Queridos hermanos y hermanas, concédanme un momento para hablarles del Señ... digo, del Ficteo'16. El Ficteo es el sorteo de un fic a la carta que haré a principios del 2017 entre todos los reviews que he recibido durante el 2016. Con esto, pretendo agradecer a todo el que se ha molestado en leerse una historia mía y comentarla. Para no aburriros con el tema decir que tenéis las bases en mi perfil.
Sobre Avatares: calculo que habrá, como poco, un par de capítulos más. Y se supone que tiene que estar terminada para mediados de este mes. Espero que el capítulo sus guste.
¡Muchas gracias por leer! ¡Y a todos los que me apoyaron en el capítulo anterior! A xonyaa11, Murtilla, lucas1177, Christine C, La Dama Arual, ArexuLightwood, sinideas, Collector of Sins, setsuna-GW y, claro está, a estrella Blank.
AVATARES
CAPÍTULO 2: LOS CUATRO AVATARES
Harry parpadea.
—¿Qué?
—Recupera mi varita y te haré el conde de Chatham —repite dando un par de pasos desafiantes hacia él. Harry retrocede los mismos. La mejilla el duele y nota un zumbido extraño contra sus oídos que poco o nada tiene que ver con el puñetazo.
Intenta ver algo en él que le indique que todo es una broma (de las pesadas). No sabe cómo no se ha dado cuenta antes hasta el punto que está todo mal. La manera de la que le mira, con la cabeza ligeramente inclinada y los ojos entornados, no tiene nada que ver con las expresiones del propio Draco.
Gira sobre sí mismo y sale de la habitación, asegurándose de cerrarla tras de sí. Ron sigue fuera, esperándole. Está apoyado contra la pared y se muerde distraído una uña.
—¿Ya? —pregunta sin apartar la mano de la boca—. ¿Qué ha pasado?
Harry entreabre los labios y los vuelve a cerrar porque, Merlín, no hay manera humana de explicarlo sin sonar como un demente.
—¿Te ha pegado? —Ron frunce el ceño y da un par de pasos al frente. Harry aparta la cara, para evitar que la examine—. Hijo de puta.
Harry no necesita que nadie salte en su defensa y Ron lo sabe. Pero Ron también es su mejor amigo y no le sorprende en absoluto cuando se remanga y sale disparado hacia la puerta de interrogatorios. Una vocecilla en su cabeza la recomienda que le detenga y le explique.
Otra, que así será mucho más fácil.
—Malfoy —le llama. Harry se gira, Ron está todavía en la entrada y tiene los puños apretados. Probablemente ni saque la varita.
—Perro cagalindes, te juro por mis ancestros que como recupere mi varita te trocearé y te daré de comer a los cerdos.
Ron da un paso atrás y cierra la puerta de un tirón.
Por supuesto, solo ha oído silbidos.
—Slytherin —repite Ron con cierta incredibilidad—. ¿De verdad te lo crees?
—Yo… —Malfoy, Slytherin, está justo en frente suya. Tiene el ceño fruncido y se estudia con mucha atención en el espejo falso de la sala de interrogaciones. Ron y Harry están al otro lado—. No es él.
—Díselo a Hermione.
—No —replica Harry sin tan siquiera parpadear. Aún no ha tenido esa conversación con ella y no está seguro de quererla tener todavía. Y menos motivada por lo que fuera que había ocurrido—. Ni siquiera sabemos si es realmente es él. Dale un par de horas, lo justo para que si está bajo la poción Multijugos, sus efectos desaparezcan.
Ron asiente y se levanta.
—Voy a asegurarme de que nadie venga a usar esta sala —dice—. Y a por algo de comer.
—Gracias. —Ron agita la mano quitándole importancia.
—Y díselo de una vez —insiste antes de cerrar la puerta tras de él.
A las dos horas, nada ha cambiado. Los envases de comida china que trajo Ron están apilados a un lado de la mesa, junto a cuatro botellines de cerveza vacíos. Harry no es de las personas que beben en el trabajo, pero Draco está al otro lado (sentado, tieso, dándoles la espalda) y se supone que han roto. Ron le escucha con el ceño fruncido y sin hacer ningún tipo de comentario. Cuando Harry ha terminado, bebe un buche de su botellín.
—Creo que es hora de que informemos a Robards y que traigan a alguien para llegar al fondo del asunto —dice Ron rascándose la nuca—. Si realmente es Draco y, si lo es, qué le ha pasado y cómo se puede revertir.
Ron tiene razón.
Sabe perfectamente que lo odiará. Desde el final de la guerra, Draco ha estado intentando mantener un perfil bajo y alejado de la opinión pública. Todo lo contrario de ponerlo en medio de una investigación ministerial.
Lo mira a través del cristal. El cabello rubio, peinado tal y como a él le gusta llevarlo. La túnica, distinta a la de aquella mañana. Traga saliva y asiente.
—Sí, será lo mejor.
La puerta se abre. Por ella, asoma la cabeza Millicent Bulstrode con su uniforme de auror.
—La sala está reservada —le dice Ron un poco a la defensiva. Ella frunce el ceño.
—No seas quejica. ¿Habéis visto a Bones? —pregunta mirando directamente a Harry. Harry niega ligeramente la cabeza y va a disculparse, pero entonces Bulstrode gira un poco la cabeza y ve a Malfoy. Parpadea, casi sorprendida—. ¿Está Malfoy metido en un lío? —Da un par de pasos al frente—. ¿Debería llamar a sus padres?
—Merlín, no —responde Harry sin tan siquiera parpadear—. ¿Qué pasa con Bones?
—Se pidió la mañana y no ha regresado. En serio, ¿qué ha hecho? No deberíais beber en el trabajo —añade en un tono seco y con expresión desconfiada. Harry no necesita esforzarse demasiado para imaginarse lo que está pasando por su mente: hasta donde ella sabe, Draco podría ser el objetivo de una venganza a destiempo. Y aunque le gustaría indignarse un poco, no puede culparla—. ¿Te ha pegado, Potter?
Hace desaparecer los restos de la comida con un golpe de varita y, tras pedirle a Ron que vaya a por uno de los cerebritos, se gira hacia Bulstrode.
—Malfoy está hechizado —le dice, ignorando sus ojos clavados sobre su mejilla—. Se piensa que es Salazar Slytherin.
Bulstrode gira la cabeza hacia el cristal.
—Mierda —murmura.
—Estábamos dándole un tiempo para que pasara el efecto. Pero…
—¿Estás seguro?
Harry asiente y Bulstrode no dice nada más. Le da un par de palmaditas en la espalda, como intentando reconfortarlo, y sale de la habitación para seguir intentando localizar a Bones.
Él se queda allí, con las manos sobre la mesa y la mirada fija en la nuca de Draco, intentando pensar, ¿quién habría podido hacer algo así? Él mismo. Alguien que le odie. Un accidente. Hay demasiadas posibilidades. Suspira.
(Recuerda que le dijo que tenía una reunión. No si le dijo con quién era).
Ron no tarda mucho más en volver. Al entrar parece un poco agobiado.
—Robards dice que el caso es tuyo —dice sin mucho preámbulo, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Qué? No, de eso nada. No puedo —replica Harry girándose. Ron hace una mueca compasiva—. Hay conflicto de intereses.
No cree que vaya a ser capaz de ponerse delante de ese Draco Malfoy que no es Draco Malfoy y ser capaz de llevar la investigación sin dejarse guiar por sus sentimientos.
—Ron —insiste.
—Si quieres decirle eso a Robards. Él cree que eres la única opción.
Harry cierra los ojos.
—Y tú.
—Yo no entiendo nada de lo que dice. Además, Robards quiere que termine el papeleo que tengo atrasado antes de darme ningún caso nuevo.
Harry arquea una ceja y Ron tiene la decencia de parecer ligeramente avergonzado.
—Mira, intentaré acabar con ello cuanto antes. Si vas a salir, avísame.
—Te odio.
Ron suelta una risita queda y niega con la cabeza.
—Se va a poner mejor —avisa.
Harry no quiere escucharlo.
—¿Cómo?
—Han encontrado a Gryffindor en el Londres muggle, enfrentándose a un coche —añade Ron—. Lo están trayendo.
»Es Neville.
Hacen falta tres patrulleros para meter a Neville dentro de la sala. Uno de ellos tiene la nariz rota y se la aprieta con una de sus manos. De alguna manera, Neville parece más grande, fuerte y desafiante. Harry le observa desde el otro lado del cristal, le ve mirar con cierta condescendencia a Draco y sentarse en la otra silla. Le oye mascullar algo que no entiende y la respuesta airada de Draco.
Se miran. Draco tiene una sonrisa petulante de medio lado, que enseña demasiado los dientes. Neville se la borra de un puñetazo que lo tira de la silla. Harry se levanta con tanto ímpetu que su silla también choca contra el suelo, dispuesto a intervenir. No hace falta, porque entonces Neville le ofrece una mano que Draco acepta sin pensárselo demasiado. Y después se abrazan.
Harry levanta la silla con un golpe de varita y se desploma sobre ella.
—Slytherin —dice Neville con un tono de voz más seco del que les tiene acostumbrados.
—Godric —replica Draco.
Harry se soba la mejilla, preguntándose por qué no le pidió a Ron que se la arreglara, mientras les escucha hablar en un idioma que le suena a chino.
Bulstrode empuja a Bones sin llamar. Harry gira ligeramente la cabeza, lo justo para no perderse las interacciones entre Neville y Draco.
(Han movido las sillas a los extremos más alejados de la mesa. Se nota que la situación es tensa, después de la sorpresa inicial. Harry sabe que debería haber entrado hace un buen rato, pero no sabe por dónde empezar).
—La has encontrado —dice, sin entender muy bien para qué la ha traído hasta allí.
Entonces Bones sisea algo y Harry no puede evitar suspirar.
—¿Hufflepuff? —pregunta con la garganta seca. Porque aquella es la única similitud que ha sabido encontrarles hasta el momento. Un Slytherin de Slytherin y un Gryffindor de Gryffindor. Esa y que ambos son sangrelimpias.
Aunque eso se le acaba de estropear en el momento en el que Bulstrode asiente. Bones es mestiza, así que tacha esa línea en su pergamino.
—O eso es lo único que dice con sentido.
—¿La mañana libre? —pregunta. Bones le mira, con la barbilla alta y una expresión desafiante. Tiene las cicatrices de la guerra allí, justo en su rostro. El ojo mágico que tanto recuerda al de Moody gira de un lado para otro—. ¿Sabes a dónde fue?
—Ni idea —responde Bulstrode y señala la cabeza hacia la sala—. ¿La meto allí?
Harry asiente. Sabe que el protocolo indica que los sospechosos deben estar en una celda hasta el momento de la interrogación, pero no ha tenido tripas para llevar a Draco allí. Llevan dos años intentando evitar hablar de la guerra. Uno de esos muchos temas que se ciernen sobre ellos. Pero Harry sabe que Draco guarda un recuerdo amargo de los primeros días después de la derrota de Voldemort y del comportamiento del Ministerio.
Bulstrode lleva a Bones a la habitación de al lado cogida por el brazo y cierra la puerta con pocas ceremonias. Bones se gira e intenta abrirla, solo para descubrir que está trancada. Se apoya un momento en ella. Tanto Draco como Neville la miran fijamente.
Harry se siente como poco más que un intruso.
Neville es el primero en hablar.
—¿Rowena? —O algo parecido. Harry no sabe si sorprenderse de la capacidad deductiva de Gryffindor—. ¿O Helga?
Bones se tensa y gira un poco la cabeza. Tiene el ceño fruncido y, al hablar, parece un poco sorprendida.
—¿Godric? ¡Circe…! —Y ahí Harry deja de entender, cuando se gira sobre sus talones y corre a sus brazos. Neville la levanta con facilidad y da media vuelta con ella en brazos. Bones ríe, con una risa ligera y que hace mucho que no le ha escuchado. Probablemente, desde sus años del ED.
Neville la baja y comparten algo así como un momento. Neville aparta el pelo de su rostro y le da un beso sonoro en la frente. Desde donde está puede ver las mejillas de Bones ruborizarse.
Draco, que está de pie al otro lado de la sala, carraspea. Bones gira la cabeza hacia él y Neville deshace el abrazo. Harry solo puedo verlo de medio lado, pero Draco parece confuso. No como suele estarlo, con el ceño fruncido y la barbilla alta. Draco, Slytherin, tiene los labios entreabiertos en una expresión cómica y los ojos inexpresivos. Bones estira las comisuras de su boca.
—Helga.
—Salazar —dice en un tono de reconocimiento. Dice algo más (que Harry no entiende) mientras camina hacia él con paso lento. Alarga una mano y Draco la toma entre las suyas, haciendo una breve inclinación. Las tripas se le retuercen, a pesar de que sabe que no ninguno de los dos él mismo.
A pesar de que esa misma mañana le dijo a Draco que no quería volver a verlo.
Porque Draco no solo está ahí parado, demasiado cerca de Bones. Alarga una mano y acaricia su mejilla, mientras sisea palabras que Harry sigue sin entender. Acaricia las cicatrices que le recorren el rostro. Y Bones se queda allí, muy quieta. Como si tuviera miedo a romper el momento. Hablan, en susurros.
Es íntimo.
Es como si se lo estuviera tirando a la cara.
No tiene claro si quiere beberse otra cerveza o entrar allí y devolverle el puñetazo. Vuelve a sobarse la mejilla mientras Bones se separa de Draco. No del todo, sus manos siguen entrelazadas. Da un par de pasos al frente y se coloca justo frente a él. Draco le dice algo y ella gira ligeramente la cabeza hacia él antes de volverla al frente. Su ojo mágico no se mueve con el resto de su cuerpo y, cuando habla, hace que Draco arrugue el ceño.
Cuando mueve los labios esta vez, Harry sí que lo entiende. Es un silbido que le hiela la sangre y que suena completamente innatural.
—Si fueras menos medio hombre, tendrías los huevos de venir…
Harry no tiene que escuchar esas sandeces, así que sale de la sala dispuesto a tomar un poco el aire. Después… bueno, después se enfrentará a lo que sea que está ocurriendo en esa sala. Se apoya contra la puerta y deja escapar un suspiro de resignación. Necesita interrogarlos (y sabe que va a necesitar a Draco allí para hacerse entender) y necesita llevarlos a los cerebritos para que averigüen qué demonios les ha pasado y cómo deshacerlo.
Muévete, Harry.
—¿Harry? ¿Harry Potter?
Harry vuelve a abrir los ojos. Aquello sigue ocurriendo de vez en cuando: magos que se acercan para preguntarle si de verdad es él. Solo, quizá, no dentro del Departamento de Ley Mágica.
Es Luna.
—Luna —la saluda arrugando el ceño. Porque no ha sonado para nada como a Luna. No hay voz cantarina, casi etérea. Es tranquila y un poco impertinente.
Harry no está listo para más sorpresas.
—Aparentemente, solo en cuerpo —responde sin parpadear. Está… más sobria. Sin bisutería. Lleva una falda larga y gris, unos zapatos rojos que se encuentran entre los más formales que tiene Luna en su armario y la túnica que suele usar para pintar cerrada hasta arriba—. Mi nombre es Rowena Ravenclaw y, según me han dicho, es con usted con quién tengo que hablar para encontrar a mis amigos.
Parpadea.
Vuelve a parpadear.
—No jodas.
continuará.