Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece.

Sinceramente no sabía cómo tratar con este. So... *se cuelga*(?).

[...]

Título: Nunca la tomes a la ligera.

Día 4: Despistado.

Rated: M.

Words: 1,879.


Sin tapujos


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—Gray... Gray... —se cruzó de brazos, cabreada— ¡Gray!

A penas gritó parada en la puerta de la habitación el chico alzó la vista desde la cama. Se encontraba sentado en uno de los bordes de esta, demasiado quieto, y lo suficientemente silencioso como para alterar a Lucy al no recibir respuesta alguna.

Gray se relamió los labios, mirándola un momento, y luego bajando la mirada para ponerse la camiseta que había cogido hace un poco más de cinco minutos, justo cuando se había sentado en la cama.

—¿Vas a decirme que te pasa?

El tono de Lucy se suavizó un poco, dejando el fastidio de lado para observarlo un tanto preocupada.

—Nada —negó.

Ella suspiró y descruzó los brazos con tal de poner las manos en sus caderas. Gray no la miraba, calzándose las botas y metiendo parte de su pantalón dentro de esta. Nada. No era definitivamente nada lo que lo había tenido fuera del mundo terrenal por casi siete minutos. Y debía decir que le molestaba y ponía nerviosa por partes iguales que Gray le dijera que era nada.

—¿Estás seguro?

Él la miró, irguiéndose en la cama y apoyando las manos en sus rodillas por un segundo. Luego de eso se puso de pie y se acomodó la espada de su collar hasta que lo llevó al frente, justo en medio.

—... Sí. Estoy seguro, no te preocupes —carraspeó, cogiendo su cinturón que estaba al final de la cama y acercándose a donde estaba ella con intención de salir al corredor—. Sólo me quedé pensando un rato —aseguró, deteniéndose por un instante junto a ella, intentando convencerla de que todo iba bien.

Luego de eso entró al baño, dejándola atrás.

Nada más cerrar la puerta con seguro, se pasó las manos por el cabello, y desordenándolo comenzó a dar vueltas dentro del cuarto.

—Esto está mal —susurró—. Está yendo muy, muy mal...

Luego de mucho rato así, decidió sentarse al fin en el inodoro. Respiraba algo mal por la aparente desesperación en la que se encontraba, y era prácticamente incapaz de pensar bien en esa situación.

Un mes y medio.

En serio.

¿Sólo un mes y medio y ya se encontraba totalmente perdido?

En un principio había pensado, oh, sí, no es tan mala idea. Lucy podría aceptar, nos divertiríamos, seríamos confidentes y más que buenos amigos. Por supuesto le había quitado importancia al gusto que le había tomado antes de eso a hablar, estar y reír con Lucy. Sufriendo extrañas situaciones y otras un tanto más horribles. Haciéndolo hacer cosas que nunca antes habría pensado que era capaz.

Como seguirla hasta casa, por ejemplo, con el asunto de su padre y todo.

O tener la necesidad de ayudarla cuando estuviera en real peligro.

Pero Gray sólo sabía que tenía que hacer algo con todo eso. Quién sabe. Tomarlo todo, envolverlo bien y tirarlo a la basura, para entonces seguir adelante con la propuesta. El problema era que en parte eso sería muy poco él, o sólo demasiado superficial. Y es que pretender elegir el tacto, el físico y la diversión antes que algo que le llevara por un mejor camino, era sinceramente una gran apuesta que no dudaba que terminaría perdiendo.

¿Que cómo estaba tan seguro?

Pues Lucy era una romántica sin remedio. Por otro lado, él, aunque no era un adicto al sexo, no sabía nada de eso de expresar sentimientos. Y de saber estaba más que claro para él que era un jodido asco.

Entonces ella se alejaría. Él quedaría ahí. Ella buscaría alguien que le demostrara cuanto la amaba. Y él sufriría un buen tiempo por eso.

Porque claro, ya lo tenía asumido. Y porque tener que aceptarlo no era el problema.

Que sí, que ya llevaba mucho tiempo gustando de Lucy. Pero él era todo lo contrario a ese dicho que circulaba por la población en conversaciones de mujeres y algunos hombres. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. El mismo que de acomodarse a su situación sería algo como... Del hecho al dicho no es tan estrecho.

¡O alguna mierda parecida pero...!

Gray cerró los ojos, intentando centrarse. Le era imposible pensar cuando estaba desesperado, como le sería a cualquiera; aún así no era tan fácil tomar el control de algo que era prácticamente desconocido para él. Más encima empezaba a sentir que llevaba ya demasiado tiempo ahí dentro, y si no salía en ese mismo momento tal como estaba ayer, Lucy se enojaría mucho más.

Volvió a ponerse de pie y se acercó al lavabo para lavarse el rostro, aunque terminó con una gran parte de su camiseta oscura por el contacto que había tenido con el agua. Y con la piel todavía mojada, metió el cepillo que se encontraba a un lado a su boca luego de untarlo con un líquido azul, y a pesar de casi tirarlo, alargó ese momento en el baño todo lo posible para poder seguir pensando.

Al final llegó a la conclusión de que tenía que decírselo. No importaba cómo. Si era demasiado seco, o cursi, o si se transformaba en un Freed Justine en el maldito intento.

Porque... si lo pensaba bien... Había tenido mucho más que perder con la propuesta que le había hecho. De eso terminarse sería un poco incómodo luego, habiendo tenido sexo hasta en el gremio. Aunque... en realidad si ella lo rechazaba en una "propuesta" amorosa o algo parecido sería aún peor.

Sin remedio, de nuevo llegó al punto en el que se confundía más.

Sin embargo ya lo había decidido. No importaba cómo saliese. Iba a decirle a Lucy todo eso.

Y a pesar de que por un instante pensó que estaba tomando la decisión demasiado rápido, de todos modos salió de su baño en busca de la chica.

[...]

Cuando volvió a mirarla, esta vez apoyado en la pared, mirándola desde el pasillo cocinar algo con tan sólo su camiseta y bragas. Ella le devolvió la mirada, pero no se detuvo mucho en él y siguió con lo que estaba.

—Supongo que te quedarás parado ahí todo el día —dijo—. En realidad no lo creo, pero por mí estaría bien.

Sencillamente guardó silencio.

—Y debería suponer, esta vez en serio, que estás bien porque has dicho que no pasa nada —siguió—. Pero aunque esté enojada —rió con ironía—, lo que no debería pasar porque realmente lo único que tenemos es sexo... —se tomó un segundo— De todas formas no evitaré preguntarte qué demonios te pasa, porque somos amigos después de todo.

Gray estuvo a punto de decir que sinceramente no había entendido del todo, dado que se había puesto a hablar tan rápidamente. Pero como entendió el trasfondo de todo y comprendía más o menos la forma de expresarse de Lucy, de todos modos respondió.

Y es que sólo iba a decirle qué demonios —como había dicho ella— le pasaba.

—Que me... —se detuvo por unos segundos, porque desgraciadamente había conseguido la completa atención de la chica.

—¿Que te... qué? —preguntó impaciente.

Él mordió su labio inferior, y al final, rendido, dejó caer su cabeza contra la pared.

—Que me gustas.

Lucy se quedó pensándolo un momento, hasta que comenzó a reírse, logrando que Gray frunciera el ceño por la reacción. Es que... ¡se suponía que no te reías cuando se te declaraban! A menos que tomaras al otro como un payaso, claro, y esa era una opción que a él personalmente no le gustaba nada.

—¿Es en serio? —inquirió cuando dejó de reír, todavía pareciendo divertida con el asunto— Pues tú también me gustas, ¿por qué habría aceptado todo esto de ser que no me gustaras ni un poco?

Al menos Gray se sintió un poco menos enojado cuando se dio cuenta de que ella no lo había entendido realmente, no como era.

—Lucy —comenzó—, yo no estoy hablando de esto —negó con la cabeza despacio.

Entonces la maga reparó en que tal vez había metido la pata.

—... ¿No?... ¿Y de qué hablas? —volvió a preguntar, esta vez totalmente dudosa.

—Estoy hablando de que no me gustaría seguir en algo tan banal contigo.

Ella le miró incrédula.

—¿Banal?

—Sí, banal —repitió—. Me gustaría tomarme esto un poco más en serio.

Lucy inmediatamente apagó el fuego de la estufa, girando una de las manillas, y volvió a fijarse en Gray.

—Pero sólo llevamos un mes y dieciséis días —le recordó.

—Y prácticamente tres y más años de ser amigos. ¿Recuerdas nuestro tiempo congelados?

—Ya deberíamos tener como veinticuatro...

—Pero eso no es lo importante —exclamó, separándose de la pared para llegar frente a ella—. Lucy, de verdad me gustas, y no sólo para divertirnos en una cama.

En ese momento la muchacha pareció comenzar a tomar el peso de lo que su compañero le estaba diciendo. Claro que eso no tendría por qué afectarle tanto a ella pero a pesar de todo seguía teniendo algo de vergüenza escondida. Aún así, ¿cómo ignorar la petición de Gray por llevar eso a otra cosa? Porque eso había entendido Lucy de todo. Que Gray gustaba de ella y quería intentar con algo más que revolcones en la cama.

—Es que... no lo sé.

—No es tan difícil, además no es como si te estuviera pidiendo matrimonio o algo así. Sólo quiero saber si querrías intentarlo —bajó la mirada un momento, con las mejillas algo rojas por el montón de cosas que estaba soltando.

Lucy volvió a quedarse en silencio, pensativa. Mientras Gray esperaba mirando lo que había estado cocinando. Panqueques, se veían bastante ricos, pensó por un segundo, intentando fijarse en algo más además de que ella lo estaba pensando demasiado.

—¿Eso significaría no más sexo?

Gray enarcó una ceja, devolviendo su atención a ella en cuestión de milisegundos por la pregunta.

—¿Es en serio? —de repente, una vez salido de su estupor, sonrió— No te imaginaba tan interesada, Lu-cy.

La chica bufó y le dio un leve golpe en el hombro por recordarle lo superficial que había sonado eso.

—Tenía que asegurarme.

—No te preocupes —él le quitó importancia—. Porque en realidad... —se acercó un poco más a ella— nunca dije algo de no querer acostarme contigo.

—Ahora yo soy la que se siente utilizada —exclamó Lucy dramatizando y poniéndose una mano en el pecho, haciéndose la dolida.

Gray no pudo evitar reír y le dio un pequeño golpe en la frente con dos de sus dedos.

—Entonces... ¿ahora me dejarás comer contigo? —preguntó.

—¿Se supone que debía ceder? —se la devolvió, tomando el papel de desentendida— Claro que no, señor. Hoy se hará su propia comida por preocuparme de esa manera.

Nada más terminó de decir aquello, Lucy cogió el plato de panqueques que había a un lado y evitó a Gray para encaminarse a la mesita que se encontraba del otro lado. Sobre ella estaban todas las cosas necesarias para tomar el desayuno, sin embargo, las sillas mágicamente habían desaparecido y sólo quedaba una. La misma en la que se sentó ella.

Gray la miró esperando que fuera una broma, pero como ella lo ignoró, tomó eso como que sólo le quedaba rendirse.

Al final suspiró, apoyándose en la encimera mientras miraba a Lucy comer.

Bueno... ya se le ocurriría algo que hacerse para desayunar.