Yyyyyyyyy señoras y señores, niños y niñas, jóvenes y jóvenas (:P :P) he aquí el último (ahora si de verdad) capítulo de esta historia.
Espero que les haya gustado leer este fic tanto como a mi me gustó escribirlo, en las dos ocasiones en que me puse a ello.
Les aviso que hay un cambio de narrador, pasamos a la primera persona !
Disfruten este capítulo, parte epílogo algo diferente, parte enfoque real de la historia.
Gracias a todos los que me acompañaron con este fic, a los que dieron follow y fav, y especialmente a los que dejaron review ... me dio mucho gusto compartir esto con ustedes y, nos vemos mañana (los que quieran) con la historia cortita que publicaré también en Cloudy with a Chance of Murder y ... con un poco de suerte, en unas semanas con algún otro fic.
- Y así es como el abuelo Rick y la abuela Kate vivieron felices para siempre y no se separaron nunca más –oí la voz de mi pequeña Lily decir desde la puerta de la habitación, porque aunque ya fuera una mujer hecha y derecha que nos había dado a Kate y a mi unos nietos preciosos, para mi siempre sería mi pequeña. Aquella que nos había sorprendido a todos con su llegada a los pocos meses de iniciada nuestra relación y que había impregnado nuestras vidas con el resplandor inequívoco de la esperanza. –Ahora a la cama que es tarde.
-¡Pero mamáaaaaa, –se quejaron los mellizos Martha y Jim, que a sus 6 años podían sentarse embelesados durante horas oyéndonos a Kate y a mi contarles la historia de nuestro amor–lo bueno apenas empieza!
-¡Sí, mamá, –se les unió la pequeña Johanna de casi dos años cuyos ojitos luchaban por mantenerse abiertos y que hasta el momento nunca había logrado permanecer despierta durante todo el relato – apenas petza! –exclamó haciéndonos reír a todos.
-Está bien –cedió Lily – pero solo un ratito más que los abuelos ya están grandes y tienen que descansar –añadió con una sonrisa pícara ganándose una mirada asesina de su madre y un gesto de ofensa con la mano en el pecho por parte mía, lo que volvió a hacernos reír a carcajadas a todos. – Papá, –dijo mirándome a los ojos – sé cómo adoras contarles lo felices que han sido y son mamá y tú desde que por fin consiguieron estar juntos y que nada te emociona más que ver sus caritas ilusionadas bebiéndose cada una de tus palabras pero, por favor, ¿podrías pasar –solo por hoy- directamente a la pedida y después al matrimonio? De verdad se está haciendo tarde y mañana les costará levantarse para ir a la escuela.
-No quela –intervino Johanna tratando de conseguir un poquito más de ese cuento que tanto entusiasmaba a sus hermanos mayores y que ella aun no conocía.
-Ya sé que tú no vas a la escuela, princesa, pero tus hermanos sí y no sería justo que ellos se tengan que ir a la cama mientras tu sigues oyendo cuentos – contestó Lily, haciendo que la pequeña bajara la mirada, arrepentida por haber tratado de sacar ventaja de su corta edad. –Ahora papá, si te das prisa y no te pierdes mucho en los matices de luz arcoíris que refulgían de los ojos de mamá en aquel atardecer cuando la mirabas embelesado mientras yo me caía de boca haciendo el ridículo frente a todos los invitados, tratando de llevarles el cojín con los anillos teniendo tan solo 20 meses de edad; podrás contarles también lo nervioso que te pusiste cuando te enteraste de que llegarían Jake y Reece, y cómo casi te quedas sin mano mientras mamá los daba a luz a ambos de forma natural y sin anestesia. ¡Que ya te vale mamá, un poquito de epidural no le hace daño a nadie! –concluyó haciendo reír a Kate.
-No fue tan difícil hija, aunque eran dos, eran pequeñitos … tú y tus casi 5 kilos me dieron más trabajo –dijo Kate con una sonrisa maliciosa, sabía a la perfección cuánto le molestaba a Lily que se mencionara su peso al nacer.
-Eso no fue culpa mía –replicó esta vez – si papá y tú no hubieran deducido que por estar embarazada tenías que alimentarte cual animal de engorde yo habría nacido con un peso normal –concluyó con cara de pocos amigos, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de sí.
-Creo que vamos a tener que dejar de bromear con ese asunto antes de que se termine enfadando de verdad –dijo Kate y ambos nos echamos a reír.
Tras terminar de contarles la versión resumida de nuestra historia a los niños y ponerlos a dormir, regresamos al salón dónde se encontraba nuestra hija sirviendo tres copas de vino.
-¿Dónde está Mike? –preguntó Kate
-Le toca guardia pero por una vez me alegro, ¡así os tengo para mi sola toda la noche! –exclamó cual niña pequeña, provocando que una sonrisa se dibujara en nuestros rostros. Lily siempre había sido adorablemente tierna y eso no cambiaría nunca por más que frente a los niños tratara de ocultarlo un poco para que no se aprovecharan de su debilidad.
-¡Yo que creía que ya estábamos viejos y teníamos que acostarnos temprano! –exclamó Kate con una ceja alzada, encaminándose ya hacia la habitación de invitados, haciendo que nuestra primogénita la mirase sorprendida.
-¡Vamos, mamá! –repuso con esa voz suplicante tan bien perfeccionada que siempre había logrado hacer ceder a la dura detective y, más tarde, capitana Beckett - ¡Era una broma! Ven aquí, no te enfades –prosiguió ignorando la sonrisa que se dibujaba en el rostro de su madre. –¡Es que no es justo! –añadió un momento después – Cada vez que vienen los niños los acaparan y para cuando por fin están dormidos a ustedes ya no les queda energía para mi y yo también los echo de menos, ¿acaso no son mis padres? –concluyó con esa voz de niña berrinchuda que ponía de pequeña en las raras ocasiones en que le negábamos algo.
-No exageres Lily, no es como si llevaras años sin vernos –repliqué, haciendo que me mirara con el ceño fruncido, en ese gesto que tanto nuestros hijos como nuestros nietos –según nos había demostrado la pequeña Johanna esa misma tarde- habían heredado de Kate.
-Pues parece como si hiciera siglos que no los abrazo –dijo, levantándose del sofá y acercándose a nosotros para envolvernos a ambos en un abrazo de oso. –Sigo pensando que deberían olvidarse de tanto retiro en los Hamptons y regresar a la ciudad, ¿no se aburren de tanta paz y silencio todo el tiempo? –añadió cuando nos separamos un poco manteniéndonos todavía sujetos por los hombros.
-Todavía no llevamos allí dos meses y esta es la cuarta vez que venimos de visita, hija –le contestó Kate, divertida por la actitud de Lily.
-A mi me parece como si llevara una eternidad sin verlos –repuso ella haciendo un puchero al más puro estilo Castle.
-Además, con tu madre es imposible aburrirse –apuntillé yo, alzando las cejas y acompañando el gesto con una sonrisa seductora dirigida hacia mi esposa que, a día de hoy, todavía lograba sonrojarse con mis comentarios inapropiados.
-¡Papá! –exclamó Lily, pegándome en el hombro -No necesito que me cuentes esas cosas, por si no lo recuerdas sigo siendo tu hija.
-Una hija que me ha dado tres nietos y que dudo mucho que siga sin saber cómo llegan los bebés a la barriguita de las mamás como cuando esperábamos a los gemelos.
-Como sea, –insistió dándose la vuelta y dirigiéndose al sofá- no necesito tener en mi mente la imagen de mis padres haciendo ese tipo de cosas.
-Ya la tienes cariño, ya la tienes – repuso Kate riendo cuando ambos nos sentamos a cada lado de ella. – Dudo mucho que hayas olvidado aquella vez que entraste en la habitación la mañana de nuestro décimo aniversario con los niños llorando de la mano porque Reece se había hecho pis en la cama y al pasarse a la cama de Jake lo había mojado a él también.
-¡No me lo recuerdes, mamá! –dijo nuestra hija sonrojándose y tapándose la cara con ambas manos –Nunca en mi vida he pasado tanta vergüenza como ese día. Ya podrían haber cerrado el pestillo.
-¡Mea culpa! –exclamé y los tres nos echamos a reír, abrazándonos de nuevo.