Nota de la autora: Hola, querid s lector s! Primero de todo, bienvenid s a mi fic "Seed is Strong" y muchas gracias por dedicar vuestro a tiempo a leerlo! Espero que os guste mucho y si tenéis alguna sugerencia, escribid en los reviews! Me hará muy feliz leer vuestras opiniones :)

Me decidí a hacer este fanfic sobre Arya y Gendry, que considero bastante distinto de los que ya se han publicado sobre esta pareja porque está ambientado en un futuro próximo. Me encantan Arya y Gendry y me gustaría mucho que en un futuro quedaran juntos y pudieran construir un hogar, tal y como deseaban Ned y Robert al principio de la saga (sólo que con diferentes hijos de los que ellos planeaban). Además, debo decir que este fanfic no estará limitado a Arya y Gendry, sino que abarcará también los pasos de la familia que formen.

En los próximos capítulos, la historia se centrará exclusivamente en la familia Baratheon-Stark, pero a medida que se haga más compleja aparecerán nuevos personajes y otras familias de Poniente. Como véis, en mi fanfic Jon es Rey en el Norte y Daenerys reina en Desembarco del Rey (no los he casado ni nada por el estilo) y he prescindido de nombrar/dar tramas a otros personajes (como Sansa, Bran…) porque no quiero forzar la aparición de nuevos personajes si su presencia no está justificada. A medida que la historia se vaya desarrollando, no lo descarto, siempre que tenga coherencia con la historia J

Como ya he dicho, si tenéis sugerencias o queréis que dé tramas a algunos personajes a los que tengáis cariño, procuraré hacerlo y que así estéis content s, querid s lector s!

Espero que os guste mucho este nuevo capítulo! Un saludo!

La vida en Bastión de Tormentas pasaba plácidamente. El nacimiento del pequeño Robyn, tres años atrás, había llenado el hogar de los Baratheon-Stark de pura vida y alegría. Para Gendry y Arya, la felicidad era ese niño de ojos azules y pelo negro, calcado a Gendry; pero inquieto, ocurrente y divertido, tal y como era Aryaentrelospiés. "Ciervo en apariencia y Stark en esencia", solía repetir el maestre Marwin, de Bastión de Tormentas. Además, era muy listo para su edad; el maestre les había manifestado en más de una ocasión que el niño mostraba mucho interés por aprender y que estaba haciendo unos avances muy destacados en lectura. "Muy pocos niños de 3 años de edad muestran tantas habilidades desde tan pequeños", les había dicho en aquella ocasión. Gendry pensó en que él nunca había tenido la oportunidad de aprender y formarse. Lo único que los bastardos del lecho de pulgas aprendían desde su primer aliento era a sobrevivir y a ganarse algo que llevarse a la boca. Los libros eran cosas de nobles, pero por suerte Gendry había podido procurar un futuro mejor para su hijo gracias a su legitimación como Lord.

A veces echaba la vista atrás y no podía dejar de dar gracias a los dioses por todo lo que tenía y había conseguido. Ser señor de Bastión de Tormentas no era tarea fácil y menos para un bastardo como él que no había tenido formación, por lo que tuvo que recuperar el tiempo perdido y en pocos meses mejoró su lectura, caligrafía y ortografía, además de aprender la historia de los Siete Reinos y todas las familias nobles de Poniente. También era su deber conocer a todas las casas vasallas de las tierras de la Tormenta. No le llevó mucho tiempo, ya que las tierras de la Tormenta es una de las regiones más pequeñas de los Siete Reinos, pero las casas vasallas se habían mostrado desconfiadas de su nuevo Lord en un primer momento. Gendry, Davos y el resto de sus consejeros achacaban ese comportamiento reacio a que la casa Baratheon era una de las aliadas de los Targaryen, algo que no acababan de asimilar los habitantes de unas tierras que por tantos años habían vivido bajo el dogma del odio a los Targaryen a raíz de la guerra del Usurpador. Pero Gendry no era Robert: podrían ser físicamente idénticos, pero Gendry tenía el propósito de iniciar una nueva era en las tierras de la Tormenta, una era que trajera prosperidad y paz a la región. Las casas vasallas pronto se dieron cuenta de que ese Baratheon era más parecido a sus tíos Stannis y Renly que no a su padre. En esos tres años, había demostrado un comportamiento intachable, justo y tenaz, como Stannis, y diplomático y conciliador, como Renly. Todas las decisiones que había tomado en esos tres años contaron con el apoyo del pueblo de la Tormenta, por lo que se puede decir que su gestión y liderazgo no habían flaqueado en ningún momento.

Gendry salió de sus pensamientos y se puso a observar, desde su ventana, cómo Arya entrenaba a Robyn con la espada. Habían empezado unos meses atrás. Robyn había crecido viendo entrenar a su madre con la espada. Ella lo empezó a llevar a sus entrenamientos desde que era un recién nacido, para tenerlo mejor vigilado por si empezaba a llorar o si necesitaba algo y, en cierto modo, entrenaba con más tranquilidad si tenía al niño cerca. Gendry sabía que los momentos que Arya podía pasar con su hijo eran los mejores para ella. Algo cambió en Arya desde el momento en que nació su pequeño. Gendry solía pensar que se encendió una llama en su alma cuando Robyn llegó al mundo y se acostumbró a ver en Arya un brillo en los ojos que no había tenido antes. Lo cierto es que él jamás dudó de que sería una buena madre con su hijo, a pesar de lo que le había costado a Arya asumir su embarazo. Pero tomó el reto con valentía, como siempre hacía con todo. Gendry era feliz viendo cómo, día tras día, momento a momento y acción tras acción, Arya demostraba que era la mejor madre que Robyn podía tener. Y también se lo demostraba a ella misma. "Oh dios… quisiera que esta felicidad y tranquilidad que me dais no se acabara nunca", solía decirle a Arya. Eran una familia. La familia que Gendry siempre soñó tener. Y era una bendición que los dioses le hubieran dado una segunda oportunidad para conseguir todo lo que siempre había anhelado. Observando a su mujer y a su hijo desde esa ventana, rezó por que esa felicidad no se acabara jamás, pues su familia era todo lo que él necesitaba. Sentía tal devoción por ellos, que Arya comentó una vez que le recordaba mucho a Ned Stark: "Para él la familia siempre era lo primero. Y nos miraba y hablaba de la misma forma en que tú lo haces con Robyn". Aquella era su mujer, la única que había amado en su vida, y aún había noches en que se despertaba y tenía que mirar que efectivamente Arya estaba en el otro lado de la cama y que nada había sido un sueño. Que su único amor sí estaba con él. Que había sido correspondido. Que había pasado de ser el bastardo amante de Lady Stark a ser Lord de Bastión de Tormentas. Que creía estar destinado a esconderse, a vivir un amor prohibido por el resto de sus días y ahora, en cambio, el matrimonio Baratheon-Stark era de los pocos que se profesaba amor verdadero entre las grandes casas de Poniente. Que Robyn bien podría haber sido un Nieve de Invernalia y en cambio era el heredero de Bastión de Tormentas…

Todo había cambiado alrededor de ellos, menos el amor que Gendry y Arya se tenían. Y el sexo. Seguían siendo igual de apasionados e incansables que siempre y para Gendry los momentos de intimidad con Arya seguían siendo su parte favorita del día. Su mujer era una adicción para él: el sabor de sus besos, la suavidad de su piel, la forma de sus pequeños senos, el olor de su pelo… No podía soportar pasar días sin sentirla cerca, sin hacerla suya… Y a Arya también le encantaba formar parte de ese juego.

Una noche, después de hacer el amor, empezaron a hablar de Robyn:

- Os he visto entrenar hoy, desde mi ventana. Disfruto mucho cuando te veo con él. – Arya le dedicó una sonrisa dulce. - ¿Te acuerdas cuando decías que no podías tener un hijo, que no lo harías bien? – Arya se rió, asintió y empezó a abrazarlo y a besarlo. - ¿Por qué no tenemos otro hijo? Robyn ya tiene tres años, quizás vaya siendo hora de… – aquella pregunta dejó a Arya descolocada. Se separó de él y lo miró a los ojos, intentando entender por qué le había preguntado algo así.

- No. No puedo. Con el embarazo de Robyn lo pasé muy mal, me sentí muy inútil. Todos los días me encontraba mal, ya fueran por los mareos o el cansancio. Me costó volver a ponerme en forma y recuperar mi agilidad. No fue fácil para mí y no me apetece volver a pasar por ello. – respondió contundente ella.

- Arya, no quiero que Robyn crezca sin hermanos. Yo crecí sin hermanos y siempre me sentí solo y desamparado… No quiero que él se sienta como si fuera la única persona en el mundo. En cambio, tú creciste en un hogar rodeada de hermanos… Y fuiste mucho más feliz. – Arya lo miró con ojos tristes. Siempre lo hacía cuando le recordaba lo diferentes que habían sido sus infancias. Y esa mirada en cierto modo estaba dando toda la razón a su esposo.

- Lo siento pero no, Gendry. Ya te he dado mis razones y te agradecería que no insistieras más. – Gendry decidió no decir nada más cuando Arya se dio la vuelta, le dio la espalda y cerró los ojos. Era cierto que su primer embarazo había sido duro para ella. Fue algo imprevisto, que ni buscaba ni deseaba. Habían sido muchos cambios en poco tiempo… Y aunque Arya quiso a Robyn desde el momento en que lo tuvo en brazos por primera vez, parecía que era incapaz de olvidar lo mal que lo pasó mientras estaba embarazada. Tenía la sensación de que a Arya le sentaba mejor la maternidad que el embarazo.

Los días pasaban con total tranquilidad y observaba, como de costumbre, el entrenamiento entre Arya y su hijo. Robyn mejoraba con la espada a pasos agigantados, en eso era igual que su madre, aunque tenía a la mejor maestra que pudiera desear. Gendry pensó que para el próximo día del nombre de su hijo podría forjarle su primera espada. Estaba seguro de que le haría muy feliz y mucho más si se la hacía personalmente su padre. En sus ratos libres a Gendry le gustaba encerrarse en la forja y hacer espadas, martillos o cascos, como en el pasado. En realidad era una forma de evadirse y desestresarse… "Está decidido: en el próximo día del nombre de Robyn le regalaré una pequeña espada", se dijo para sí mismo. Miró hacia la ventana y no vio ni a Arya ni al pequeño Robyn. Cuando preguntó por ellos, le dijeron que el niño se encontraba mal y estaba en cama. Fue a verlo, preocupado, ya que en sus tres años de vida Robyn jamás se había puesto enfermo. El maestre lo tranquilizó, diciendo que parecía una simple infección vírica del estómago pero extrañamente, en vez de mejorar, el niño empeoraba. Todos veían cómo su fiebre iba subiendo día a día y sus síntomas iban a más, el maestre creía que era un episodio de fiebre tifoidea. La desesperación se apoderaba de los padres cuando veían a su pequeño delirando por la fiebre tan alta. La situación le rompía el corazón a Gendry, sobre todo ver cómo Arya sufría por el niño… ¿Cómo era posible que, siendo su padre, no pudiera hacer nada para aliviar el dolor de su hijo? Jamás se había sentido tan inútil…

Arya dejó de dormir por las noches. Se quedaba velando a Robyn y dándole agua para beber, para que no se deshidratara por el virus. Gendry le tomaba el relevo de día, pero Arya tampoco dormía durante el día; en su lugar, iba a rezar a los dioses antiguos para que salvaran a su pequeño. Admiraba la fuerza de su esposa, admiraba cómo estaba luchando por la vida de su hijo. Pero Robyn no mejoraba y eso hacía que Gendry fuera perdiendo la esperanza día a día…

- Le quería hacer su primera espada para regalársela en su próximo día del nombre… pero… - Arya tenía la cara empapada de lágrimas pero aquella frase inconclusa de Gendry se las helaron al instante.

- ¿Pero qué? Tú también piensas que va a morir, ¿no? ¿Cómo te atreves? Te recuerdo que es nuestro hijo. Nació de tu semilla y de mis entrañas. Robyn no va a morir. Yo no lo voy a permitir. Y no te perdonaré jamás si te rindes y dejas de luchar por nuestro hijo. – Gendry se quedó mirándola. Nunca le había visto esa mirada y nunca la había escuchado hablar con ese tono de voz. Pero ella tenía razón… no podían rendirse. No podían fallarle a Robyn…

Justo un día después de esa conversación, después de una fuerte tormenta, Robyn despertó y la fiebre comenzó a bajar. Dio muestras de mejora enseguida y en cuestión de días, volvió a ser el mismo de antes. Era como si nada hubiera pasado. Nadie podía explicárselo, ni siquiera el maestre.

- Nunca había visto un proceso de curación tan rápido, de momento no puedo descartar que vuelva a recaer porque no es normal que… - les dijo el maestre Marwin a los padres.

- No recaerá. Ha sido un milagro. Es una señal de los antiguos dioses. Les recé día y noche para que salvaran a mi pequeño. La enfermedad de Robyn fue sólo una prueba para mostrarme lo vulnerables que somos. Cualquier día los dioses pueden llevarse a nuestros hijos… - Gendry oía las palabras de Arya asombrado, porque su esposa nunca había sido muy practicante precisamente… Observó su mirada perdida y se dio cuenta de lo que le había afectado la enfermedad de Robyn.

Esa misma noche, Arya le comunicó que había dejado de tomar el té de luna para quedarse embarazada de nuevo.

- Primero, me lo pediste tú. Y después los dioses me lo exigieron poniendo en riesgo la vida de Robyn. Así he entendido que Bastión de Tormentas no puede quedarse sin heredero… Y yo he entendido que no puedo vivir sin mi hijo. Me temí lo peor cuando estaba tan mal. Aunque no me quería rendir, una parte de mí sintió que lo perdía para siempre. Era como si los dioses me estuvieran castigando por haberme negado a tener otro hijo y me sentí la peor madre del mundo al haber puesto en riesgo la vida de Robyn por mis estúpidos miedos. – una solitaria lágrima recorrió la mejilla derecha de Arya al decir esas palabras. Gendry le besó la lágrima y la abrazó, intentando consolarla.

- No digas eso. Eres la mejor madre que Robyn podría tener. Soy yo quien debería sentirme culpable: no fui ni la mitad de fuerte y valiente que fuiste tú. Nunca te podré dar las gracias que te mereces por cómo te portas con Robyn… - aquella noche Gendry llenó a Arya de besos y abrazos.

Pero los meses pasaban y Arya no conseguía quedarse en estado. Gendry observaba cómo mes a mes Arya se iba desesperando. Ahora que esperaban a ese bebé con tantas ganas, se negaba a llegar… "Es un castigo de los dioses", no paraba de repetir a Arya. Gendry odiaba cuando su esposa se torturaba de esa manera y le rogaba más paciencia consigo misma.

La buena noticia tardó, pero llegó al cabo de casi un año. Una mañana Arya entró en la habitación, cogió las manos de Gendry y las puso sobre su vientre. Así supo que su segundo hijo estaba al llegar. Ambos lloraron de felicidad, apenas se podían mantener en pie, se abrazaron y se besaron… Arya también le comunicó que, según el maestre Marwin, debía guardar reposo ya que era un embarazo de riesgo. Nada de entrenamientos, nada de espadas, nada de largos paseos. Pero Arya obedeció encantada y acabó siendo un embarazo más agradable que el de Robyn. En 9 meses, recibieron al pequeño Arthur, otro varón de ojos azules y pelo oscuro, idéntico a Gendry y a Robyn. Su hermano mayor, al que le apasionaban las historias de los mejores guerreros de Poniente, había elegido ese nombre en honor a su espadachín favorito, al cual había conocido a través de sus ávidas lecturas: Arthur Dayne.