amiga. Mi mujer.
Nadie.
-Rey-
- Ben – dije entonces dirigiéndome a él y lo besé en los labios a punto de jadear, sin aire casi en los pulmones - ¿No tienes… Miedo de lo que pueda pasar? - Estaba asustada. De pronto me vino una idea tonta a la cabeza.
- ¿Miedo? - y sus labios se deslizaron suavemente por mi cuello y luego por mi hombro mientras me hacía girarme para darle la espalda y tomarme así. Se introdujo en mí, moviéndose con fuerza, y murmuró besándome el cuello por la espalda – Yo ya no le temo a nada más que a una sola cosa y no dejaré que suceda esta vez.
Continuó haciéndome el amor hasta bien entrada la mañana. Era sábado, a partir de entonces nuestro día favorito. Mi padre y madre no estaban los viernes ni los sábados, pues habían decidido implementar estos días como sus días como pareja, y usualmente hacían recorridos a los suburbios cercanos para pasar tiempo juntos.
-Ben-
Las pesadillas no cesaban. No podía evitar repasar una y otra vez la muerte de Rey.
En esta época, en este planeta, me sentía tan abrumado por la sola idea de ver eclipsarse su sonrisa, de no escuchar nuevamente su voz y sin embargo escuchar únicamente la sustitución de ésta por la presencia mortal del propio silencio. Después de despertar, agitado, palpé la cama. Rey, con la mirada asustada, tomó de inmediato mi mano entre las suyas y me acurrucó contra ella del mismo modo maternal y sincero en que lo había hecho siempre. Pensando detenidamente, no recuerdo que ella jamás llorase. Era una chica demasiado ruda y varonil en su adolescencia y teniendo un hermano que lucía de mucho menor edad que ella, aunque esa diferencia era inexistente, no parecía tener mucha opción. Pero pronto Rey, a pesar de sus peculiaridades, empezó a crecer, y para cuando ambos entramos a la Universidad, rápidamente los hombres empezaron a poner sus estúpidos y asquerosos ojos en ella. Ojos que la veían con admiración, ojos que la veían con placer y unos ojos específicamente que la veían con potencial. Ésos ojos eran los de Brendol Huxley. Era algo que no podía aguantar, porque solo sentía tremendas ganas de volver a tener mi sable láser y aniquilarlo con mis propias manos. Pero incluso podía tolerar eso, de no ser porque era Rey quien había también puesto sus ojos en el que fuera en otro tiempo, el Capitán al mando de la Primera Orden. El mismo que un día me humilló frente al Líder Supremo Snoke y que había traspasado la línea innumerables ocasiones con tal de establecer que a diferencia de él, yo no era nadie.
Había olvidado esa ofensa.
Atraje entonces a Rey y la besé de lleno en los labios. Ella sonrió contenta. Su piel a la luz del día era de un agradable tono dorado, como si la calidez del sol hubiese renacido en la lisa superficie de sus poros perfectos.
- Me gustaría despertar cada día igual que hoy – Rey alzó la vista y sus ojos revelaban un desconcierto total.
- Nuestros padres… Ben… Ellos no saben…
- Ellos… No deben saber nunca nada. Podemos vivir lejos de aquí.
- Ben… - dijo entonces moviendo la cabeza, a punto de ser convencida y yo lo sabía.
- ¿Me amas, Rey? – la miré a los ojos con fijeza.
- Sí – dijo con simpleza sin apartar la vista y me besó entonces en los labios, con firmeza.
-Rey-
Me sentí tan feliz cuando lo dijiste, Ben.
Tu esposa. Tu mujer.
Ni siquiera todos esos años… Todo ese tiempo, toda esa diferencia de épocas pudo hacer nada contra nuestros sentimientos. Lo que nos pusiera tan cerca en este tiempo, sabía que tu amor y mi añoranza estaban allí, y sobrevivieron a través del abrumador paso del tiempo.
La imagen del atlético joven pelirrojo que era Brendol Huxley ahora, había desaparecido por completo. En el instante en que entraste en mí, Ben, en que tu cuerpo volvió a ser uno con el mío como en el pasado lo era en los barracones de los soldados o en tu limpísima habitación de la fortaleza en lo que había sido Endor, el rostro de ese hombre se perdió en las tinieblas de la nada. Mi amor por tí, hermano mío, mi amante, mi amor… Mi corazón entero volvió a su dueño de forma inmediata.
Comenzaste a hablar de lo mucho que odiabas no poder decírselo a todos aquí. Te besé fundiéndome una vez más en la suavidad extraña e incoherente de tu piel blanquísima. Siempre me había llamado enormemente la atención cómo era que tenías ojos verdosos. Cómo si en nuestra genética familiar éstos no existían en ninguna línea, tú los llevabas en ti de forma tan natural, tan perfecta. Siempre había visto tus ojos con ese dejo de superioridad, de seguridad que tanto bien me hacía ver. Me hacías envidiarte y al mismo tiempo compadecerme de esa extraña soledad de la que te rodeabas. Desde antes, no soportaba verte solo, sin hablar, limpiándote las botas del lodo de las villas saqueadas en tu habitación, sin compartir una cerveza con los soldados en el comedor por algún nuevo triunfo. Recuerdo que una noche llegué a tu habitación, con las novedades del día sobre la Resistencia, la entidad a quien yo pertenecía y de la que había desertado por tí, para seguirte, escritas a detalle en el informe del día, las que había memorizado para ti después de obtenerlas a través de mi uso de la fuerza con algún piloto y tus ojos, inquisitivos, se clavaron en mi cara. Fue la primera vez en que descubrí mi amor por ti. Y pensé, como pienso ahora mismo, en que no sonríes nunca por una razón:
Tu sonrisa, como tu amor, están reservados para una sola persona en este universo.
Y afortunadamente, Ben… No, Kylo Ren, esa persona, soy yo.